Las Bienaventuranzas ponen al mundo de cabeza

Pbro. Hugo Valdemar Romero

En el evangelio de Lucas que hoy hemos escuchado, nos narra que Jesús bajó del monte a un llano y dio el famoso discurso de las bienaventuranzas. La palabra bienaventurado la podemos traducir como feliz, pleno, rebosante de alegría. Y así, Jesús desconcierta a sus oyentes cuando llama dichosos a los pobres, a los que tienen hambre y sed de justicia, a los que lloran y son perseguidos por su causa porque ellos serán recompensados, serán saciados, serán consolados y recibirán un premio que va más allá de los bienes de este mundo, serán plenificados por Dios.

Por el contrario, Jesús se lamenta por los ricos, por los que están saciados, los que disfrutan del mundo, los que son apreciados por todos porque no miran más que a los bienes de aquí abajo que se acaban, porque sus corazones no se abren a la eternidad, porque están tan satisfechos de sí mismos que no sienten necesidad de Dios porque todo su bienestar se puede arruinar en un momento, un mal cálculo, una enfermedad, una desgracia personal o familiar, una mala racha, en fin, cualquier acontecimiento puede dar al traste con ese castillo de arena que son sus vidas satisfechas y autosuficientes.

Jesús con las bienaventuranzas pone de cabeza al mundo, llama dichosos a los que esta sociedad desprecia y los compadece porque piensa que son infelices y, por otra parte, siente lástima de aquellos que según este mundo son exitosos, porque pese a sus riquezas y éxitos están huecos y vacíos, sus vidas son infelices, su dicha y satisfacción son aparentes.

Pregúntate a ti mismo quién eres. ¿Eres de los que Jesús llama dichosos porque no teniendo todo lo necesario pones a Dios como el centro de tu vida? ¿Te sabes dependiente de Él? ¿Vives unido a Él porque lo necesitas para vivir y para darle sentido a tu existencia, a todo lo que tú eres o haces?

O por el contrario, ¿eres de esas personas que todos envidian porque disfrutan la vida, porque te comes a puños el mundo, porque te sobra, disfrutas, te diviertes, presumes tus logros y tus bienes y, por lo tanto, Dios no es indispensable en tu vida porque te bastas a ti mismo?

Si es así ¡cuidado! porque tu dicha es temporal y aparente, porque en realidad tu vida es un castillo de arena que cualquier contrariedad puede desmoronar totalmente, porque las desgracias personales o familiares llegan, porque los bienes son efímeros, porque los años pasan y la belleza y la salud se acaban, porque las relaciones son interesadas y te dejarán solo cuando ya no seas esa persona que hoy presumes ser.

Pídele a Jesús que te ayude a descubrir cuál es el verdadero sentido de la vida y a no dejarte engañar con lo que el mundo te propone como felicidad porque de seguir así, acabarás hueco y vacío y no alcanzarás la vida eterna.

¡Feliz domingo, Dios te bendiga!

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