Entre antropoides y bufones

Editorial ACN Nº74

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¿Tenemos los políticos que nos merecemos? Habría una respuesta fácil, pero simplista. La política se asoma al borde del abismo cuando se encumbra a incapaces que hacen del oficio prebenda y espectáculo.

Lo sucedido esta semana en el Congreso del Estado de Campeche es prueba de la patética vida pública en la que nos estamos sumiendo poco a poco. Y es que el pasado lunes 12 de junio, mientras un grupo de ciudadanos ejercía su derecho de petición al presentar una propuesta de iniciativa para reformar la Constitución estatal a fin de garantizar el derecho a la libertad religiosa de los campechanos, un diputado del infausto MORENA, José Héctor Hernán Malavé Gamboa, quiso hacerla de adalid y defensor de su movimiento con las actitudes propias de los energúmenos. El legislador acusó sin fundamentos al obispo de Campeche de estar detrás de la iniciativa, pero lo más grave fueron las actitudes de prepotencia y discriminación exhibiendo la calidad política de Malavé y el movimiento que representa.

Oportunista, taimado y envalentonado, el historial de Malavé es de los políticos cuya opacidad es la mejor defensa. Carente de iniciativas de importancia, un gris paso por el Congreso del Estado, sin aportar ni rendir cuentas claras de su encargo, Malavé es el típico zalamero de la gobernadora del Estado y del presidente de la República defendiendo sus intereses levantando el dedo, en lugar de representar a los ciudadanos y pueblo que le pusieron en el cargo, ejemplo de esta nueva generación de políticos de respuestas fúricas contra quienes dicen ser enemigos de la mal llamada transformación, pero dócil frente a sus amos que le sujetan la correa y le dan palmaditas como recompensa.

Sin embargo, no es esto lo más grave. Malavé Gamboa enseñó todo lo que es capaz un gobierno autoritario incapaz de dialogar y propenso a la cerrazón. Han dicho que no son iguales, pero sí son peores. Tachar a la Iglesia católica como “enemiga” de los supuestos derechos progresistas exhibe no sólo la supina ignorancia de esta calaña de políticos, también pone de manifiesto el gravísimo fanatismo que los pone como agentes de la intolerancia, el odio y el descrédito.

Malavé y su camarilla no saben que México ya cambió. No nos referimos aquí de la mal llamada transformación como consigna política y de propaganda. Se trata, por el contrario, del despertar ciudadano que ve cómo sus derechos están amenazados por esas pandillas que actúan como manadas irracionales sentadas en curules, escaños y puestos de gobierno.

Se concede razón en algo. “Ya sabes quién” ha dicho que el pueblo de México está politizado y es cierto, pero no a la manera a la como ellos creen y les conviene. Hay una nueva conciencia de “ciudadanía” que eleva al pueblo a ser responsable y a tomar las riendas de sus obligaciones, de actuar cuando se debe y colaborar cuando se le llama, a no ser indiferentes y a meter al poder público en una caja de cristal para escrutar su actuar y proceder, convencidos del Estado laico pluralista donde las iglesias son parte de una comunidad y sociedad, actoras y promotoras de la paz que los políticos han arrebatado paulatinamente asociándose a los hacedores del mal.

Diputados como estos son sólo títeres de un juego más perverso, producto de la mala política que se desparrama desde arriba. Mientras el presidente en funciones de la LXIV Legislatura del Congreso Campechano, Alejandro Gómez Cazarín, asume argumentos chufleteros para llenarse del oxígeno del “amor y felicidad” e incluso presumiendo que de su cuello cuelga una cruz cristiana, ha preferido los convenientes discursos chungueros tratando con desdén a quienes no piensan como él. Dice que tiene su corazoncito, y que los ciudadanos “ya saben por quién”, pero todo corazón, en el fondo, guarda secretos más oscuros que pervierten el oficio de la política.

El crítico y filósofo francés converso del ateísmo al catolicismo, Maurice Hadjadj, en su magistral obra “99 lecciones para ser un payaso” resume en un párrafo este patetismo crónico que vive Campeche y México entero. Su pluma es implacable y parece dirigida a esos políticos de la 4T sentados en las curules del Congreso de Campeche: “Una vez que seas payaso, te prestarás a reír, pero será siempre a tus expensas. Dejarás que aparezca a la vista de todos lo risible de tu sustancia: ese mestizaje entre animal racional e irreflexivo, político y patán, que se distingue por su inteligencia y por no comprender nada, que desea la rectitud y lo hace todo oblicuamente, que aspira a la alegría y está abocado a la muerte…” Palabras que dan en la diana. Contra esos como Malavé y Cazarín que atacan como feroces antropoides y aparentan ser mansos bufones.

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