* Quiero prevenirte ante una dificultad que quizá puede presentarse: la tentación del cansancio, del desaliento.
* –¿No está fresco aún el recuerdo de una vida –la tuya– sin rumbo, sin meta, sin salero, que la luz de Dios y tu entrega han encauzado y llenado de alegría?
* –No cambies tontamente esto por aquello. (Forja, 286)
Si notas que no puedes, por el motivo que sea, dile, abandonándote en Él: ¡Señor, confío en Ti, me abandono en Ti, pero ayuda mi debilidad!
Y lleno de confianza, repítele:
mírame, Jesús, soy un trapo sucio; la experiencia de mi vida es tan triste, no merezco ser hijo tuyo.
Díselo…; y díselo muchas veces.
–No tardarás en oír su voz: «ne timeas!»
¡no temas!;
o también: «surge et ambula!»
¡levántate y anda!
(Forja, 287)
Me comentabas, todavía indeciso: ¡cómo se notan esos tiempos en los que el Señor me pide más!
–Sólo se me ocurrió recordarte: me asegurabas que únicamente querías identificarte con Él, ¿por qué te resistes?
(Forja, 288)
Ojalá sepas cumplir ese propósito que te has fijado: «morir un poco a mí mismo, cada día».
(Forja, 289)
Por SAN JOSEMARÍA.