Los cristianos afirmamos que DIOS es TRINIDAD. Nuestro punto de partida y destino final es la TRINIDAD. Lo que el Nuevo Testamento nos revela sobre DIOS, lo confiesan en el Credo los primeros concilios de la Iglesia, concilio de Nicea (325), y concilio de Constantinopla (381), dando como resultado el Credo Nicenoconstantinopolitano, y amplía lo que de forma esencial dice el Credo Apostólico, que compendia las formas más elementales presentes en el Nuevo Testamento. El evangelio de san Mateo concluye: “id, y haced discípulos de todos los pueblos, bautizando en el nombre del PADRE, y del HIJO, y del ESPÍRITU SANTO; y enseñando a guardar todo lo que YO os he mandado. Y sabed que YO estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Cf. Mt 28,19-20). Todo comienza en el corazón del hombre por medio del Sacramento del Bautismo, que enraíza en la TRINIDAD y da comienzo de esta forma a la Vida de la Gracia. Lo que nace mediante el Bautismo en el interior del hombre es una fuente que salta hasta “la Vida Eterna” (Cf. Jn 4,14). Se nace a la Gracia en comunión con la TRINIDAD con el destino eterno de permanecer en perfecta comunión por medio de JESUCRISTO. Se llega al instante en el que DIOS lo es “todo en todos” (Cf. 1Cor 15,28) por la mediación o intercesión de JESUCRISTO. En el destino último del hombre particular y la humanidad en general aparecen la beatitud, la bienaventuranza, el júbilo eterno, el Amor santo sin la más mínima contaminación egoísta, la belleza con su perfecta armonía que emana de DIOS mismo y se traslada a todas las criaturas. Esta fase de eternidad sin término alguno se vivirá todo en perfección, porque todo estará en la santidad de DIOS. Tanta bondad y bien supremos pueden abrumar la pobre y precaria condición personal presente, pero a este destino inefable nos convoca DIOS mismo por medio de su HIJO JESUCRISTO: “ni el ojo vio, ni el oído oyó lo que DIOS tiene reservado para los que lo aman” (Cf. 1Cor 2,9). No debemos cansarnos de recordar estas cosas relacionadas con la Vida Eterna, que dan contenido especial a la Esperanza y forman parte esencial del Mensaje de JESÚS. Todas estas cosas y otras similares son dadas a conocer en la Escritura, y forman parte del gran “tesoro escondido en el campo” (Cf. Mt 13,44). Las grandes riquezas cristianas reveladas nos vienen por JESUCRISTO. El conocimiento más elevado y preciso nos es dado por JESUCRISTO. DIOS es TRINIDAD y esa máxima revelación ha sido posible, porque JESUCRISTO, el HIJO de DIOS, el VERBO, la Segunda Persona de la TRINIDAD se hizo hombre hace algo más de dos mil años. Sin la Encarnación, vida y predicación de JESÚS, muerte y Resurrección, no hubiéramos conocido el misterio íntimo de DIOS, que es TRINIDAD. Con todas nuestras limitaciones, en la oscuridad de la Fe, los cristianos estamos dotados de una capacidad especial por el Bautismo para confirmarnos en la existencia cierta de la TRINIDAD.
Un camino de discernimiento
Hace décadas la estabilidad de las costumbres favorecía la dirección tomada en la vida: se nacía católico y con facilidad la persona moría en la misma confesión religiosa. Las cosas en la actualidad no suceden de esa forma, y una persona bautizada llega a la juventud y no recuerda las primeras oraciones, si alguna vez se las enseñaron. Con menor frecuencia, de padres no creyentes alguno de los hijos empieza a manifestar inquietudes religiosas, e inicia un camino de búsqueda. La influencia ambiental no favorece de forma directa al Catolicismo ni al Cristianismo en general. Es obligado hacer mención de la muerte de más de setenta personas en un templo católico en Nigeria, el día de Pentecostés, entre ellos niños y familias entera. En Europa, de momento, no se producen estos episodios, aunque el enfrentamiento cultural está servido: las nuevas ideologías desestructuran la naturaleza humana, distorsionan la relación de los animales con respecto al hombre, se eleva a categoría religiosa la ecología dotándola en algún caso de divinidades propias como la Pachamama. Mediante las nuevas tecnologías se trata de mantener captada la atención del mayor número de personas al dictado de las pantallas. El margen de libertad en estos tiempos se estrecha de forma alarmante, pues la libertad personal depende de forma directa de la capacidad de juicio o análisis. Quien no dedica tiempo a la reflexión mínimamente fundamentada se conduce por la vida de forma dirigida, y delega en otros la toma de decisiones. La búsqueda de criterios con cierto fundamento no es fácil, pero siempre fue necesario y en los tiempos que corren un poco más. La mayor parte de las propuestas dadas a la sociedad inducen a tomar posturas ateas, y se formulan en todo momento como si DIOS no existiese, no hubiera una Ley Natural, y JESUCRISTO no hubiera traído a los hombres una nueva forma de establecer relaciones entre los hombres y DIOS. Las ciencias destinadas al conocimiento del cerebro humano están lo suficientemente avanzadas como para disponer de estrategias efectivas que dirijan los comportamientos de las personas a los objetivos de las élites dominantes, que no pretenden, por otra parte, el total anonimato. Para el discernimiento espiritual cristiano es preciso pasar por una fase de cierta desintoxicación con el fin de crear el ámbito interno adecuado. Lo mencionado anteriormente cabe identificarlo como ruido que interfiere dentro de un proceso de discernimiento. Del ruido debemos aislarnos el tiempo suficiente para encontrar la paz interior. El ruido de la propaganda satura, cortocircuita los procesos de discernimiento y conduce a conclusiones erróneas. La más letal de todas las conclusiones es formular que DIOS no existe o alguna de sus variantes: “si DIOS existe no lo sé y tampoco me preocupa”. De forma paciente el cristiano tiene que ir separando lo que es inconveniente para el crecimiento espiritual y las influencias externas unidas a las propias tendencias negativas no ponen fácil la tarea. El objetivo se reedita cada día: crecer en el vínculo bautismal.
La enseñanza de la Palabra
Cualquier forma de vida cristiana tendrá como fundamento la Escritura. Al mismo tiempo, los dones espirituales dados por el ESPÍRITU SANTO tienen que estar presentes para la correcta comprensión y realización. Las tres virtudes teologales sostendrán todo el edificio espiritual: Fe, Esperanza y Caridad. La Fe y la Caridad forman un binomio inseparable que nos abre a la realización de una vida de perfección en este mundo con destino eterno. Este desarrollo de la Gracia es la virtud de la Esperanza, que atiende a las realidades últimas transformando las acciones presentes. La Fe y la Caridad están dadas y la Esperanza se llena de contenido en la búsqueda de las promesas reveladas en la Palabra. La Fe es cierta y oscura, y aspira a la visión plena de DIOS cara a cara (Cf. 1Cor 13,12). Esa aspiración vive mantenida en el tiempo por la virtud de la Esperanza. La Caridad, que es el mismo Amor de DIOS vive en nosotros creando fraternidad, de tal forma que los afectos humanos hacia los distintos prójimos han de irradiar a su forma el mismo Amor de DIOS, a la espera de la plena efusión del AMOR cuando nos encontremos con ÉL cara a cara. La virtud teologal de la Esperanza nos es dada para vivir en este mundo las realidades del Reino de los Cielos, que espera a manifestarse más allá de este mundo. La gran paradoja consiste en que aquello que esperamos ya lo tenemos: habitamos en la casa de DIOS, porque DIOS habita en nosotros. De nuevo las paradojas: DIOS se convierte en la herencia del hombre, el hombre redimido se vuelve gloria de DIOS. La vuelta a la Palabra favorece el encuentro con las grandes promesas que ya son realidades operativas en nuestras vidas.
La Sabiduría se deja encontrar
Los libros sapienciales hablan de la Sabiduría de forma personificada, de tal modo que entabla diálogo con el hombre. Los versículos de la primera lectura de hoy, correspondiente al libro de los Proverbios, formulan rasgos de la Sabiduría que suenan como anticipo de la revelación del VERBO de DIOS. JESÚS ahonda en esta interpretación cuando afirma de SÍ mismo: “la Sabiduría se atestigua por sus obras” (Cf. Mt 11,19). Algunas de las atribuciones de los libros sapienciales a la Sabiduría son aplicables tanto al VERBO como al ESPÍRITU SANTO, pero esto no representa objeción alguna, dado que nos encontramos en peldaños anteriores de la revelación y la común naturaleza divina de las tres personas de la TRINIDAD hace compatible la atribución según resulte conveniente. De forma similar procede JESÚS cuando tiene que hablar del PADRE: “Felipe, ¿cómo dices, muéstranos al PADRE? El PADRE está en MÍ y YO estoy en el PADRE. Quien me ha visto a MÍ, ha visto al PADRE” (Cf. Jn 14,8-9). De ninguna forma pretende JESÚS crear una falsa confusión, sino poner de relieve el gran MISTERIO: las tres Personas Divinas se diferencian absolutamente en la relación, pero mantienen una idéntica naturaleza. Las relaciones son específicas y distintas: el PADRE no es el HIJO, ni el ESPÍRITU SANTO; el HIJO no es el PADRE, ni el ESPÍRITU SANTO; y el ESPÍRITU SANTO no es el HIJO ni el PADRE. Y, sin embargo ratificamos de forma rotunda el monoteísmo de un solo DIOS. El gran MISTERIO lo podemos reconocer, aproximarnos a ÉL, adorarlo básicamente en actitud de amor y entrega, pero para siempre será el MISTERIO. Si las criaturas agotáramos alguna vez el MISTERIO que es DIOS sería nuestro punto final. La inagotabilidad del MISTERIO de DIOS que es AMOR hace posible todo lo que existe y existirá. Los textos sapienciales de la Biblia nos inician con palabras humanas en los primeros pasos que nos acercan al MISTERIO. DIOS se vuelve así objeto de búsqueda por parte del hombre como lo dejó previsto el “Shemá”, el Primer Mandamiento del Decálogo formulado por el Deuteronomio: “escucha Israel, el SEÑOR tu DIOS es el único SEÑOR. Amarás al SEÑOR tu DIOS con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. Lo guardarás en tu memoria -corazón- y hablarás de él a tus hijos cuando estés acostado y levantado, lo escribirás en la palma de tu mano y en la frente, en el dintel y en las jambas de tu puerta” (Cf. Dt 6,4-9). El AMOR pide que lo busquemos siempre, porque en todo lugar y circunstancia se encuentra. Amar a DIOS según el Shemá es reconocer su presencia existencial. De otra forma los libros sapienciales exhortan la búsqueda de DIOS mediante la presentación de la Sabiduría, que llega a todos los hombres que la buscan.
La Sabiduría da lo que tiene
La Sabiduría es en extremo sutil y penetra todos los espíritus inteligentes, y generación tras generación hace amigos de DIOS (Cf. Sb 7,23-27). La Sabiduría está próxima al espíritu humano. Más sutil que la inteligencia y la voluntad del hombre es la Sabiduría, que puede inspirar cada pensamiento y deslizar su movimiento en la voluntad humana, para que la orientación de los pensamientos y decisiones estén acordes con la Voluntad de DIOS. El autor del Salmo ciento treinta y ocho concuerda cuando dice: “SEÑOR, TÚ me sondeas y me conoces…. De lejos penetras mis pensamientos… No ha llegado la palabra a mi boca, y TÚ, SEÑOR, te la sabes toda” (Cf. Slm 138). En el libro de los Proverbios encontramos más detalladas las realizaciones de la Sabiduría en el espíritu humano para hacerlo más semejante a DIOS, como señala el Plan de DIOS en el Génesis: “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Cf. Gen 1,26). Esta acción divina puede considerarse en dos niveles: el ser humano está dotado de aquello que lo hace imagen y semejanza de DIOS desde el primer instante en el que es humano, y por tanto persona, y al mismo tiempo hijo de DIOS; pero la tarea modeladora de DIOS sobre el hombre no termina con lo dado en su condición inicial, sino que DIOS sigue el lento camino de desenvolvimiento y crecimiento a lo largo de los años, en los que tienen su lugar las libres decisiones. Es el largo itinerario en el que DIOS inspira pero no obliga; sugiere, pero no coacciona: “pongo delante de ti el bien y la vida; el mal y la muerte” (Cf. Dt 30,15). Las elecciones personales tenderán a obtener un alto grado de acierto, si van reguladas por la Prudencia: “Yo, la Sabiduría, Yo habito con la Prudencia. Yo he inventado la ciencia de la reflexión” (Cf. Pv 8,12). La mayor parte de las personas tenemos la triste experiencia de haber tomado decisiones fruto de reflexiones imprudentes. Una vez ocurrido los episodios, en el mejor de los casos, extraemos la enseñanza, pero la Sabiduría se ofrece como asistente divino que nos puede evitar sinsabores y disgustos; y lo más importante desviaciones del camino previsto por DIOS. La virtud cardinal de la Prudencia resulta indispensable para establecer juicios ponderados, criterios precisos y razonamientos próximos a la certeza. Nos está diciendo este versículo que la Prudencia en el discurrir de nuestras reflexiones es un préstamo que la Sabiduría realiza mientras se la acepta como compañera. La Sabiduría dice de Sí misma, que “camina por los senderos de la Justicia y los caminos de la equidad” (Cf. Pv 8,20). La Justicia tiene un campo de acción mayor que la equidad, en cuanto que ésta aplica sin favoritismos lo que la Justicia dispone. Estas virtudes son esenciales para los que rigen y administran los cargos públicos: los reyes y los jueces: “por Mí los reyes reinan y los jueces hacen justicia” (Cf. Pv 8,15). La Sabiduría debiera presidir las inteligencias y los corazones de los que tienen en sus manos los destinos de los pueblos para buscar de esa forma el verdadero bien común. La condición para verse asistido por la Sabiduría es aparentemente sencilla: “Yo amo a los que me aman, y los que me buscan me encontrarán” (Cf. Pv 8,17). La Sabiduría nos da a conocer los beneficios de admirarla como compañera, pero no admite dobleces: “el temor de YAHVEH es odiar el mal, la arrogancia, la soberbia, el camino perverso, pues todo eso Yo lo aborrezco” (Cf. Pv 8,13).
¿Desde cuándo la Sabiduría?
Con las limitaciones propias del lenguaje humano, los versículos que siguen, de este capítulo ocho, va a dar razón de los orígenes de la Sabiduría. ¿Se puede hablar de un comienzo atemporal? ¿Es igual la mención al “principio” señalado en el relato de la Creación? (Cf. Gen 1,1); y el recogido por el evangelio de san Juan en su Prólogo: “en el principio existía la PALABRA” (Cf. Jn 1,1). Con la Creación aparece el tiempo, y a éste se le puede encontrar un comienzo; así, pues, en el caso del relato del Génesis tenemos un “principio” que va en la línea de un comienzo cósmico. Pero en el caso del prólogo del evangelio de san Juan el propio evangelista tiene que matizar mediante repetición la procedencia eterna del VERBO: “En el principio existía la PALABRA, y la PALABRA estaba con DIOS; y la PALABRA era DIOS” (Cf. Jn 1,1). La PALABRA era DIOS; por tanto nunca pudo haber sido creada. La PALABRA estaba junto a DIOS, y nos indica que existe una cierta diferencia, que por otra parte no puede ser de naturaleza. Dicha diferencia la encontraremos en la relación. Y cogemos el hilo inicial: “al principio existía la PALABRA”; y ahora entendemos mejor que la PALABRA es el principio o comienzo de toda existencia que aparece fuera de DIOS. Todo lo que existe tiene en la PALABRA su existencia y consistencia. El LOGOS, VERBO o PALABRA del evangelio de san Juan encuentra sus precedentes en algunos textos sapienciales, y entre ellos el que en este domingo nos ofrece la liturgia. La procedencia de la Sabiduría es anterior a las obras más antiguas realizadas por YAHVEH: “YAHVEH me hizo antes que sus obras más antiguas primicia de su camino.” (v.22). El autor bíblico no puede imaginar la existencia de la TRINIDAD, pero la revelación avanza en esa línea. La experiencia religiosa del hombre justo en el Antiguo Testamento se aproxima como nadie al MISTERIO: DIOS resulta íntimo y desconcertante a la vez. Tanta proximidad no es fácil de aceptar; entonces, ¿de qué se trata?.
La Sabiduría habla de Sí misma
“Desde la eternidad fui fundada. Desde el principio antes que la tierra. Cuando no existían los abismos fui engendrada, cuando no había fuentes cargadas de agua” (v.23-24). La Sabiduría sigue el Plan del CREADOR y está presente en todas sus obras, y ella misma es anterior a todas ellas por un modo especial y único de llegar a la manifestación de su existencia. La Sabiduría no surge de la “nada” como el conjunto de las cosas creadas: aparece porque fue engendrada. “Antes que los montes, antes que las colinas fui engendrada” (v.25).
La Sabiduría toma parte en la Creación
“Cuando asentó los cielos, allí estaba Yo. Cuando tracé un círculo sobre la faz del abismo. Cuando arriba condensó las nubes, cuando afianzó las fuentes del abismo. Cuando al mar dio su precepto y las aguas no rebasarán su orilla. Cuando asenté los cimientos de la tierra, Yo estaba allí como Arquitecto y era Yo su delicia, jugando en su presencia en todo tiempo” (v.26-30). La obra de YAHVEH está movida por la absoluta gratuidad, y no le resulta para nada necesaria. La bondad y gratuidad de DIOS en su manifestación creadora se sintetiza en su dimensión lúdica: “Yo era todos los días su delicia jugando en su Presencia en todo tiempo; jugando por el orbe de su tierra, y mis delicias están con los hijos de los hombres” (v.31). Todo ofrece un carácter paradisíaco, como si toda la Creación resultase en gran Edén, pues la actividad de la Sabiduría da como resultado armonía y orden en todo lo que DIOS ha dispuesto. Al mismo tiempo asoma en estos versículos un modo de estar de la Sabiduría en el seno de DIOS mismo. DIOS se encuentra satisfecho de la obra realizada y de su felicidad quiere hacer partícipes a los hombres, en los que la Sabiduría encuentra su “delicia”. La previsión inicial del CREADOR no está relacionada con el dolor y sufrimiento para los hombres, sino en un mundo rebosante de alegría espiritual en DIOS.
Queda mucho por decir
Los discípulos habían estado con JESÚS tres años escuchando sus enseñanzas y siendo testigos de las obras extraordinarias que realizó. Horas antes de su muerte, JESÚS les dice a los discípulos que todavía le quedan muchas cosas por decir, y les será revelado todo a su tiempo (Cf. Jn 16,12). Se insiste en lo dicho en el capítulo dieciséis: “el ESPÍRITU SANTO vendrá, os recordará todo lo que os he dicho y conducirá a la Verdad completa” (Cf. Jn 16,13) Quedan muchas verdades pendientes, que serán esclarecidas con el tiempo. De momento la revelación que han recibido los discípulos es suficiente. La clave de cuestiones fundamentales nos ha sido dada o revelada, pero al mismo tiempo permanecen cuestiones abiertas. Para muchos cristianos las certezas de los primeros tiempos se vuelven dudosas; la tensión espiritual de los primeros tiempos a raíz de la conversión parece que se va desvaneciendo. Las turbulencias sociales inciden de forma directa en el mundo interior de las personas, y aquí nos encontramos nosotros. Hace falta fortaleza espiritual para continuar en el seguimiento de JESÚS. A las preguntas sobre la misma identidad de JESÚS, muchos tienen que sumar la incertidumbre y acudir a la fuente que ofrecen las respuestas a las preguntas que van surgiendo. Las cosas nuevas que vendrán lo harán dando un contenido nuevo a la revelación dada, y el propio evangelio de san Juan será un buen ejemplo. Sobre la Segunda Venida del SEÑOR, ¿cómo podían imaginarse los cristianos de la primera generación que la Parusía tan esperada contaría con una amplía época de venidas intermedias, de las que el propio san Juan habla en su evangelio?.
Templos de la TRINIDAD
San Pablo no duda en afirmar que nuestros cuerpos son templos del ESPÍRITU SANTO (Cf. 1Cor 6,19). Pero es san Juan el que recoge la inhabitación de la TRINIDAD en el cristiano: “el que guarda mi Palabra, el PADRE lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Cf. Jn 14,23). La era del ESPÍRITU SANTO había comenzado y la Alianza Nueva de DIOS con los hombres rompía cualquier previsión por ambiciosa que esta resultase: la TRINIDAD dispuesta a morar en el corazón de sus hijos. El propio cristiano se haría morada de DIOS, aunque JESÚS había dicho que se iba a preparar un sitio una morada para cada uno de sus discípulos, y cuando eso estuviese realizado volvería para llevarse al discípulo, allí donde ÉL mismo mora (Cf. Jn 14,2-3). Nos encontramos que tal cosa es un hecho que viene realizándose durante siglos en nuestro mundo y ha dado un nuevo contenido a la revelación sobre la Segunda Venida del SEÑOR, que no sólo es necesario considerar como la Parusía en el último punto de la historia, sino en el tiempo intermedio que separa la Resurrección de la Parusía propiamente. “Cuando venga ÉL, el ESÍRITU de la VERDAD, os guiará hasta la VERDAD completa” (v.13). La misión histórica del ESPÍRITU SANTO es conducir a los hombres en un creciente conocimiento espiritual hacia la plena manifestación de CRISTO en su Parusía. La revelación creciente de los contenidos espirituales encerrados en la Palabra de la Escritura tiene que realizarse acorde con la mayor capacidad espiritual del cristiano. Cuanto más tiempo pasa nos acercamos con mayor intensidad a la fuente misma de nuestra vida espiritual y religiosa que es CRISTO. No es extraño, por tanto, que el paso del tiempo traiga consigo un conocimiento mayor de JESUCRISTO y su Mensaje. Lo anterior no se olvida, sino que se esclarece su contenido. La flecha del conocimiento está en sentido inverso a la distancia en el tiempo.
No faltará la profecía
El SEÑOR nos decía en el profeta Amos: “no hace nada el SEÑOR que no comunique antes a sus profetas” (Cf. Am 3,7).; y la Palabra en san Juan nos confirma en ese sentido: el ESPÍRITU SANTO hablará lo que oiga, pues no hablará por su cuenta, y os comunicará lo que está por venir” (v.13). ¿De quién oye cosas el ESPÍRITU SANTO? De forma implícita el texto nos refiere al diálogo permanente entre el PADRE y el HIJO, del que el ESPÍRITU SANTO es auténtico notario, porque da fe y es el gran TESTIGO. El propio término de revelación indica que la Verdad contenida está envuelta en distintos velos, que en algún momento serán quitados. Desvelar lo que antes había sido cubierto por distintos velos es la obra del ESPÍRITU SANTO para ofrecer conocimiento cierto a los discípulos de JESÚS. Ese conocimiento no es un intelectualismo introspectivo al estilo de las sectas gnósticas de todos los tiempos, sino un crecimiento espiritual que nunca pierde el núcleo fundamental de la Cruz y Resurrección de JESUCRISTO. El presente tiempo del ESPÍRITU SANTO es el tiempo de la Iglesia que navega siempre mar adentro en medio de las aguas agitadas de este mundo.
El ESPÍRITU SANTO glorifica a JESÚS
“EL, el ESPÍRITU SANTO, me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros” (v.14). Todos los planes que DIOS había previsto fueron frustrados por los hombres y restaurados por JESUCRISTO. La Biblia se encarga de mostrarlos hechos que dan razón de la anterior afirmación. El Edén no fue suficiente para colmar la felicidad del hombre, la regeneración del diluvio duró poco tiempo y la Torre de Babel muestra la irresistible tendencia a la autarquía del hombre frente a DIOS. Entre luces y sombras, los patriarcas ofrecen una estrecha senda a la Fe monoteísta. El Pueblo elegido crece en Egipto, un medio extraño, y YAHVEH quiere llevarlo a “una tierra que mana leche y miel”; pero lo consigue a duras penas en medio de reproches del Pueblo y rebeldías. Al Pueblo elegido se le encomienda implantar el monoteísmo de YAHVEH en la tierra que ahora posee, y tal cosa estuvo lejos de cumplirse; y nos basta un ejemplo: en tiempos de Elías había cuatrocientos cincuenta sacerdotes de Baal y sólo Elías como profeta del SEÑOR. La monarquía con la promesa mesiánica a la Casa de David incluida, fue verdaderamente penosa, aunque algunos reyes se los elogia. En medio de todo esto el Pueblo elegido vive deportaciones a Siria y a Babilonia, la destrucción del primer templo; y durante las últimas décadas previas al nacimiento de JESÚS la resistencia macabea no pudo al final evitar la dominación griega de los seléucidas y la hegemonía romana, a partir del año sesenta y cinco (a.C.). Pese a todos los inconvenientes fraguados por los hombres, estos no fueron impedimento para que apareciese la VIRGEN MARÍA, la llena de Gracia, en medio del Pueblo y de la humanidad en su conjunto. DIOS puede recibir de la humanidad lo que el HIJO hecho hombre le entregue. Todo debe ser redimido para hacerlo nuevo y santificarlo: ”todo lo que tiene el PADRE es MÍO” (v.15).
El HIJO ha perfeccionado al hombre
Todo lo que DIOS esperaba del hombre lo encuentra realizado en su HIJO hecho hombre. El HIJO obtiene su alimento al cumplir la Voluntad del PADRE (Cf. Jn 4,34;6,38); y en la realización del Plan Divino la humanidad vuelve a DIOS porque el HIJO se la entrega: “con tu sangre compraste para DIOS hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro DIOS un reino de sacerdotes, que reinan sobre la tierra” (Cf. Ap 5,9-10). DIOS puede hacer morada entre los hombres de una forma nueva, que hasta entonces no era posible. Gracias al sacrificio total del HIJO el hombre creado por DIOS ha renacido a una vida nueva y DIOS puede poner su tienda en el corazón de sus nuevos hijos adquiridos por la sangre de JESÚS. La lectura del versículo anterior se puede hacer en dos sentidos. Todo lo que posee el PADRE se lo da al HIJO; pero también se puede entender, que todo lo que el PADRE posee restituido por la Redención se debe al HIJO que inmoló su vida en el cumplimiento amoroso de su Divina Voluntad. Ahora el PADRE acepta la voluntad del HIJO para que el ESPÍRITU SANTO comunique sus dones a los hombres y lleve su obra a la perfección.
El deseo del HIJO
El HIJO quiere llevar al mayor número de hermanos a la Gloria (Cf. Ap 7,9), y el ESPÍRITU SANTO es el gran artífice de esta obra. “El ESPÍRITU SANTO me dará gloria, porque tomará de lo mío y os lo dará a vosotros” (v.14). El hombre sólo puede ser perfeccionado según el modelo de CRISTO y el ESPÍRITU SANTO es quien tiene el encargo de llevar adelante esta misión. Dones, virtudes o carismas, constituyen algunas de las gracias que el hombre portador de DIOS debe recibir para el perfeccionamiento personal. Tras la regeneración del baño bautismal -Sacramento del Bautismo- queda la apertura permanente a la Gracia por la que es necesario recibir nuevos dones. Más que anunciar en el sentido de un mensajero que transmite una noticia, el ESPÍRITU SANTO nos establece en una verdadera relación de comunión de bienes espirituales. Tenemos que estar abiertos a la posibilidad de anuncios de acontecimientos que traigan consigo acciones salvíficas de DIOS con carácter general. Prestamos mucha atención a los anuncios o avisos de catástrofes y desgracias, que en la mayoría de los casos no suceden; y no tenemos oídos para los anuncios de grandes acontecimientos que elevan nuestra vida en CRISTO. Los grandes acontecimientos espirituales cuando suceden constituyen en sí mismos anuncios poderosos de la presencia de DIOS en medio de su Pueblo. Las Jornadas Mundiales de la Juventud o los Congresos Mundiales Eucarísticos pueden adquirir el rango de verdaderos acontecimientos, en los que se manifiesta de forma tangible la presencia del ESPÍRITU SANTO con toda clase de dones. En una escala menor, tenemos el ámbito espiritual creado en unos ejercicios espirituales o en un retiro de fin de semana. La comunidad reunida en el nombre del SEÑOR da lugar a la manifestación del ESPÍRITU SANTO dando a cada cual según sus necesidades. El acontecimiento vivido por el grupo reducido tiene un grado muy alto de anuncio: JESÚS, el SEÑOR, está vivo. Todavía acercamos algo más la línea divisoria y resaltamos la Santa Misa de la Parroquia como un acontecimiento de máximo rango, que desgraciadamente puede apreciarse de forma rutinaria, pero no deja de ser el gran acontecimiento en el que se rompen todas las barreras del espacio y el tiempo. Todos los dones que el ESPÍRITU SANTO nos pueda dar se quedan pequeños ante el Don del propio JESUCRISTO en la EUCARISTÍA. Demasiado grande el acontecimiento que se verifica en la Santa Misa para poder abarcarlo o explicarlo. Con frecuencia esto último sucede diariamente a unos pasos de nuestros domicilios.
San Pablo, carta a los Romanos 5,1-5
San Pablo mantuvo el objetivo de viajar a Roma para visitar las comunidades allí establecidas, con intención a su vez de continuar a España, que se menciona dos veces al final de la carta. San Pablo no funda las comunidades de Roma, pero les dirige una carta serena donde expone con claridad su pensamiento cristiano. La mayor parte de las cartas de san Pablo tienen en cuenta circunstancias concretas de las distintas comunidades, a las que el Apóstol se encarga de iluminar en el nombre del SEÑOR. La carta a los Romanos expone el Evangelio de san Pablo que aborda el asunto crucial de la justificación por la Fe. El hombre no se salva por las obras de la Ley, sino por la Fe en JESUCRISTO. Este último enunciado tan directo sigue multiplicando opiniones, comentarios y posiciones doctrinales. La lectura detenida de esta carta evidencia que san Pablo no prescinde de una ética acorde con el Evangelio, pero justicia o santidad viene de JESUCRISTO, que ha cargado y expiado nuestros pecados.
La Fe nos hace justos
Se trata de la Fe en JESUCRISTO. El creyente valora todo lo que el HIJO de DIOS hizo por los hombres. La salvación del HIJO de DIOS responde a dos coordenadas: la identidad y lo que realizó. La Fe reconoce que JESUCRISTO es la Segunda Persona de la TRINIDAD; y lo que hizo desde la Encarnación , vida, muerte y resurrección, tiene que ser objeto de valoración por parte del creyente.
En paz con DIOS
“Habiendo recibido de la Fe nuestra justificación estamos en paz con DIOS por nuestro SEÑOR JESUCRISTO” (v.1). La humanidad estaba en situación de rebeldía declarada, y la Gracia de DIOS no alcanzaba a la humanidad. El hombre no tenía futuro sin DIOS, y era necesaria la reconciliación. Este ministerio o servicio reconciliador lo establece JESUCRISTO con su entrega y lo continúan sus discípulos (Cf. 2Cor 5,18).
Insuficiencia de las obras
“Habiendo recibido de la Fe nuestra justificación, estamos en paz con DIOS por nuestro SEÑOR JESUCRISTO, por quien hemos recibido mediante la Fe el acceso a esta gracia en la cual nos encontramos y nos encontramos en la Esperanza de la Gloria de DIOS” (v.2). No sólo la Fe en JESUCRISTO nos devuelve a una aceptación por parte de DIOS como hijos suyos, sino que la misma Fe nos va a hacer partícipes de una gloria que trasciende este mundo y nos dispone a la comunión plena con DIOS. La Esperanza cristiana se nutre de esta verdad revelada, y repercute de forma muy positiva en la transformación de las realidades presentes: “la Gloria de mi PADRE está en que deis mucho fruto” (Cf. Jn 15,8). La vida que esperamos no paraliza las almas de los seguidores de JESÚS, impidiéndoles trabajar por las realidades presentes.
Las tribulaciones
“Nos gloriamos incluso en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia virtud probada; la virtud probada engendra la Esperanza. Y la Esperanza no defrauda, porque el Amor de DIOS ha sido derramado en nuestros corazones por el ESPÍRITU SANTO que nos ha sido dado” (v.3-5). Como en otras ocasiones un sencillo esquema propone un itinerario espiritual de primer nivel. Estamos en la situación similar a la del discípulo que siente la necesidad de buscar al maestro para recibir una enseñanza fiable, que lo ayude a caminar con seguridad en la senda espiritual. El objetivo del buscador cristiano es vivir en la Presencia continua de DIOS; o que DIOS more continuamente en él. A esto lo llamamos estado de Gracia. San Pablo nos dice que ese estado espiritual es una acción transformadora del mismo ESPÍRITU SANTO, que es la Persona AMOR. Su Divina Presencia en el corazón del discípulo de JESÚS no se puede dar sin la presencia del PADRE y del HIJO, que viven unidos substancialmente en el AMOR del ESPÍRITU SANTO. Para que el ESPÍRITU SANTO realice ese verdadero milagro se necesita por parte del discípulo “la virtud probada”, o el ejercicio continuado de obras de misericordia, para las cuales la Gracia de estado no ha de faltar. El Apóstol nos aclara que en la base de esta construcción espiritual se va a encontrar el binomio tribulación-paciencia. Recordamos el diálogo del vidente con su guía espiritual en una de las visiones del Apocalipsis: “estos que están con vestiduras blancas, quienes son y de dónde han venido. El Ángel le responde: estos son los que vienen de la gran tribulación y han blanqueado sus túnicas en la sangre del CORDERO” (Cf. Ap 7,13-15). JESÚS lo había dicho: “en el mundo tendréis luchas; pero no tengáis miedo, YO he vencido al mundo” (Cf. Jn 16,33). Las grandes conquistas espirituales cristianas tienen lugar en medio de las historias concretas que a cada uno nos toca vivir.