El desierto

Isaías 40,1-5.9-11 | Salmo 84 | 2Pedro 3,8-14 | Marcos 1,1-8

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

En un primer momento, la geografía del Adviento es el desierto: “en el desierto preparad un camino al SEÑOR” (Cf. Is 40,3) Juan Bautista como Precursor del MESÍAS vive retirado en el desierto, pues él reconoce la misión a la que DIOS lo llama, y entiende que su voz tiene que salir del sitio que ahora es el lugar de la revelación y el encuentro con DIOS. El primer acto de la Creación para el hombre estuvo en el Paraíso de donde brotaba un manantial. “Del jardín del Edén salía un río que se repartía en cuatro brazos, el Pisón, el segundo río se llama Guijón el tercer río se llama Tigris, y el cuarto río se llama Éufrates. Dejó DIOS al hombre en el jardín de Edén para que lo labrase y cuidase, DIOS había hecho brotar del suelo del jardín toda clase de árboles beneficiosos para el hombre, y entre ellos, en el centro del jardín, el árbol de la de la Vida y el árbol de la Ciencia del Bien y del Mal” (Cf. Gen 2, Gen 2,9-10). En el primer acto de la creación del hombre, todo está bien dispuesto, el trabajo y las relaciones humanas no padecen perturbación alguna. El hombre se entiende bien con los semejantes, la naturaleza, consigo mismo y principalmente con DIOS. El trabajo en el jardín del Edén es gratificante, pues brotan árboles con características muy diferentes: árboles que ofrecen conocimiento, vida moral y espiritual; árboles apropiados para una vida física adecuada. El trabajo es creativo y gratificante. En el centro del jardín existe un árbol del que el hombre no debe comer, más aún DIOS se lo prohíbe, pues la consecuencia inmediata será la muerte. El árbol en cuestión es el de la Ciencia del Bien y del mal. Ese árbol fue el árbol de la prueba, de la tentación y de la caída en el pecado, pues el Mal se hizo con el hombre, que ya no pudo continuar en el jardín del Edén. Desde entonces todo cambió: a DIOS se le busca en el desierto, la tierra se muestra hostil y ganarnos el pan de cada día es una cosa incierta y en ocasiones dolorosa; las relaciones con los semejantes perdieron la confianza original, y los malentendidos afloran con mucha frecuencia, cuando no lo hacen también las malas intenciones. La lucha por la vida, la supervivencia o la existencia es permanente. Incluso la experiencia de DIOS o el encuentro con DIOS es una Gracia que presenta formas de lucha y conquista. Dice JESÚS: “el Reino de los Cielos sufre violencia, y sólo los violentos lo arrebatan” (Cf. Mt  11,12). No se pone en duda ni por un momento que todo el camino de crecimiento moral y espiritual es don y Gracia, pero sabemos que la colaboración personal, necesaria por nuestra condición de hijos de DIOS en libertad, exige un esfuerzo notable en determinados momentos. No sabemos, por otro lado, los esfuerzos personales que el SEÑOR nos va ahorrando a lo largo del camino, pero si no queremos engañarnos, debemos reconocer que el camino está en el desierto y es largo, como le dice el Ángel a Elías: “come Elías porque el camino es largo” (Cf. 1Re 19,7). Juan Bautista se convierte para los judíos de su tiempo en una señal a cerca de los tiempos que se estaban viviendo. La voz de Juan Bautista ofrece una renovación y cambio para encontrar al MESÍAS, del que no se siente digno de desatar las sandalias (Cf. Mc 1,7).

La gran promesa

A pesar del gran obstáculo que representa el pecado del hombre, DIOS continúa el Plan diseñado desde el principio en su Divina Sabiduría. La historia sigue adelante como Historia de Salvación, a partir de la promesa redentora dada por DIOS: “pongo enemistad entre ti y la mujer; y su DESCENCENDIA te pisará la cabeza cuando le intentes morder el talón” (Cf. Gen 3,15). La Revelación dada en la Historia de la Salvación esclarece sin sombra alguna, lo que está encerrado en “la DESCENDENCIA de la mujer”. La DESCENDENCIA es JESÚS que nace de la MUJER, que está elegida por DIOS desde siempre: “alégrate, LLENA de GRACIA, el SEÑOR está contigo” (Cf. Lc 1,28). La DESCENDENCIA es el REDENTOR, que nace de la VIRGEN MARÍA, de la cual afirmamos con la Iglesia, que es la INMACULADA desde su misma concepción. En ELLA el HIJO de DIOS se hace hombre, sin dejar de ser DIOS. En ELLA encuentra el SEÑOR un perfecto jardín sin sobra de pecado alguno. En un hogar de Nazaret, sin notoriedad alguna, se encontró el Edén perfecto donde el NUEVO ADÁN pudo tomar la naturaleza humana. El evangelio de san Marcos hoy ofrece magistralmente el nacimiento o comienzo del Evangelio como la fuerza transformadora de DIOS para hacer presente el Reino; pero antes tuvo que nacer de un seno maternal perfecto, el que es por sí mismo el EVANGELIO, JESÚS. Hacía unos treinta años que MARÍA, una madre muy joven, había llevado la bendición al hogar de Isabel y Zacarías para santificar a Juan Bautista, que de seis meses estaba en el seno de su madre Isabel. El Ángel Gabriel había anunciado que aquel niño sería santificado en el vientre de su madre (Cf. Lc 1,15); y el hecho se verificó cuando MARÍA saludó a Isabel: “en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre”  (Cf. Lc 1,41). La INMACULADA es el Nuevo Arca de la Alianza que lleva al CRISTO santificador a Juan el Bautista. La voz de Juan el Bautista puede predicar con una unción singular, porque fue santificado en el vientre de su madre por el mismo que está a punto de aparecer públicamente en medio de Israel. Ningún profeta anterior fue santificado en el seno de su madre como le sucedió a Juan Bautista, por eso JESÚS afirma que “no ha nacido de mujer una más grande que Juan Bautista” (Cf. Lc 7,28). Ni los profetas anteriores ni los Apóstoles de JESÚS recibieron una Gracia tan extraordinaria como la de Juan el Bautista, el Precursor. Para recibir adecuadamente al CRISTO en su seno la VIRGEN fue preparada en su concepción, preservándola del pecado original, con el que todos nacemos excepto ELLA. MARÍA a lo largo de su vida vivió otras manifestaciones extraordinarias del ESPÍRITU SANTO como nos relata la Escritura, pero al mismo tiempo la VIRGEN tiene su particular y doloroso camino de Fe.

Vocación de Israel

YAHVEH elige un pueblo, Israel, para mostrar el monoteísmo a las naciones. Al mismo tiempo la revelación del único DIOS progresa hasta la aparición del MESÍAS, que es el mismo HIJO de DIOS, con lo que DIOS muestra su condición de TRINIDAD, que no son tres dioses, como pueden aparecer en otras religiones, sino que la singularidad de esta revelación dispone la existencia de un único DIOS, que mantiene internamente la condición tripersonal sin romper la unidad. Nos disponemos a contemplar el misterio de la Santísima TRINIDAD, que se revela esencial y garantía de una insondable fuente de Vida y Amor para todos sus hijos por la eternidad. DIOS se revela COMUNIÓN personal y nos hace partícipes para siempre de esta misma interrelación, fuente de Vida y Amor. Era una cima esencial el monoteísmo revelado a Israel, pues los ídolos en sí no son nada, pero lo que existe detrás del ídolo sataniza al hombre, porque está el mismo Satanás, adversario de DIOS después de la prueba a la que fue sometido junto con todos los Ángeles, que al mandato de DIOS se negaron. Este mandato aparece al comienzo de la carta a los Hebreos: “adórenle todos los Ángeles de DIOS” (Cf. Hb 1,6). DIOS quiere que todos sus Ángeles adoren a su HIJO hecho hombre. Un número importante de Ángeles no estuvieron dispuestos a realizar el servicio por excelencia para el que fueron creados: la adoración. El servicio angélico pertenece al círculo de la adoración en primer lugar. No se puede estar ante DIOS, si no es en actitud de adoración. Otras actividades encarga el SEÑOR a sus Ángeles, pero en nada valen, si no están realizadas en la visión del Rostro de DIOS: “nadie puede ver el Rostro de DIOS sin morir” (Cf. Ex 33,20). El acto de adoración es humillación o muerte al propio ego, y lo es también para el Ángel. Esto es aplicable a todos los bienaventurados, que resucitados con CRISTO participan de la bienaventuranza eterna en la contemplación para siempre del Rostro de DIOS. Los ángeles caídos renunciaron a la adoración de DIOS, porque se negaron a la vía de humildad que disponía la Encarnación. El hombre es envidiado por Satanás por razón del Hijo del hombre, es decir, de la Encarnación del HIJO de DIOS en el seno de la VIRGEN MARÍA, que lo dará a luz para iniciar entre los hombres un camino de Redención. Israel recibe la Revelación de DIOS y el MESÍAS esperado nace del linaje de David perteneciente a la tribu de Benjamín, el último patriarca, hijo de Jacob en su ancianidad.

El profeta habla de DIOS

“Súbete a un alto monte alegre mensajero. Para Síon clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén clama sin miedo, di a las ciudades de Judá: ahí está vuestro DIOS” (Cf. Is 40,9). Esta es la misión fundamental del profeta: señalar la presencia de DIOS en medio de los acontecimientos. Profeta no es sólo el que tiene una Palabra dada en oráculo para ser comunicada, sino que tiene claridad para determinar el espacio o el momento en el que DIOS está y se revela de forma especial. El profeta conoce a DIOS y pertenece también al mundo de los destinados a recibir el Mensaje. El momento histórico de esta profecía encargada a Isaías representa un nuevo comienzo: el Pueblo vuelve del exilio después de una larga prueba, y el profeta tiene la misión de infundir ánimo en el corazón de sus hermanos por mandato del SEÑOR: “consolad, consolad a mi Pueblo, le dice el SEÑOR” (Cf. Is 40,1). El profeta es un vigilante porque ve, en el sentido bíblico de este monosílabo. El profeta conoce a DIOS; sabe de DIOS; tiene certeza y seguridad sobre ÉL y sus designios; y el profeta ama a su DIOS con el que se siente profundamente unido. Cumple, pues, el profeta Isaías -el segundo Isaías- las condiciones de aquel que puede transmitir con autoridad una palabra en el nombre del SEÑOR.

El Poder del SEÑOR

“Mirad como viene el SEÑOR YAHVEH con Poder y su brazo lo sojuzga todo. Ved que su salario lo acompaña y su paga le precede” (v.11). El Pueblo en el exilio va a vivir una experiencia de liberación, que sólo es posible gracias al Poder de DIOS que modifica los corazones. Los hombres disponemos en ocasiones del poder coactivo y violento; pero DIOS puede lo imposible modificando internamente las actitudes. Llegó el momento, pues el Pueblo había pagado su culpa y DIOS cambió el corazón del rey Ciro de Persia, que deja volver a los israelitas a la tierra de Israel. El Faraón en su día cedió a la salida del Pueblo elegido de Egipto, después de diez plagas; y así todo el corazón se le endureció de nuevo queriendo apresar al Pueblo en el desierto para traerlo de nuevo al régimen de esclavitud. Ciro, sin embargo, cedió a la primera moción surgida en su corazón y entendió que el Pueblo judío debía volver a su patria. El profeta en este versículo da a conocer algo del Amor gratuito de DIOS, que como Gracia Divina actúa en muchos casos sin merecimiento alguno, esperando el cambio personal o la vuelta al camino que señala la Sabiduría. Pocas veces se paga por adelantado una tarea que se vaya a realizar, salvo que se establezcan muchas garantías. DIOS es inagotable en generosidad y puede recompensar antes que el designado lleve a término su  misión. Esta Palabra se cumple con JESÚS en toda su extensión, pues poseemos ya el ESPÍRITU SANTO como prenda de la Vida Eterna (Cf. Rm 8,23); y durante el paso por este mundo nuestras obras están muy lejos de tener por sí mismas un valor de eternidad; y si lo tienen viene dado por la gracia de nuestro SEÑOR JESUCRISTO.

El SEÑOR es el Pastor de Israel

“El SEÑOR como Pastor pastorea su rebaño, recoge y abraza los corderitos y trata con cuidado a las paridas” (v.11). La imagen del Pastor de Israel es la adecuada para hablar de la cercanía amorosa de DIOS a todos y cada uno de sus hijos. El corazón del hombre ve curadas sus heridas con el ungüento del Amor, y el profeta lo sabe. Pero no basta reconocer a DIOS como el restaurador del alma del hombre, sino que la inteligencia o la razón también tiene que concebir una idea clara de quién es YAHVEH. Los versículos siguientes de este capítulo se encargan de abrir el horizonte de la inteligencia a la obra creadora de DIOS donde aparece desplegado su Poder. La Creación es un libro en el que el hombre de cualquier época tiene que leer algunas de las páginas escritas por el CREADOR. Dice el profeta: “¿Quién midió los mares con el cuenco de la mano, y abarcó con su palma la dimensión de los cielos, y metió en un tercio de medida el polvo de la tierra?” (v.12). Con este versículo y los siguientes, el profeta Isaías plantea con su lenguaje y categorías, lo que en nuestros días se denomina el “Diseño Inteligente” de la Creación visible. Todo lo visible aparece dentro de un plan o diseño, con una proporcionalidad y medida. Lo que en algún momento aparenta estar sometido al azar es en realidad algo regido por leyes aún desconocidas. Incluso la incertidumbre en la Creación tiene su lugar y sentido.

El pecado ha sido expiado

DIOS concede segundas oportunidades al Pueblo elegido y a cada uno en particular. La Justicia deja paso a la Misericordia, y el Pueblo retorna a la Tierra Prometida a sus padres. ”Consolad, consolad a mi Pueblo, dice vuestro DIOS. Hablad al corazón de Jerusalén bien alto y decidle, que ya ha cumplido su milicia, ya ha satisfecho por su culpa; ya ha recibido por mano de YAHVEH castigo doble por todos sus pecados” (v.1-2). Abundan los testimonios en la Biblia que hablan de la corrección que DIOS dispone para encauzar una conducta desviada. Mucho peor para aquel que parece salirle todo bien cuando vive al margen de la Divina Voluntad. De forma misteriosa DIOS interviene en la modificación de conducta del hombre libre, que no se considera desgajado de la filiación divina. DIOS no suplanta nuestras decisiones, y nos aportará siempre la luz suficiente para que veamos las consecuencias de las mismas. El papel paternal de DIOS aparece en este texto, que declara la corrección aplicada, sin dar lugar alguno al privilegio de ser el Pueblo elegido. Por eso mismo la carga de la corrección ha sido doble, para que se aprendiese la lección de lo anteriormente vivido. En esta etapa del camino, el SEÑOR dispone el tiempo de la consolación, que supone la recuperación de la Tierra y la protección de DIOS para hacerla fecunda. La bendición de DIOS se manifestará de distintas maneras. DIOS es el Compasivo y Misericordioso, y quiere ser reconocido también por estos atributos. El profeta tiene el encargo de ser fiel a la Palabra recibida y debe hablar al corazón del Pueblo y de cada creyente.

La metáfora del desierto

“Una voz clama: en el desierto preparad un camino a YAHVEH. Trazad en la estepa una calzada recta a nuestro DIOS, que todo monte sea elevado…” (v.3-4). Una construcción diferente de la frase nos da un sentido distinto: “una voz clama en el desierto: preparad un camino al SEÑOR”. Esta disposición de los términos puede conducirnos al vacío, a ninguna parte. Coloquialmente lo decimos: “nadie me ha escuchado, he predicado en el desierto”. El sentido de estos versículos de Isaías es muy distinto. El profeta sabe por experiencia e inspiración que el fracaso del orden religioso y social, sólo se recupera en el desierto. De nuevo en medio de la soledad y el silencio hay que encontrarse con DIOS para orientar de nuevo el rumbo de las cosas. Se verá con el ministerio de Juan Bautista el establecimiento de dos líneas distintas por donde va la religiosidad en aquellos momentos. El Pueblo, ahora, vuelve a su Tierra Prometida a los padres y la encuentra desolada y desértica, derruida y donde sólo viven las alimañas. La reconstrucción de Jerusalén y el Templo requiere un gran esfuerzo, para el que la voz del profeta es necesaria. Se revivirán las palabras del profeta Oseas: “la llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Cf. Os 2,14). El Pueblo se rehabilita interiormente al tiempo que se reconstruye externamente la ciudad y el Templo.

La Gloria de DIOS

“Se revelará la Gloria de YAHVEH y toda criatura a una la verá, pues la boca de YAHVEH ha hablado” (v.5) Para que se produzca un nuevo comienzo hay que volver a escuchar la “voz de DIOS que habla”. El verdadero profeta no predica sus ocurrencias, sino que tiene clara conciencia del mensaje y la fuente misma que le da origen. El desierto es un lugar de lucha espiritual, en el que los apoyos externos son inexistentes. Los grados o niveles de perfección espiritual se miden mejor por los grados de desierto vividos o soportados, que por los dones, carismas o gracias místicas. Este versículo se cumplirá en toda su extensión cuando JESÚS llegue al Jordán para ser bautizado por Juan y se revele la voz del PADRE que declara a JESÚS como “su HIJO amado, al que hemos de escuchar” (Cf. Mc 1,11). Plenamente, JESÚS es la Gloria de DIOS manifestada a los hombres y todo el mundo verá, a través de los signos y palabras, que JESÚS es el MESÍAS de DIOS.

El Evangelio de DIOS

Desde siempre DIOS tiene una PALABRA que revelar (Cf. Jn 1,1). El evangelio de san Marcos, como el de Mateo y Lucas, cuentan el bautismo de JESÚS en el Jordán por medio de Juan el Bautista, y la revelación cumbre que DIOS realiza: “este es mi HIJO amado, en quien me complazco. Escuchadlo” (Cf. Mc 1,11). La Gloria de DIOS desbordó los Cielos y se manifestó en JESÚS, en el río Jordán camino del desierto de Judea. DIOS tiene un Evangelio o Buena Noticia que comunicarnos o revelarnos: JESUCRISTO. La Ley como pedagoga no puede salvar. No estamos salvados por la Ley ni las obras que en ella se establecen (Cf. Rm 3,20; Ef 2,9). Tampoco se nos ha dado otro Nombre, que pueda ser invocado, para salvarnos (Cf. Hch 4,12; Rm 10,13; Flp 2,9; Ef 1,21). DIOS tiene en su HIJO el único Nombre que los hombres podemos invocar para acceder a la Vida Eterna. Cualquier otro nombre de los fundadores de las distintas religiones no obtiene ante DIOS la audiencia del único Nombre de JESÚS. Quien en esta vida o en la otra invoque el Nombre de JESÚS se salvará (Cf. Rm 10,13). En el infierno nadie puede pronunciar el Nombre de JESÚS, la alabanza se ha extinguido, y sólo se oye la blasfemia. Las almas en el Purgatorio saben del efecto transformador de invocar el Nombre de JESÚS para acelerar su elevación al Cielo; y los contemplativos de todas las épocas reconocen el poder salvador de la jaculatoria del ciego Bartimeo repetida de manera continua por ellos mismos y todos los hombres en general. Siglos de revelación en medio de acontecimientos, declaraciones de los profetas, oraciones de los salmistas o máximas de los sabios, se condensan en un solo Nombre, JESUCRISTO, que es el vértice de toda la Revelación. Es como si DIOS nos dijera: “todo lo que os he enseñado es necesario conocerlo y tenerlo en cuenta, pero no vale de nada, si no invocáis el Nombre de mi HIJO por el que os lo he dado todo”.

El Mensaje de JESUCRISTO

“Comienzo del Evangelio de JESUCRISTO, HIJO de DIOS” (v.1) JESUCRISTO desarrolla su Evangelio, en san Marcos, tratando del Reino de DIOS, que se hace presente por medio de las señales propias del mismo, y de la predicación. De manera especial, en el evangelio de san Marcos, el Reino de DIOS se va haciendo presente a medida que JESÚS predica y recorre los lugares con las señales propias de la predicación: curaciones y exorcismos. JESÚS entra en las casas y las sinagogas, que reciben también la Buena Noticia del Reino de DIOS. Los más necesitados, enfermos y marginados son tocados por la Gracia de DIOS, que JESÚS les transmite. El Evangelio se cumple en la versión de san Marcos de forma totalmente activa, y la presentación inicial anuncia de forma sintética todo el contenido posterior. Lo que importa es el Evangelio en acción, que implanta el Reino de DIOS en medio del mundo.

Preámbulo

Marcos también da su lugar a Juan Bautista, el Precursor; porque también en el desarrollo del Evangelio se da una gradualidad. JESÚS será confirmado como HIJO de DIOS con la Resurrección, pero antes también es identificado como tal HIJO de DIOS, en el momento de ser bautizado por Juan, al salir del agua (Cf. Mc 1,11). Juan Bautista ejerce de notario del hecho trascendental: “el que me envió a bautizar me dijo: sobre quien veas descender el ESPÍRITU, ese es el que bautiza en el ESPÍRITU SANTO” (Cf. Jn 1,33).

Unos tiempos nuevos

“Conforme está escrito en Isaías: envío mi Mensajero delante de ti, para que prepare el camino, voz que clama en el desierto. Enderezad los senderos. Entonces apareció Juan Bautista en el desierto, predicando la conversión para el perdón de los pecados” (v.2-4) La Escritura acredita al verdadero profeta. La moción personal del ESPÍRITUSANTO no puede faltar, pero es necesaria la confirmación de parte de la Escritura. Así el ministerio de Juan Bautista se encuentra en continuidad con la línea mesiánica cimentada en los profetas. El gran libro de Isaías cobra una actualidad sorprendente en los tiempos de Juan Bautista y JESÚS. Juan Bautista era hijo de Zacarías, sacerdote del Templo, del grupo de Abías (Cf. Lc 1,5), sin embargo Juan ejerce su ministerio desvinculado del sacerdocio y del Templo, que eran instituciones básicas. DIOS va a hablar en el desierto, y la voz de DIOS se dejará oír a través del profeta Juan. El Precursor predica un bautismo de conversión. Las aguas del río Jordán vienen dispuestas a limpiar toda la suciedad incrustada del pecado, y dejar así unos corazones bien dispuestos a la llegada del MESÍAS. Las expectativas mesiánicas de los del Templo se orientaban hacia la aparición de un líder que los desvinculase del poder del Imperio; y Juan Bautista espera de forma inminente el Juicio del Día de YAHVEH a través de la actuación inequívoca del MESÍAS anunciado. El problema de Juan Bautista fue encajar el tiempo. El Bautista en el fondo no estaba errado, pero los tiempos y los modos de proceder no se ajustaron a la trayectoria de JESÚS, que introdujo en su actuación unos tiempos de espera más dilatados de la inminencia prevista por Juan. No se equivocaba Juan Bautista en procurar que las gentes diesen un giro positivo en sus conductas y visión de las cosas espirituales. En ese punto debía centrarse su intervención: si se evitaba el pecado, la luz podía entrar con facilidad en los corazones y las conciencias de las personas, JESÚS sería aceptado, y las bendiciones de DIOS vendrían en abundancia. Un nuevo renacer estaba a punto de surgir.

Hacia un nuevo orden espiritual

Juan Bautista se encuentra en la línea divisoria entre dos tiempos, y él es el protagonista principal. La Ley y los profetas llegan hasta Juan (Cf.Lc 16,16); y después del Bautista se instaura el tiempo de la Gracia dada por JESUCRISTO (Cf. Jn 1,15-16). El impacto de la nueva corriente protagonizada por Juan Bautista se empieza a extender por toda la región de Judea y Galilea. La cosa empezaba a crear preocupación en las autoridades religiosas, en principio, pues el régimen de cultos en el templo giraba en gran medida alrededor de los sacrificios por los pecados personales. La Ley de Moisés, especialmente en el libro del Levítico, establecía un variado y complejo ritual de sacrificios por los pecados personales, de acuerdo con la categoría social y religiosa. ¿Qué estaba pasando? Juan Bautista aparece en el desierto señalando un camino distinto para el perdón de los pecados. ¿Quedaban anulados los sacrificios realizados en el Templo a manos de los sacerdotes pertenecientes a la tribu de Leví que había dispuesto el SEÑOR a tal efecto? El malestar de las autoridades religiosas se comprende, pues veían peligrar su estado de vida. ¿Se habían corrompido las instituciones, o es que había llegado un tiempo nuevo? Las dos cosas podían ser coincidentes. Los evangelios de Mateo y Lucas cuando relatan este pasaje describen el profundo malestar que produce en Juan Bautista la presencia hipócrita de los sacerdotes y otros miembros del Sanedrín (Cf. Mt 3,7; Lc 3,7). Juan Bautista comenzaba a tener seguidores en régimen de discipulado y se hablaba de él y su misión por todo el territorio judío: “acudía a él gente de toda la región de Judea, y todos los de Jerusalén, y  eran bautizados por él en  el río Jordán, confesando sus pecados” (v.5).

El perdón de los pecados

El hombre religioso sabe que si confiesa sus pecados y se arrepiente, DIOS lo perdona. Los que se acercaban al Jordán para ser bautizados por Juan Bautista daban crédito a su predicación, que anunciaba la inminencia del Día del SEÑOR: un tiempo de juicio y Misericordia, en el que los corazones quedarán al descubierto en lo bueno o malo que haya en ellos. La radicalidad del Juicio Divino se iba a concretar en la persona misma de JESÚS, que cargaría con el pecado de todos los hombres. Un nuevo camino en el desierto se estaba abriendo, y el perdón de los pecados habrá que pedirlo a quien cargó con la culpa de todos; pero esto tiene unos tiempos que superan la cronología de Juan Bautista. Juan Bautista ciertamente estaba preparando los corazones para confesar los pecados a quien podía realmente perdonarlos, sanar los corazones y transmitir la experiencia de la divina Misericordia. Juan es el último de los profetas o pedagogos que conducen a JESÚS el MESÍAS.

Juan Bautista el asceta

“Juan llevaba un vestido de piel de camello, y se alimentaba de langostas y miel silvestre” (v.6). Un asceta es normalmente un renunciante, que trata de liberar su ego de la satisfacción inmediata con el fin de obtener una mayor unión con DIOS, fuente de todo bien. Juan Bautista era “nazir”, que establecía algunas renuncias personales con el fin de consagrarse a DIOS. Habitualmente el “nazir” lo era temporalmente, pero Juan Bautista lo fue de por vida. Las condiciones de “nazir” son recordadas a Zacarías cuado el Ángel le anuncia que va a ser padre en su ancianidad (Cf. Lc 1,15) Juan extiende el voto de su renuncia más allá de la privación de vinos y licores y adopta un estilo de vida de estricto ascetismo, renunciando a todo aquello que humanamente le pudiera traer algo de satisfacción. A la incomodidad del desierto, añadía Juan el vestido de piel de camello de textura áspera y desagradable al contacto con la piel desnuda. El camello era un animal impuro (Cf. Lv 11.4), y su carne no es comestible ni su piel utilizable, pues se le prohíbe cualquier relación con el ámbito sagrado del Templo. La miel silvestre también es un alimento considerado impuro, pues no está exenta de impurezas y pequeños insectos. La “Halaja” es una extensión de la ley rabínica que incluye a las langostas o saltamontes como alimento prohibido. La persona y modo de vida de Juan Bautista es una denuncia al régimen religioso establecido. Juan no viene a abolir el Templo con sus instituciones y prácticas, pero quiere llamar la atención sobre lo fundamental. Es necesario releer a los profetas para evitar la religiosidad externa y vacía. Conviene volver la mirada a los grandes profetas de la antigüedad para descubrir al MESÍAS que está apunto de manifestarse. Por tanto la misión de Juan Bautista viene a conciliar los dos grandes cuerpos de revelación: la Ley y los Profetas con el fin de identificar al MESÍAS y entrar con ÉL en el nuevo orden espiritual de la Gracia.

Bautizados en el ESPÍRITU SANTO

“Juan Bautista proclamaba: detrás de mí viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero ÉL os bautizará con ESPÍRITU SANTO” (v.7-8). Se plantea, a veces, si JESÚS fue discípulo de Juan Bautista; y considerando estos versículos no lo parece. Juan Bautista es un hombre de DIOS, “el  más grande de los nacidos de mujer” (Cf. Mt 11,11), según JESÚS. Juan Bautista reconoce en JESÚS un poder que él no posee: JESÚS es más fuerte, o tiene a su disposición el Poder de DIOS mismo para perdonar los pecados. Juan reconoce que su bautismo está para avivar el arrepentimiento con el fin de ser perdonados y renovados por el ESPÍRITU SANTO, que será dado por JESÚS de Nazaret. Se verá en la fiesta del Bautismo del SEÑOR, que JESÚS va al Jordán para ser bautizado por Juan; pero JESÚS se sumerge en el río como el preámbulo de su misión o vida pública, significando que viene a cargar con los pecados de todos los hombres. JESÚS es bautizado por el PADRE cuando sale del agua y es confirmado por el PADRE como HIJO suyo con el poder del ESPÍRITU SANTO para realizar su misión. Las distintas características de los bautismos de Juan y de JESÚS están ligadas a sus mismas personas. Juan Bautista espera al MESÍAS que se manifestará pronto, y él dará fe de ello ante los discípulos que lo siguen (Cf. Jn 1,35-36).

San Pedro, segunda carta 3,8-16

Según el apóstol san Pedro el objetivo de su segunda carta es contribuir entre los suyos a “crear el recto criterio” (v.1). El criterio supone que se tienen en cuenta distintas consideraciones, que contribuyen a la toma de una postura o emisión de un juicio. Va a tratar el Apóstol algo de lo concerniente a la Segunda Venida del SEÑOR, sobre lo que se está difundiendo opiniones de todo tipo, entre las que no faltan las peyorativas y descalificadoras. El asunto no ha perdido actualidad, después de dos mil años, aunque haya grupos más interesados que otros en debatir esta cuestión. Seguimos necesitando criterio, y los presupuestos fundamentales hay que buscarlos en la Escritura. Una vez que poseemos los fundamentos, cabe escuchar algunas revelaciones privadas que ofrezcan ciertas garantías. Cada día tenemos que esperar en el SEÑOR, porque camina con nosotros: “sabed que YO estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Cf. Mt 28,20). De esa forma concluye el evangelio de san Mateo. Nada, por tanto, nos debe inquietar; aunque aprovechemos todo aquello lo bueno después del debido discernimiento.

El tiempo

“Una cosa no podéis ignorar, queridos: que ante el SEÑOR, un día es como mil años; y mil años como un día” (v.8) El tiempo y el espacio que conocemos aparecen con la Creación misma. El tiempo de DIOS que concebimos como un permanente presente, podemos decir que es un desbordamiento o superación de nuestro tiempo. La plenitud de todos nosotros se realiza en el más allá donde no existen la sucesión de momentos, pero en absoluto es el vacío. San Pedro nos viene a decir que DIOS no se mueve sólo con el tiempo según nuestras categorías, sino que actúa de acuerdo con el estado y modos de estancia en el más allá, por lo que nos faltan las categorías adecuadas. Como en otros aspectos tendremos que admitir la ignorancia como preámbulo para decir algo con cierto sentido. El misterio desconocido es una consideración razonable: la inteligencia tiene sus propios límites en el estado presente de las cosas.

Paciencia Divina

“No se retrasa el SEÑOR en el cumplimiento de la promesa como algunos lo suponen, sino que usa de paciencia con vosotros no queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión” (v.9) Las urgencias son nuestras, la paciencia pertenece a DIOS, que adopta una espera para la conversión de los hombres. Las distintas venidas intermedias del SEÑOR dan respuesta suficiente al problema personal que se pudiera plantear al respecto de la Segunda Venida y el encuentro con el SEÑOR. El propio apóstol san Pedro nos remite en este escrito a las cartas de san Pablo, en las que se trata ampliamente de este asunto trascendental. El SEÑOR viene y no tarda, pues la muerte nos llega individualmente, y de modo particular entregamos cuentas de nuestra vida, visionando la película realizada en este mundo con toda precisión. La primera venida del Bautismo acaba con la segunda venida en los instantes inmediatos a la muerte, como paso -Pascua- de este mundo al otro, en el que viviremos la profunda experiencia de la existencia amorosa de DIOS que desea nuestra salvación para estar con ÉL toda la eternidad. ÉL no quiere que nos neguemos a este ofrecimiento suyo para el que nos ha pensado y creado; pero cada uno tiene la última palabra y decide el sentido de la eternidad.

Como un ladrón

“El Día del SEÑOR llegará como un ladrón. En aquel Día los cielos con un ruido ensordecedor se desharán; los elementos abrasados se disolverán, y la tierra y cuanto ella encierra se consumirá” (v.10). Esta descripción del apóstol san Pedro se aproxima a la desintegración del planeta por una conflagración nuclear masiva; o la colisión de un cometa de grandes dimensiones. La vida de nuestro Sol, alrededor del cual giramos, parece que tiene una duración de unos diez mil millones de años, terminado este gran reactor nuclear, que es el sol, se convertirá en una supernova que después de explotar se irá apagando con los satélites incluidos. Pero es difícil pensar que la vida del hombre en este planeta se vaya a prolongar diez mil millones de años; y antes, mucho antes, habremos de suponer la Segunda Venida del SEÑOR. Según las cartas de san Pablo, lo fundamental de la Segunda Venida del SEÑOR está en el encuentro para siempre de los que aún quedamos en este mundo con el SEÑOR (Cf. 1Tes 4,15). Para san Pablo las señales de carácter cósmico no tienen especial importancia. Las señales dadas en los discursos apocalípticos de los evangelios marcan tiempos de tribulación, pero todavía no será el fin (Cf. Mt 24,6; Mc 13,7; Lc 21,9). La naturaleza tiene su lenguaje y muestra su malestar “pues la creación entera vive entre dolores de parto, esperando la manifestación de los hijos de DIOS” (Cf. Rm 8,18-22).

Santa conducta

“Puesto que todas estas cosas han de disolverse así, cómo conviene que seáis en vuestra santa conducta y en la piedad, esperando y acelerando la venida de DIOS, en que los cielos en llamas se disolverán, y los elementos abrasados se consumirán” (v.11-12). En estos versículos insiste el Apóstol en una transformación súbita por el fuego de todo lo existente. Todo lo que se ha dicho hasta ahora sobre vida inteligente fuera de nuestro planeta viene desmintiéndose, para dejarlo todo en el campo de la ciencia ficción. En cualquier caso, toda la creación material está en función del hombre que es “imagen y semejanza de DIOS” (Cf. Gen 1,26-27) Así las cosas, todo este inmenso Universo iniciado por DIOS desde el “big-bang” puede colapsar por su propio desenvolvimiento o por una acción directa del CREADOR, que tiene todos los derechos sobre su obra. La obra redentora todavía añade más capacidad de intervención, dado que lo importante de todo esto es la salvación de los hombres. San Pedro en estos versículos nos dice que las oraciones de los cristianos pueden acelerar o adelantar la Segunda Venida del SEÑOR, pues nos espera unos nuevos Cielos y una nueva Tierra.

La Esperanza cristiana

“Esperamos, según nos lo tiene prometido, nuevos Cielos y nueva Tierra donde habite la Justicia” (v.12). Nuestra revelación se cierra con el libro del Apocalipsis que completa el canon de setenta y tres libros. En este último libro la revelación culmina con la Ciudad Santa de Jerusalén que desciende del cielo como una Novia ataviada para su ESPOSO. La nueva Tierra con todos los redimidos entrará con los nuevos Cielos en la Ciudad Santa de la Nueva Jerusalén (Cf. Ap 21,2). Patriarcas, Profetas, Bienaventurados y Ángeles dan forma a la ciudad Santa para siempre.

Comunión apostólica

“Queridos, esforzaos por ser hallados en paz ante ÉL (v.14). La paciencia de DIOS juzgarla como Salvación” (v.15). También Pablo, nuestro querido hermano habla de todo esto en sus cartas (v.16) Dentro de la “comunión de los santos”, que afirmamos en el Credo, caemos en la cuenta de mirar al conjunto de los autores sagrados para obtener un mejor criterio y una enseñanza más amplia. El ESPÍRITU SANTO ha hablado y se reveló a los autores sagrados, para que el alimento espiritual sea también “el pan de cada día”.

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