Necesitas el desierto…

Pbro. Hugo Valdemar Romero
Pbro. Hugo Valdemar Romero

El miércoles pasado, con la recepción de la ceniza, dimos inicio al tiempo de cuaresma. El sacerdote nos dijo: “Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás”, es decir , ten presente que tu vida es pasajera. Cuando llegue la muerte, de nada te servirán los bienes que has acumulado, el prestigio ganado, el lugar que ocupas en la sociedad. Volverás a ser polvo, pero si vives según Dios, tienes la esperanza de que un día, como Jesús, tú también resucitarás y tu existencia terrenal, que es efímera como el polvo,  se convertirá en vida eterna llena de plenitud.

El evangelio de este domingo nos narra que el Espíritu impulsó a Jesús a ir al desierto. Ahí pasará 40 días a solas, en oración y ayuno, a fin de prepararse para dar inicio a la misión que el Padre le había encomendado.

Jesús siente el impulso de ir al desierto, ahí donde nadie habita y sólo hay soledad, ahí donde no hay distracciones, donde uno puede mirar con claridad la propia interioridad; en el desierto no hay comodidades ni seguridades, uno está solo consigo mismo y con Dios.

En ese tiempo de cuaresma, el Espíritu Santo también te quiere llevar al desierto, es decir, a buscar momentos para hacer vacío de ti mismo, de las cosas, las personas, las preocupaciones y te puedas encontrar a solas con tu propio corazón y con Dios.

Necesitas el desierto para saber quién eres y conocerte a ti mismo, necesitas el desierto para revisar tus relaciones personales y ver si son según Dios o te tienen atado al pecado que destruye y te hace infeliz, necesitas el desierto para tener un espacio sin ruido ni distracciones en el que encuentres a Dios, en el que hables con Él, en el que pidas su luz para descubrir quién realmente eres sin fingimientos y sin máscaras, necesitas el desierto para sosegarte, para respirar con libertad, para descubrir la misericordia de Dios y lo bello que es la vida que te da.

“Señor, el Espíritu Santo me impulsa a ir al desierto, pero me resisto. Me invita a dejar mi superficialidad, pero me niego a bajar a la profundidad de mi mismo. Me invita a alejarme del ruido ,de las diversiones, que una vez que pasan, me dejan vacío, pero yo quiero seguir evadiéndome, evitándote. Tengo pánico al silencio y a la soledad; ayúdame, en esta cuaresma, a buscar el espacio en el que me encuentre contigo y conmigo mismo; ayúdame a desintoxicarme de tanto ruido, evasión y superficialidad. Señor Jesús, ¡Ten compasión de mí!”

Feliz domingo,  ¡Dios te bendiga!

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