Durante la audiencia general de este miércoles 14 de octubre, dirigiéndose al grupo de habla italiana, el Santo Padre saludó en particular a las monjas trapenses de Vitorquiano que van a fundar un nuevo monasterio en Portugal. «Roguemos al Señor para que tengan muchas vocaciones, como ahora», dijo Francisco en su alocución.
La comunidad trapense – se puede leer en el portal del Monasterio – está formada por poco más de setenta mujeres, «de todas las edades, y provenientes de las más variadas experiencias, que entraron en el monasterio movidas por el deseo de conocer el Misterio de Dios y de experimentar su Amor». Su vida está moldeada por la fe, la liturgia y el trabajo manual, buscando juntas dejarse transformar por el Amor, por la Persona de Cristo, una vida que no se basa en una idea o decisión ética, sino que está enraizada en el encuentro con Cristo que se renueva cada día en la Iglesia. «De la certeza de sabernos amados como hijos en el Hijo nace la obediencia; de la certeza de que Él es el bien supremo nace la necesidad de vivir en la pobreza; de la experiencia de su gran amor nace el deseo de amar a cada hermano o hermana de manera intensa y total», se lee en el sitio web del Monasterio, que sintetiza así la vida comunitaria: la caridad recíproca e ininterrumpida, como dicen los fundadores. De hecho, como decía Baldwin Ford, uno de los padres cistercienses, hay caridad recíproca cuando «lo que es mío es también tuyo».
Pero la caridad, además de ser recíproca, debe ser ininterrumpida, en la vida de las monjas trapenses, es decir, debe estar fundada en la verdad y, lejos de estar viciada por rencores o sospechas, debe ser cultivada y alimentada por la aceptación y la sumisión recíprocas y, sobre todo, sin ninguna pretensión. Por lo tanto, «que nadie se engañe a sí mismo en cuanto al amor de Dios, que nadie se engañe a sí mismo pensando que ama a Dios: si no ama a su prójimo, no ama a Dios», como escribiera Baldwin Ford.
Las Trapenses de Vitorchiano son una comunidad de la Orden Cisterciense de Estricta Observancia (más conocida como la Orden Trapense) y pertenecen al movimiento monástico que desde el siglo VI, siguiendo la Regla de San Benito, evangelizó y promovió el desarrollo de Europa. La Orden del Císter nació en 1098 en Cîteaux (Cister, Francia), donde algunos monjes benedictinos quisieron construir un nuevo monasterio para comprometerse a vivir la Regla de San Benito con más autenticidad y pureza.
San Bernardo de Claraval (una de las primeras casas hijas del Císter), dio un impulso significativo a la profundización de la espiritualidad monástica y al crecimiento de la Orden que, desde el principio, tuvo una rica expansión misionera a través de los diversos monasterios construidos en todo el continente europeo.
Con información de Vatican News/Padre Bernardo Suate