La cuaresma, gran oportunidad para retomar el camino de la conversión.

Mons. Rutilo Muñoz Zamora
Mons. Rutilo Muñoz Zamora

En aquel tiempo, el Espíritu impulsó a Jesús a retirarse al desierto, donde permaneció cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivió allí entre animales salvajes, y los ángeles le servían. Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: «Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio» (Mc. 1, 12-15).

Escuchar el mensaje de la cuaresma como un tiempo de preparación intensa a través de la oración, la penitencia y la práctica de la caridad para celebrar la Pascua de Jesucristo de manera adecuada, ¿tendrá un impacto serio en nuestra vida? ¿Estaremos dispuestos a aprovechar esta gran ocasión para revisar lo que estamos realizando día a día como creyentes, como discípulos de Jesús?

En cualquier actividad o proyecto serio es necesario planear para llevar a cabo los objetivos y programas adecuados para cumplir con las metas señaladas. Y la revisión y evaluación periódica es fundamental para ver los avances que se están dando, como también detectar los problemas y deficiencias que hay que afrontar y superar. Si no se hace la evaluación el plan no logrará buenos resultados, pues no se podrá ver con claridad lo que está funcionando y lo que está mal y hay que renovar, cambiar o dejar a un lado.

La cuaresma es la ocasión para intensificar la revisión de nuestro estilo de vida a la luz del seguimiento de Jesucristo, que nos recuerda una vez más: «Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio». Este mensaje lo proclama después de haber estado en el desierto durante cuarenta jornadas, superando las tentaciones que le presentó Satanás, buscando hacerle cambiar su modo de ser el Mesías, el Salvador de su pueblo. Con la fuerza de la oración, el ayuno, Cristo vence al Maligno y fortalece su fidelidad de cumplir la voluntad de su Padre. De esta manera inicia el camino hacia la Pascua, que culminará con su pasión, muerte y resurrección.

Adentrarse en el camino cuaresmal siguiendo a Jesús, implica primero creer en Él como la Buena Noticia, el Evangelio, el Salvador. Y seguirlo implica vencer también las tentaciones de hoy que nos apartan de la fidelidad a Dios: el poder, el placer, las riquezas obtenidas de manera injusta o utilizadas de manera egoísta; superar todo tipo de acciones que rechacen a Dios Padre lleno de bondad, y también Soberano de todo. Y una gran tentación de los últimos tiempos es la autosuficiencia, creer que el hombre no necesita de Dios. En segundo lugar, requiere arrepentimiento, la conversión del corazón; dejar a un lado lo que destruye, deforma la vida personal de hijos de Dios. Es vencer el mal, el pecado en sus múltiples manifestaciones. Es retomar y una y otra vez el camino de la práctica de la caridad, del amor, confiando en el perdón de Dios cuando nos equivocamos, caemos y perdemos el rumbo y debemos levantarnos pronto para curar las heridas propias y las que hemos causado a nuestros hermanos. He aquí un texto del Papa Francisco que resume lo que es la conversión: La conversión implica el dolor de los pecados cometidos, el deseo de liberarse de ellos, el propósito de excluirlos para siempre de la propia vida. Para excluir el pecado, hay que rechazar también todo lo que está relacionado con él: la mentalidad mundana, el apego excesivo a las comodidades, el apego excesivo al placer, al bienestar, a las riquezas. (Ángelus, 6 de diciembre de 2020).

Otro punto importante a considerar en el camino cuaresmal es responder con humildad ante el propósito del cambio profundo en nuestra vida, el dejar el pecado, esas cadenas que no nos permiten avanzar con libertad en la práctica de la caridad y la justicia. La conversión es una gracia que nos da Dios, y es necesario pedirla con fuerza para iniciar o retomar el camino de su bondad, de su ternura.

La Cuaresma es un tiempo favorable para salir de una vida mediocre, gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia. Y es bueno que recordemos estas obras, ya que son la prueba de que tomamos en serio la conversión, especialmente en el escenario que estamos asumiendo hoy con la pandemia del Covid-19. Las corporales tocan la carne de Cristo en los hermanos: visitar a los enfermos; dar alimentos y bebida a los que lo requieren; dar posada al peregrino; dar ropa al que lo necesita; visitar a los presos y ser solidarios con sus familias; dar sepultura a los difuntos. Las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores: enseñar al que no sabe; dar buen consejo al que lo necesita; corregir al que se equivoca; perdonar al que nos ofende; consolar al triste; sufrir con paciencia los defectos del prójimo; rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.

Pidamos a Dios no desaprovechar esta cuaresma, una gran oportunidad para revisar nuestra vida, asumirla con seriedad y confianza plena como nos lo recuerda San Pablo: Hermanos: somos embajadores de Cristo, y por nuestro medio, es como si Dios mismo los exhortara a ustedes. En nombre de Cristo les pedimos que se dejen reconciliar con Dios. Como colaboradores que somos de Dios, los exhortamos a no echar su gracia en saco roto (2 Cor. 5, 20; 6,1).

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Obispo de la Diócesis de Coatzacoalcos