* «Discernimiento» es hoy la palabra clave de la «nueva teología moral». Se entiende en un sentido agnóstico y protestante: la norma moral ya no es absoluta, es siempre histórica y nunca definitiva, es siempre subjetiva y no objetiva.
* Pero, en última instancia, el discernimiento hace imposible la enseñanza moral.
Entre las palabras mágicas de la Iglesia de hoy está «discernimiento«. La Iglesia «debe educar en el discernimiento», «caminar junto a todos educándose en el discernimiento», la «sinodalidad sirve al discernimiento» y viceversa, «no debemos sustituir la conciencia sino educarla para discernir», «los divorciados vueltos a casar están comprometidos en un proceso de discernimiento», «la pastoral requiere discernimiento comunitario», «las leyes injustas deben ser evaluadas después de un discernimiento basado en el diálogo», etc.
El discernimiento es la palabra clave de la nueva teología moral y es pan de cada día para los teólogos de las facultades teológicas de Milán y Padua y, después del cambio, también para los profesores del Instituto Juan Pablo II para las ciencias del matrimonio y de la familia. Pero ahora es pan de cada día incluso en la práctica pastoral simple de la Iglesia de base. El problema es que detrás del nuevo significado de la palabra «discernimiento» hay un cambio total en la doctrina moral católica.
No hay rastro de este nuevo sentido de discernimiento en Veritatis splendor de Juan Pablo II, ni en el conjunto de la doctrina moral católica tradicional. Un nuevo significado que transmite una moral radicalmente diferente y nueva. El camino hacia el cambio ha sido largo. Para Italia, el punto de inflexión decisivo se remonta a 1971, cuando Enrico Chiavacci dijo que el hombre tiene la naturaleza de no tener naturaleza, con lo que negó la naturaleza como fuente finalista de criterios éticos, que también Maurizio Chiodi, para hacer un nombre único entre muchos, dice hoy en su «Manual de Teología Fundamental».
¿Cuál es entonces este nuevo significado de la palabra discernimiento?
Se basa en un supuesto agnóstico: nuestro conocimiento es siempre parcial e imperfecto porque es histórico y situacional. Es y siempre será interpretación. Por tanto, la moral tradicional es acusada sistemáticamente de intelectualismo, porque sostenía que el hombre, así como el hombre conoce la naturaleza de las cosas y de sí mismo, también conoce los principios de la vida moral a partir de la ley dorada: hacer el bien y evitar el mal.
Los nuevos manuales de teología moral derriban en pocas páginas partes enteras de la Summa theologica de Tomás, acusándolo precisamente de intelectualismo. Esta acusación significaría que la vieja teología moral asignaría al intelecto un papel cognoscitivo del bien en detrimento de otras potencias humanas como la voluntad o las pasiones, distinguiría extrínsecamente entre medios y fines y entre norma y situación. Así la moral tendría un fundamento abstracto, teórico, doctrinal, objetivante y no surgiría de toda la vida de la persona, sino sólo de su inteligencia.
Evidentemente, esto es una caricatura de Santo Tomás , que asignó a cada poder humano lo que se merece y el conocimiento pertenece ciertamente al intelecto que, sin separarse de los demás poderes humanos, es capaz de desempeñar su papel. Así se hizo posible conocer la ley moral y los preceptos morales sin excluir el entrecruzamiento concreto en la persona de todas sus facultades. El discernimiento era entonces el encuentro entre la norma tan objetivamente conocida y las situaciones concretas y particulares en las que debe moverse la conciencia. No se trata de oposición entre lo abstracto y lo concreto porque aquí vive la norma, iluminando la situación de vida y dirigiendo -no moviendo- la voluntad.
La «nueva teología moral» acoge el principio agnóstico y protestante del pensamiento moderno y piensa que el hombre «conoce» no sólo con el intelecto sino también con la voluntad, los deseos, las pasiones, la cultura, las intenciones, la emoción, la experiencia, de modo que la norma moral se produce y no simplemente se cumple o incumple, que es siempre subjetiva y no objetivo, tiene un sentido hermenéutico relevante, es siempre histórica y nunca definitiva porque su formulación tiene su propio principio en la complejidad del aquí y ahora. Por eso, el juicio moral entendido en el sentido tradicional hoy es reemplazado por «el discernimiento«.
La nueva teología moral quiere superar la distinción entre subjetivo y objetivo y entre intención y acción. Ya no se aplica la regla según la cual se actúa en base a lo que se piensa, porque incluso la acción sería fuente de conocimiento ético y no sólo la intención. La situación con sus diversas circunstancias ya no sería sólo el campo de aplicación del juicio moral sino que contribuiría al conocimiento mismo de la norma. Por ello, para quiens así piensa, debe superarse la noción de «acciones intrínsecamente malas», considerada válida -según los nuevos teólogos- cuando se pensaba que el objeto material de la acción (lo que se hace) sacado a la luz por el intelecto, es el criterio fundamental del juicio moral.
Como se sabe, las dubia (todas de carácter moral) que los cuatro cardenales presentaron al Papa Francisco no han sido contestadas.
La teología moral contemporánea explica así esta falta de respuesta del Pontífice: ¿cómo se podría responder a dubia así formulada? Es decir, de manera intelectualista, objetivista, abstracta. Francisco, por lo tanto, no habría respondido porque esos dubia carecían de discernimiento e impedían el discernimiento. De lo que se sigue que el nuevo discernimiento agnóstico imposibilita la enseñanza moral.
Por stefano fontana.
Ciudad del Vaticano.
Miércoles 10 de mayo de 2023.
lanuovabq.