No fueron 10 mil ni 20 mil, AMLO asegura que 60 mil… Los miles y miles de personas que confluyeron en el monumento a la Revolución hicieron que Paseo de la Reforma y las calles aledañas se vieran pintadas de blanco y lila en defensa al INE y las instituciones democráticas en una marcha de las más importantes en la historia del México contemporáneo.
En sus entrañas, lo importante no eran los rostros de los políticos, algunos de cuestionada reputación, presionados por no pocos asistentes. Sobre ellos, pesó la gran respuesta de familias enteras, niños y sus padres, escolares con banderas de apoyo al INE y hasta las mascotas de los ciudadanos ataviadas con las pañoletas de apoyo al Instituto. Colectivos juveniles y grupos infantiles. Abuelos y nietos, hijos y padres. Los colectivos de personas desaparecidas también mostraron su apoyo e ira haciendo que la causa por el INE se convirtiera en el signo visible de que los desaparecidos son una falla del sistema que les ha negado justicia.
Todos se “apropiaron” del INE. Impecable el orden que borró cualquier temor legítimo por llevar a niños, se percibía el respeto por una causa. Un estudio del Gabinete y Comunicación Estratégica, levantada en seis puntos a lo largo del Paseo de la Reforma, señala que el 77 por ciento de los encuestados afirma que una reforma electoral impactaría de forma directa a todo el país, no sólo a los trabajadores del INE y, en el otro lado de la moneda, el 71 por ciento cree que beneficiaría al presidente y el 22 por ciento, a Morena y la cuarta transformación. En fin, la marcha no fue, como dice AMLO, una expresión clasista o fifí. No puede pasarse por alto que un 45 por ciento, según esa misma encuesta, ve que México va en camino a la dictadura.
Destacable fue el grupo de las personas de la tercera edad. Apoyaron la marcha en silla de ruedas, bastones o andaderas; de forma aislada o anónima, reclamaron al presidente el respeto al valor de la democracia y muchos de ellos; sin embargo, se les dirige una buena proporción del presupuesto, dos de cada diez pesos, en el programa insignia de esta administración, lo que también echa a tierra que esté garantizado el “voto de los viejitos” a López Obrador y su partido. Las personas de 65 y más son cerca de 12 millones en el padrón electoral, superior a cualquier otro grupo de edad.
El otro punto, quizá menos comentado, pero también visto, fue el de las manifestaciones religiosas, particularmente católicas. No eran pocos los que, a la par de las consignas, portaron visiblemente escapularios, medallas y otros signos luciendo como forma de que la fe no está peleada con el ejercicio de la ciudadanía.
Algunos discretos, otros manifiestos. En las marchas en más de 45 ciudades del país, la Guadalupana fue enarbolada por algunos los contingentes demostrando que valores religiosos y lucha por la democracia son convicciones paralelas. En el clímax del acto principal, al entonar el himno nacional, un hombre mayor alzó la imagen de la Virgen de Guadalupe. A nadie molestó y, por el contrario, fue el símbolo que complementó una identidad nacional en ese momento de particular emoción.
A muchos católicos ofendió que el presidente dijera que, bajo la polarización que él mismo insiste crear, la Iglesia esté asociada a las élites mientras el pueblo, ese que insiste le es leal, conforma la verdadera Iglesia. No obstante, AMLO denostó a los miles de participantes, “aunque vayan a misa los domingos, no te tienen amor al pueblo”, dijo en una mañanera.
Consta que después de la marcha, cientos fueron a los templos del centro para cumplir con el precepto dominical del día del Señor. Una convicción cívica que debería tener broche de oro con la celebración de los sagrados misterios. Una importante proporción que no determinó esa encuesta es que ahí había católicos con sentido de ciudadanía. ¿Qué tanto influyó el mensaje de los obispos? Nadie desconoce que AMLO ha querido que la Iglesia se meta en un terreno que no le conviene; sin embargo, este 13 de noviembre, decenas de miles tuvieron conciencia clara de que ser católico también tiene un alto sentido de responsabilidad ciudadana, no populista. Y de eso, la Iglesia de México ha sido protagonista. La marcha lo demostró.