Fiesta de la Santísima Trinidad

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Adoración y alabanza

Después de Pentecostés celebramos la fiesta de la Santísima TRINIDAD. A Pentecostés llegamos orando y continuamos en adoración y alabanza en la contemplación del misterio de la Santísima TRINIDAD. No sólo las comunidades de personas religiosas que viven en clausura tienen una dedicación especial a la actividad netamente espiritual de la adoración y la alabanza, sino también otras muchas comunidades vienen descubriendo lo esencial que resulta en la vida cristiana la consideración del misterio amoroso de DIOS, que siendo absolutamente trascendente, sin embargo queda al alcance de nuestra mirada de Fe. La  adoración y alabanza desde la vertiente católica se convierte en adoración y alabanza eucarística en la mayoría de las ocasiones. No pierde en absoluto importancia alguna la presencia de DIOS en el conjunto de la naturaleza y la armonía del cosmos, pero la Presencia de JESUCRISTO en la Eucaristía polariza la mayor parte de la contemplación. Bien mirado es del todo coherente este modo de proceder, pues si toda la Creación es ámbito adecuado  para enmarcar la Presencia de DIOS, cuánto más si algo de la creación se vuelve el CREADOR  mismo. Esta locura la contemplamos los católicos y los ortodoxos, y cuando le demos el crédito suficiente, entonces, las cosas de alrededor se disponen de mejor forma y muchas personas experimentan cambios muy importantes. La Presencia eucarística deja de ser un objeto especulativo para convertirse en un hecho de experiencia. Pero esto lo abordaremos la próxima semana con motivo de la fiesta del Corpus Christi. Ahora nos conviene centrarnos en la importancia de la adoración y de la alabanza.

 

La adoración

La Escritura revela en sus diversos escritos las grandes cimas celestiales, de acuerdo con la luz personal de la que se disponga. Las altas cimas de las verdades reveladas están llamadas a entrar en el diminuto receptáculo del corazón humano. El asombro para el hombre griego derivó en filosofía; en cambio el asombro para el hombre bíblico lo hace postrarse en adoración a su DIOS, porque el hombre bíblico no especula sobre DIOS, sino que acepta su poderosa Presencia. La adoración bíblica es postración, sacrificio y entrega de amor a DIOS. Ante el reconocimiento del DIOS vivo palidecen los ídolos inermes, que son pura falsedad: “tienen ojos y no ven, tienen nariz y no huelen, tienen pies y no andan; no tiene voz su garganta” (Cf. Slm 115,4-7). Si algo atrae la desgracia sobre el Pueblo elegido es el culto idolátrico. En la entrega a los ídolos se cifran todos los males del Pueblo elegido. La adoración mantiene en el alma del creyente la verdadera imagen de DIOS, que no se ajusta al perfil de criatura alguna en este mundo; de ahí la expresa prohibición de hacerse imagen sobre DIOS de criatura alguna conocida. Sólo la imagen viva de JESUCRISTO salva este prohibición, pues “ÉL es la imagen visible del DIOS invisible” (Cf. Col 1,15). El culto de adoración a JESUCRISTO es absolutamante correcto, porque en “ÉL está la plenitud de la divinidad” (Cf. Col 1,19). La primera adoradora cristiana fue la santísima VIRGEN MARÍA, que  se presentó ante el Misterio revelado como la “esclava del SEÑOR” (Cf. Lc 1,38). El precedente de millones de adoradores a lo largo de los siglos, se encuentra en la adoración de los más humildes y sencillos: los pastores de Belén (Cf. Lc 2,8-17). Por si quedase alguna duda de la universalidad del VERBO hecho NIÑO, san Mateo refiere la presencia de los Magos de Oriente, pues representan a todos los hombres de buena voluntad, que desde las diversas mentalidades y culturas buscan con sinceridad de corazón al verdadero DIOS y presienten entre los velos de sus propias espiritualidades. La adoración es posible, porque algo de DIOS habita en el corazón humano, y en esa cámara secreta donde DIOS ha puesto su morada puede comenzar un camino que se prolonga en la eternidad. No es necesario negar lo que hay alrededor, sino darle la distancia e importancia adecuadas. El que adora a DIOS en JESUCRISTO lo hace en la vía de encarnación que siguió el MAESTRO. De esta adoración desde “lo secreto” (Cf. Mt 6,6) un nuevo orden comienza a generarse, y puede surgir la alabanza y la acción de gracias.

 

La alabanza

Fueron necesarios, por parte de los discípulos, cincuenta días para procesar la muerte de JESÚS, la momentánea deserción de las filas del GALILEO, la apreciación correcta de la Resurrección y la venida del ESPÍRITU SANTO. El día de Pentecostés amanece  con un nuevo soplo y fuego del ESPÍRITU SANTO, que dispone a los Apóstoles para la predicación testimonial. El texto del libro de los hechos refiere que el auditorio percibe una predicación que hace girar su contenido en “las maravillas de DIOS” (Cf. Hch 2,11). Es tan importante lo que se proclama como el modo de hacerlo. Dice el Salmo: “contaré con entusiasmo las acciones de tus manos” (Cf. Slm 145,6-7). El verdadero entusiasmo que la persona experimenta es por definición una fuerza divina. El entusiasmo es la fuerza interior que conmueve al que narra su experiencia y contagia de su misma vivencia al auditorio. Se establece una verdadera corriente empática que une al narrador y a los receptores. Las maravillas de DIOS primero tienen que conmover al testigo que las trasmite, pues de lo contrario está falseando su misma predicación. Y lo anterior, ¿qué relación tiene con la alabanza? Por definición, la alabanza es proclamar con verdadero entusiasmo las maravillas que DIOS ha hecho y realiza en medio de su Pueblo. La alabanza al SEÑOR puede realizarse en el recinto particular, pero adquiere todo su sentido cuando se expresa en una comunidad de referencia. Tanto es así, que una comunidad adquiere su mayoría de edad al transformarse en una comunidad de adoración y alabanza. Otros rasgos son necesarios añadir a la comunidad de referencia, pero el eje de su vida cristiana está girando en torno a la adoración y la alabanza. La definición de alabanza ya está expresada: proclamar como testimonio de Fe las maravillas realizadas por el SEÑOR. Con decisión y verdad, alegría y admiración, cada uno de los participantes de la comunidad deben elevar al SEÑOR una oración con toda la fuerza de su alma: “Venid aclamemos al SEÑOR; demos vítores a la ROCA que nos salva” (Cf. Slm 94,1). Para nuestras celebraciones marmóreas este nivel de expresividad es una locura, pero para el que la vive en algún momento de su vida va a resultar la experiencia de mayor cordura. Sin embargo las personas cuerdas que consideran una locura una expresividad así de viva ante el SEÑOR, ven con toda normalidad que decenas de miles de personas se desgañiten frente a veintidós individuos que le dan patadas a un balón en un estadio de fútbol. La máxima expresividad por las cosas del mundo tiene el marchamo de normalidad; pero cuando alguien decide proclamar con entusiasmo las maravillas de DIOS se le tilda de desequilibrado. Bien, esto ya consta en el mismo milagro de Pentecostés: ante aquella forma de predicar y de proclamar las maravillas de DIOS “algunos decían que los Apóstoles estaban borrachos, llenos de mosto” (Cf. Hch 2,13).

 

Ante la TRINIDAD

Hace trece mil quinientos millones de años dice la ciencia que se inició este cosmos, que  resulta inabarcable para los instrumentos de medición con los cuales cuenta el hombre de hoy. Cada día hay motivos par el asombro por la Creación material, aunque muchos ante el estupor de lo inabarcable optan por el escepticismo y la increencia. Pero nada de lo que nos rodea en lo más cercano o lo inmensamente alejado deja de tener la impronta del diseño; es decir: nada está dejado al azar, sino que todo tiene una estructura que necesariamente ha sido pensada por ALGUIEN. La Creación entera con los datos ofrecidos por la ciencia actual son suficientes para provocar la más profunda admiración y sobrecogimiento a cualquier espíritu con algo de sensibilidad. La cosa adquiere unos grados diferentes cuando lo que nos encontramos es al mismo DIOS Creador en las fibras de su misma Creación. DIOS puede entrar en su Creación de forma inaudita, sin contaminarse con su obra, porque es TRINIDAD, y la Segunda Persona, un día se encarnó, se hizo hombre, y recapituló en SÍ a toda la humanidad. De esta forma  todos los hombres de todos los tiempos tenemos la posibilidad con toda la Creación de adquirir un nivel de eternidad, que pasa por la transformación de este estado de cosas. La revelación de la TRINIDAD por medio de JESUCRISTO supera absolutamente a todas las religiones y mitologías anteriores; y se adecua esta revelación a las bases antropológicas más genuinas. Durante siglos el monoteísmo bíblico fue preparando el camino para la revelación de la TRINIDAD en JESUCRISTO, pues sólo a través de ÉL y su Mensaje hemos podido alcanzar el conocimiento de las grandes verdades religiosas, que ofrecen el contenido de la cosmovisión cristiana de la historia y destino del hombre.

 

Indagación sobre DIOS

La teoría de las fuentes sigue ofreciendo una explicación a la composición de los cinco libros de la Biblia, que componen el Pentateuco. El Deuteronomio resulta un gran compendio doctrinal y espiritual redactado en la época del destierro en Babilonia. Las tradiciones de este libro fundamental proceden de los siglos anteriores y encontrarían una primera redacción en el libro hallado en el Templo de Jerusalén, en el reinado de Josías (639-608 a.C). Los versículos de la primera lectura de hoy mantienen los ejes principales sobre los que se agrupan las verdades fundamentales de este libro revelado. En la línea de la celebración de este domingo debemos adoptar la actitud de la persona de Fe, que vive buscando a su DIOS en medio de promesas y esperanza de su cumplimiento. Una certeza confirma la Escritura: DIOS ha hablado al Pueblo por medio de Moisés, y su palabra se viene cumpliendo generación tras generación. El libro del Deuteronomio gira en sus disposiciones alrededor de la posesión de la tierra, para la que el Pueblo una vez preparado espiritualmente tras el paso por el desierto, ha de realizar el firme compromiso de permanecer fiel a la Ley dada por DIOS a Moisés. El precepto del que dependen todos los demás es el primero, que excluye cualquier culto idolátrico. El resto de los preceptos vienen a ser los grandes principios éticos o morales, que están en la base del comportamiento humano y fijados en la conciencia actúan como grandes principios de discernimiento. La fidelidad a “las Diez palabras” reportará incontables beneficios, y la prosperidad en todos los órdenes. Esta promesa acompaña a la persona religiosa y al Pueblo en general. La trasgresión de los mandatos dados a Moisés es motivo de gran desgracia. Se repite de tiempo en tiempo el modelo acuñado en los primeros capítulos del Génesis: DIOS dispone al hombre en una tierra favorable y le da unas pautas de conducta a seguir. Del cumplimiento por parte del hombre de lo preceptuado dependerá su propia permanencia en la tierra o su destierro. Las fatídicas consecuencias del incumplimiento de la Ley se estaban viviendo en el momento de la redacción final del Deuteronomio. Una singular paradoja se vive en aquellos tiempos: la gran desgracia del destierro trae luz sobre el modo de  actuar de DIOS y de la responsabilidad de cada uno de los miembros del Pueblo elegido. YAHVEH es ciertamente Misericordioso, “castiga el pecado de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación, pero muestra Misericordia por mil generaciones para los que guardan su Alianza” (Cf. Dt 5,9-10). La desproporción a favor de la Misericordia es abrumadora, pero la condición humana parece ser muy frágil y vulnerable, pues cedemos con gran facilidad ante el mal y hacemos caso omiso de la gran Misericordia de DIOS, siempre dispuesto a manifestarse como PADRE providente

“Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido desde el día en el que DIOS creo al hombre sobre la tierra, ¿hubo jamás desde un extremo al otro del cielo una palabra tan grande como ésta?”(Cf. Dt 4,32). Entre Egipto y Mesopotamia, Israel quedaba en la parte central del Creciente Fértil, y las caravanas comerciales cruzaban el territorio. Esta circunstancia es motivo suficiente de intercambio no sólo de mercancías, sino de información y conocimiento. Además los propios pueblos cananeos implantados inicialmente en aquel territorio ofrecían una buena muestra de diversidad de cultos. Las servidumbres cúlticas de los ídolos siempre traspasaron las lindes de lo racional, llegando a la práctica de los sacrificios humanos, especialmente de niños o adolescentes con el fin de tener propicios a los distintos dioses. Estas prácticas estaban taxativamente prohibidas en la Biblia y resulta el principal motivo de rechazo de estos cultos. En el libro de los Reyes se relata la escena del profeta Elías que reta a los cuatrocientos sacerdotes de Baal, para que demuestren la autenticidad de los dioses a los que prestan culto. El desafío consistió en invocar a los baales para que un fuego del cielo consumiera una víctima, un carnero, dispuesto allí, en el Monte Carmelo, a la vista de todos. Tras largas horas de invocación, y después de haberse practicado cortes en el cuerpo a modo de sangría para entrar en trance, los baales no respondieron. Cuando se cansaron y Elías lo vio conveniente dispuso de su víctima que roció con abundante agua y procedió a la invocación de YAHVEH que en un instante consumió la víctima con el fuego bajado del cielo (Cf. 1Re 18,22-38). En esta escena vemos a un Pueblo desviado de los compromisos de la Alianza y devuelto al verdadero culto gracias a la intervención del profeta. De cualquier forma, el Pueblo elegido tiene el consentimiento de DIOS para indagar y preguntar sobre la manera de comportarse los otros dioses en las religiones extranjeras. El Pueblo está advertido, pero es libre. Las consecuencias del culto idolátrico no se van a hacer esperar, como lo señala san Pablo al comienzo de la carta a los Romanos: “lo invisible de DIOS” se deja ver a la inteligencia a través de sus obras, su poder eterno y su divinidad; de forma que son inexcusables… cambiaron la gloria de DIOS incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos…Cambiaron la verdad de DIOS por la mentira” (Cf. Rm 1, 20-25). Las consecuencias de esta idolatría, según san Pablo, fue una gran desviación moral, que trajo consigo abundantes desgracias. El ser humano esta hecho para la Verdad y el ídolo forma parte del escenario de la gran mentira. De cualquier forma el camino de la búsqueda puede ocupar un periodo de la vida del creyente y DIOS no lo quiere impedir La prueba del verdadero DIOS no es un argumento más convincente y mejor diseñado, aunque esto también podría lograrse; lo que decide la cuestión es la proximidad de DIOS al devoto que se acerca a ÉL con una confianza filial. Por tanto, el verdadero DIOS quiere convencer por medio de la experiencia religiosa. El DIOS que se revela en la Biblia está cercano, y el hombre lo alcanza con una súplica confiada o una acción de gracias.

 

La experiencia comunitaria de DIOS

“¿Hay algún pueblo que haya oído como tú has oído la voz del DIOS vivo hablando en medio del fuego, y haya sobrevivido? (v.33). La Fe de Israel tiene un carácter de trasmisión generacional. Los padres tienen la sagrada misión de transmitir las acciones de DIOS que hacen del Pueblo ser quien es. La profunda identidad del Pueblo elegido está en que YAHVEH le habló, se reveló y mostró su presencia con poder. La experiencia del Sinaí vive en el recuerdo religioso como manifestación esencial en el curso de la historia. Dios se revela fundamentalmente porque habla y su palabra es escuchada por el Pueblo, pero ÉL es “un fuego devorador” (Cf. Dt 4,24). Toda impureza humana queda consumida al modo del episodio de Moisés y la zarza ardiente (Cf. Ex 3,1-5). El Pueblo oyó la voz de DIOS con la intensidad del relámpago (Cf. Ex 20,19); y pidió a Moisés que actuase él de intermediario. Desde entonces Moisés se convierte en el depositario del Yavismo como núcleo principal del Judaísmo. Otros  profetas escucharán la voz de DIOS y sobrevivirán a la revelación para transmitir al Pueblo  una voz actualizada de la voluntad de YAHVEH. Cada profeta está en línea de tradición: recogen lo dicho y vivido con anterioridad para abrirse a las nuevas disposiciones del SEÑOR, aunque se mantenga el núcleo doctrinal anteriormente mencionado. La Palabra sigue procesos que amplían el campo de visión de los planes de DIOS y de lo que corresponde al propio ser de DIOS. No ve igual a DIOS el autor del libro del Eclesiastés que el autor sagrado del libro de la Sabiduría. DIOS no varía, pero la percepción del mismo cambia con el crecimiento espiritual y el nivel de la Revelación que llega a formularse de modo nuevo en la “plenitud de los tiempos” (Cf. Mc 1,14; Gal 4,4).

 

El Amor y el poder de DIOS constituyen la razón del Pueblo elegido

¿Algún DIOS intentó jamás buscarse una nación de en medio de otra nación con todo tipo de pruebas, como todo lo que hizo el SEÑOR por vosotros en Egipto?” (Cf. Dt 4,34).La identidad del pueblo hebreo adquiere su mayoría de edad cuando el SEÑOR actúa en su favor y lo rescata de la esclavitud egipcia. Este hecho consignado como Historia de Salvación se repite en el caso concreto de cada creyente y tiene sus reediciones en el Pueblo elegido a lo largo de su azarosa historia. DIOS es reconocido por su poder liberador, pues el mal no es una ficción y llega a provocar la destrucción y la muerte. Por tanto, el Pueblo elegido no sólo recogió la Palabra del SEÑOR, sino que vivió en distintas ocasiones experiencias de poder transformador, porque DIOS es fiel a sus promesas (Cf. Dt 7,9. 32,4; Sl 91,4; Is 45,23). Israel percibió su identidad como Pueblo elegido cuando supo que YAHVEH era su DIOS, se encontró con el legado de la Ley y de la Escritura y se vio pisando una tierra, que concibió como la tierra prometida a los santos patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob. La pregunta por DIOS para el hombre de la Biblia no tiene un carácter teórico, pues parte del hecho de que DIOS existe actuando en relación con su Pueblo. La Biblia es el gran libro del diálogo de YAHVEH con el Pueblo de Israel, aunque ese diálogo se hubiese producido en condiciones dramáticas. El conocimiento de DIOS se desvela fragmentariamente a lo largo de los siglos hasta que llega su revelación en JESUCRISTO.

 

Valoración de lo acontecido

“Reconoce hoy, y medita en tu corazón que YAHVEH es el único DIOS. Allá arriba en el Cielo y aquí abajo en la tierra no hay otro” (v.39). La indicación es frecuente: medita, guarda en tu corazón, recuerda o haz memoria, llaman a la valoración de lo que es importante. La sensatez de una persona con frecuencia es el resultado de grandes pruebas, que la hicieron pasar por periodos críticos. No siempre el dolor despierta el valor de algo, pero resulta que la insensatez provoca el dolor y sufrimiento que en absoluto se deseaba. DIOS permanece fiel, porque conoce la fragilidad de la condición humana, y en medio de ella se abren caminos que conducen al conocimiento de DIOS. La esclavitud egipcia es actualizada por el autor sagrado casi mil años después al vivir el destierro a Babilonia: los acontecimientos tienen sus puntos en común. En Egipto el clamor del Pueblo se dirigió al DIOS de los padres pidiendo liberación; en Babilonia la petición es la misma con un sesgo de reproche: ¿por qué nos está ocurriendo esto a nosotros, que somos los elegidos de YAHVEH? De distintas formas algunos profetas llamaron la atención para que los israelitas de nuevo esclavizados meditaran y recordaran que  el don de la tierra estaba condicionado al cumplimiento de la Ley. La paz y seguridad que todos deseamos está en las manos de DIOS al que debemos fidelidad en el Amor. La pérdida de la identidad religiosa para los israelitas había supuesto la pérdida de la nación que habían heredado. Es probable que en la actualidad este cuadro nos aporte alguna clave para interpretar lo que está pasando: al dejar de un lado a DIOS perdemos la savia que sustentaba nuestras raíces y la descomposición es progresiva. Teníamos una civilización en Europa, ¿qué estamos haciendo con esa herencia?

 

La regla de oro de la felicidad

DIOS quiere el bien del hombre, pero no lo pone en el mundo con un libro de autoayuda bajo el brazo, sino que le ofrece principios de vida en su interior para que en el ejercicio de su libertad  busque el bien y, lo más importante, procure la amistad con el autor del bien que lo rodea. DIOS no ofrece unos principios de vida para una construcción social solamente, cosa que por sí misma sería algo valioso, sino que pretende el establecimiento de una convivencia social que permita a cada uno de sus hijos un reconocimiento de su Providencia. De nuevo vienen los ecos de las palabras de DIOS a Adán en el paraíso cuando le permite vivir y estar en un medio de vida ideal, simplemente aplicando un comportamiento dirigido por las pautas más convenientes: “no comas del árbol de la ciencia del bien y del mal, pues si lo haces morirás” (Cf. Gen 2,16-17). La ética de los principios dados por DIOS está destinada a favorecer al hombre un camino que discurra por el bien, sin torcer la dirección hacia las sendas del mal. De bien en bien, de una cosa buena a otra que esté en esa mismo campo, DIOS busca que el interés del hombre siga ese curso. Generación tras generación vería la permanencia en la tierra  transformándola en un espacio de manifestación del mismo DIOS. Este proyecto divino sigue vigente y en el Nuevo Testamento lo reconocemos como el Reino de DIOS en medio del mundo. A pesar de todas las negaciones humanas, DIOS no se rinde y encuentra maneras para hacerse encontradizo con el hombre.

 

Retorno a Galilea

Como los otros evangelios, san Mateo escribe la narración de la vida pública de JESÚS desde la perspectiva pascual. El desarrollo del evangelio relata la actuación del DIOS-con-nosotros, o EMMANUEL- que cierra su manifestación de nuevo en Galilea, en el monte en el que JESÚS los había convocado. Pocas montañas o elevaciones encontramos en la baja Galilea, por lo que los lugares de la cristofanía pueden estar entre la elevación del Monte de las Bienaventuranzas y el Monte Tabor, al norte del lago de Galilea. Estos últimos versículos del evangelio siguen al rechazo de las autoridades, que sobornan a los soldados para que cuenten una patraña mal argumentada, con tal de negar la Resurrección: “decid, que los discípulos robaron el cuerpo del NAZARENO mientras vosotros dormíais” (v.13). Es prodigioso afirmar algo que sucedió mientras se estaba dormido. El evangelista, por tanto, tiene en cuenta el rechazo y negación de la mesianidad de JESÚS, que iba a perdurar, no sólo después de los días de su muerte, sino en las fechas de la destrucción de Jerusalén y del Templo. Tengamos presente que el evangelio se redacta entre el año ochenta u ochenta y cinco. La vuelta a Galilea está en la vía abierta por JESÚS para actualizar el Reino de DIOS. Allí, en Galilea, se vivieron las grandes experiencias del poder de la predicación del Evangelio, por el que encarnaba la máxima autoridad: JESUCRISTO, el EMMANUEL. DIOS mismo se ha hecho presente en medio de su Pueblo y se han reescrito todas las pautas de la religiosidad judía. La gloria del SEÑOR deja de estar en el “Santo de los Santos” y se traslada a la persona misma de JESÚS: “destruid este TEMPLO y en tres días lo levantaré” (Cf Jn 2,19). “El Hijo del hombre es SEÑOR del sábado; y el hombre no está hecho para el sábado, sino el sábado para el hombre” (Cf. Mc 2,27-28). La impureza del hombre no se resuelve con el agua de las cisternas o los manantiales, sino que la impureza radica en el interior de cada uno (Cf. Mc 7,20-21); y sólo un corazón transformado por las bienaventuranzas (Cf. Mt 5,1-12) le devuelve la pureza original. En Galilea, los discípulos aprendieron del MAESTRO que deben dirigirse a DIOS como hijos suyos: “PADRE nuestro…” (Cf. Mt 6,9-13). Y los verdaderos adoradores, los que el PADRE quiere, “adoran al PADRE en espíritu y Verdad” (Cf. Jn 4,23). Era necesario volver a Galilea para vivir con la experiencia pentecostal de la Resurrección el proyecto de Reino de DIOS iniciado por JESÚS.

 

Los Once de nuevo con JESÚS

“Al verle algunos lo adoraron, otros sin embargo dudaron” (v.17) Si repasamos con detenimiento los testimonios del Nuevo Testamento concluiremos que los primeros tiempos no fueron perfectos ni idílicos. El proyecto de Reino de DIOS en Galilea sigue perteneciendo al campo de la conquista y es preciso esforzarse en hacerlo visible. El evangelista se encarga de mostrar las fisuras iniciales: con JESÚS están los Once, dando a entender la lectura de la traición de Judas; pero entre los Once, todavía quedaban discípulos con serias dudas sobre todo lo que había sucedido, y sólo algunos adoraron a JESÚS. De esta forma tenemos una instantánea de la matriz de la Iglesia de JESÚS que emprende un camino de Gracia en medio del mundo. Sin duda alguna, el evangelista ha comprobado las tensiones, en ocasiones intensas, que estaban viviendo las comunidades cristianas: Damasco, Antioquia, o las comunidades paulinas después del martirio del apóstol. La adoración es el reconocimiento explícito de que JESÚS es DIOS. La proximidad de la aparición representó para algunos un serio problema de identidad, pues nadie podía ver a DIOS sin morir (Cf. Ex 33,20). Los Apóstoles eran testigos excepcionales de una manifestación totalmente inédita de DIOS mismo. Ahora el campo de encuentro del hombre con DIOS se realizaba en la humanidad glorificada del RESUCITADO. Esta gran verdad revolucionaba aún más toda la religiosidad del hombre incluido el Judaísmo. La nueva realidad era del todo imprevisible, aunque constituya el fundamento más fuerte de nuestra religión cristiana. El cristiano que se siente persona religiosa de segunda o tercera fila es, sencillamente, porque no ha vislumbrado quién es JESUCRISTO.  Descubriremos la TRINIDAD en nosotros mirando a JESUCRISTO.

 

Todo el poder

Recordamos que en los prolegómenos del evangelio de san Mateo se relata de forma pormenorizada las tentaciones en el desierto, en las que JESÚS rechaza con toda decisión cualquier cuota de poder político, social y religioso (Cf. Mt 4,1-11). JESÚS de Nazaret confiando de forma radical en la Providencia del PADRE, pasó por el crisol de la Cruz y alcanzó la perfección por el sufrimiento (Cf. Hb 5,8); y el PADRE le concedió el Nombre-sobre-todo-Nombre (Cf. Flp 2,9). Y san Mateo lo expresa así: “se me ha concedido todo el poder en el Cielo y en la tierra” (v.18). Sólo DIOS tiene y ejerce todo el poder; por tanto, JESÚS es DIOS, al mismo tiempo que hombre para los hombres. En el DIOS-Hombre, JESÚS de Nazaret, está el DIOS-con-nosotros.

 

“Haced discípulos” (v.1)

Habíamos contemplado a JESÚS proceder con poder y autoridad predicando, curando enfermos, sometiendo las fuerzas naturales o dirigiéndose de forma imperativa a los espíritus inmundos para liberar a los poseídos. También presenciamos las escenas de las multiplicaciones de los panes y los peces, en las que JESÚS ordena a los discípulos que den de comer a los reunidos (Cf. Mc 6,37). Pero ahora la orden adquiere un rango superior, pues el poder total de JESÚS hace posible que el ejercicio del mismo se realice a través de otros, dándoles atributos especiales. Los Apóstoles tenían la promesa de ser un día pescadores de hombres” (Cf. Lc 5,10); y el momento ha llegado. El seguimiento de JESÚS está en la vía de la opción fundamental por parte de la persona. Sólo DIOS debe ser objeto de una entrega total y radical por parte del hombre. Pero esta entrega pertenece, al mismo tiempo, al campo del don y la Gracia; es decir: hay que ser aceptado. El poder apostólico recibido está en la misma línea de “atar y desatar” (Cf. Mt 18,18), que no se circunscribe a la esfera del pecado, sino que abarca todo el campo de la dispensación de la Gracia. Ninguno de los Apóstoles o sucesores tienen el poder por sí mismos, sino que lo reciben del que tiene todo el poder: JESUCRISTO. Una nueva creación se pone en movimiento en la tierra, a través de la iniciativa espiritual del RESUCITADO, que delega en su discípulos.

 

El proselitismo se cambia en apostolado

“Id, y haced discípulos a todas las gentes” (v.19a). La Salvación es universal y el campo de la llamada abarca la totalidad del género humano. El Evangelio es la propuesta de la “Buena Noticia”, que cada cual acepta según el ritmo personal de desenvolvimiento espiritual, las circunstancias sociales y culturales y los tiempos que, en definitiva, el SEÑOR disponga para cada uno. El diálogo ecuménico y el diálogo interreligioso son fases en el proyecto general, cuyo objetivo debe ser una disposición a la acción providencial de DIOS según la inteligencia de cada cual. Todo ello no impide la convicción que el cristiano tiene de JESUCRISTO como “alfa y omega, principio y fin” (Cf. Ap1,8) de toda forma de religiosidad existente. Los nuevos discípulos de JESÚS lo son por el bautismo y el conocimiento de la Palabra del MAESTRO.

 

En el nombre del PADRE, y del HIJO, y del ESPÍRITU SANTO

Sabemos que el sacramento del Bautismo estaba precedido de un periodo de catequesis de dos o tres años, dando a conocer al candidato la vida, palabras y obras de JESÚS. El Bautismo, junto con la Confirmación y la Eucaristía se recibían en la celebración de la Vigila Pascual, en la madrugada del Domingo de Pascua. Los tres sacramentos realizan a su manera  una inmersión del candidato en la Presencia de la Santísima TRINIDAD. Ahora el cristiano lleva el carácter o sello indeleble de la TRINIDAD y se realiza lo que san Juan recoge en su evangelio: “si alguien me ama, el PADRE lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Cf. Jn 14,23). En distintas formas y grados los cristianos vamos viviendo estas grandes verdades, que son esenciales en nuestra relación con DIOS.

 

Somos templos de DIOS

San Pablo enfatiza: “¿No sabéis que vuestros cuerpos son templos del ESPÍRITU SANTO?” (Cf. 1Cor 6,19 ). Si el ESPÍRITU SANTO mora en nosotros por los sacramentos de la Iniciación Cristiana, están presentes así mismo, el PADRE y el HIJO. El ritmo trinitario es actual como fondo en toda la predicación de JESÚS: “el que recibe a uno de estos, mis pequeños, a MÍ me recibe; y el que me recibe a MÍ, recibe al que me ha enviado” (Cf. Lc 9,47-48). De muchas formas actualizamos los cristianos la presencia de la Santísima TRINIDAD, que nos preside, sustenta y unge con su presencia; una de esas formas es la recitación del Padrenuestro, pues sólo con la unción del ESPÍRITU SANTO podemos decir con verdad, PADRE (Cf. Rm 8,15); y sólo es dado el conocimiento del PADRE al que el HIJO se lo da: “Nadie conoce al PADRE, más que el HIJO, y aquel a quien el HIJO se lo quiera revelar” (Cf. Mt 11,27). Rezamos el Padrenuestro con JESÚS en la acción del ESPÍRITU SANTO. Y todo eso sucede en el recinto secreto de nuestro corazón, cuando la oración discurre en una atención amorosa por parte del creyente. No se necesitan concentraciones especiales, ni ejercicios complicados para alcanzar la conciencia cristiana de la Presencia de DIOS que se revela como TRINIDAD. JESÚS nos pide, tan sólo, Fe que en verdad se viva en confianza y abandono en la presencia de DIOS al modo del Salmo ciento treinta y ocho.

 

Expandiendo el Reino de DIOS

Los cristianos que viven una Fe trinitaria se convierten en personas que irradian la acción trinitaria de DIOS; y, por tanto, se convierten en constructores activos del Reino de DIOS en medio del mundo. Con las secuelas propias del pecado, el cristiano consciente de su vida  trinitaria vivirá vigilante y entrará con facilidad en la corriente de adoración y alabanza a su DIOS. El cristiano vivirá con facilidad la solidaridad y la compasión por el hermano que sufre.  El cristiano tocado por la acción del ESPÍRITU SANTO tendrá una escala de valores debidamente ordenada con la prioridad de vivir como hijo de DIOS y el reconocimiento de JESÚS como único SEÑOR (Cf. 1Cor 12,3). Para seguir ahondando en la doctrina de la vida  en la TRINIDAD debemos meditar de forma asidua el Nuevo Testamento, y especialmente el evangelio de san Juan. El evangelio de hoy concluye ”enseñad a todas las gentes todo lo que YO os he mandado” (v.20a). También nos caracteriza el aprendizaje en el orden espiritual, pues los pasos dados en nuestra condición presente son cortos y limitados, pero aportan lo suficiente si en cada paso vamos avanzando. Nuestros esfuerzos serán completados por la acción de DIOS, que resulta siempre imprescindible.

 

Hasta el fin del mundo

“Y sabed, que YO estaré con vosotros hasta el fin del mundo” (v.20b). Todo el poder en el Cielo y en la tierra le permite a JESÚS estar con una proximidad total a cada uno de sus hijos, al mismo tiempo que prepara morada eterna también para cada uno de los suyos. San Marcos termina su evangelio, diciendo que JESÚS confirmaba la misión de los discípulos con los signos que los acompañaban (Cf.  Mc 16,20). La permanencia del SEÑOR es real y activa; y los signos lo acreditan. A nosotros, también, nos toca descubrir en medio del mundo y en especial de nuestras comunidades cristianas los signos del RESUCITADO.

 

San Pablo, carta a los Romanos 8,14-17

La carta a los Romanos sirve al apóstol para tratar argumentos fundamentales desligados de las circunstancias concretas por las que pudiera estar viviendo esa comunidad, como sucedía con las cartas dirigidas a los de Corinto. En la carta a los Romanos nos encontramos con la doctrina de la Justificación por la Fe, el destino del hombre ligado a la Creación y la acción del ESPÍRITU SANTO, que trae a los creyentes la presencia inconmovible del Amor de JESUCRISTO. Los bautizados en CRISTO, que fuimos sepultados en su muerte, también  estamos llamados a caminar en una vida nueva guiados por el ESPÍRITU SANTO: “todos los que son guiados por el ESPÍRITU de DIOS son hijos de DIOS (v.14). No era una forma de hablar, un formalismo hueco, sino que el apóstol vivía como testigo de primera línea la acción del ESPÍRITU SANTO en los fieles de sus comunidades, y veía cómo las conciencias de los bautizados habían sido transformadas y podían recibir las debidas locuciones que los guiaban en su docilidad por los caminos del bien y la verdad. El objetivo del ESPÍRITU SANTO es orientar en el Amor y con acierto, en medio de las estrecheces de la vida, a los que deben crecer como hijos de DIOS.

“No recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor, antes bien, recibisteis un ESPÍRITU de hijos adoptivos, que os hace exclamar, ¡ABBA! -¡PADRE!- (v.15). La opresión y el miedo pertenecen al pasado, cuando aquellos que recibieron la liberación de JESUCRISTO vivían en medio de la zozobra de las pasiones, que generaban mala conciencia y todo tipo de  desconfianzas entre los más cercanos. El mundo de los ídolos estaba lleno de traiciones por las que temer y de miserias de las que huir. JESUCRISTO les había dado una vida nueva, y la acción del ESPÍRITU SANTO los fortalecía de día en día con nuevos dones y carismas. De la esclavitud de los ídolos y supersticiones habían pasado a reconocer la existencia de un único  DIOS, el PADRE de JESUCRISTO, al que podían invocar en la acción de su ESPÍRITU SANTO. La fuerza testimonial de los conversos  tiene un carácter especial, y el Apóstol quiere  aprovechar aquel tesoro espiritual que se había cumulado entre las comunidades de Roma, que sin ser las más numerosas, sin embargo estaban en el centro neurálgico del Imperio.

“El ESPÍRITU mismo se une a nuestro espíritu para confirmar que somos hijos de DIOS” (v.16). De máxima importancia este versículo, que presenta un modo de unión espiritual consciente entre el cristiano y el ESPÍRITU SANTO. El discernimiento de espíritus es un carisma dado por el mismo ESPÍRITU SANTO (Cf. 1Cor 12,10). El ESPÍRITU SANTO no se impone, sino que  pide ser discernido pues en todo momento es dialogante, aunque la claridad de su iluminación no deje duda alguna en determinadas ocasiones. Cuando esto último sucede, el fiel hará bien en obedecer sin dilación. Una ocasión en ese sentido la ofrece el caso de la elección de Pablo y Bernabé para la misión, que el ESPÍRITU SANTO a través de la palabra profética designa para la misión (Cf. Hch 13,2).

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