Hemos llegado al segundo domingo de Adviento y nos estamos preparando para recibir al Señor que viene. El evangelio que se proclama este domingo (Mt 3, 1-12) nos habla de Juan el Bautista con un mensaje muy claro: “Conviértanse porque está cerca el reino de los cielos”. El que se acerca es el mismo Hijo de Dios que viene al mundo para ofrecernos gratuitamente su salvación.
La llegada del Señor en este periodo no puede pasar desapercibida en nuestras vidas, su presencia luminosa es una invitación a entrar en un periodo de renovación interior; es necesario dejarnos iluminar por su palabra y dejarnos interpelar por los signos que la acompañan. Desde esta perspectiva, la llamada de Juan Bautista a la conversión resulta muy apropiada en este periodo previo a la navidad, en el que celebraremos el nacimiento de Jesús.
Los primeros cristianos identificaron a Juan el Bautista con el mensajero que anunciaron los profetas (Is 40, 37), o con Elías (2 Re 1, 8), que según la tradición judía sería el precursor del Mesías (Mt 11, 14; 17, 11; Mal 3, 23-24). De acuerdo con esta interpretación, Jesús aparece como el Mesías esperado y Juan el Bautista como su precursor.
Convertirse equivale a un cambio interior, por lo tanto a una renovación profunda. La conversión es un cambio radical y total que afecta todo nuestro ser y toda nuestra existencia. Hablamos de conversión total porque con el pecado también todo nuestro ser se transforma y se corrompe. La conversión toca toda nuestra existencia y nos lleva a vivir y a actuar conforme a la voluntad de Dios.
La conversión a la que nos invita Juan el Bautista toca nuestro modo de proceder, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y todo lo que somos. Mediante la conversión cristiana uno se vuelve a Dios y empieza a actuar conforme a su voluntad y al proyecto de vida que nos ha revelado por medio de su Hijo Jesús. Desde luego la conversión no es sólo esfuerzo humano es también una gracia que Dios nos regala, con la ayuda de su misericordia es como nosotros podemos responder generosamente al llamado de Dios.
El evangelio de este domingo no sólo nos invita a la conversión interior también nos muestra el modo y el ambiente más propicio para favorecer esta experiencia de preparación. Juan el Bautista aparece predicando en el desierto, se alimenta y vive de una forma especial. El adviento por lo tanto es ocasión para entrar en esa espiritualidad.
Como Juan el Bautista, necesitamos crear también nuestro propio desierto y alejarnos de tanto ruido que nos aturde, es decir necesitamos favorecer un ambiente de silencio interior que nos ayude a encontrarnos con Dios, con nuestros hermanos y con la realidad que nos rodea.
Que la proximidad de la navidad nos ayude a desechar lo superficial y a vivir con lo necesario y lo fundamental, que la experiencia de la cercanía de Dios nos mueva a cultivar más el ser que el tener y que nos ayude a ser solidarios con los demás y con quienes no tienen lo necesario para vivir.
Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Vocero de la Arquidiócesis de Xalapa