Juan Pablo ll en Cuba: » con el reclamo de una triste y cristiana herencia», en búsqueda de la libertad

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El viernes 18 de noviembre, en la Pontificia Universidad Lateranense (Roma, Italia), tendrá lugar la conferencia «Padre Félix Varela: permanencia de su legado y nuevos elementos en su causa de beatificación » . 

El 23 de enero de 1998, el Papa San Juan Pablo II, en el Acto en la Universidad de La Habana, donde reposa el cuerpo del Padre Félix Varela, dedicó gran parte de su discurso a la figura y legado del sacerdote cubano, ”padre de la cultura cubana ”.

Aquí la parte final del discurso del Papa Wojtyla (con subtítulos de la redacción):

Cuba es una cultura que integra múltiples diversidades


Cuba, por su historia y situación geográfica, tiene una cultura propia que, en su formación, ha tenido diversas influencias: la lengua española, que dio origen al catolicismo, la africana cuya religiosidad fue permeada por el cristianismo, la de los distintos grupos de inmigrantes y la specíficamente americana.Es justo dejar constancia de la influencia que todo el Seminario de «San Carlos y San Ambrosio» de La Habana en el desarrollo de la cultura nacional sufrió el influjo de figuras como José Agustín Caballero, llamado por Martí «padre de los pobres y de nuestra filosofía». » . , y el sacerdote Félix Varela, verdadero padre de la cultura cubana.La superficialidad o el anticlericalismo de algunos sectores de esta época no son efectivamente representativos de quien fue la verdadera característica de este pueblo, quien en su historia vio en la fe católica la fuente de los ricos valores de Cuba que, junto a expresiones el típico, al igual que los cantos populares, los pleitos campesinos y los refranes populares, tiene un profundo origen cristiano; que tengo una riqueza y una realidad constitutiva de la nación.

Padre Varela: Sacerdote ejemplo de La Habana y patriota indiscutible


Hijo ilustre de esta tierra es el Padre Félix Varela y Morales, considerado por muchos como la piedra angular de la nacionalidad cubana. Constituye tanto la mejor síntesis que podemos encontrar entre la fe cristiana y la cultura cubana.Sacerdote ejemplo de La Habana y patriota indiscutido, fue un insigne pensador que renovó los métodos pedagógicos y los contenidos de la educación filosófica, jurídica, científica y teológica en la Cuba del siglo XIX.Maestro de generaciones de cubanos, enseñó que, para asumir la responsabilidad de la existencia, el primero tiene que aprender el difícil arte de pensar correctamente y con mente propia. Fue el primero en hablar de independencia en esta tierra. También sostuvo la democracia, considerándola el proyecto político más adecuado a la naturaleza humana, al mismo tiempo que suscitó las necesidades que de ella se derivan.

La mirada sobre la persona en el horizonte irrevocable de la libertad


Entre estas necesidades se encuentran dos: las que cuenten con personas educadas en la libertad y la responsabilidad con un proyecto ético forjado internamente y que conozcan lo mejor de la herencia de la civilización y de los valores trascendentales perennes, siendo así capaces de realizar cizañas decisivas al servicio de la comunidad; y, en segundo lugar, que las relaciones humanas, así como el estilo de convivencia social, favorezcan espacios idóneos donde cada uno pueda, con el respeto y la solidaridad necesarios, examinar el papel histórico que le corresponde en la dinamización del estado de derecho, garantía esencial de toda convivencia humana que se considere democrática.

El padre Varela era consciente de que, en su tiempo, la independencia fue siempre un ideal ineludible;por eso se dedicó a formar personas, hombres de conciencia que no fueran orgullosos con los débiles, ni débiles con los poderosos. Desde su exilio en Nueva York utilizó a su alcance los medios de comunicación: la correspondencia personal, la prensa y la que podríamos considerar su principal obra, las «Cartas a Elpidio sobre la impiedad, la superstición y el fanatismo en sus relaciones con la sociedad», un auténtico monumento de educación moral que construye su preciado legado a la juventud cubana.

Varela inspiró su vida en una profunda espiritualidad cristiana


Durante los últimos tres años de su vida, despierto desde su cátedra en La Habana, continuó impartiendo clases desde fuera, creando así una escuela de pensamiento, un estilo de convivencia social y una actitud con la patria que debe iluminar, un día, una todos los cubanos. .Toda la vida del Padre Varela estuvo inspirada por una profunda espiritualidad cristiana. Esta fue su motivación más fuerte, la fuente de sus virtudes, la raíz de su compromiso con la Iglesia y con Cuba: buscar en todos la gloria de Dios. Esto lo elevó a crear en la fuerza de los humildes, en la eficacia de las semillas de la verdad, en la oportunidad de que los cambios tengan grandes y auténticas reformas se hagan con la debida gradualidad.Habiendo unido el final de su chimenea, justo antes de cerrar los ojos a la luz de este mundo y resplandecerlos en la Luz eterna, cumplió la promesa que siempre tuvo: «Guiado por la antorcha de la fe, camino hacia el sepulcro en cuyo borde espero, con la gracia divina, hacer, con mi último aliento, Este es el legado que dejó el padre Varela. El bien de su patria sigue necesitando la luz inmarcesible que es Cristo. Cristo es el camino que lleva al hombre a la plenitud de sus dimensiones, el camino que conduce a una sociedad más justa, más libre, más humana y más solidaria. El amor a Cristo ya Cuba, que iluminó la vida del padre Varela, quedó profundamente arraigado en la cultura cubana.

El legado de un hombre iluminado por valores éticos


Grabe la antorcha que aparece en el escudo de esta universidad: no es sólo memoria sino también proyecto. Los fines y orígenes de esta Universidad, su trayectoria y su legado caracterizan su vocación de ser madre de sabiduría y libertad, inspiradora de fey y justicia, crisol donde se fundan la ciencia y la conciencia, maestra de universalidad y cubanía.La antorcha que, despedida por el padre Varela, que se dispuso a iluminar la historia del pueblo cubano, fue devuelta al poco tiempo de su muerte por esa eminente personalidad de la patria que fue José Martí: escritor y maestro en el sentido más completo del término. , profundamente Democrático e independentista, patriota, amigo leal incluso de quienes no compartieron su programa político.Fue, ante todo, un hombre ilustrado, coherente con sus valores éticos y animado por una espiritualidad de carácter eminentemente cristiana. Los considera defensores del pensamiento del padre Varela a quien llamó «el santo cubano».


. Para doquier en Cuba también vemos los monumentos que la veneración de los cubanos erigió a José Martí. Estoy convencido de que este pueblo ha heredado las virtudes humanas, de origen cristiano, de estos dos hombres, dado que todos los cubanos compartimos la solidaridad en una impronta cultural.En Cuba podemos hablar de «un fructífero diálogo cultural» que garantice un crecimiento más armónico y un aumento de las iniciativas y la creatividad de la sociedad civil. En este país, la mayoría de los artistas de la cultura -católicos y no católicos, creyentes y no creyentes- son hombres de diálogo, capaces de proponer y enseñar. Los exhorto a continuar sus esfuerzos para encontrar una síntesis en la que todos los cubanos puedan identificarse, para encontrar formas de consolidar una identidad cubana armoniosa que pueda integrarse a múltiples tradiciones nacionales. La cultura cubana, si se abre a la verdad, consolidará su identidad nacional y la hará crecer en humanidad.

«Dulce Esperanza de la Patria»
La Iglesia y las instituciones culturales de la nación deben encontrarse en diálogo y contribuir así al desarrollo de la cultura cubana. Ambos tienen un fuego y un fin común: servir al hombre, cultivar todas las dimensiones de su espíritu y hacer fecundas todas sus relaciones comunitarias y sociales. Las iniciativas que existen en este sentimiento deben encontrar apoyo y continuidad en una pastoral de la cultura, en diálogo permanente con personas e instituciones del ámbito intelectual.Peregrina en una nación como ella, con el reclamo de una triste y cristiana herencia, confiada en que en el futuro los cubanos construiremos una civilización de justicia y solidaridad, de libertad y verdad, una civilización de amor y paz, como dijo el padre Varela, “ es la base del gran edificio de nuestra felicidad”. Por eso recupero la libertad de poner una vez más en manos de los jóvenes cubanos este testamento, siempre necesario y siempre oportuno, del padre de la cultura cubana, a esa misión que el padre Varela encomendó a sus discípulos: «Di que son dulces esperanza de la patria y que no hay patria sin virtud, ni virtud con impiedad».

Texto completo del discurso del Papa s. Juan Pablo II

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