La ternura “es algo más grande que la lógica del mundo”, es “una forma inesperada de hacer justicia”, es “la experiencia de sentirse amados y acogidos precisamente en nuestra pobreza y miseria, y de esa manera transformados por el amor de Dios”. La ternura también para “los que se han equivocado” fue el tema central de la reflexión del Papa en la audiencia general de hoy. Continuando con el ciclo de catequesis sobre san José, Francisco habló de “San José padre en la ternura”.
Invitó también a las cinco mil personas presentes en el aula Pablo VI a rezar por los habitantes de las islas afectadas por la erupción del volcán Tonga, y quiso hacerles saber que estaba espiritualmente cerca de ellos.
El Papa recordó en primer lugar que “si bien los Evangelios no nos dan detalles sobre cómo ejerció José su paternidad, podemos estar seguros de que su condición de hombre ‘justo’ se tradujo también en la educación que le dio a Jesús”. Un ejemplo de ternura paterna, añadió, es la parábola del Padre misericordioso. El hijo pródigo «esperaba un castigo, una justicia que a lo sumo le hubiera dado el lugar de un criado, pero se encuentra envuelto en el abrazo de su padre».
“La ternura es algo más grande que la lógica del mundo. Es una forma inesperada de hacer justicia. Por eso nunca debemos olvidar que a Dios no le asustan nuestros pecados, nuestros errores, nuestras caídas, metámonos eso en la cabeza, pero sí lo asusta la cerrazón de nuestro corazón, nuestra falta de fe en su amor. Hay una gran ternura en la experiencia del amor de Dios. Y es hermoso pensar que el primero que le transmitió esta realidad a Jesús fue precisamente José. Porque en efecto, las cosas de Dios nos llegan siempre a través de la mediación de experiencias humanas”.
“Entonces podemos preguntarnos si nosotros mismos hemos hecho experiencia de esta ternura, y si a su vez nos hemos convertido en testigos de ella. En efecto, la ternura no es ante todo una cuestión emocional o sentimental. Es la experiencia de sentirnos amados y acogidos precisamente en nuestra pobreza y en nuestra miseria, y de esa manera transformados por el amor de Dios. Dios no confía sólo en nuestros talentos, sino también en nuestra debilidad redimida».
“La experiencia de la ternura consiste en ver que el poder de Dios pasa precisamente a través de lo que nos hace más frágiles; pero a condición de convertirnos de la mirada del Maligno que «nos hace mirar nuestra fragilidad con un juicio negativo», mientras que el Espíritu Santo «la saca a la luz con ternura» (Patris corde, 2). «La ternura es la mejor manera de tocar lo que es frágil en nosotros. […]». “Por eso es importante encontrar la Misericordia de Dios, especialmente en el Sacramento de la Reconciliación, haciendo una experiencia de verdad y de ternura. Paradójicamente, el Maligno también puede decirnos la verdad, pero, si lo hace, es para condenarnos. No obstante nosotros sabemos que la Verdad que viene de Dios no nos condena sino que nos acoge, nos abraza, nos sostiene, nos perdona” (Patris corde, 2). Dios siempre perdona, hasta las peores cosas, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón”. “La misericordia de Dios -repitió- no tiene miedo de nuestro pasado, de nuestras peores cosas, solo tiene miedo de que nos cerremos. Todos tenemos cuentas que ajustar, pero ajustar cuentas con Dios es algo hermosísimo, porque nosotros nos ponemos a hablar y él nos abraza”.
“Nos hace bien, entonces, mirarnos en la paternidad de José y preguntarnos si le permitimos al Señor que nos ame con su ternura, transformándonos a cada uno de nosotros en hombres y mujeres capaces de amar de esa manera. Sin esta ‘revolución de la ternura’ corremos peligro de quedar atrapados en una justicia que no nos permite levantarnos con facilidad y que confunde la redención con el castigo. Por eso, hoy quiero recordar de manera especial a nuestros hermanos y hermanas que están en la cárcel. Es justo que los que se han equivocado paguen por su error, pero es igualmente justo que los que se ha equivocado puedan redimirse de su error. No puede haber condena sin una ventana de esperanza”. Al terminar, invitó a pedir: “San José, padre en la ternura, enséñanos a aceptar que somos amados precisamente por lo que es más débil en nosotros. Haz que no pongamos ningún obstáculo entre nuestra pobreza y la grandeza del amor de Dios. Despierta en nosotros el deseo de acercarnos al sacramento de la Reconciliación, para que seamos perdonados y seamos capaces nosotros también de amar con ternura a nuestros hermanos y hermanas en su pobreza. Hazles sentir tu cercanía a los que han cometido errores y están pagando el precio; ayúdalos a encontrar, junto con la justicia, también la ternura, para que puedan volver a empezar. Y enséñales que la primera forma de volver a empezar es pedir sinceramente perdón para sentir la caricia del Padre”.
Cuando saludó a los distintos grupos que estaban presentes, Francisco recordó que estamos en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. «Rezamos -dijo a los ingleses- para que todos los discípulos de Cristo perseveren en el camino de la unidad». «Los animo -exhortó a los portugueses- para que, desterrando toda forma de indiferencia, confusión y odiosa rivalidad, colaboren con todos los cristianos por amor a Cristo. ¡Unámonos todos en su Nombre!”. A los polacos les recordó que “es tarea de todo bautizado trabajar por lo que Jesús deseaba: que todos sean uno. Los invito a rezar para que todos los cristianos, descubriendo la ternura del amor de Dios, se amen unos a otros”. Por último, dijo a los italianos que “la Semana de oración por la unidad de los cristianos, que comenzó ayer, nos invita a pedir al Señor con insistencia el don de la plena comunión entre los creyentes”.