El que fue triturado, ahora está resucitado

Editorial ACN Nº112

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¡Felices pascuas de resurrección! Es el clamor de la Iglesia universal por la resurrección del maestro y Señor. Después de los días de la pasión y muerte, la esperanza cierta de que el Hijo de Dios volvió a la vida, hace que la Iglesia festeje que todo esto no quedó colgado en la cruz.

Animados por esta esperanza, México se encamina hacia la celebración, en 2033, de dos milenios de redención. En menos de una década, la celebración pascual nos prepara a vivir este acontecimiento. Nuestros problemas son grandes, la vida parece relativizarse. El recogimiento de los días santos, se vio alterado por las lamentables noticias de violencia, linchamientos y desesperanza.

Sin embargo, cada uno, al explorar en su interior, debe llegar también a las raíces. Playas y centros vacacionales se han convertido en lugares de esparcimiento, ruido y diversión, contrario a lo que pretende un tiempo de silencio y abandono interior. Vale la pena recordar lo que san Juan Pablo II decía acerca del viernes santo en la meditación del via crucis del año 2000: “Estamos aquí, conscientes de que el vía crucis del Hijo de Dios no fue simplemente el camino hacia el lugar del suplicio. Creemos que cada paso del Condenado, cada gesto o palabra suya, así como lo que han visto y hecho todos aquellos que han tomado parte este drama, nos hablan continuamente. En su pasión y en su muerte, Cristo nos revela también la verdad sobre Dios y sobre el hombre”.

Y esa verdad sobre Dios y los seres humanos también habla a nosotros, en momentos especiales de nuestra historia personal, a pesar de la dispersión exterior; también lo hace en los acontecimientos que, como país, ahora experimentamos. A partir de este día, la cincuentena pascual se convierte también en el frenesí político de las campañas para obtener el poder. Estaremos inmersos en la diatriba política que asentará la polarización o bien, el electorado elegirá un camino distinto que nos permita cambiar las cosas.

Así, la Semana Santa 2024 no concluye. Comienza ahora un tiempo de gracia traducido en la pascua que nos anuncia vida en abundancia, de conversión y agradecimiento por el sacrificio de Cristo que dio paso a la resurrección que algún día nos será compartida en el momento que Dios quiera.

Los obispos de México han dedicado un mensaje al pueblo de Dios en esta Semana Santa llamado a acentuar en nosotros el diálogo con Dios a través de la oración como aliento de la fe. Nuestro país necesita salir de esta interminable pasión donde cada día, cada semana, la sangre no deja de correr. Necesita salir de la pasión y dolor que le ha provocado la corrupción y la mentira, dejar en el sepulcro el hedor de la mentira política y de la farsa en la que nos han acostumbrado los tenedores del poder.

No dejemos de lado el profundo acontecimiento que ha marcado la historia de la humanidad. Al llenarnos de estupor por la resurrección del maestro, hemos contemplado al triturado en la cruz, pero ahí no acabó todo. Ese mismo gozo ahora nos anima a decir que ¡México también necesita resucitar de entre los muertos!

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