En este domingo nos encontramos a Jesús a las orillas del mar de Galilea; aprovechó la mañana para ir a meditar, para reflexionar en su misión que había emprendido. Y estando allí vive una experiencia maravillosa, la gente acude a escucharlo, no buscan milagros como sus paisanos en Nazaret, vienen para oír la Palabra de Dios, Jesús les habla del Reino a aquellas personas sencillas. Tres escenas suceden, con un único tema: “La fuerza de la Palabra”.
1ª. Jesús le predica a aquella multitud sentado desde la barca de Pedro, no desde una cátedra, en un ambiente campirano y no en la sinagoga. Jesús conoce las necesidades de la multitud, tienen hambre de la Palara de Dios. Sabemos de su sensibilidad ante las necesidades de aquellas personas humildes, sencillas, pobres, que luchaban por salir adelante. Jesús no era un repetidor de doctrinas ajenas, no era un predicador de políticas sociales, no era un explotador de emociones; Jesús hablaba al corazón, hablaba de Dios. Las personas esperan predicadores que hablemos desde la experiencia de Dios; que no seamos predicadores de profecías que surgen y se escuchan en la sociedad.
2ª. Jesús invita a intentarlo una vez más, a pesar de que la pesca ha sido infructuosa y del cansancio del trabajo de la noche, dijo a Simón: “Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar”. Y aquellos pescadores, confiando en su palabra, echaron las redes. Ha estado ocupando la barca de Pedro y parece que desea pagarles el favor. Aquellos pescadores lo último que pensaban era volver mar adentro; habían trabajado toda la noche, conocían su oficio; pero Jesús realiza sus milagros a contracorriente, contra toda lógica humana. Pedro con su experiencia, sabe que nadie se pone a pescar en el lago a medio día, sobre todo, si no ha pescado nada durante la noche. Será otro día de cansancio, otro día que no producirá pesca. Después de expresar su situación, Pedro da una respuesta magnífica: “Maestro hemos trabajado toda la noche, pero porque tú lo dices echaré las redes”. Pedro hace un acto de confianza en la palabra de Jesús. Este milagro desafiaba la astucia profesional. El milagro produce miedo en Pedro que es capaz de exclamar: “Apártate de mí Señor, que soy un pecador”. Pedro se siente indigno y sobrepasado ante la majestuosidad del Señor. Jesús le quita el miedo, le dice: “No temas”; Jesús no se asusta de tener junto a él a un pecador, por el contrario, si Pedro se siente pecador, podrá comprender mejor el mensaje de perdón y la acogida de Jesús a pecadores e indeseables.
3ª. Jesús hace de Pedro un pescador de hombres. El Señor Jesús al ver el asombro y miedo de Pedro, se da cuenta que es el miedo sagrado, por eso lo invita a la confianza: “No temas”. Y le confirma su nueva misión: “Desde ahora serás pescador de hombres”. Y se confirma el cambio de rumbo: “Y dejándolo todo lo siguieron”.
Quiero centrarme en la segunda escena, ya que muchas veces nos quedamos con el milagro y la admiración; nos olvidamos de cómo tuvieron que sonar aquellas palabras de Jesús: “Lleva la barca mar adentro y echen las redes”. Habían trabajado toda la noche, no fueron a dormir, era su oficio, además, sabían que se pesca de noche y no de día. Aquella propuesta debió sonar absurda, de allí que Pedro le expresa el trabajo infructuoso que habían tenido, pero existe una chispa de esperanza: “Confiando en tu Palabra, echaré las redes”, le dijo. Jesús le pedía su último esfuerzo, pedía no dar paso al desánimo, invitaba a la confianza. El milagro no son las redes repletas de peces, el verdadero milagro es cuando Pedro dice: “Confiando en tu Palabra”.
Hermanos, en la vida tendremos éxito aún con las manos vacías, ya que hemos confiado en su Palabra. Aquellas redes repletas de peces, sólo sirven de empujón para el seguimiento. Un Jesús que invita a cambiar de pesca y un Pedro que lo deja todo por seguirlo. Aquella pesca deja de tener importancia, lo importante será el seguimiento. La persona de Jesús cautiva a Pedro y éste lo sigue.
Hermanos Agentes de Pastoral, sigamos echando las redes, creo que lo esencial es el trabajo y la confianza en la Palabra del Señor, más que la misma pesca; lo esencial es el seguimiento, más que el éxito en la pesca.
El Evangelio que hemos escuchado, nos recuerda a tantas personas que salen a trabajar y ven sus trabajos infructuosos; regresan a casa con las manos vacías o lo poco que llevan no les alcanza para los gastos diarios. Recordemos que, el milagro no se realiza sin esfuerzo y confianza. Pedro tuvo que confiar y esforzarse echando las redes, sólo así se produjo el milagro. En nuestra sociedad carente de trabajo o con trabajos mal remunerados, todos nosotros, debemos esforzarnos cada día más, confiar en la Palabra del Señor.
Hermanos, me parece oír la voz de Jesús que me dice: “No tengas miedo de descubrir en mí tu propia grandeza y dignidad, tu verdadera identidad, el sentido de tu vida, tu vocación y tu hermosa misión en el mundo”. Jesús llegó a la vida de aquellos pescadores y ya nada volvió a ser igual; en adelante ya no fue sólo pescar para vivir, sino para que otros vivan de verdad. Por eso, no tengamos miedo de echar las redes mar adentro, el miedo se resuelve en un profundo acto de confianza en Dios, Isaías 30,15 nos dice: “En la confianza estará tu fortaleza”.
Hermanos, necesitamos hoy, más que nunca, ser una Iglesia, comunidad “en salida”, para llevar el Evangelio a tantos hombres y mujeres que caminan por la vida sin esperanza. En este año jubilar estamos llamados a caminar como “peregrinos de esperanza”. Recordemos cómo los primeros cristianos no tenían medios y se encontraron con una cultura hostil y un ambiente lleno de dificultades, pero fiándose de Jesús se lanzaron por todo el mundo conocido y llevaron el Evangelio “mar adentro”. Pensemos: ¿Qué tanto confiamos en la fuerza de la Palabra del Maestro Jesús?
Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!