La Iglesia continuará

Isaías 25,6-10a | Salmo 22 | Filipenses4,12-14.19-20 | Mateo22,1-14

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Las lecturas de este domingo tampoco se desprenden de su vertiente eclesial. La Gracia de DIOS afianza la presencia del Reino de DIOS mediante la Iglesia convertida en Sacramento de Salvación Universal. La presencia de JESUCRISTO el RESUCITADO hoy, hay que buscarla en la Iglesia, en un primer lugar. El domingo pasado en la parábola de “Los viñadores homicidas” (Cf. Mt 21,33-43), JESÚS estaba incluido en ella bajo la figura del hijo heredero, al que los viñadores matan fuera de la viña con la intención de apropiase de ella. Hoy la imagen está representada por el hijo del rey que contrae matrimonio y celebra su boda invitando en primer término a los principales de su reino. La negativa de los primeros convidados no impide que el rey llene la sala de la celebración con otras personas, que no estaban previstas en un principio. El Reino de los Cielos es la presencia de JESÚS en medio de nosotros, y lo hace por medio de la Iglesia aludida mediante distintas imágenes: el campo, la viña, la barca, la red, el banquete o la Ciudad Santa. La Iglesia la consideramos en tres planos que están relacionados: la iglesia  militante, que la formamos todos los bautizados en este mundo; la Iglesia purgante, en la que las almas están salvadas, pero aún no gozan de la visión beatífica de DIOS; y la Iglesia triunfante, que está formada por todos los redimidos llegados a la Bienaventuranza Eterna junto con toda la creación angélica. En cualquiera de los estadios mencionados está presente el RESUCITADO, pero con distintos grados de manifestación. Por la acción del ESPÍRITU SANTO podemos creer o afirmar con certeza la existencia de la Iglesia; la comunión de los santos, o lo que es lo mismo, la unión en la caridad con los hermanos de los tres estadios de la Iglesia antes mencionados; creemos en la resurrección de la carne, que es lo mismo que afirmar la plenitud de nuestra condición personal en la Bienaventuranza Eterna; y como última meta del peregrinar por este mundo, mantenemos la seguridad de la vida Eterna, porque JESUCRISTO ha resucitado, y su Vida es la nuestra para siempre. La Iglesia de JESUCRISTO no ofrece un Mensaje entre otros, como si de oferta a potenciales compradores se tratara; lo que la Iglesia ofrece en todo tiempo es la Vida Eterna conquistada por la muerte y Resurrección de JESUCRISTO para todos los hombres, que acepten este único regalo, que ningún otro líder religioso puede ofrecer, porque sólo JESÚS es el HIJO de DIOS. Es cierto, que JESÚS es el SALVADOR de todos los hombres, pero no todos caminan en la dirección de su Mensaje, por lo que cada cual se encontrará con aquello que haya buscado.

Cercanía de los santos

La realidad espiritual no se aprecia con los sentidos físicos pero está presente. La mal llamada realidad virtual sólo consiste en la envoltura de la imagen sin contenido real alguno. La Fe se apoya en las realidades espirituales que no se ven, pero son ciertas y seguras. Dice la carta a los Hebreos: “no os habéis acercado a una realidad sensible, a un fuego ardiente, oscuridad, tinieblas, huracán; a sonido de trompetas, a ruido de palabras que suplicaran los que lo oyeron que no les hablara más. Es que no podían soportar esta orden: el que toque el Monte, aunque sea un animal será lapidado. Tan terrible era el espectáculo, que el mismo Moisés dijo: “estoy espantado y temblando. Vosotros en cambio os habéis acercado al Monte Síon, a la ciudad de DIOS vivo, a la Jerusalén Celestial, a miríadas de Ángeles -reunión solemne-; a la asamblea de los primogénitos inscritos en los Cielos, y a DIOS, Juez Universal, y a los espíritus de los justos llegados ya a su consumación; y a JESÚS Mediador de una Nueva Alianza; y a la aspersión de una sangre que habla mejor que la de Abel” (Cf.  Hb 12,18-24) El Nuevo Pueblo de DIOS no acampa al pie del Sinaí para recibir una revelación en medio de fenómenos tangibles (Cf. Ex 19) La verdadera montaña a la que debe acudir el Nuevo Pueblo de DIOS no es apreciable  desde la percepción física de los sentidos. No importa dónde esté ubicado físicamente el Monte de las Bienaventuranzas, que es el púlpito desde el que JESÚS nos dio la nueva revelación de la moral y la espiritualidad cristianas; lo que nos importa es el contenido del Mensaje. La realidad está en el fondo espiritual que nos ofrece los cauces hacia la comunión con DIOS y los demás hombres. JESÚS mismo al resucitar adquiere una ubicuidad facilitadora de estar con todos, en todas partes y en todo tiempo. La presencia del RESUCITADO en su coextensión divina ofrece el ámbito de encuentro para cualquier creyente sea cual sea sus circunstancias. En este sentido la Montaña Sagrada, el Nuevo Monte Síon se acerca a nosotros. El RESUCITADO en su Gloria no está solo, pues se encuentra rodeado o acompañado de miríadas de miríadas de Ángeles y bienaventurados, que han sido redimidos y purificados con la aspersión de una sangre, que habla mejor que la de Abel. Si el descendiente de Adán y Eva era inocente, todavía era muy superior la inocencia de JESÚS, “el CORDERO de DIOS, que quita los pecados del mundo” (Cf. Jn 1,29) Las figuras del Antiguo Testamento se conjugan con las realidades del Nuevo Testamento para darnos una aproximación mayor al misterio que nos envuelve y acompaña. El autor de la carta a los Hebreos en estos versículos nos describe de forma especial lo que sucede en una celebración litúrgica cuando está la asamblea reunida en el Nombre del SEÑOR. En ese momento la Iglesia cobra su expresión más plena en este mundo, pues la Iglesia peregrinante y la Iglesia triunfante entran en íntima comunión. Con toda autenticidad podemos decir, entonces: “creo en la comunión de los santos”, como proclamamos en el Credo. De ninguna manera estamos solos cuando vamos a un templo católico con la EUCARISTÍA en el sagrario; pues además acompañan Ángeles y bienaventurados, que no cesan de adorar al SEÑOR. Por otra parte, “una gran cantidad de espectadores nos rodean” (Cf. Hb 12,1), como nos dice la misma carta a los Hebreos, y entre estas numerosas almas debemos tener en cuenta a un número de hermanos de la Iglesia purgante, que encuentran en los lugares sagrados de este mundo un ámbito apropiado para purificarse y llegar pronto a la unión definitiva con el SEÑOR. No se puede desdeñar lo que la Palabra revela y propone aunque sea de forma enunciativa, sin entrar en mayores desarrollos o argumentos. Nada de lo anterior supera el hecho fehaciente de la EUCARISTÍA, por la que en la asamblea litúrgica se realiza el intercambio de comunión entre el Cielo y la tierra, que sigue provocando sobrecogimiento a los mismos Ángeles: el pan físico de la tierra se transforma sin ruido o aparente cambio en JESUCRISTO en toda su plenitud humana y divina. Este Divino Banquete sigue llamando a sus convidados hasta el final de la historia, y en él tenemos el Nuevo Monte Síon al que nos acercamos con asombro y agradecimiento.

Iglesia Apostólica

El Catecismo de la Iglesia Católica dice que nuestra Iglesia peregrinante es Apostólica, cimentada sobre el fundamento de los Apóstoles elegidos por JESUCRISTO. Este es un hecho incontrovertible, que aparece suficientemente plasmado a lo largo del Nuevo Testamento, y sin embargo algunos no se sabe de dónde lo deducen, dicen que JESÚS no fundó una Iglesia, que tan sólo promovió un movimiento. Sin necesidad de grandes desarrollos teóricos, observamos que existen en los evangelios y en el libro de los Hechos de los Apóstoles el listado de los Doce (Cf. Mt 10,1,5; Mc 3,16-19 ; Lc 6,13-16; Hch 1,13). En estos listados aparece Pedro siempre el primero, dando a entender su primado: “cuando seas rehabilitado, confirmarás en la Fe a tus hermanos” (Cf. Lc 22,32). DIOS ha constituido a unos Apóstoles, a otros doctores, a otros evangelizadores (Cf. 1Cor 12,28-30; Ef 4,11). Entre los dones del ESPÍRITU SANTO están los referentes al gobierno de las comunidades, sin los cuales no se podría realizar un mínimo de vida comunitaria. La verdad de las cosas no se obtiene del consenso, sino de la apertura a la moción del ESPÍRITU SANTO. Él es libertad y orden, y en ningún caso anarquía o democracia. El Sacramento del Orden dentro de la Iglesia se fundamenta en la apostolicidad, que viene del mismo JESUCRISTO y confiere jerarquización a su Iglesia para su gobierno, enseñanza y santificación. Se reciben los distintos ministerios en la Iglesia porque existen los obispos, que ordenan presbíteros y diáconos; y confieren distintos ministerios destinados a los diferentes servicios de la comunidad cristiana. Así mismo, el obispo ostenta la misión de velar por la verdadera doctrina u ortodoxia de la Fe, fundamentada en la Escritura y avalada por la tradición y el Magisterio de veinte siglos dentro de la Iglesia. Tiene un encaje extraño la pretensión de algunos, ahora, de añadir la “sinodalidad” como nota esencial de la Iglesia, que no deja de ser una característica desde el inicio, como lo son también la servicialidad o la enseñanza catecumenal. La sinodalidad no es más que la Apostolicidad de la Iglesia. La sinodalidad se entiende como el camino recorrido conjuntamente en diálogo constructivo, y siempre alrededor del eje central que visibiliza el ministerio de CRISTO Cabeza: el Sacramento del orden.

El Monte del SEÑOR

Jerusalén es la ciudad que conquistó David a los jebuseos y ha quedado como el centro político y espiritual por excelencia del Pueblo elegido. El carácter simbólico de Jerusalén se prolonga hasta nuestros días. Las tres religiones monoteístas, Judaísmo, Cristianismo e Islán parcelan la actual Jerusalén. Jerusalén conoció dos templos: el primero construido por el rey Salomón, que fue destruido por Nabuconodosor, en el siglo sexto, y el segundo templo se levantó a finales de ese mismo siglo con mejoras que llegaron a su máximo esplendor en tiempos de Herodes el Grande s.I d.C. El Templo de Jerusalén y el conjunto arquitectónico anexo era considerado como la construcción más grandiosa del momento. La Ciudad Santa de Jerusalén tiene en el Templo el principal polo de atracción para los judíos, pero en la actualidad de aquel Templo sólo queda un resto, que es conocido como “el Muro de las Lamentaciones”. El lugar propiamente del Templo está ocupado por la mezquita musulmana de Al-Aqsa. Los cristianos conservamos de forma especial el lugar del Gólgota donde murió JESÚS con su basílica, y el Santo Sepulcro que sitúa la Resurrección, administrado por los cristianos ortodoxos, junto con armenios y católicos. De algún modo se van cumpliendo las palabras del profeta Isaías, que nos ofrece la primera lectura de este domingo: “hará YAHVEH, el SEÑOR del Universo, un banquete para los hombres de todos los pueblos” (Cf. Is 25,6)). Jerusalén y toda la tierra de Palestina tiene un valor espiritual muy especial para todos los cristianos, que alguna vez peregrinamos a Tierra Santa para seguir la geografía recorrida por el REDENTOR. Los judíos en la actualidad, que se sienten herederos de los que habitaron durante siglos aquellos lugares consideran de forma legítima, que aquella es su casa. Los islámicos ocuparon durante algún tiempo esas tierras por un cierto derecho de conquista, y en la actualidad la Mezquita de Al-Aqsa representa uno de los lugares más sagrado del Islamismo después de la meca. Los judíos son minoritarios con respecto a la población mundial y en Palestina pueden vivir unos nueve millones de judíos. Entre cristianos y musulmanes sumamos varios miles de millones de personas que nos podemos sentir atraídos por Jerusalén como punto o centro espiritual, lo que no significa alterar los derechos de la población judía en cuanto a la posesión del territorio. Desde la restauración del Estado de Israel (1948) por parte de los judíos hasta ahora, están administrando el territorio sin obstaculizar la presencia de cristianos y musulmanes, que deseamos encontrarnos con nuestras raíces espirituales o religiosas. Los acontecimientos de hace dos mil años también interesan a personas de otros credos y nacionalidades, que se sienten movidas a conocer especialmente la Fe cristiana alrededor de la cual empezaron a girar todas las fuerzas humanas por su adhesión o rechazo hasta nuestros días. La indiferencia hacia JESÚS y su Mensaje es sólo aparente, la realidad es bien distinta. El Banquete para todos los pueblos es la participación o rechazo de la Vida en CRISTO.

Manjares suculentos

“Hará YAHVEH Sabaot para todos los pueblos en este Monte un festín de manjares suculentos, vinos generosos, vinos de solera” (v.6). La comida como otras de las funciones del ser humano no encierra una única vertiente. En las relaciones humanas, la comida no tiene la única finalidad de nutrir el organismo, sino que extiende su significado a un conjunto más amplio de ámbitos, en los que adquiere carácter simbólico, interrelacional o lúdico. No se entiende una fiesta sin la participación en una comida, en la que se haga presente el vino o las distintas bebidas, que no sólo calman la sed, sino que predisponen a relaciones personales más fluidas. Sólo en los casos de supervivencia extrema tomamos el alimento en su estado inicial. Es del todo excepcional comer una carne cruda recién cazada. Incluso en fases tan elementales los alimentos habrán pasado por distintas fases y ámbitos de crecimiento y desarrollo antes de adquirir una función comestible. En circunstancias normales los alimentos se someten a una elaboración que determina la calidad del alimento. Una mala elaboración echa a perder un buen producto inicial. Las comidas están llenas de significados, que no escapan a la hora de aludir a los bienes espirituales. Los dones de DIOS nos alimentan y hacen crecer. La variedad de gracias con las que DIOS nos asiste obedece a la gran diversidad de situaciones por las que pasamos. DIOS prepara un banquete en el Monte Síon, porque el MESÍAS que redimirá a la humanidad se manifestará en ese punto. Ciertamente se manifestó y el Monte se desplazó unos metros fuera de la Ciudad -Monte Gólgota-, pero queda pendiente la plena manifestación mesiánica en Jerusalén.

Fin del sufrimiento

”Quitará en este Monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones” (v.7). DIOS no hizo el dolor y el sufrimiento, pero los hombres por nuestra decisión los padecemos. DIOS, a lo largo de su revelación, manifiesta de forma repetida su intención de restaurar el orden primigenio mediante la acción del MESÍAS. Isaías, como el resto de los profetas, señala una actuación de DIOS por su cuenta, que está por encima de los merecimientos de la conducta humana. El proceder de los hombres no alcanza a ver el camino correcto. Decía Jeremías: “deteneos en la encrucijada de los caminos, preguntad por la vieja senda y seguidla” (Cf. Jr 6,16). La fragilidad del hombre dañado por el pecado es tan grande, que perece imposible superar las situaciones deshumanizante por las que pasan las sociedades. Sin embargo DIOS tiene todo el derecho para actuar en medio de los hombres cuando lo crea oportuno, pues su único HIJO murió perdonando a la humanidad. “En este Monte se quitará el velo del sufrimiento y el manto del dolor que asola a todos los pueblos”. Bastaría un reconocimiento masivo de JESÚS como el único SALVADOR, para que la suerte de todo el género humano cambiara favorablemente. Pero incluso este gesto de arrepentimiento personal y reconocimiento de JESUCRISTO, que requiere unos instantes, sin embargo se presenta como un imposible.

DIOS es VIDA

”Acabará el SEÑOR con la muerte definitivamente. Enjugará el SEÑOR las lágrimas de todos los rostros, y quitará el SEÑOR el oprobio del Pueblo de toda la tierra” (v.8). Cuando DIOS interviene surge la Vida y la muerte sale vencida. La muerte física es una manifestación de la muerte espiritual; pero en las condiciones penosas en que la condición humana quedó después del pecado, la muerte o decaimiento total del cuerpo resulta una bendición, pues sabemos que el alma trasciende este mundo para entrar en la vida Bienaventurada. JESÚS dijo: “venid a MÍ los que estáis cansados y agobiados, que YO os aliviaré” (Cf. Mt 11,28). Más aún, JESÚS puede decirnos: “venid a MÍ porque YO os resucitaré”. Para todos JESÚS es el ámbito de la transfiguración donde cada uno va a adquirir su verdadera naturaleza humana y espiritual, prevista por DIOS desde siempre. Nosotros, después de haber recibido la revelación del Nuevo Testamento, estamos en condiciones de dar pleno contenido a la profecía de Isaías. El profeta habla pero lo que podría parecer una mirada futura cargada de buenas intenciones, nosotros la encontramos providencial y anticipatoria de los hechos definitivos previstos por DIOS: La Resurrección de JESÚS  es la vida eterna para todos sus seguidores.

DIOS cumple lo que promete

“Se dirá aquel día: ahí tenéis a vuestro DIOS, esperamos que nos salve. Este es YAHVEH en quien esperábamos, nos regocijamos y nos alegramos por su Salvación; porque la mano de YAHVEH reposará en este Monte” (v.9-10a). El movimiento de estos versículos dirige hacia la Salvación a partir de gracias que mueven la psicología humana, como sugiere también el profeta Oseas: “os atraeré hacia MÍ con lazos humanos” (Cf. Os 11,4). A DIOS le importa prioritariamente la Salvación de cada uno de nosotros, y deja en planos inferiores los inconvenientes o procesos para llegar a ese objetivo. Nosotros no sabemos a ciencia cierta en qué estado o punto del camino nos encontramos. Tampoco tenemos una medida precisa de lo que nos jugamos en esta vida con respecto a la vida Eterna. Estos versículos de Isaías se insertan en un texto más amplio en el que se atiende a protección frente a las potencias enemigas de alrededor. La Salvación del SEÑOR no pierde su sentido inmediato, aunque la lectura con los ojos del Nuevo Testamento nos traslade a un significado de realidades definitivas. DIOS emplea una pedagogía paciente con su Pueblo, acomodándose a su ritmo, pero de forma misteriosa DIOS cumple sus objetivos. Ahora los acontecimientos nos superan desde todos los flancos, pero DIOS no deja de realizar su obra y de llevar a cabo sus objetivos. YAHVEH Sabaot sigue siendo el SEÑOR de la historia.

Lo importante para JESÚS

Los pasajes del Evangelio que estamos contemplando en los últimos domingos nos aproximan al momento de la muerte en Cruz, que JESÚS estaba anunciando de distintas formas; y no deja de proponer parábolas sobre el Reino de los Cielos, que es el núcleo de su Mensaje. El capítulo veintidós da inicio con la parábola de “La Boda del hijo del Rey”, y con ella, JESÚS, insiste en la línea de legitimidad sobre la autoridad que lo asiste, proveniente del capítulo anterior. Todavía algunos episodios y JESÚS hará callar a los sacerdotes y fariseos con una cuestión: “¿Qué pensáis a cerca del CRISTO, de quién es hijo? Dícenle aquellos: de David. Pues, ¿cómo David movido por el ESPÍRITU le llama, SEÑOR, cuando dice: dijo el SEÑOR a mi SEÑOR: siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies? Si, pues, David lo llama SEÑOR, ¿cómo puede ser hijo suyo? Nadie fue capaz a contestarle nada, y desde ese día ninguno se atrevió ya hacerle más preguntas” (Cf. Mt 22,42-46) De nuevo JESÚS con infinita paciencia recuerda textos de la Escritura con los cuales dar lugar a una reflexión que abriría el corazón a la luz del ESPÍRITU SANTO. Pero en realidad ni les interesaba la Palabra, ni los signos que JESÚS había realizado en el Templo para reconocer su Poder, autoridad y consiguientemente su verdadera identidad. Aunque los sinópticos estructuran la misión de JESÚS con un tiempo amplio en la Galilea y un único viaje a Jerusalén; sin embargo los mismos sinópticos -Mateo, Marcos, Lucas- señalan el control al que en la distancia las autoridades religiosas siguieron a JESÚS desde los primeros instantes. Cuando JESÚS llega a Jerusalén, tenían sobre ÉL antecedentes suficientes. La ausencia de la Gracia endurece el corazón y la cerrazón aumenta en su determinación.

Un plan alternativo

Algunas parábolas sobre el Reino de los Cielos ofrecen un plan alternativo a la propuesta inicial. Esto lo encontramos en las parábolas tomadas para la proclamación del Evangelio de los últimos domingos. El padre tiene un hijo que obedece después de habérselo pensado y otro que resueltamente no obedece (Cf. Mt 21,28-30). Un propietario arrenda su viña a unos que lo estafan y tiene que arrendar la viña a otros, que cumplan con lo acordado (Cf. Mt 21,33-43). En este domingo, un rey celebra la boda de su hijo y los convidados iniciales no aparecen, y el rey celebra la boda de su hijo con otros invitados muy distintos (Cf. Mt 22,1-14). Las parábolas de JESÚS no son ajenas al cambio de planes, que DIOS realiza a tenor de la actuación del hombre en el ejercicio de su libertad o en el abuso de la misma. El rey de la parábola celebra la boda de su hijo a la que han de acudir los principales del reino en reconocimiento del monarca y su heredero; y se espera su asistencia por razón de las alianzas establecidas previas a la boda. La incomparecencia en la boda sin un motivo suficiente que lo justifique, da a entender que los acuerdos ya no tienen vigencia. Nos dice el texto: “un rey celebra la boda de su hijo, y envía a sus siervos para llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía otros siervos con este encargo: decir a los invitados, mirad el banquete está preparado, se han matado los novillos y animales cebados y todo está preparado, venid a la boda; pero ellos sin hacer caso se fue cada uno a su campo, a su negocio; y los demás agarraron a los siervos los escarnecieron y los mataron” (v.3-6). La boda del hijo del rey es el símbolo de la Alianza que DIOS establece con los hombres. La Alianza incluye el compromiso mutuo, el amor correspondido, los acuerdos cumplidos; y todo ello no excluye la celebración y la fiesta. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento la imagen del matrimonio es utilizada por los autores sagrados para significar la estrecha unión entre DIOS y su Pueblo. Los representantes oficiales del Antiguo Pacto eran los invitados naturales que habrían de estar presentes en la boda del hijo del rey. La desafección a lo esencial de la religión lleva a sus representantes a mantener sus oídos cerrados a la voz de los profetas que dejaron su testimonio en la Escritura. Unos se desentienden simplemente; otros se ven adsorbidos por múltiples tareas; y algunos llegan a sentirse heridos por la invitación de aquellos siervos y los matan. El Nuevo pacto no lo firman, en principio, los representantes religiosos.

Se cierra la primera parte

”El rey envió sus tropas, dio muerte a los homicidas y prendió fuego a su ciudad” (v.)7. Los primeros invitados con su conducta se declararon enemigos del rey y su heredero. El rey de esta parábola reacciona como habían dicho los sacerdotes y fariseos con objeto de hacer justicia en el caso de los viñadores homicidas (Cf. Mt 21,41) En esta parábola, el hijo del rey no muere a manos de los enemigos del rey como paralelamente sucede en la de los “viñadores homicidas” (Cf. Mt 21,38). En esta parábola, la sentencia capital recae sobre los enemigos del rey por declarase abiertamente como tales. La celebración está preparada y la fiesta continuará con otros invitados.

Se llena la sala del banquete

“El rey dice a los siervos, la boda está preparada pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a las encrucijadas de los caminos y cuantos encontréis invitadlos a la boda. Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala se llenó de comensales” (v.8-10). La alternativa al plan inicial se cumple con exactitud. Los Ángeles se encargan de cumplir fielmente las órdenes del SEÑOR para llenar el Cielo con hombres de distintas condiciones. Inicialmente, malos y buenos, aceptan la invitación y por ese mismo hecho son admitidos. De nuevo un planteamiento desconcertante, pues en el Cielo sólo entran los santos. Pero es posible que debamos hacer una corrección: en el Cielo entran los que aceptan la Salvación, porque el traje para la boda lo ofrece el mismo REY, ya que nadie dispone de la vestidura adecuada para presentarse en esa celebración. El Cielo se llenó de invitados, porque al final de los tiempos no faltará nadie, y tampoco sobrará nadie, pues cada cual habrá elegido su estado en la eternidad. DIOS dispone las cosas contando con las decisiones tomadas por los hombres, y nadie le puede obligar a que sus planes le salgan mal, aunque los tenga que cambiar; al final, el resultado es bueno siendo distinto del previsto inicialmente.

El  saludo del REY

“Entró el REY a ver a los comensales y notó que había allí uno que no tenía traje de boda. Le dice: amigo, ¿cómo es que has entrado aquí sin traje de boda? Él se quedó callado. Entonces el REY dijo a los sirvientes: atadlo de pies y manos y echadlo a las tinieblas de fuera, allí será el llanto y el rechinar de dientes” (v.10-13) El final de esta parábola nos obliga a releer lo anterior, pues en la sala de boda había buenos y malos; y es de suponer que ese plural quiera reflejar el amplio espectro de comportamientos y personas, que nos encontramos en la sociedad de cualquier época. El personaje sin traje de boda es un elemento extraño, que no reacciona ante la afabilidad del REY que inicialmente lo llama amigo; sin embargo él permanece mudo sin dar razón de su decisión. Aquel había rechazado el traje de boda, que gratuitamente se le había ofrecido, y sin el cual no era posible presentarse ante el REY y participar en el banquete. Ante la negativa de aquel para aceptar las atenciones del REY y despreciar su afabilidad, se veía arrojado a un mundo de tinieblas y resentimiento, donde no estaban la alegría ni las luces de la fiesta.

Conclusión paradójica

”Muchos son llamados, pero pocos escogidos” (v.14). Esta sentencia final de la parábola, que aparece en otros escritos extrabíblicos, se entiende en un sentido restrictivo hacia los que se pueden salvar: “pocos son escogidos para la salvación”. Pero en relación con esta parábola puede adquirir un sentido del todo distinto, pues entre todos los comensales que llenaban la sala sólo aparece uno que merezca ser excluido, y se da a entender que por propia voluntad, ya que estaba allí de infiltrado, no realmente aceptando una amable invitación. Pocos, solamente uno, fue señalado y excluido. En todo caso, la selección para llenar la sala del banquete no se menciona en momento alguno: entran los que aceptan la invitación, y no se exige ningún otro título. Parece que la sola aceptación de la invitación supone un cambio de estado personal, una condición nueva, la pertenencia y entrada en otro mundo: el Banquete del Reino de los Cielos.

San Pablo, carta a los Filipenses 4,12-14,19-20

Al final de la carta a los Filipenses, san Pablo emplea el tono más amable, sin dejar a un lado la sobriedad habitual. Un tono de estoicismo se refleja en los últimos consejos que imparte a todos: “no os inquietéis por cosa alguna” (v.6). Entonces y ahora, la vida particular y social presenta motivos suficientes para la inquietud, el desasosiego o la zozobra. Es recomendable fijarnos en dónde reside esa fuerza interior, que hace al Apóstol volverse inasequible a cualquier inquietud. No ha variado san Pablo desde el encuentro con JESÚS en el camino de Damasco, hasta el momento en el que se dirige a los filipenses por carta, en el tramo final de su vida. San Pablo se mantiene firme en el SEÑOR y lo propone como la clave fundamental: “permaneced firmes en el SEÑOR” (v.1c).

La ascesis del Apóstol

“Sé andar escaso y sobrado; estoy avezado a todo y en todo, a la saciedad y al hambre; a la abundancia y a la privación” (v.12). San Pablo recibió grandes gracias de altura mística, y también proporcionalmente grandes cruces, dolores y privaciones. En sus cartas queda patente el anuncio que le hizo el SEÑOR. Cuando Ananías muestra reticencias para ir donde el gran perseguidor de los cristianos, JESÚS le dice: “YO le he mostrado lo que tendrá que sufrir por MÍ” (Cf. Hch 9,16). Otros santos se retiraron al desierto para llevar una vida marcada por la renuncia y la austeridad; sin embargo san Pablo se encontró con todo eso y lo ejercitó voluntariamente en medio del trabajo mismo como evangelizador.

Con el SEÑOR

“Todo lo puedo en AQUEL que me conforta” (v.13). No se puede padecer por CRISTO sin estar unido íntimamente a CRISTO, pues el peso de la Cruz se haría insoportable. También debemos de reconocer que la vida de cualquiera sin CRISTO se vuelve muy pesada, y las fuerzas fallan porque son siempre escasas: “venid a MÍ los que estáis cansados y agobiados” (Cf. Mt 11,28).

Solidaridad cristiana

“En todo caso, habéis hecho bien en compartir mi tribulación” (v.14). La ejemplaridad del  maestro podría convertirse en veneración idolátrica, pero no fue el caso de san Pablo con los cristianos de las comunidades por él fundadas. San Pablo no aparece como un superhombre, héroe o superapóstol, como él dirá de algunos; sino que en todo momento puso delante la sabiduría y la fuerza de la Cruz de JESUCRISTO (Cf. 1Cor 2,1-3). Los de Filipos aprendieron con san Pablo el camino de la humildad o de la humillación y supieron solidarizarse con él en los momentos interpretables de fracaso. San Pablo estaba en la cárcel, y para algunos una situación así podía dar lugar a adoptar una prudente distancia y no correr mayores riesgos.

Bendición del Apóstol

”DIOS proveerá todas vuestras necesidades con magnificencia conforme a su riqueza en CRISTO JESÚS. A DIOS nuestro PADRE la Gloria por los siglos de los siglos, Amén. (v.19-20).  JESÚS había dicho: “quien diere un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no perderá su recompensa” (Cf. Mt10,42). La ayuda material que está recibiendo san Pablo de una comunidad económicamente con pocos recursos abrirá para ellos una fuente de abundantes gracias espirituales, porque DIOS es magnánimo con el que ofrece lo que tiene con generosidad. La causa de la Evangelización requiere también de medios materiales, y la evangelización no se lleva a cabo sin los evangelizadores. Tal cosa la entendieron muy bien los  cristianos de Filipos, que en todo momento estuvieron atentos a las necesidades del Apóstol, incluso cuando estaba en comunidades pudientes como las de Corinto.

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