La paz de México: hacerse «rico de lo que vale ante Dios»

XVIIIº Domingo del Tiempo Ordinario

Canónigo Juan de Dios Olvera Delgadillo
Canónigo Juan de Dios Olvera Delgadillo
  • Del Santo Evangelio según San Lucas: 12,13-21

En aquel tiempo, hallándose Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo: Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo  la herencia. Pero Jesús le contestóAmigo, ¿quién me ha puesto como juez en la distribución de herencias?.

Y dirigiéndose a la multitud, dijo: Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea.

Después les propuso esta parábola: Un hombre rico obtuvo una gran cosecha y se puso a pensar: ‘¿Qué haré, porque no tengo ya en dónde almacenar  la cosecha? Ya sélo que voy hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes para guardar ahí mi cosecha y todo lo que tengo. Entonces podré decirme: Ya tienes bienes acumulados para muchos años; descansa, come, bebe y date a la buena vida. Pero Dios le dijo: ‘¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes?. Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios.

Palabra del Señor.  R. Gloria a ti, Señor Jesús.

COMENTARIO:

  1. Este domingo el Santo Evangelio nos refiere como un hombre le pide a Jesús que intervenga en un asunto de herencia: la petición de este hombre es totalmente desenfocada, pues Cristo viene a anunciar la verdadera riqueza de Dios a la humanidad, diciendo precisamente que la felicidad no está en los bienes terrenales. Este hombre no ha entendido el Evangelio de Cristo, pues con su petición señala como misión del Mesías la distribución de bienes materiales. Jesús se deslinda de esta función de orden meramente material. Es como si este hombre le dijera a Cristo tú eres un juez en lo material, pero Jesús en cambio toma su misión de Mesías y anuncia la verdadera vida de Dios.
  2. A propósito de la petición improcedente que se le hace, Jesús sentencia contundentemente que la vida del hombre no depende de la abundancia de los  bienes que posea, por lo cual, no es en ellos donde debe estar el corazón del hombre.
  3. Eviten toda clase de avaricia: esta enseñanza de Cristo no significa no buscar conservar un patrimonio familiar, ni tampoco evitar trabajar para el sustento, ni no generar bienestar para sí y para los suyos; sino consiste en dar el lugar central al Reino de Dios por encima de los bienes materiales; éstos deberán estar ordenados a la finalidad primera que es el Reino de Dios.
  4. Lo más importante no es lo material; buscar con ahínco y por encima de todo lo material eso sería la avaricia. Por medio de una parábola Cristo enseña que esto es insensatez: un hombre que obtiene muchos bienes  materiales y que los acumula pensando que ello es su felicidad, sin pensar que ello no le asegura la vida, y que a pesar de ello le sobreviene la muerte. La verdadera felicidad está en abrir el corazón al Evangelio de Cristo, verdadera buena noticia que nos ofrece la herencia eterna.
  5. Así, situar la verdadera felicidad en el acumular bienes es ser insensato; es más, es peligroso sólo acumular, sin estar abiertos a procurar con los bienes materiales la caridad para con el prójimo, ganando así los dones del Cielo, no olvidándonos del verdadero tesoro que es Cristo.
  6. Todo lo material termina con esta vida: “¡Insensato! Esta misma noche  vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes?;  sin embargo, si abrimos el corazón al Evangelio, ganamos las riquezas del Cielo.
  7. El resumen perfecto está en las palabras de Cristo: Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios.

JORNADA  NACIONAL DE  ORACIÓN  POR  LA  PAZ  EN  MÉXICO

En este mes de julio, convocados por nuestros Obispos, hemos estado implorando a Dios el don de la paz para nuestra Nación, particularmente en las Misas de domingo. Al terminar esta Jornada de oración en este día, reflexionemos:

  1. El Evangelio de hoy nos enseña que no es la riqueza material de lo que depende nuestra vida, por lo que hay que evitar toda avaricia, que según la Sagrada Escritura es la raíz de todos los males (1 Tm 6,10). 
  2. Pero así como el deseo desmedido de la riqueza nos lleva a alejarnos de Dios, a ser injustos, a matar al hermano, tanto con nuestra injusticia como incluso con la violencia física, así también el deseo desmedido de poder nos lleva al crimen de desear anular al otro, a verlo como enemigo cuando en realidad es hermano; igualmente el deseo de placer es tan egoísta que nos lleva a no considerar cómo está nuestro hermano, sino a ver sólo por nuestra satisfacción egoísta.
  3. Estos tres vicios: la avaricia, el poder soberbio, y el hedonismo, cuando se convierten en los principios de vida de un ser humano, son como dioses para él, son entonces tres ídolos (falsos dioses) que ocupan el lugar de Dios en el corazón humano, y así expulsamos a Dios de nuestra vida personal, o de nuestra sociedad cuando ello se lleva a cabo de facto como principio social.
  4. Ante ello, Cristo nos viene a salvar de estas nuestras idolatrías que más bien nos hunden en la peor vaciedad, y nos convierten en depredadores de nuestros hermanos.
  5. Por ello, la verdadera paz no es la mera ausencia de conflictos (cf. Concilio Vaticano II, Gaudium et spes 78), sino el verdadero deseo de dignidad y justicia para todo hermano, y cuando tú seas factor de ello, tu hermano te bendecirá en su oración.
  6. El único que nos puede llevar a ser libres antes los ídolos del poder, del tener y del placer, es Cristo: Para ser libres nos ha liberado Cristo (Gál 5,1); en este sentido Cristo es la verdadera paz que debemos buscar e implorar.
  7. No hay verdadera paz cuando en tu corazón hay odio, cuando -como decía San Juan Pablo II- en la sociedad se atenta contra la vida de los inocentes en el crimen del aborto, cuando se convierte en un  principio social el sobresalir a costa de los otros, cuando se excluye o se discrimina a cualquier hermano, cuando el padre o la madre en una familia le enseña a ésta el egoísmo, o la vanidad de aparecer por encima de los demás. No hay verdadera paz mientras todo ser humano no sea respetado en su dignidad, mientras no se viva y se busque sinceramente la verdad misma del ser humano: ser hijos de Dios.
  8. Cuando no hay todo lo anterior, y cuando se está dominado por las idolatrías arribas enunciadas, se llega incluso a aborrecer al hermano, a  pisotearlo, humillarlo, haciendo de nuestro ego un dios, que excluye del todo a Cristo, pues no se puede odiar al hermano, despreciarlo y tener a Cristo como a nuestro Dios.
  9. El extremo de estas idolatrías se realiza cuando se busca por la violencia lastimar o destruir la vida de los demás. Desde el aborto hasta la eliminación de nuestros enemigos, nos vuelve asesinos, malditos ante Dios, una condición que sólo se quita con el verdadero arrepentimiento y la confesión de los pecados. La voluntad de Dios es más que clara: ¡¡¡NO MATARÁS!!!
  10. La verdadera paz da dignidad al pobre y lo promueve, le da verdaderas oportunidades desde su educación, capacitación, formación en los valores. Se debe considerar, a los ojos de Dios, exactamente igual al ser humano más sencillo y pobre que al más pudiente o acaudalado, que  asíes como nos ve Dios. Dígase lo mismo de reconocer la dignidad de la mujer, compartiendo al mismo nivel que el varón, la dignidad de ser hijos de Dios y herederos de la vida eterna. Nada justifica el desprecio, discriminación o violencia contra la mujer.
  11. La verdadera paz es jamás pensar como voluntad de Dios el que yo no haga nada para que el prójimo deje de vivir en la miseria, y para que yo no lo prospecte en un proyecto que nos haga iguales en dignidad y oportunidades. La pobreza es fruto del pecado del hombre y de la sociedad, y la pobreza como miseria no es querida por Dios; la pobreza  como virtud, y que Dios sí quiere y es válida para todos, consiste en el desapego de los bienes materiales para la gloria de Dios, compartiendo y promoviendo al hermano.
  12. En este domingo pedimos por aquellos que son victimarios de otros hermanos; pedimos por ellos porque también son nuestros hermanos, y porque han caído en una espiral de violencia, en la cual no tienen toda la culpa, y en ese sentido también ellos son víctimas, pues quedan atrapados en esa espiral de violencia, que a veces sólo el poder y autoridad de las instituciones del Estado pueden disolver y romper para pacificar a la sociedad.
  13. Por ello, tienen más responsabilidad a los ojos de Dios quienes, habiendo recibido de la ciudadanía el poder del gobierno y de las instituciones, tienen la obligación de realizar el servicio esencial de la construcción de la paz. Ciertamente a los ojos de Dios no es la misma responsabilidad la del pobre que se convierte en instrumento manipulado de violencia, que la de quien tiene por deber y por poder la posibilidad de proveer y corregir tal situación. Por ello también se nos invita a pedir hoy por todas nuestras autoridades de gobierno que, como mandato de la Nación y del Pueblo de México, han recibido el encargo de la paz, la justicia y la seguridad del Pueblo mexicano, para que sean honestos en el cumplimiento de su deber.
  14. Finalmente, reflexionemos en que Cristo es nuestra Paz, pues nos abre la perspectiva -si cumplimos con nuestra misión terrena de hacerlo presente en nuestra historia- de la vida eterna como perfecta paz y comunión con Dios.
  15. La verdadera paz no puede pasar sino por la predicación del auténtico Evangelio de Cristo, sin adulteración alguna y en toda su integridad: Pero aunque nosotros o un ángel del cielo les anunciase otro evangelio distinto del que les hemos anunciado, sea anatema (Gál 1,8), pues la verdad de salvación del Señor es el fundamento de la predicación de la Iglesia del don de la paz, que aunque comienza en esta tierra, se vivirá plenamente en la vida eterna en la plena comunión con Dios. 
  16. Que la Virgen Santísima de Guadalupe, que en nuestra historia siempre nos ha conducido a su Santísimo Hijo, interceda para que México siga siendo fraterno en la fe, la paz y el amor. A ella le suplicamos: ¡¡¡ Protege en tu regazo santísimo de Madre a esta tu Nación, México !!!
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