Las lecturas de cada domingo mantiene con respecto al anterior una relación obvia, pero en ningún caso una continuidad temática. Todas las escenas recogidas en los evangelios con sus enseñanzas giran en torno a JESÚS de Nazaret, y éste es el nexo que une todos los pasajes; pero cada enseñanza, señal o acontecimiento, requiere su propio tratamiento. Así el domingo anterior, fiesta de la Presentación de JESÚS en el Templo, reflexionábamos sobre aspectos del propio Bautismo, que en gran medida es la fuente para una llamada vocacional, de la que hoy procede tratar por el contenido de las lecturas correspondientes. No se trata hoy de abordar una vocación específica, sino la vocación o llamada a evangelizar que incumbe a todo bautizado. Llamados por DIOS para evangelizar, podría ser el lema de un retiro o jornada sobre evangelización, porque encierra una gran verdad. Al tiempo que nos unimos a la TRINIDAD por el Bautismo, nos constituimos en potenciales evangelizadores. Siempre hemos de mantener un margen para la decisión personal, pues siendo el Bautismo un tesoro espiritual, como tal tesoro debe ser descubierto o reconocido, y entonces surgirá el agradecimiento profundo, que moverá a difundir la bondad y excelencia del hallazgo. Evangelizar es decir la gran verdad al mundo: DIOS ama incondicionalmente a los hombres, y nos quiere para una eternidad con ÉL en su HIJO JESUCRISTO. De muchas formas distintas habrá que decir esta verdad fundamental a los hombres de todos los tiempos. Esta gran verdad se enfrenta a la gran mentira vertida sobre el mundo, que difundida de muchas maneras cala en los corazones. Se trata de las fuerzas engañosas que instalan a las conciencias en las distintas formas e increencia. La evangelización, por tanto, es una contienda espiritual entre dos grandes fuerzas o corrientes que se disputan las almas de los hombres. Estas dos grandes corrientes enfrentadas son: la fuerza de la verdad y la fuerza de la mentira. JESÚS denominó a satanás como “padre de la mentira y homicida desde el principio” (Cf. Jn 8,37-47). La evangelización en cualquiera de sus ámbitos siempre ha tenido en cuenta a la persona en su totalidad, y la verdad sobre DIOS exige que se considere la verdad del hombre. De muchas formas, el padre de la mentira se ha encargado de negar la existencia de verdad objetiva alguna, anulado a un tiempo la reflexión y la objetividad. El imperio de la mentira, hoy día, se define con el patrocinio de la dictadura del relativismo, como nos decía Joseph Ratzinger -papa Benedicto XVI-. La verdad de las cosas no se encuentra en la orilla o en la superficie, sino “mar a dentro” (Cf. Lc 5,4), como les dice JESÚS a los discípulos al comienzo de su condición de seguidores o discípulos. También, en cualquier época la Fe es propuesta de forma apologética, es decir, teniendo en cuenta la aportación de la razón a la causa de la Fe: “dad razón de vuestra Esperanza” (1Pe 3,15). Los distintos campos del pensamiento y de la actividad humana tienen sus planteamientos por los cuales actúan de una u otra forma. Lo que está en el fondo de las diferentes áreas de la actividad humana debe ser conocido para ofrecer la respuesta evangélica adecuada. La tarea no es fácil, pero está en la indicación de JESÚS: “rema mar a dentro”. Un padre de familia debe interesarse no sólo en ver las calificaciones obtenidas por su hijo, sino en ver los distintos contenidos recogidos en los libros de texto.
¿A dónde ir?
El campo de la evangelización va desde la singularidad de cada persona a la totalidad de las manifestaciones humanas; por tanto, se abre un horizontes inabarcable para cualquier iniciativa estrictamente humana. La parte personal podría parecer sencilla, pero sabemos que no lo es, pues el crecimiento personal en los valores evangélicos o el seguimiento de JESÚS es tarea de por vida. Los objetivos generales de la evangelización se centran en la conversión personal y el establecimiento del Reino de DIOS, y están en mutua dependencia. Estos dos grandes objetivos están presentes con toda claridad en el catolicismo, que recalca la dimensión social de la Fe y el compromiso cristiano. La visión liberal protestante pone el acento en el éxito individual. La inspiración católica siempre ha pretendido transformar las estructuras sociales y las instituciones civiles, teniendo en cuenta los valores evangélicos, que fueran visibles en acciones sociales de solidaridad, fraternidad y comunión. El Evangelio no es un manual de autoayuda, sino el proyecto de DIOS para instaurar su Reino en nuestro mundo, que no se hará, por otra parte, sin la acción decidida de personas convertidas y seguidoras de JESUCRISTO. Se debe promover el bien y tratar por todos los medios de subsanar las deficiencias; lo que resulta inviable en el fondo es la promoción directa del mal en la sociedad, hipócritamente promovido como algo bueno y signo del progreso social. No se pueden fomentar las iniciativas sociales que aumentan los suicidios, la desestructuración familiar o el consumo de drogas que vuelven zombis a los más jóvenes, inutilizándolos para cualquier actividad. Los anti valores evangélicos destruyen a la persona. Muchos tienen rechazo visceral al término “ética” o “moral”, pero no se puede construir una convivencia humana adecuada sin la vigencia de unos principios morales que inspiren y sustenten las leyes e instituciones que regulan el orden social. La sociedad en general es un campo muy amplio que es necesario acotar para ver y pensar a dónde se puede ir con un fondo evangelizador, que transforme en la medida de lo posible el estado actual de las cosas para el bien de los que están afectados. Pensamos en la familia, la enseñanza, el entretenimiento, la cultura, el ámbito laboral, la acción política y la judicatura. Estamos comprobando la gran importancia del recto ejercicio del derecho y la justicia para proteger a las personas en sus derechos fundamentales. Si la Justicia se desnaturaliza en una nación, los más débiles no encuentran asidero alguno, viéndose del todo desprotegidos. La política debiera ser una de las actividades más nobles de auténtico servicio al bien de la sociedad; pero la vemos convertida, en demasiados casos, en oportunidad de corrupción a los todos niveles. Las relaciones laborales están en cambio permanente y se vuelve imperioso apelar a la conciencia de empresarios, trabajadores y políticos que ajusten normativas, favorecedoras en verdad de la promoción personal, el desarrollo y la creatividad. El trabajo tiene que dignificar a la persona y proveerle de los medios para formar o sostener la familia. Lo que sale del tiempo laboral lo denominamos tiempo libre, que se trata de llenar de entretenimiento, que a veces pueden llevar contenidos culturales verdaderamente formativos. El evangelizador tiene una tarea inagotable en caso de entrar en el entramado del entretenimiento como ámbito de evangelización. Hubo un tiempo en que la enseñanza religiosa era el único contenido de la enseñanza dada en las sinagogas donde acudían los niños. En otros tiempos, todo lo que se enseñaba giraba en torno a la religión, pero hoy estamos en el punto opuesto ciento ochenta grados. Todo el mundo sabe que la enseñanza es la clave para formar el modo de ver el mundo e incluso a uno mismo. Un adolescente puede asumir sin sonrojo y con vehemencia, que el ser humano no es más que “un mono que habla”. Una enseñanza dada en la infancia, adolescencia y universitaria, dan como resultado el tipo de ciudadano pretendido por sus diseñadores, que en este momento está lejos del seguidor de JESUCRISTO. Lo primero que encontramos cuando nacemos, normalmente, es una familia, sin la cual la vida humana es imposible. La familia es la institución social y religiosa, que debería ocupar la mayor atención por parte de los responsables oficiales de la evangelización. Cualquiera de los campos mencionados a los que es urgente acudir no cabe otra opción que la de remar mar a dentro, aunque arrecien los vientos y se encrespe la mar. No hemos de olvidar las condiciones morales y espirituales que rigieron para el Pueblo elegido a la hora de poseer la Tierra Prometida. El Reinado de DIOS entre nosotros es la Nueva Tierra Prometida, que no será realidad sin el compromiso evangelizador.
El tiempo de Isaías
En el siglo ocho (a.C.), a lo largo de los reinados de Ozías, Jotán, Ajaz y Ezequías, el profeta Isaías ejerció su ministerio. El libro de Isaías comienza con una visión del profeta y un oráculo, que contiene una larga y dolida queja del SEÑOR por la dureza de corazón de su Pueblo, que debería vivir de acuerdo a lo establecido en la Alianza. DIOS cumple su parte, y quiere que Israel lleve a cabo aquello que asumió como contrapartida del Pacto. Los preceptos, decretos y normas dados en la Ley de Moisés no son una carga insufrible o imposible de llevar; por otra parte, garantizan una vida en paz, prosperidad y protección por parte del SEÑOR frente a las potencias de alrededor. La quiebra en el cumplimiento de la Alianza traerá consecuencias desastrosas, que el propio Isaías irá avisando. Por encima de la condición de vidente, Isaías es profeta del SEÑOR que recibe una revelación de DIOS verdaderamente excepcional. La experiencia mística de su llamada o vocación ofrece un caso único. DIOS no se repite, e Isaías vive una llamada singular, que entrando en el misterio de DIOS proyecta su Palabra hacia los tiempos futuros, en los que el SEÑOR se manifestará en plenitud. Mientras ese futuro espera para llegar, era necesario cambiar el presente para vivir en paz y según DIOS: “… hijos crie y ellos se rebelaron contra MÍ. Conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo; sin embargo Israel no conoce, mi Pueblo no discierne !Gente pecadora, semilla de malvados, Pueblo tarado de culpas, hijos de perdición…, han dejado al SANTO de Israel…” ( Cf. Is 1,2-4). Por el alejamiento de la rectitud moral, el culto se vuelve vacío o inútil, y el resto del capítulo declara el estado espiritual del Pueblo al que DIOS quiere rescatar gracias a la permanencia de un “resto” que sigue fiel. YAHVEH no es un DIOS lejano, desconocedor de sus hijos. La severidad de la reprensión a través del profeta muestra que ÉL está muy cercano y busca por todos los medios la vuelta del Pueblo a la senda de la Alianza. Para favorecer la conversión, DIOS va a conceder un carácter profético especial a Isaías, que va a proponer un mensaje lleno de Esperanza.
Elegido de DIOS
“En el año de la muerte del rey Ozías, vi al SEÑOR sentado en un trono excelso y elevado y su orla llenaba el Templo” (Cf. Is 6,1). Ozías es el décimo rey que se sentó en el trono del reino de Judá y está dentro de la dinastía davídica. Estuvo afectado de lepra en la última etapa de su vida atribuida la enfermedad al asumir indebidamente funciones sacerdotales, que no le correspondían. Lo sucede su hijo Jotán y son tiempos difíciles para el reino de Judá, que se encuentra asediado por Asiria. El profeta Isaías, como hemos señalado, ofrece las razones de los peligros inminentes y propone la vuelta al SEÑOR como la solución para todos males y peligros. El SEÑOR va a suscitar a Isaías para que ofrezca al Pueblo una Palabra iluminadora, de consolación y esperanza. La experiencia inicial o vocacional del profeta es grandiosa: el profeta ve al SEÑOR sentado en su trono excelso y elevado y la orla de su manto llenaba el Templo. El Templo estaba lleno de la luz beatífica de DIOS, que lo excedía en su Presencia, pues nada puede contener su gloria; sin embargo Isaías es llevado a la contemplación del trono de DIOS grandioso y elevado sobre el propio Templo. El Templo de Jerusalén es el lugar santo elegido por DIOS para ser honrado de forma especial. Lo mismo que en otro tiempo el Monte Sinaí fue el lugar elegido para las grandes manifestaciones del SEÑOR, ahora el lugar santo por excelencia es el Templo de Jerusalén. Pero el SEÑOR pide la fidelidad de su Pueblo al pacto de la Alianza, pues de lo contrario el propio Templo va a ser profanado, destruido y con él Jerusalén y sus moradores. El Templo es importante como signo visible de la predilección de YAHVEH por su Pueblo, pero en primer lugar está la consistencia moral y espiritual del Pueblo elegido. En torno al SEÑOR que está sentado en el trono, aparecen unos Serafines, sin precisar su número exacto, con seis alas cada uno: dos de ellas tapan sus caras en señal de adoración ante la majestad de DIOS, otras dos tapan sus pies a modo de revestimiento y las dos restantes aluden a la prontitud y diligencia para ejecutar la voluntad del SEÑOR. La aclamación de los Serafines es significativa: “SANTO, SANTO, SANTO, YAHVEH Sabaot, llena está toda la tierra de su Gloria” (v.3). La santidad de DIOS es el compendio de todas sus perfecciones: sabiduría, poder, justicia, compasión. Al mismo tiempo la santidad incluye la inmanencia y la trascendencia. DIOS es SANTO lo sostiene todo y no está contaminado por nada de lo que en ÉL subsiste. DIOS lo trasciende todo y ninguna realidad o criatura se puede confundir con ÉL. El modo bíblico de expresar un superlativo viene dado en la triple repetición del adjetivo. En el caso de DIOS, el adjetivo SANTO repetido tres veces se sustantiviza y traduce por el SANTÍSIMO de modo superlativo. La designación de Serafín indica el Ángel que arde junto a DIOS, que está en el círculo más próximo e inmediato al Trono de DIOS. La visión de Isaías aporta esta disposición de estos Ángeles especiales, los Serafines, y su permanente ocupación: unos a otros expresan el reconocimiento en adoración y alabanza de la condición de su CREADOR. El Serafín es el Ángel que arde de Amor de forma eminente por su proximidad a su SEÑOR. Como en las grandes visiones del Apocalipsis, Isaías no hace descripción del que está sentado en el Trono, y tan sólo se refiere a la Gloria que lo rodea. Isaías está ante la Presencia de DIOS, pero no puede ver a DIOS en SÍ mismo, sino la Gloria de DIOS y de algún modo a las criaturas más próximas que lo rodean, aunque también su percepción es notoriamente limitada. El espiritual humano precisa de un tiempo de adaptación para entrar en las altas jerarquías angélicas, que se aproximan a la visión beatífica de DIOS.
Setecientos años de antelación
“Se conmovieron los quicios y los dinteles a la voz de los que clamaban y la casa se llenó de humo”. El temblor de la casa recuerda a la mañana de Pentecostés, cuando los Apóstoles recibieron el ESPÍRITU SANTO en forma de lenguas de fuego (Cf. Hch 2,2-3). El humo que llena la casa nos devuelve al momento en el que YAHVEH sella su pacto con Abraham (Cf. Gen 15,17-18). Todo lo anterior está provocado por la alabanza y aclamación de los Serafines, que son testigos cualificados del Amor de DIOS. Ellos reconocen que la Presencia del SEÑOR es incontenible y llena la tierra y los Cielos mismos. La alusión a la casa, en este caso, podría referirse a todo el Universo como la Casa de DIOS, que trasciende al propio Templo de Jerusalén. La experiencia religiosa de Isaías siendo grandiosa, sin embargo queda velada por razón de su condición mortal, y tal cosa viene significada por el humo que aparece en la visión del profeta.
El profeta y la Palabra
“!Ay de mí que estoy perdido!, pues soy un hombre de labios impuros” (v.5). Ante DIOS el hombre se ve tal y como está y no caben disimulos, subterfugios o evasivas. Cuando hablamos y expresamos lo hacemos con todo lo que somos; por tanto, Isaías, se está reconociendo indigno de estar ante el SEÑOR, porque sus palabras no se ajustan a la santidad de DIOS. Santiago en su carta nos recuerda: “quien domina su lengua es hombre perfecto” (Cf. St 3,2); y JESÚS señala: “no juréis…, que vuestra palabra sea sí, sí; y no, no; lo que pasa de ahí viene del Maligno” (Cf. Mt 5,34-37). Isaías intuía que aquella manifestación del SEÑOR tendría que ver con el anuncio de su Palabra, y él estaba necesitado de una transformación interior, que llegará muy pronto.
Transformado por el fuego de DIOS
“Voló hacia mí uno de los Serafines con una brasa en la mano, que con las tenazas había tomado del altar y tocó mis labios; y he aquí que dijo: he aquí que esto ha tocado tus labios, se ha retirado tu culpa, tu pecado ha sido expiado” (v.7). Los sacrificios y ofrendas de animales no resolvieron el perdón y la expiación de los pecados (Cf. Hb 10,4-13). Sólo el sacrificio de JESUCRISTO es eficaz para la renovación del hombre. JESÚS capacita a los suyos para que perdonen los pecados infundiéndoles el ESPÍRITU SANTO: “JESÚS sopló sobre ellos y les dijo, recibid el ESPÍRITU SANTO, a quien perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quien se los retengáis, les quedan retenidos” (Cf. Jn 20,22-23). Por el sacrificio de JESUCRISTO en el altar de la Cruz se nos da a nosotros el don del ESPÍRITU SANTO, que transforma y purifica. La Iglesia reconoce en cada absolución sacramental que el ESPÍRITU SANTO es derramado para el perdón de los pecados; y esta acción es absolutamente operativa, de forma que el perdón mediante el Sacramento de la confesión es del todo objetivo, si la confesión está bien hecha. Isaías vive, en cierta medida, un anticipo de lo que él mismo anunciará de forma siempre velada. El profeta tiene que anunciar una Palabra cargada de Poder para que realice lo que significa y vuelva a DIOS habiendo realizado su obra. Para que la Palabra sea carismática, el profeta ha de ser transformado por DIOS. La Gloria del SEÑOR llega ahora a los oídos de los israelitas, porque la Palabra anunciada está ungida. Resulta temerario cerrar los oídos a la Palabra del verdadero profeta, pues es DIOS mismo quien toma su voz para ser escuchado. La excelencia de la visión y experiencia religiosa de Isaías está indicando la importancia de su ministerio.
El profeta es enviado
“El SEÑOR dijo: ¿a quién enviaré, y quién irá de parte nuestra? Dije: Heme aquí, envíame” (v.8). Isaías estaba preparado para la misión y la predicación. En su tiempo se hacía imperioso reavivar el monoteísmo frente a los cultos extranjeros e idolátricos. Isaías había contemplado en su experiencia vocacional, que sólo hay un DIOS y SEÑOR. El libro de la Sabiduría advierte, que DIOS se deja encontrar por los que no exigen pruebas (Cf. Sb 1,2). Con DIOS no se especula, sino que se le admite dado en la existencia, pues resulta de conocimiento inmediato que si algo existe es porque alguien lo ha formado; por tanto, si lo inanimado existe es porque DIOS lo ha creado. Si el Pueblo elegido fue sacado de la esclavitud y llevado a la Tierra Prometida donde ahora habita, es porque YAHVEH Sabaot lo sacó de allí con signos de Poder, y lo fue conduciendo por el desierto hasta poseer la Tierra. Ahora Isaías tiene que levantar la voz en medio del Pueblo para recordar estas cosas y otras similares. La voz del profeta tiene fuerza y autoridad suficiente para ser identificada como alguien enviado por el SEÑOR y debe ser escuchado.
JESÚS va siendo conocido
San Lucas relata la actividad misionera de JESÚS en Galilea con una secuencia de los hechos distinta del relato de san Marcos. Después del bautismo en el Jordán y los cuarenta días en el desierto, “JESÚS vuelve a Galilea con la fuerza del ESPÍRITU SANTO y su fama se extendió por toda la región. Iba enseñando en las sinagogas alabado por todos” (Cf. Lc 4,15). No se menciona en este preámbulo de la misión la presencia de discípulos, que van a ir surgiendo paulatinamente. Antes de llegar al pueblo donde se había criado, JESÚS es reconocido por las gentes en su nueva tarea de MAESTRO itinerante. Los comentarios favorables hacia JESÚS crecen por momentos cuando sus palabras van acompañadas por signos, milagros y curaciones, aunque este sumario no lo dice. Con la fuerza del ESPÍRITU SANTO, a lo largo del evangelio de san Lucas, JESÚS predicaba y curaba las dolencias del Pueblo. El paso siguiente del evangelista es acercar a JESÚS a Nazaret donde se había criado, y también allí va el sábado a la sinagoga, sin duda alguna como siempre lo había hecho. Los comentarios sobre la nueva actividad de JESÚS, que hasta entonces era conocido como artesano o carpintero despierta controversias. Allí en Nazaret ese día leyó JESÚS el pasaje de la Escritura y lo comentó, declarando que aquel texto estaba referido a ÉL mismo: “el ESPÍRITU del SEÑOR está sobre MÍ, porque me ha ungido… (Cf. Lc 4,18.21). Parecía una cosa demasiado grande para un pueblo tan insignificante, que no aparecía una sola vez en toda la Escritura. JESÚS había vivido más de dos décadas en medio de todos ellos y todo lo que se estaba manifestando en ÉL había pasado desapercibido; pero eso mismo es lo que DIOS había querido. Desde el punto de vista humano JESÚS no busca la eficacia, pues de ser así esperaría a ir a su pueblo; pero antes de nada está el cumplimiento de la voluntad del PADRE. El éxito humano está supeditado al bien espiritual. No se camina por este mundo sólo en medio de éxito y buena fama, también existe la oposición, el rechazo y el fracaso. Treinta años atrás Simeón lo había dicho: “este NIÑO está puesto para ser signo de contradicción, y ante ÉL se manifestará lo escondido en los corazones…” (Cf. Lc 2,34-35). JESÚS no quiso retrasar el momento en el que cada parte diera a conocer las cartas con las que se iba a jugar la partida. En Nazaret, JESÚS propone su itinerario profetizado por Isaías. En estas primeras secuencias del Evangelio se refleja que JESÚS marca el tiempo de los acontecimientos. Ante el rechazo de sus conciudadanos, “JESÚS se abrió paso en medio de ellos y se alejaba” (Cf. Lc 4,30). Continúa diciendo san Lucas, que JESÚS de Nazaret se va a Cafarnaum, y será el punto más frecuentado por ÉL en todo el tiempo que dure la misión en esa zona. El sábado y la sinagoga eran para JESÚS dos instituciones religiosas muy valoradas. El sábado sería transformado y perfeccionado y la sinagoga también. Estas dos instituciones entran dentro de lo perfeccionable contenido en la Ley: “no penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas, sino a darles cumplimiento” (Cf. Mt 5,17). El descanso sabático está en función del descanso dado por la Paz mesiánica del RESUCITADO y las Escrituras dadas encuentra su sentido en el VERBO que las ha inspirado y está entre nosotros porque se ha hecho carne -hombre- (Cf. Jn 1,14). También san Lucas como san Marcos pone en evidencia la tensión inicial entre la sinagoga y la casa de Pedro -Iglesia- (Cf. Lc 4,31ss). JESÚS en la sinagoga expulsa demonios, pero la sinagoga por sí misma no es capaz. Una vez que la salud llega a la casa de Pedro se convierte en foco de evangelización y las gentes se congregan allí al atardecer, en esa hora especial cuando el SEÑOR bajaba al encuentro con el hombre en el inicio (Cf. Gen 3,8) La sinagoga tiene que volver la mirada a la casa de Pedro donde los signos se multiplican como está profetizado que sucedería en los tiempos mesiánicos (Cf. Is 35,5). De madrugada, antes que el sol saliera, JESÚS busca un lugar retirado para orar, según anota san Marcos (Cf. Mc 1,35; Lc 4,42). En vista de lo sucedido el día anterior, quieren retener a JESÚS y se quede en Cafarnaum, pero sirve al evangelista para indicar la misión universal de la predicación de JESÚS: “también a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de DIOS, pues para esto he sido ENVIADO” (Cf. Lc 4,43). No se mencionan seguidores en este capítulo, sin que ello signifique una actitud autosuficiente. Indirectamente se propone el nombre de Pedro, al indicar la casa a la que JESÚS acude. San Marcos narra la elección de los cuatro discípulos al comienzo de la actividad en Cafarnaum (Cf. Mc 1,16-19); aunque había destacado la proclamación básica de su predicación previamente: “se ha cumplido el tiempo, está cerca el Reino de DIOS; convertíos y creed en el Evangelio” (Cf. Mc 1,15)). Tanto Marcos como Lucas tienen la intención de resaltar la centralidad de JESÚS de Nazaret, pero cada uno lo hace desde perspectivas diferentes, seleccionando y ordenando los hechos conforme a ese propósito. A partir del capítulo cinco, JESÚS comienza a formar el discipulado, según el evangelio de san Lucas.
Predicando a la orilla del Lago
“Estaba a la orilla del Lago y la gente se agolpaba sobre ÉL para oír la Palabra de DIOS” (Cf. Lc 5,1). En pocos versículos, san Lucas sitúa a JESÚS en tres lugares distintos donde predica, enseña o comparte la Palabra de DIOS: la sinagoga, la casa de Pedro y la orilla del lago de Galilea. A JESÚS no le faltaba auditorio, y tanto san Lucas como el resto de los testimonios evangélicos rodean a JESÚS de audiencias numerosas. San Lucas dice, en este caso, que las gentes se agolpaban alrededor de JESÚS. El evangelista en este caso no deja constancia de lo que JESÚS enseña o predica en ese momento; pero es fácil deducir que su enseñanza mantenía las notas fundamentales del Sermón de la Llanura (Cf. Lc 6,17ss) o de las distintas parábolas que distinguen y componen este evangelio. La imagen de JESÚS predicando a la orilla del lago sugiere la predicación del Evangelio en cualquier situación límite, o encrucijada de caminos. El MAESTRO pone en práctica, desde el minuto uno, aquello que dice san Pablo: “evangeliza a tiempo y a destiempo” (Cf 2Tm 4,2). En cualquier momento es oportuno la palabra de alguien que sabe del Amor Misericordioso de DIOS; y si el que habla es JESÚS nos encontramos, entonces, ante la mayor autoridad en la materia. La gente se agolpaba para oír la Palabra sobre el Reino de DIOS, que estaba presente en medio de ellos, y al mismo tiempo está más allá de este mundo. La Palabra sobre el Reino de DIOS es el mensaje o núcleo central de la predicación de JESÚS. Cuando descubrimos su importancia, también nosotros queremos saber y profundizar, mostrando su condición presente y cercana, al tiempo que es el contenido de las promesas, que se nos da a la contemplación, pero ahora viéndola y saludándola de lejos (Cf. Hb 11,13-22).
Dos barcas
“JESÚS vio dos barcas que estaban a la orilla del Lago, y los pescadores habían bajado de ellas y estaban lavando las redes; subiendo a una de las barcas, que era la de Simón le dijo que se alejara un poco de tierra, y sentándose enseñaba a la muchedumbre” (v.2-3). Sabemos cómo termina esta parte del capítulo quinto del evangelio de san Lucas: Pedro, Santiago y Juan, dejarán las redes y seguirán al MAESTRO. Podemos pensar que Andrés también se encontraba, pero a san Lucas no le interesa mencionarlo por el momento. JESÚS va formando el grupo de seguidores al tiempo de su enseñanza a la gente y presencia en la vida pública. El planteamiento difiere de los otros evangelistas. JESÚS evangeliza y reconoce a sus discípulos en el camino mismo de su misión. A JESÚS que pasa se lo sigue o deja marchar. Por lo que cuenta san Lucas se puede asegurar, que los discípulos iniciales y JESÚS se conocían mutuamente, por lo que la decisión que van a tomar no es repentina, sino que llevaba días gestándose. Dos barcas en la orilla de Pedro y Andrés, y la otra de Santiago y Juan. Dos barcas para una misma tarea, como la complementariedad entre la vertiente institucional y la carismática dentro de la Iglesia misionera de JESÚS. Ahora el SEÑOR sienta cátedra y toma asiento en la barca de Pedro y sigue enseñando a las gentes, que continúa en la orilla prestando toda su atención. No es fácil hablar al aire libre y captar la atención del auditorio por un tiempo prolongado, aunque no sean más de quince o veinte minutos. La Palabra ungida de JESÚS superaba las distracciones del ambiente. Pedro y Andrés, Santiago y Juan, que no habían pescado nada durante la noche, suponemos que no estaban de muy buen humor arreglando sus redes del todo vacías. Pero, al lado, cerca podían encontrarse otros que estaban vendiendo el pescado capturado durante la pesca nocturna. El trasiego a la orilla del Lago en aquella hora era previsible, sin embargo JESÚS encuentra un grupo de personas que desean oírlo con todo interés. La estampa de JESÚS sentado en la barca de Pedro enseñando es representativa de los dos mil años de Historia de la Iglesia.
Lo manda el MAESTRO
“Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: boga mar a dentro y echad vuestras redes para pescar. Simón le respondió: MAESTRO, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada, pero en tu Palabra echaré las redes” (v.4-5). Todo este pasaje está en función de la llamada o vocación, y de la misión. Los aspectos concretos de la pesca sirven de apoyo a las circunstancias cambiantes de cualquier situación personal y época. Simón, Andrés, Santiago y Juan, reciben la llamada en medio de su tarea habitual que era la pesca, con la que se ganaban el sustento diario; por lo que hemos de extender la llamada del SEÑOR en cualquier sector de la actividad humana. El Lago de Galilea permanece desde los tiempos de JESÚS con menos volumen de agua, aunque se conservan algunos de los tipos de peces de entonces. Toda la noche bregando inútilmente. El malestar, por no decir enfado, de aquellos curtidos pescadores debería ser notorio. Pese a todo, Simón accede a remar mar a dentro y a echar de nuevo las redes, porque lo dice el MAESTRO, y no lo vamos a contrariar ni disgustar; pero Simón entiende que ese día no toca pescar. Pedro obedece, y lo expresa así: “por tu Palabra, echaré las redes”. Allí, en el Lago de Galilea, en horas de mañana, cansados y decepcionados, se pronuncia uno de los principios básicos para la evangelización de todos los tiempos: “por tu Palabra echaré las redes”. Se pueden juntar toneladas de papel con proyectos pastorales y catequéticos con ingeniosas metodologías pedagógicas y recursos novedosos. Con buena intención se elaboran planes pastorales con mucho consenso y diseño, pero algo está fallando desde hace tiempo, porque niños, jóvenes, parejas de novios, matrimonios jóvenes, son los grandes ausentes de nuestras parroquias después de un breve tiempo por las mismas. Tres elementos fundamentales aparecen en estos versículos: actuar con claridad por la Palabra o en el Nombre de JESÚS, remar mar a dentro y echar las redes de los recursos propios de la Iglesia. Se evangeliza bajo la guía del MAESTRO y en relación con su Palabra. Cada sector a evangelizar exige dedicación sin cálculos previos: después de haber agotado las fuerzas bregando en una noche infructuosa, la pesca llega impropiamente en horas de la mañana. Los medios empleados para la evangelización no pueden ser catalogados de forma estricta, pero tienen que ser acordes con lo que corresponde a la Palabra de DIOS, los Sacramentos y en definitiva al ámbito de lo sagrado.
El resultado
“Siguiendo las indicaciones de JESÚS, pescaron una gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían” (v.6-7). La señal se había producido: no era previsible en aquellas horas de la mañana pescar un solo pez, y las dos barcas estaban a rebosar de los distintos tipos de pescado criados en el Lago de Galilea. JESÚS va en la barca de Pedro y son las redes de esta barca las que recogen aquella abundancia de peces. La otra barca se une, colabora y se llena también de los peces recogidos en la red. Distintos ministerios, dones y carismas, dirá san Pablo, pero un mismo SEÑOR (Cf. 1Cor 12,4-5). En este sentido, la barca de Santiago y Juan es la barca de Pedro en la que va JESÚS.
Reconocimiento
“Al ver esto, Simón Pedro cayó en las rodillas de JESÚS diciendo: aléjate de mí, SEÑOR, que soy un hombre pecador; pues el asombro se había apoderado de él, y de cuantos estaban con él, a causa de la cantidad de peces pescados” (v.8-9). La denominación de Pedro o Simón acompañarán al discípulo a lo largo de los evangelios, aunque entendamos que Simón corresponde al nombre propio inicial, recibiendo el de Pedro en la confesión de Cesarea de Filipo (Cf. Mt 16,18). Simón tiene la misma raíz hebrea que “shemá”, que significa “oír” o “escuchar”. Simón, el que escucha, llega a ser la “roca”, que es lo que significa Pedro. Pero vamos viendo desde el comienzo que todo está en un proceso largo con múltiples incidentes. Pedro no sólo aparece como el primero de los Apóstoles, sino que bien representa a cualquiera de nosotros con nuestras virtudes y debilidades o pecados. Los evangelios no ocultan ni por un momento los fallos habidos en la conducta de Pedro como discípulo de JESÚS. La capacidad de arrepentimiento y Amor al MAESTRO lo hace apto, no sólo para ser discípulo, sino como primero entre los doce o colegio Apostólico. Pedro cae sobre las rodillas del MAESTRO pidiendo perdón de su incredulidad, y se siente pecador. Una persona así puede decir con san Pablo: “nada nos puede separar del Amor de CRISTO” (Cf. Rm 8,39). Pedro no alcanza la perfección por el virtuosismo, sino por el arrepentimiento ejercido a lo largo de toda su vida unido a un profundo Amor a su MAESTRO.
Pescadores de hombres
“El asombro se había apoderado también de Santiago y Juan, que eran hijos de Zebedeo, y eran compañeros de Simón. JESÚS dijo a Simón: desde ahora serás pescador de hombres” (v.9-10) Hasta este momento no aparecen los nombres de Santiago y Juan, y san Lucas lo hace relacionándolos con Pedro, al único que se dirige JESÚS, en este momento, diciendo: desde ahora serás pescador de hombres. La dirección de los mensajes en el texto describen la jerarquía dada a los intervinientes: en todo momento JESÚS se dirige a Simón Pedro en primer término, significando desde el principio una primacía y jerarquización. Con Pedro, Santiago y Juan, “serán pescadores de hombres” y pondrán en marcha la Iglesia de JESUCRISTO. Así lo entendieron los tres, que después de “llevar a tierra las barcas, dejándolo todo lo siguieron” (v.11). Se irán uniendo un número amplio de discípulos, de los que Doce serán elegido como Apóstoles, pero esto será narrado en el capítulo seis.
San Pablo, primera carta a los Corintios 15,1-11
Las cartas de san Pablo a los de Corinto responden con doctrina cierta y segura a las circunstancias concretas que viven aquellas comunidades. En las respuestas que ofrece san Pablo hay Revelación en primer lugar, experiencia personal de conversión y capacidad apologética con objeto de defender el Camino que se está abriendo paso en medio del paganismo, y también frente al Judaísmo que se muestra hostil en bastantes ocasiones. En el capítulo quince de la primera carta a los Corintios, san Pablo aborda la cuestión central de la Resurrección del SEÑOR, afirmando sin ambages que “si JESUCRISTO no ha resucitado, inútil es nuestra Fe, y somos los más desgraciados de los hombres” (Cf. 1Cor 15,14-17). La transmigración de las almas era una creencia o especulación venida de oriente y tamizada por la filosofía griega, a la que muchos se acogían como salida a la gran incertidumbre de la muerte. Esta visión de la trascendencia nada tiene que ver con el núcleo de la Fe cristiana y las consecuencias en la dirección adoptada no son equiparables. No es lo mismo profesar una creencia en la transmigración o la reencarnación, que adherirnos a la Esperanza cristiana de la Vida Eterna en unión con JESUCRISTO. El capítulo quince de esta primera carta a los Corintios ofrece los fundamentos doctrinales para esto último.
Doctrina predicada
“Os recuerdo hermanos el Evangelio que os prediqué, que habéis recibido y en cual permanecéis firmes, por el cual también sois salvados, si lo guardáis tal como os lo prediqué, de lo contrario habéis creído en vano” (v.1-2). La Fe no es subjetividad, sino comprensión y conocimiento de JESUCRISTO que encierra unas notas características a las que nos adherimos mediante la razón y el conocimiento. Hay que saber que JESÚS es el HIJO de DIOS, que un día se encarnó en la VIRGEN MARÍA. En definitiva la Fe propone sus fundamentos en el Credo, y el corazón del creyente se adhiere a este Credo, si trae Paz a su corazón. El destino de cada uno en particular está ligado a JESUCRISTO. Nacemos, pasamos por este mundo y con la muerte termina este tránsito. San Pablo quiere que los de Corinto hagan memoria del Evangelio por él predicado, de las verdades propuestas, para que su razón no se desvíe de las certezas aportadas. Aquellos habían cambiado su comportamiento al conocer a JESUCRISTO y su Mensaje, a través de la predicación de san Pablo, principalmente. Si se modifica el pensamiento detrás va la conducta; y si ésta contraviene la doctrina, las verdades reconocidas se diluirán y la Fe se perderá. Se puede aceptar la máxima: si no actúas como piensas, terminas pensando como actúas.
Tradición
“Os transmití lo que a mi vez recibí, que CRISTO murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras” (v.3-4). En el libro de los Hechos de los Apóstoles y en la carta a los Gálatas, san Pablo cuenta algunos de los encuentros más importantes con Pedro, Santiago el responsable de la Iglesia de Jerusalén y otros Apóstoles, con el fin de contrastar los aspectos principales de la predicación y la misión “no fuese que estuviera trabajando inútilmente” (Cf. Col 2,1-2). San Pablo puede dar testimonio de su conversión a partir de un encuentro extraordinario con JESÚS el RESUCITADO camino de Damasco (Cf. Hch 9,3-6); sin embargo no utiliza este argumento para fundamentar la Fe de los corintios. El Apóstol hace valer la tradición, que se testimonia de persona a persona, de generación en generación, lo que la comunidad de creyentes ha vivido. La Resurrección de JESÚS es el dato fundacional de la comunidad cristiana. Si la Resurrección no hubiera sido un hecho de lo predicado no encontraría base y sostenimiento. La muerte en la Cruz fue un hecho provocado por personas conocidas con nombres y apellidos. Ese hecho tiene un carácter histórico registrado en los evangelios y otros escritos no canónicos. La Resurrección es un dato que pertenece a la experiencia personal y comunitaria que fue receptora de la presencia del RESUCITADO.
Apariciones
“Se apareció a Cefas y luego a los Doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos todavía viven y otros murieron. Luego se apareció a Santiago y más tarde a todos los apóstoles. En último término se apareció también a mí como a un abortivo” (v.5-8). San Pablo ofrece una relación de personas concretas a las que JESÚS se les mostró después de haber resucitado. La carta a los Hebreos nos dice qué es la Fe, y considera que Fe es la certeza de lo que no se ve y seguridad de lo que se espera (Cf. Hb 11,1). La experiencia religiosa de la Resurrección ofrece una certeza nunca antes obtenida con respecto a realidad alguna existente. Ninguno de los receptores habrían podido borrar de sus almas el encuentro con el RESUCITADO, salvo que el propio SEÑOR lo determinase. Esa experiencia ofrece argumentos a la razón que la superan e incluyen en la experiencia tenida. San Pablo en este relato recoge los datos oficiales, podríamos decir, pero la realidad es posible pensar, que pudo tener una repercusión más amplia. ¿Cuántas personas como María Magdalena, las otras mujeres, Lázaro, Nicodemo, José de Arimatea, u otros personajes desconocidos para nosotros habrían tenido también un encuentro imborrable con JESÚS el RESUCITADO? Permaneciendo siempre en el silencio, la principal receptora del RESUCITADO fue la VIRGEN MARÍA, que no aparece mencionada en lista alguna.
Predicación y Fe
“Tanto ellos -los Doce- esto es lo que predicamos, esto es lo que habéis creído” (v.11). La experiencia cristiana ha quedado confiada principalmente a la predicación, por eso es tan importante perfilar bien las cosas en orden a establecer los criterios más ajustados y convenientes. Quien devalúe la persona de JESÚS traicionará gravemente el Mensaje y sembrará una mala conciencia, pues no se da la imagen verdadera de JESÚS. Los grandes males de la sociedad, el mundo y la Iglesia misma tienen su causa principal en la defectuosa predicación de JESUCRISTO el HIJO de DIOS, nuestro único SALVADOR: “cómo van invocar a JESÚS en quien no creen; cómo van a creer en Aquel de quien no han oído, como oirán si nadie les predica; cómo les van a predicar, si no son enviados” (Cf. Rm 10,14).