«Ruego al Señor que me dé la gracia de hacer de mi muerte próxima don de amor para la Iglesia. Puedo decir que siempre la he amado; fue su amor quien me sacó de mi mezquino y selvático egoísmo y me encaminó a su servicio; y para ella, no para otra cosa, me parece haber vivido». Paulo VI. «Meditación ante a muerte»
El 6 de agosto de 2023 se cumplen cuarenta y cinco años de la muerte de Paulo VI, canonizado el 14 de octubre de 2018 por Francisco.
Marcado por el peso de sus antecesores, Pío XII y Juan XXIII, el primero, aún sumido en las controversias de la historia, del silencio y quizá el último papado con donaire de monarquía e imperio; el segundo, el Papa Bueno, el del aggiornamento en la Iglesia y elevado a los altares junto con el papa Pío IX.
Montini tomó las riendas del Concilio Vaticano II y preparó a la Iglesia para enfrentarse a los tiempos modernos. En su ministerio, la condición del laico cobró un nuevo significado; el ministerio episcopal tuvo una nueva definición al ser considerado como un ministerio pastoral y de servicio en la caridad. Fueron los tiempos donde la Iglesia se convulsionó en el dilema del celibato sacerdotal y las tradiciones litúrgicas. Papa “moderno”, tendió la mano a quienes alguna vez cuestionaron la autoridad del sucesor del apóstol Pedro y todavía, después de 55 años de su publicación, el 28 de julio de 1968, alzan las voces que rechazan los postulados de la HumanœVitae.
Paulo VI se dio cuenta de la importancia de que el Santo Padre saliera de las murallas del Vaticano. Primer pontífice peregrino, quitó al pontificado los aires de monarquismo absoluto para convertirlo en el ministerio pastoral. Él fue el primero en sufrir un atentado contra su persona y vida y fue el primero en hablar ante la comunidad de las naciones para alzar la voz y gritar: “Nunca más la guerra”.
Jean Guitton escribiría de su amigo pontífice: “No se ha comprendido a Paulo VI cuando no se ha hecho más que historia de sus acciones exteriores, de sus gestos, de su diplomacia, de su enseñanza cotidiana, sin descender a su profundidad, cuando uno se limita a describir sus indecisiones…”
Su muerte también causó conmoción en la Iglesia católica mexicana. En esos tiempos, hace 45 años, eran inéditos. En la arquidiócesis de México se daba la transición del nuevo arzobispo primado, Ernesto Corripio Ahumada, designado sucesor del cardenal Miguel Darío Miranda en julio de 1977. El cardenal arzobispo emérito dijo a medios sobre la muerte del Papa: «Me causa una profunda pena saber de la muerte de su Santidad a pesar de que su enfermedad tomaba caracteres muy graves en los últimos días».
La Iglesia de México se preparaba para la reunión del CELAM en Puebla, el cardenal Miranda confiaba que, en el momento de su realización, cosa que ocurrió en enero de 1979, hubiera un nuevo pontífice. Admitió su cordial relación con el difunto Papa quien lo incorporó al colegio cardenalicio en 1969. Así dijo: «Una vez que Dios lo ha recogido, nuestros sentimientos de reconocimiento por el inmenso afecto que en muchas ocasiones le brindó al pueblo de México».
Recordamos al santo pontífice, incomprendido y amado; defensor de la tradición y visionario. Presintiendo su paso a la Casa del Padre quiso responder al amor de Cristo desde su ministerio. Y responder al mal con bondad, con amor y gratitud. En su meditación ante la muerte, sólo quiso del género humano, la comprensión: “… Comprendedme; a todos os amo en la efusión del Espíritu Santo, del que yo, ministro, debía haceros partícipes. Así os miro, así os saludo, así os bendigo. A todos. Y a vosotros, más cercanos a mí, más cordialmente. La paz sea con vosotros. Y, ¿qué diré a la Iglesia a la que debo todo y que fue mía? Las bendiciones de Dios vengan sobre ti; ten conciencia de tu naturaleza y de tu misión; ten sentido de las necesidades verdaderas y profundas de la humanidad; y camina pobre, es decir, libre, fuerte y amorosa hacia Cristo».