113 Asamblea de la CEM, los frentes abiertos

Guillermo Gazanini Espinoza
Guillermo Gazanini Espinoza

A partir del 7 de noviembre, más de cien obispos que conforman la Conferencia del Episcopado Mexicano realizarán la 113 asamblea general en presencialidad,  lo que representa también el primer encuentro con el recién desempacado nuncio apostólico Joseph Spiteri quien presentó, en últimas días, las cartas credenciales que le afianzan como representante de la Santa Sede en México.

La 113 asamblea se realiza en una especial coyuntura como no se había dado en las relaciones Estado-Iglesia, en especial en este año en el que se cumplen 30 años de la reanudación de relaciones diplomáticas entre ambos estados. La insistencia de los obispos ha cobrado mayor trascendencia en últimos días ante la defensa de los institutos y tribunales autónomos electorales.

Sin embargo, hay otros temas urgentes en la agenda de los purpurados que conciernen a la vitalidad de la fe y el fortalecimiento del catolicismo. Inmersos en el llamado “proceso sinodal”, las diócesis del país emprendieron, como mejor han entendido, una serie de asambleas derivando al primer encuentro eclesial de México, adaptada a las difíciles condiciones postpandemia

Desafortunadamente, las conclusiones son poco conocidas y difundidas, se dice que este es un proceso hacia posteriores encuentros que ya se perfilan, pero los obispos deben tomar en cuenta que el impacto ha sido muy bajo quedando en los protagonistas y grupos usuales. Para nadie es desconocido que este proceso, el cual dice buscar a los alejados, está cada vez más alejado de quienes son el objetivo.

No obstante, la agenda de la 113 asamblea pretende abarcar otros temas preocupantes para millones de fieles católicos mexicanos y de la Iglesia misma:  Construcción de la paz, vocaciones sacerdotales y la atención pastoral de grupos prioritarios, familia, jóvenes, migrantes, sin dejar de lado el polémico tema de la defensa de la vida cuando, en los estados de la Federación, avanza lento, pero imparable, la despenalización del aborto, en algunos casos hasta las 13 semanas de gestación como es el caso de la legislación de Sinaloa.

Por primera vez en la historia, los obispos mexicanos sesionarán de cara a una batalla perdida: la del matrimonio igualitario reconocido por todas las legislaciones civiles del país. Bastaron 12 años, desde 2010 cuando el entonces Distrito Federal aprobó el matrimonio entre personas del mismo sexo, hasta llegar a este 2022 con las reformas a la legislación de Tamaulipas que cambiaron la noción del matrimonio civil como un contrato entre un hombre y una mujer.

Curiosamente, ese lapso es el equivalente al que los obispos de México se han planteado para llegar a la consolidación de la gran apuesta que representa el Proyecto Global de Pastoral PGP 2031-2033, la “carta magna” del Episcopado por deseos del Papa Francisco, documento más bien discreto aun, de difusión limitada, y que, en efecto, queda a la discrecionalidad de cada obispo.

En esto, el camino ha sido sinuoso. Mientras algunas diócesis llevan adelante este documento, otras iglesias locales prácticamente lo tienen empolvándose en los libreros. En las zonas urbanas, como es la arquidiócesis de México, la fe se desmonta a pasos agigantados y hacia el 2033, cuando estaremos en el año clave del acontecimiento de nuestra redención, vivimos en el 2022, el amago del Poder Judicial con la desaparición de las imágenes alusivas al misterio de la encarnación lo que sería un golpe directo al núcleo de las tradiciones y costumbres que nos remiten a estos acontecimientos de salvación.

Es claro que para los obispos y fieles católicos los nuevos paradigmas compelen a la creatividad pastoral especialmente en la postpandemia, pero no hay claridad de cómo el impacto de los medios digitales, plataforma y redes sociales ha llegado a beneficiar la Buena Nueva de manera esencial. Es lógico que el resultado es una difusión casi instantánea de las manifestaciones religiosas, pero no hay evidencia de que esté evangelizando realmente, se siguen tomado como escaparate de comunicación, pero no de la esencia de la Palabra que es buena noticia de salvación.

Así, en este proceso sinodal, el cual significa que todos debemos caminar juntos, algunos parecen tener un paso más acelerado dejando a otros a la zaga.  La Iglesia lo reconoce, en esta 113 Asamblea plenaria hay muchos frentes abiertos: políticos, de paz, económicos, pastorales, sinodales e incluso ambientales… Sin embargo, la vitalidad de la Iglesia católica se juega para el futuro. Asumir la fe con audacia o regresar a las catacumbas. Para esto no hay “tutoriales” ni mediciones por likes y retuits. Como bien afirmó el arzobispo de Morelia, previo a esta asamblea, hay que postrarnos a los pies de la Virgen “para alentar la esperanza de ser un solo pueblo”.

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