El evangelio de san Marcos en el Ciclo-B

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Desde hace algunas décadas se viene prestando atención al evangelio de san Marcos por parte de los estudiosos, y la valoración del texto es creciente. Para compensar la visión de san Pablo, dice Xavier PiKaza, san Marcos escribe su evangelio, por el que se valora  especialmente la acción de CRISTO “según la carne”. Los escritos de san Pablo centran todo su discurso doctrinal en la Cruz y Resurrección de JESÚS, “pues ya no conocemos a CRISTO según la carne” (Cf. 2 Cor 5,16).El fuerte impacto de la experiencia de conversión en el “camino de Damasco”, polarizó toda la predicación del Apóstol de las gentes. De forma especial resalta la impronta marcada por la acción del ESPÍRITU SANTO en las comunidades, dando a entender que los dones y carismas ofrecían la actualidad del CRISTO glorificado, que podía manifestar su Parusía en cualquier momento. San Pablo y las comunidades fundadas por él, vivieron una tensión espiritual marcada por la provisionalidad de las cosas de este mundo unida a la inminencia de la segunda Venida del SEÑOR. Pasada la primera generación cristiana la lectura de las cosas daba un giro importante que se ha venido manteniendo durante estos dos milenios. La destrucción de Jerusalén y el Templo, en el año setenta, fue muy reveladora: un gran cataclismo sobre todo religioso, y la Parusía no se había producido. San Pablo había sufrido el martirio, el apóstol san Pedro también había dado su vida por CRISTO; y es muy probable que ya no estuviesen la mayoría de los apóstoles. Había que realizar otra lectura de la situación, y era preciso seguir profundizando en las palabras y las obras del MAESTRO, pues la lectura de su inminente venida manifestaba sus carencias. El SEÑOR había resucitado y los numerosos testigos del hecho no tenían dudas. Las manifestaciones carismáticas eran habituales y aportaban un gran dinamismo a las comunidades, que las convencían de formar parte del CUERPO glorificado del SEÑOR (Cf. 1Cor 12,12). El SEÑOR prometió estar sin interrupción con los suyos hasta el fin del mundo (Cf. Mt 28,20; Mc 16,20); y su venida sería como el relámpago que en un instante abarca todo el campo visible de oriente a occidente (Cf. Mt 24,27). El SEÑOR no se ido del todo, sigue entre nosotros, pero la forma de las apariciones posteriores a la Pascua han cesado, y estamos en otra fase de la su manifestación a la Iglesia. Como podemos observar, muchas cosas fueron cambiando en muy poco tiempo, cuando en lo religioso damos por concluido todo con mucha facilidad, y no es así.  El evangelio de san Marcos responde a las exigencias de la nueva situación creada y constituye un desarrollo del enunciado inicial, que se expresa de dos formas: “Comienzo del Evangelio de JESÚS el MESÍAS, HIJO de DIOS” (Cf. Mc 1,1). No se puede ser más breve y explícito al mismo tiempo. Las afirmaciones o verdades contenidas al comienzo de este evangelio pertenecen a la irrevocable experiencia pascual. El desarrollo de la verdad fundamental anterior encuentra una formulación de verdadera epifanía por parte de JESÚS. “Se ha cumplido el tiempo, está cerca el Reino de DIOS; convertíos y creed en el Evangelio” (Cf. Mc 1,15). A partir de este momento, el evangelio de san Marcos comienza a poner en línea de manifestación pascual todo lo que JESÚS predicó y realizó en signos, prodigios y milagros.  Se podía realizar una lectura del MESÍAS según la carne, sin perder nada de su condición manifiesta de HIJO de DIOS. Por tanto, la lectura y proclamación del evangelio de san Marcos es mucho más que la referencia de unos hechos acaecidos con carácter extraordinario. Lo que tenemos en el evangelio de Marcos es un continuo acontecimiento de Salvación que se va disponiendo en distintas secuencias, para ser vivido en el aquí y ahorade cualquier tiempo  histórico.

 

La elección de lo irrelevante

Por una parte, DIOS ofrece una Creación visible e inmensa para que el ojo más torpe se admire de su grandeza; y, por otro lado, se esconde en lo ínfimo e irrelevante para desconcierto de los  más capacitados. Lo pequeño, lo que no cuenta, lo despreciable a los ojos del mundo lo ha escogido DIOS para confundir a los grandes y poderosos (Cf. 1Cor 1,27). Desde el principio hasta el final de la Biblia permanece una constante de lo anterior. Así en el comienzo, DIOS manifiesta su preferencia por Abel frente a Caín, que era el mayor (Cf. Gen 4,1-2). Entre los hijos de Abraham, DIOS elige como hijo de la promesa a Isaac, que era el menor frente a Ismael. Esaú tenía la primogenitura y la pierde frente a Jacob, que era el menor (Cf. Gen 25,31-34).Saúl el primer rey de Israel era benjaminita, la tribu más pequeña; y el propio nombre de Saúl significa “pequeño” o “poca cosa” (Cf. 1Sm 9,21). David era el más pequeño de los hijos de Jesé y fue ungido rey en su casa de Belén por Samuel nacido de Ana, que era estéril y mujer de Elcaná (Cf. 1Sm 1,20). De Betsabé extranjera, tomada como esposa por David, nació Salomón (Cf. 2Sm 12,24). Entre los profetas, DIOS elige a Moisés, que tiene dificultades para expresarse (Cf. Ex 4,10); a Jeremías, que lo abruma la responsabilidad por su juventud (Cf. Jr 1,6); o Amós por lo inapropiado de su trayectoria profesional para  ejercer como  profeta, pues era cultivador de higos y pastor (Cf. Am 7,14).

La grandeza de las cosas por su inmensidad y complejidad debiera ser una buena vía para reconocer la autoría de DIOS en toda su obra. Al mismo tiempo, DIOS provoca admiración cuando es descubierto en las cosas pequeñas, simples; y, a caso, ínfimas. Esto último corresponde al carácter de manifestación personal en el descenso hacia la Encarnación del VERBO en el seno de la VIRGEN MARÍA. Sabemos por la ciencia que la complejidad del genoma humano cabe en unas dimensiones equivalentes a la cabeza de un alfiler, que es lo que puede medir un óvulo inmediatamente fecundado. La razón choca frontalmente frente al hecho que confesamos como biga maestra que sostiene todo el edificio cristiano: el VERBO  de DIOS asume una naturaleza humana, que antes de ser adulta fue óvulo fecundado, embrión, feto, para nacer como otro niño cualquiera de la VIRGEN MARÍA. Sólo los Cielos fueron conocedores de lo realizado por DIOS en toda su Creación, porque la Encarnación repercutió en toda la Creación: desde entonces ya nada es igual. Una cierta agitación espiritual presidía el ánimo de algunos buscadores de las huellas de DIOS, pero como en los días de Noé los gobernantes tomaban sus decisiones acertadas o equivocadas; los comerciantes compraban y vendían y las personas se casaban y formaban sus familias (Cf. Mt 24,37-39). Todo parecía moverse dentro de una gran apariencia de normalidad, y el mundo estaba siendo habitado desde dentro con una nueva presencia de DIOS. En Nazaret, una localidad irrelevante, DIOS estaba irrumpiendo de forma absolutamente extraordinaria, sin que nadie lo percibiese, salvo la propia VIRGEN MARÍA y san José, que mantenían el preceptivo silencio.

 

La acción secreta eucarística

JESÚS EUCARISTÍA mantiene la línea de la divina discreción. Parece que sólo es pan o vino; y sin embargo después de la consagración se realiza un milagro de dimensiones desconocidas para nosotros. La adoración se ofrece como la puerta para acercarnos a la orla del manto, como aquella mujer que sigue a JESÚS para ser curada (Cf. Mc 5,25-28). Más bien el adorador es tocado por JESÚS; y, entonces, se realiza el verdadero acto de adoración: “SEÑOR mío, y DIOS mío” (Cf. Jn 20,28). La divina discreción está para respetar el libre acercamiento del hombre hacia su DIOS; y este modo de actuar se da en la EUCARISTÍA. Puede suponer una gran pérdida la desacralización de iglesias, basílicas o catedrales; pero la cuestión de fondo está en que se apaga un foco de la Presencia Eucarística por falta de adoradores en ese lugar. “Desde donde sale el sol hasta el ocaso es alabado el Nombre del SEÑOR” (Cf. Slm 113,3); y se realiza la ofrenda permanente de la EUCARISTÍA en los distintos altares del planeta. No sabemos lo que un potencial espiritual de este calibre puede estar realizando dentro de nuestro mundo, que en los niveles más visibles de la actuación humana da muestras de comportamientos  muy problemáticos. Pero esa acción oculta y profunda del SEÑOR muestra que ÉL es el SEÑOR del mundo, en quien reside la última palabra.

 

DIOS tiene la iniciativa

El capítulo diecisiete del profeta Ezequiel consta de dos parábolas, que DIOS propone al profeta. El escenario queda dibujado en la primera parábola, que alude a las actuaciones que llevan a la ruina al Pueblo elegido; y la segunda expone la alegoría que señala la acción de DIOS.

Es muy probable que Ezequiel perteneciera a la clase sacerdotal, y acompañase al pueblo de Israel al destierro en la primea deportación. La misión del profeta fue la de mantener vigilantes los ánimos de los suyos, advirtiendo al mismo tiempo de los peligros espirituales. Como buen profeta sale al paso de los que pretenden echar la responsabilidad del desastre sufrido a los antepasados, pues circulaba el refrán: “los padres comieron agraces, y los hijos sufrieron dentera” (Cf. Ez 18,2). La responsabilidad tiene un carácter individual, y cada uno responderá de sus actos (Cf. Ex 18,30). La ruina del Pueblo tenía culpables que podían identificarse en la misma casa real, y los primeros versículos del capítulo diecisiete lo refiere con la parábola de las águilas.

 

La historia se hace parábola

Es el SEÑOR el que propone un enigma en forma de parábola para dar al Pueblo elegido  razón de la situación en la que se encuentran. Dos águilas disputan la suerte de Israel, cuyo rey se comprometió con juramento rendir vasallaje a Babilonia, pero este rey, Sedecías, violó el pacto y buscó el apoyo de Egipto, la otra águila de la parábola, que era potencia enemiga de Babilonia. El SEÑOR reprocha al rey de Israel el haber traicionado un juramento hecho en su nombre. La traición de Sedecías completó la ruina del Pueblo y la suya propia con toda su familia. Este relato cubre los veintiún versículos iniciales del capítulo diecisiete, y los tres últimos refieren otro enigma o parábola de carácter mesiánico, que apunta a un futuro, conocido por Israel cinco siglos después. Este último texto da contenido a la primera lectura de hoy.

 

El REY dispuesto por el SEÑOR

Poco se sabe de la Casa de David como linaje sucesorio, a partir del destierro a Babilonia. Parece que se mantuvo un resto testimonial, que llega hasta José el “esposo de MARÍA” (Cf. Mt 1,16 ). El Ángel le dice a MARÍA que el HIJO concebido será de la Casa de David, con un carácter de permanencia, que no tuvo el linaje anterior (Cf. Lc 1, 30-32). El vació de cinco siglos se acentúa en la Biblia porque la actividad profética ligada a la monarquía va despareciendo y su lugar lo ocupa la literatura sapiencial, que no aborda de forma directa la cuestión mesiánica. Todas estas consideraciones resaltan la potencia de esta parábola que encierra una predicción mesiánica con cinco siglos de antelación. La Revelación de DIOS se hace Palabra de Escritura y su contenido se cumple, porque la Revelación es de DIOS.  Cuando nos encontramos con pasajes como estos, que no van más allá de tres versículos con un contenido de Revelación semejante, damos por buenas de nuevo aquella sentencia dada por JESÚS en otra parábola de san Lucas: “tienen a Moisés y los profetas, y si no se convierten leyendo la Escritura, no se convertirán aunque resucite un muerto” (Cf. Lc 16,31). La Palabra de la Escritura sigue una línea directa entre DIOS y el creyente, que puede ser tocado por la Gracia como si de un láser se tratara, porque la potencia de DIOS está contenida en la Palabra.

 

El SEÑOR habla

“También YO tomaré de la copa del alto cedro, de la punta de sus ramas la escogeré y YO mismo la plantaré en la cima de una montaña elevada y excelsa” (v.22).El fracaso de la monarquía no va a ser obstáculo para que DIOS lleve adelante sus planes de Salvación con su  Pueblo; y, en definitiva, con toda la humanidad. El refrán popular de que “cualquier tiempo pasado fue mejor” lo desmiente la Biblia a cada paso; o mejor, en cada página de cualquier  libro sagrado. El SEÑOR se muestra como experto jardinero o cultivador, que selecciona los esquejes idóneos para injertarlos y se transformen en los mejores ejemplares de su especie. Pero habrá un nuevo árbol de características singulares que estará plantado en el monte sagrado. Los mejores árboles han dejado el jardín del Edén, y el SEÑOR piensa en un solo árbol en el Monte Santo visible y reconocido por todos. De forma inmediata nos viene a la memoria el Árbol de la Cruz donde estuvo clavada la SALVACIÓN del mundo, como dice el himno litúrgico. DIOS mismo piensa intervenir para rehacer de nuevo a una humanidad que se desnaturaliza fuera de su acción.

 

DIOS es refugio y protección

Son incontables los peligros, riesgos y enemigos, que el hombre bíblico encuentra en su camino. En toda circunstancia adversa, el hombre piadoso acude a la protección de su DIOS, pues las garantías del mundo son insuficientes. Incluso, hoy, en nuestras sociedades avanzadas el bienestar social no abarca todos los flancos por los que el hombre se siente vulnerable. Así, el profeta mantiene el puente de la palabra de vida que debe llegar al corazón del hombre devoto: “en la alta montaña de Israel lo plantaré, echará ramaje y producirá fruto, y se hará un cedro magnífico. Debajo de él habitará toda clase de pájaros, toda clase de pájaros morarán a la sombra de sus ramas” (v.23). Los nidos de las distintas aves y pajarillos necesitan nidos para hacer que sus crías se vuelvan capaces de mantenerse por su cuenta. El nido en un árbol frondoso y fuerte es garantía para que la vida prospere. Cada especie posee un instinto especial para hacer sus nidos de acuerdo con necesidades. Un árbol con sus nidos en primavera es una bella imagen de la vida que se conjuga y complementa en los distintos niveles de la naturaleza. Así opera la Providencia de DIOS con los hombres: protege lo suficiente, y se muestra maternal sacando adelante la vida incipiente, que prospera a pesar de todos los peligros de alrededor. El robusto cedro cobija a una gran variedad de pajarillos indefensos, y los ayuda a pasar inadvertidos de otras especies depredadoras. Durante días, las crías recién nacidas esperarán el alimento que las aves adultas que les puedan proporcionar, hasta el momento de emprender el vuelo por su cuenta . Estos mismos pajarillos seguirán ese mismo ciclo vital y algunos recordarán el cedro que les posibilitó las condiciones para nacer y crecer. DIOS quiere seguir manifestándose como la vida de su Pueblo y le ofrece distintas imágenes que reflejan su modo de actuar.

 

La grandeza de lo pequeño

Para descubrir la inmensidad de un átomo hay que entrar en las proporciones de lo más  pequeño. Esta gran paradoja de la ciencia nos aproxima a la mirada de DIOS sobre la realidad del mundo y de los hombres. Dicen los científicos que el sistema solar puede representar a lo grande la estructura interna de un átomo con su núcleo y las distintas capas de electrones. Todavía, dicen los científicos, que es posible reducir lo cuantificable en la materia hasta llegar al Bosón de Higgs. Los científicos saben que el dominio y control de las grandes realidades está en el dominio y control de lo más insignificante. Esto es una parábola de la realidad espiritual: DIOS puede mover montañas con un acto de Fe proveniente del humilde (Cf. Mt 17,20). Así  nos lo refleja el último versículo de la primera lectura de hoy: “todos los árboles del campo sabrán, que YO, YAHVEH, humillo al árbol alto y ensalzo el árbol humilde, que seca el árbol lozano, y hace florecer el árbol seco” (v.24). Se mantiene el profeta en una constante bíblica que encontramos en los Salmos, en el cántico de Ana la madre de Samuel (Cf. 1Sm 2,1-10); o el magnificat de la VIRGEN (Cf. Lc 1,46-55).No es que DIOS desprecie la excelencia, el esfuerzo personal o el éxito en los  fines y objetivos propuestos; la cosa está en la atribución de la gloria o los méritos en último término. La perdida de la realidad del campo de visión personal ocasiona las actitudes soberbias, que desclasifican al sujeto ante DIOS. La cuestión de fondo es: ¿qué tienes, que no hayas recibido?

 

Las parábolas del Reino de DIOS

Se puede decir que la pasión más fuerte y atrayente en el hombre es la pasión por el poder. El deseo de dominar, lo que sea, está en el fondo de la mayor parte de los problemas, en ocasiones insolubles. Llegamos a la etapa adulta, con mucha frecuencia, muy mal educados, pues hemos dejado que el egocentrismo infantil se transforme en egoísmo narcisista y adulto, que  va extendiendo su radio de acción con desorden y malevolencia. La tendencia inveterada de postularse por encima de todo y de todos entra en la disputa contra DIOS para desplazarlo, y prescindir de su Palabra, Providencia y Señorío. De esta forma el hombre organizado en Babel (Cf. Gen 11,1-8) reedita nuevas formas en cada época para hacer experimentos sociales con sus semejantes. Las parábolas sobre el Reino de DIOS nos ofrecen verdadera sabiduría e informan sobre los planes de DIOS con respecto a la humanidad. DIOS está dispuesto a poner en el mundo una fuerza transformadora capaz de elevar a la condición humana a la conciencia personal de pertenecer a la familia de DIOS mismo. “Somos hijos de DIOS, pero el mundo no nos conoce” (Cf. 1Jn 3,1). La cita puede completarse con la revelación del mismo DIOS, que debemos desear para alcanzar nosotros la clara conciencia de hijos de DIOS. Por tanto, el hombre es más hombre, en la medida que DIOS es más DIOS entre los hombres. Esto último puede resultar una manera de hablar sobre el Reino de DIOS, que es equivalente a decir: el Reinado de DIOS se manifiesta en la acogida progresiva de las personas que admiten el  señorío de CRISTO en medio del mundo. Las parábolas ofrecen un formato para la predicación del todo singular. Por una parte, la verdad encerrada en la parábola se formula de manera fácilmente memorizable; y, por otra, la parábola auténtica ofrece un fondo inagotable de conocimiento y sabiduría, que va destilando a lo largo del tiempo de forma inagotable. Por otra parte, la parábola mantendrá su hermetismo frente a la curiosidad malsana y cerrará la inspiración frente al espíritu soberbio. JESÚS mismo nos ofrece la razón de la exposición del Mensaje en parábolas: “a vosotros se os ha dado conocer el misterio del Reino de DIOS, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho miren no vean, y por mucho que escuchen no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone” (Cf. Mc 4,11-12). Es necesario leer entre líneas esta sentencia paradójica. DIOS es Misericordioso y perdona siempre que el pecador pide perdón; pero DIOS se previene frente al arrepentimiento hipócrita, que en realidad busca el conocimiento para tender controversias tramposas, como reflejan algunos pasajes del Evangelio. El conocimiento de las Escrituras de un buen número de escribas y fariseos, incluidos la casta sacerdotal de los saduceos, servía para tender contrasentidos capciosos con los que inculpar a JESÚS de cargos falsos. Las parábolas sobre el Reino de DIOS serán fuente de sabiduría para todas las generaciones, pero permanecerán selladas para los espíritus cínicos.

 

El grano de trigo (Mc 1,26-29)

 

En contraste con la parábola del SEMBRADOR                                                      

El evangelizador o misionero es un portavoz autorizado de la Palabra, que extiende su campo de siembra incluso a los terrenos menos preparados: algunos llenos de zarzas, otros parecen pedregales y algunos son utilizados como servidumbres de paso, que pisan de modo habitual los que acceden a ellos. En la presente parábola la semilla representa al mismo individuo llamado a dar frutos para el Reino de DIOS: unos treinta, sesenta o el ciento por uno. Es la Gracia de DIOS la encargada de visibilizar esos grandes resultados. La espiga de trigo con treinta granos cumple de sobra los objetivos del agricultor, y en aquellos tiempos no se conocían las alteraciones genéticas para mejorar la producción; por lo que al señalar cantidades superiores se hace para resaltar la acción misma de la Gracia.

 

Una gran esperanza

“El Reino de los Cielos es como un hombre que echa el grano en la tierra. Duerma o se levante, sea de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo” (v.16-27). Por no saber, no sabemos lo que en gran medida lo que la acción del ESPÍRITU SANTO va realizando en cada uno particularmente. Tampoco tenemos evidencia de la acción de la Gracia en los miembros de nuestra familia. Se nos escapa en gran medida lo que DIOS realiza en la sociedad y en el seno de su Iglesia, y se nos pide que aprendamos a leer los signos de los tiempos para descubrir las huellas de DIOS. Sabemos algo como el ciego que está seguro del objeto que tiene delante y al que se le escapan multitud de aspectos para tener una idea cabal del mismo. No es poca cosa tener seguridad de la realidad misma de la acción de DIOS, aunque no se pueda valorar en todos sus términos; por eso, bienvenida sea la oscuridad de la Fe que nos da la certeza de lo que no vemos (Cf. Hb 11,1).

Viene la Gracia del Bautismo y sabemos algo de nuestra filiación divina gracias a la Palabra meditada y acogida en el corazón; y notamos que de mejor manera nos dirigimos a DIOS como PADRE (Cf. Gal 4,6-7). Sabemos de la Gracia que nos llega en la EUCARISTÍA cuando notamos que disfrutamos de mayor salud espiritual, que el PAN de VIDA además de alimentarnos espiritualmente va sanando heridas del pasado. La semilla que es la Presencia de DIOS cae como lluvia del Cielo en una tierra que parece estar abonada y crece por su mismo dinamismo.  El crecimiento de la Gracia está reservado a la acción de DIOS mismo: uno es el que siembra, otro el que riega, y es DIOS quien da el crecimiento” (Cf. 1Cor 3,7). Incluso la tarea de eliminar las malas hierbas debe hacerse con ponderación, pues sólo DIOS conoce las malas hierbas auténticas (Cf. Mt 13,28-29). DIOS conoce los mejores tiempos para el crecimiento espiritual: de noche o de día; en vigilia o descansando. La alternancia se va a producir: tiempos de consolación y otros de tribulación; tiempo para la vigilancia y mantenimiento del testimonio, y otros para el descanso y el recogimiento. En cualquier fase DIOS realiza la tarea que le pertenece en el corazón del hombre: “sembramos corruptibilidad para que nazca incorruptibilidad” (Cf. 1Cor 15,42), y esto último con el objetivo de proveer un nuevo nivel de corporeidad para la eternidad. ¿Qué sabemos realmente lo que sucede cuando comulgamos? JESÚS dice: “lo mismo que el PADRE vive, y YO vivo por el PADRE, lo mismo el que me coma, vivirá por MÍ”  (Cf. Jn 6,57). ¿Somos capaces de concebir el alcance de las palabras anteriores dadas por JESÚS para nuestra vida cristiana?. Por tanto, nos debemos apuntar a la santa ignorancia que desconoce la mayor parte de la obra que DIOS realiza en la vida de un cristiano.

 

Ambiente cristiano

“La tierra da fruto por sí misma. Primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga” (v.28). DIOS ha creado al hombre en las condiciones adecuadas para acoger la acción del ESPÍRITU SANTO, por eso la tierra da fruto por sí misma. Un ambiente adecuadamente cristiano ofrecerá un resultado similar al señalado por san Lucas: “JESÚS iba creciendo en estatura, sabiduría y Gracia ante DIOS y los hombres” (Cf. Lc 2,52). Con este telón de fondo es lícito y conveniente bautizar a los niños recién nacidos. Cuando los padres comienzan a divagar y dilatar el bautizo de sus hijos están desaprovechando unos años en la vida de la persona que nunca más volverán, por el propio desarrollo de las etapas del ciclo vital. Lo que puede hacer la gracia en el corazón de un niño no lo volverá a realizar nunca más de la misma manera. Es como si a un niño se le aplazase el aprendizaje del idioma materno, este niño crecería con deficiencias para aprender cualquier idioma en el futuro. Primero la semilla va germinando como la hierba, y poco a poco adquiere la consistencia de una espiga, que se va cargando de semillas, los frutos de la misma. De forma sencilla, y perfectamente reconocible por el auditorio, JESÚS ofrece una parábola que sólo san Marcos recoge, pero de máxima importancia al describir el modo de actuar del ESPÍRITU SANTO en el corazón del cristiano.

 

Nuestra caducidad ofrece frutos de vida eterna

“Cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega” (v.29). La espiga genera el fruto de sus semillas para los otros. En su día la muerte de la semilla dio como resultado una espléndida espiga cargada de granos de trigo. Ahora la espiga rinde su vida para que el campesino transforme el trigo en pan. La siega evoca la muerte y el encuentro con el SEÑOR, que transita por un estado más o menos breve de juicio. El que ha dado fruto rinde cuentas. Va a ser la primera vez que se va a encontrar el creyente con AQUEL en quien ha depositad su confianza. El Ángel compañero de viaje durante los años de travesía por este mundo, sigue acompañando a su protegido en un proceso, que el libro del Eclesiastés se describe como sigue: “el hombre se va a su eterna morada y circulan por la calle los del duelo. Se quiebra el hilo de plata se rompe la bola de oro se hace añicos el cántaro contra la fuente y se cae la polea dentro del pozo. Vuelve el polvo a la tierra que era, y el espíritu vuelve a DIOS, que es quien lo dio” (Cf. Qh 12,6-7).

 

La mostaza

Cualquier semilla lleva dentro un potencial de vida, que manifiesta en el momento en que las circunstancias son propicias. Todavía JESÚS quiere que los discípulos de todos los tiempos comprendamos, que el milagro del Reino de DIOS entre nosotros tiene una preferencia por lo pequeño y lo discreto. Todavía una semilla más diminuta sirve al MAESTRO para ilustrar el modo preferido de DIOS para actuar. JESÚS no se fija en las utilidades de la mostaza, sino en el contraste del tamaño de la hortaliza con respecto a la semilla.

 

San Pablo, segunda carta a los Corintios 5,6-10

No es un tema menor el que aborda san Pablo en estos versículos, que en realidad continúan  el mismo tema tratado en los anteriores: la vida eterna con el SEÑOR y la transformación de  nuestro cuerpo mortal en otro adecuado a la nueva condición gloriosa. En diversos lugares de sus escritos, san Pablo señala la cuestión de la corporeidad, que representa una dimensión esencial que nos constituye. ¿Qué va a pasar con nuestro cuerpo, o mejor, con nuestra identidad corporal? Con distintos matices, san Pablo responde siempre lo mismo: este cuerpo es caduco y está siendo sustituido por otro cuerpo glorioso en CRISTO. Lo revolucionario de la doctrina de san Pablo son las aportaciones que señalan el presente, aquí y ahora, de este proceso: “nuestro hombre exterior se va desmoronando, pero nuestro hombre interior se va renovando de día en día” (Cf. 2Cor 4,16). Y de forma especial en el capítulo cinco, los diez versículos iniciales son claros y explícitos: “Sabemos que si esta tienda, que es nuestra morada terrestre, se desmorona tenemos una morada eterna que es de DIOS no hecha por manos de hombre, que está en los Cielos” (v.1). El cuerpo es una dimensión de la corporeidad, que manifiesta toda su condición real en los Cielos: la morada eterna o la tienda eterna en los Cielos preparada para cada uno  por el RESUCITADO.

 

Revestimiento

San Pablo de una forma o de otra prefiere hablar de transformación, más que de sustitución. Esta forma de presentar los hechos respeta de mejor manera la identidad personal del sujeto:  la corporeidad va sufriendo un proceso de transformación de algo provisional a una forma de identidad definitiva: “deseamos ardientemente ser revestidos de nuestra habitación celeste” (v.2). “No es que queramos ser desvestidos, sino sobrevestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida” (v.4). Nuestro cuerpo presente, que forma parte constitutiva de la propia identidad, resulta un esbozo de la identidad definitiva, que de forma misteriosa nos va sobrevistiendo, hasta que la condición presente quede transformada.

 

El ESPÍRITU SANTO

San Pablo encuentra en el ESPÍRITU SANTO el agente causal de esta transformación: “quien nos ha destinado a esto es DIOS, que nos ha dado en arras el ESPÍRITU SANTO” (v.5). La gran transformación se va cumpliendo particularmente en cada cristiano en el que DIOS ha puesto las primicias del ESPÍRITU SANTO, por el que resucitó a JESÚS de entre los muertos. “Si el mismo ESPÍRITU también nos resucitará a nosotros, que lo llevamos en primicias” (Cf Rm 8, 11).

 

Vivimos en la Fe

Todo lo que el SEÑOR vaya realizando pasa inadvertido en gran medida, porque caminamos en la Fe: “mientras vivimos en el cuerpo vivimos lejos del SEÑOR, pues caminamos en la Fe y no en la visión” (v.6-7)- La misión de san Pablo incluye en su condición de apóstol la de profeta dotado de las grandes visiones y experiencias místicas, que le permiten transmitir a los suyos, y a todas las generaciones de cristianos, vertientes ocultas de las grandes realidades que serán desveladas cuando traspasemos el umbral de la muerte y entremos en la LUIZ definitiva. Los escritos del apóstol son para nosotros verdadera revelación, porque apartan en gran medida el velo de lo que para nosotros estaría totalmente oculto.

 

El buen ánimo

El buen ánimo es para el apóstol, en este caso, el deseo de la eternidad con DIOS. El cristiano en la medida que avance por el camino del SEÑOR más necesidad tendrá de encontrarse con ÉL: “estamos llenos de buen ánimo y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el SEÑOR” (v.8). De cualquier manera, bien en nuestro cuerpo o fuera de él, nos afanamos por agradarle” (v.9).

 

El momento del Juicio

“Es necesario que todos nosotros seamos puesto al descubierto ante el tribunal de CRISTO, para que cada cual reciba lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal” (v.10). No se puede pretender la glorificación sin la justificación previa. El Juicio del SEÑOR no tiene un objetivo condenatorio, sino de establecimiento de la Verdad en la vida de la persona que se encuentra con el SEÑOR. El fallo, el error o el pecado, aparecerán de forma inexorable en la vida de la inmensa mayoría; pero todo el pecado queda subsanado con el sincero arrepentimiento ante la infinita Misericordia de DIOS. Resistir a la MISERICORDIA es tomar la senda de la condenación. Quien vive en DIOS desea ser juzgado por ÉL, pues no quiere la muerte eterna de sus hijos, sino que vivan para siempre en su comunión.

Comparte: