Sólo el hombre en toda esta creación se hace responsable de sus actos; y es el único a quien DIOS le puede pedir cuentas. Entre el don y la respuesta se establece el campo de juego en el que se verifica la libertad del hombre, decidiendo en uno u otro sentido, de acuerdo con sus inclinaciones, convicciones internas y circunstancias. DIOS nos dio elementos suficientes para formar la propia conciencia y todo aquello necesario para establecer una voluntad con capacidad de decisión. La Biblia es en gran medida una gran escuela de respuestas personales, por parte del hombre, con respecto a DIOS, a los hermanos -semejantes-, a la creación circundante y hacia uno mismo, que no puede olvidar la introspección, el discernimiento y el examen de conciencia. La Revelación de DIOS en la Biblia cuenta inmediatamente con el diálogo responsable del hombre, que va recibiendo los dones precisos para el entendimiento con su CREADOR y SEÑOR, porque ÉL no se desentiende de nosotros y establece vías de encuentro de muy diversos tipo. Al hombre y al Pueblo en su conjunto se le piden cuentas periódicamente. Los comportamientos generalizados que están acordes con el Plan de DIOS se traducen en nuevas bendiciones generales y prosperidad. Sin embargo los comportamientos grupales desviados, de forma especial hacia la idolatría, terminan con la división o fragmentación del Pueblo, como ocurrió al final del reinado de Salomón, que el reino se dividió en dos partes (Cf. 1Re 12,20). El resultado, también de la desviación generalizada dio lugar al exilio a Babilonia (597-587), y un intervalo para el retorno entre cincuenta y setenta años. Las calamidades generales no disculpan a las personas en particular, pues cada uno es responsable de lo que hace, dice o piensa. Nadie mejor que DIOS mismo para tener en cuenta las circunstancias atenuantes si se estableciera un resultado negativo para el propio individuo. De muchas formas y en distintos lugares la Escritura nos asegura que DIOS juzgará nuestros actos y dará a cada uno según sus obras (Cf. Rm 2,6; Ap 20,12).
El Juicio de DIOS
El SEÑOR tiene que venir a juzgar porque es necesario que concluya ordenadamente la Creación que ha desplegado. DIOS establece un orden desde el principio para toda su Creación, y en todo lo existente late el Diseño Inteligente de DIOS: en el orden físico, en el plano moral y en el mundo espiritual. DIOS no puede renunciar a la santidad de todo aquello perteneciente a su propio universo: el Reino de los Cielos. El hombre y la Creación en su conjunto estamos de camino hacia la plenitud del Reino de los Cielos donde nada queda al margen de la Divina Justicia, que hace de guía y pedagogo al hombre en el camino de encuentro con DIOS. La Divina Justicia en este sentido es una manifestación del infinito Amor Misericordioso de DIOS, que corrige cuantas veces sea preciso para educarnos en las cosas de DIOS. La Divina Justicia nunca va a dar por bueno algo que es malo. La Divina Justicia exige el reconocimiento del mal realizado, para dar paso tras el arrepentimiento, a la Divina Misericordia. DIOS ha puesto en el hombre un Decálogo de leyes, que pueden ser reconocibles con cierta claridad; y esos principios latentes en la conciencia son inmutables: quiere decirse que DIOS no los cambia a capricho bajo ningún concepto. Si el hombre se quiere perfeccionar tendrá que seguirlos o cumplirlos, y de otra forma se corromperá y degradará. El quinto mandamiento exige de modo imperativo el respeto a la vida del prójimo y a la propia. Las prácticas que permitían el canibalismo eran degradantes, lo mismo que los sacrificios humanos a los dioses. Mientras los pueblos no abandonaron tales prácticas no salieron de la barbarie, aunque tales prácticas aberrantes estuviesen muy integradas culturalmente. El incesto y la poligamia alteran gravemente el principio del Génesis: “abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne” (Cf. Gen 2,24). Este principio básico de unión conyugal se podrá alterar, pero ello no mejorará la condición del matrimonio, sino todo lo contrario. La inmutabilidad de las leyes divinas en el corazón del hombres puede ser un motivo para la búsqueda espiritual. DIOS tiene paciencia y espera que el hombre encuentre el camino adecuado, pero no va a ofrecer vías alternativas o falsos acomodos. Para conducir al hombre, DIOS no tiene necesidad de condenar, sino de corregir, pero su juicio no puede decaer en la falsedad. DIOS es garantía de Verdad y su Juicio nos perfecciona, porque dice lo que está bien y lo que está mal.
El SALVADOR
Nuestros malos actos pueden ser perdonados, siempre que pidamos perdón al SEÑOR con sincero arrepentimiento. La persona es más que sus actos, y el SEÑOR es más que un juez que dicta sentencias. Por encima de todo, cada persona es hijo de DIOS, previsto desde siempre en su Divino Plan de Salvación, en el que cada uno tiene un lugar único. Ninguna obra personal nos salva, pues sólo el SEÑOR es el SALVADOR. Las obras particulares nos ayudan o dificultan el camino de perfección, que DIOS prevé para cada uno. El presente estado de vida en este mundo tenemos que enfocarlo hacia la eternidad, que se abre sin retorno en el instante de cerrar los ojos a este mundo. En realidad la eternidad para nosotros empezó en el momento que entramos en la existencia, de manera que la vivimos en dos fases: la terrena y la que nos dispone definitivamente en el plano espiritual. DIOS tiene como fin último para cada uno de sus hijos que seamos santos, como hemos señalado, pero es una causa con la que sumaremos todos los esfuerzos posibles. Una vida inteligente según el Plan de DIOS es aquella que se orienta a cada paso hacia lo que DIOS mismo quiere de cada uno. Sin caer en exageraciones ni extravagancias deberíamos orientar la propia vida en un presente continuo hacia DIOS, que nos requiere con todo su Amor manifestado en su HIJO. “Por mi Palabra estáis ya limpios” (Cf. Jn 15,3), nos dice JESÚS en el capítulo quince de san Juan. Diariamente nos podemos someter de forma voluntaria al Juicio de la Palabra de JESÚS, que recoge el Evangelio. A esto lo llamamos examen de conciencia, y es del todo recomendable ejercitarnos a diario. JESÚS dice que “los pobres son evangelizados” (Cf. Lc 4,18; 7,22), por tanto tenemos una garantía de que las cosas no son complicadas. Tampoco el examen de conciencia que nos pide JESÚS exige un conocimiento esotérico reservado para iniciados, élites y gentes ilustradas: “nada hay oculto que no llegue a saberse” (Cf. Mt 10,26). Esta última afirmación de JESÚS también avisa que lo oculto en nuestra alma por olvido o algún trauma arrastrado del pasado, también serán puestos al descubierto por la LUZ que sana las raíces profundas del alma. Las palabras de JESÚS contenidas en el Evangelio leídas, recordadas y meditadas, nos limpian, porque son Espíritu y Vida (Cf. Jn 6,63). Las Palabras de JESÚS nos señalan el lugar en el que nos encontramos y dónde tendríamos que estar. “Amarás a DIOS con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser; y al prójimo como a ti mismo” (Cf. Mt 22,37-39). El Mandamiento Principal de antes (Cf. Dt 6,4-5), y de los tiempos nuevos. Esta Palabra es suficiente para ocupar un tiempo más bien largo diariamente. Tanto la Caridad con el prójimo como el Amor a DIOS constituyen una conquista. Diariamente conviene sentarnos como Bartimeo a la salida de Jericó por donde JESÚS va a pasar (Cf. Mc 10,46-47). Bartimeo está ciego y pide limosna como ocupación y tarea. Cuando oye la comitiva que rodea a JESÚS comienza a gritar: “!JESÚS, hijo de David, ten compasión de mí!” Los nuevos gurúes de la autoayuda descartan la compasión hacia uno mismo y la petición de perdón, porque -dicen- no hay nada de lo que debas pedir perdón, no sea que te vayas a deprimir, entristecer o rebajar. El resultado es un corazón cada día más endurecido, autosuficiente, soberbio, que va de sobrado por la vida, y a punto de caer en la profunda fosa de una depresión; porque el fiel discípulo de los modernos gurúes se ha cerrado a la LUZ del arrepentimiento -está prohibido-, que es para los débiles y estropeados. Pero Bartimeo sabe a quien debe pedir compasión: al que es verdaderamente Poderoso y tiene la capacidad de dar una Nueva Vida. El ciego Bartimeo recibe una gran revelación, porque grita al SEÑOR que tenga compasión de él. Diariamente el Hijo de David, el Hombre-DIOS, quiere escuchar este grito desde lo hondo del corazón del hombre enfermo y dañado gravemente por el pecado. A diario hay que sentarse a la salida de Jericó pidiendo limosna a la espera de JESÚS. A diario hay que ir al pozo de Sicar a sacar agua (Cf. Jn 4,5ss). A diario hay que ir a buscar a JESÚS al Huerto de los Olivos como Nicodemo (Cf. Jn 3,1) A diario hay que leer algún pasaje del Evangelio que nos hable de JESÚS. A diario hay que buscar el alimento espiritual: “danos, hoy, nuestro pan de cada día” (Cf. Mt 6,11). Un poco del Evangelio cada día, porque el camino es largo. Algo de JESÚS todos los días, porque la perseverancia nos hace de fiar. Si ahora la Palabra me juzga, me enfrentaré sin miedo al Juicio Divino en el último momento de esta vida y el instante inicial de la Vida que se abre para siempre.
Sacramento de la Confesión
En el Sacramento de la Confesión se juntan de forma equilibrada la Justicia de DIOS y su Misericordia. Los distintos nombres que recibe este Sacramento da una idea de las diferentes vertientes del mismo. Se da una faceta penitencial, de reconciliación, confesión, sanación o restauración, y todas ellas contribuyen a la acción continua durante el paso por este mundo de un juicio destinado a la absolución total en virtud de la Gracia y el verdadero arrepentimiento. El obispo o el presbítero, son los ministros propios de este Sacramento. El ministro ordenado escucha y discierne lo que el penitente expone con el ánimo de absolver y romper todas las cadenas que el pecado pudiera haber establecido. La Gracia se hace más fuerte, y el penitente experimenta la liberación dada por el SEÑOR a través de su ministro -servidor-. Muchas son las gracias complementarias que resuelven las consecuencias todavía latentes de los pecados absueltos. Las distintas indulgencias, plenarias o parciales, vienen en nuestro auxilio para librarnos todo lo posible de las penas del Purgatorio. Todos los que pasan por ese estado saben que están salvados, aunque los grados de pena en este estado sean diferentes. La perfección exigida para entrar en el Cielo convierte al Purgatorio en una acción muy especial de la Divina Misericordia. No hace falta llegar a ser santo canonizable para saltar la fase de Purgatorio, si nos acogemos a los debidos medios de Gracia dispuestos en la Iglesia. Valoremos crecientemente la EUCARISTÍA, el Amor y conocimiento de JESUCRISTO y los efectos sanadores y salvíficos de su Pasión, los méritos de la VIRGEN, la acción del ESPÍRITU SANTO y los medios ascéticos a nuestra disposición: ayuno, limosna y oración; la meditación de la Sagrada Escritura y la Comunión de los Santos incluidos los Santos Ángeles.
Elogio de la mujer prudente
El libro de los Proverbios termina la colección de máximas y sentencias sapienciales cantando las virtudes de la mujer prudente, que puede representar así mismo el alma humana: cualquier persona que ha hecho suyas las experiencias del sabio y lo ha tomado por modelo de su propia conducta. Es bueno aprender del sabio que pone por escrito sus hallazgos, de otra forma corremos un grave y probable riesgo de equivocarnos. Las conclusiones de la propia experiencia se toman después que los sucesos han tenido lugar. Para ese momento deberíamos tener criterios aprendidos, que hiciesen posible adoptar las posturas y estrategias adecuadas. En este punto conviene tener aprendidas las sentencias del Sabio y así proyectarnos hacia las acciones que están por delante, ahorrándonos muchos errores, dolores y sufrimientos. ¿El hombre prudente une su vida a la mujer prudente?, y poder decir: “esta sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos?” (Cf. Gen 2,23).
Un don de DIOS
“Una mujer hacendosa -fuerte, prudente, completa-, ¿quién la encontrará? Es mucho más valiosa que las perlas” (Cf. Rv 31,10). El Génesis establece en el principio una expresión a tener en cuenta: “una ayuda adecuada” (Cf. Gen 2,18). Tanto la mujer para el marido, como el marido con respecto a la mujer, deben complementarse entre sí como la mutua “ayuda adecuada”. Esta complementariedad entre dos personas sólo es conocida por DIOS mismo, de ahí que lo prudente a la hora de elegir la mujer o el marido para toda la vida, lo sensato sea presentar tal asunto al SEÑOR en la oración. La persona, entonces, se convierte en un verdadero don recibido de DIOS. El cónyuge para toda la vida no puede ser el fruto del azar o el capricho, pues tales circunstancias tienen muchas probabilidades de fracaso más pronto que tarde. En cualquier caso la persona recibida como don de DIOS para un proyecto matrimonial es un don o Gracia que debe ser cuidado con esmero todos los días a lo largo del tiempo. Cada día amanece y anochece, quiere decir que las cosas, en cierta manera, se reeditan a diario, y el presente tiene una franja de tiempo muy reducida, a la que ajustamos las distintas acciones. En los años jóvenes caminamos con una proyección hacia el futuro en tres tramos: a largo plazo se plantea el número de hijos para la unidad familiar, así como el futuro laboral propio y de los hijos; en el plazo medio están los proyectos que también pueden representar cambios importantes; y en el día a día se establecen las obligaciones más inmediatas. “La compañía adecuada“ es clave para acompasar los objetivos, las acciones y los tiempos. Si en el origen del encuentro que descubrió “la ayuda adecuada” estuvo la mano de DIOS, su Divina Providencia tiene que seguir actuando a lo largo de los años; y lo hará si se lo pedimos con una confianza perseverante.
La mutua confianza
“En ella confía el corazón de su marido, y no será sin provecho” (v.11). Las relaciones de confianza son fundamentales en cualquier ámbito de la vida social, pero de modo especial dentro de la vida conyugal y familiar. La confianza mutua crea el campo interrelacional en el que se pueden desenvolver los distintos talentos propios de cada cónyuge y miembro de la familia. Al contrario, las relaciones marcadas por la negación y la desconfianza originan personalidades traumatizadas con graves problemas personales y de socialización. Considerar a cualquier miembro de la familia como incapaz o inútil es sentenciarlo de por vida como tal. Nadie tiene obligación de ser un superhombre o una supermujer. En una familia sana a cada persona se le quiere y valora por sí misma, y desde esa consideración afloran las cualidades y virtudes. La confianza mutua es una manifestación del amor correspondido.
Una conducta según DIOS
“Realiza el bien y no el mal todos los días de su vida” (v.12). La mujer fuerte, prudente y hacendosa, es caracterizada por la virtud, y realiza el bien sin cansarse. La mujer prudente tiene interiorizado el principio ético fundamental sostenido por DIOS mismo: haz el bien y evita el mal. Un alma, una persona o una mujer, que mantenga con perseverancia a lo largo de los distintos avatares de la vida una línea de conducta marcada por el bien, la verdad y la belleza, demuestra que está en manos de la Divina Providencia.
Laboriosidad
“Busca lana y lino y los trabaja con manos diligentes” (v.13). El trabajo, la laboriosidad y la creatividad, están presentes en las acciones sencillas de las almas y las mujeres con buen espíritu. La mujer es probablemente la clave para crear con su presencia y actividad el clima familiar, que respiran los otros componentes de la familia. La vertiente de esposa y madre, que muchos hoy día quieren destruir, es esencial para el equilibrio personal de todos los miembros del núcleo familiar. Cuando la madre pierde los nervios y sucede con frecuencia, el resto la padece y las cosas se ponen difíciles. Por supuesto la responsabilidad en la buena marcha de la familia es compartida.
Inteligencia práctica
“Echa mano a la rueca, sus palmas toman el huso” (v.19). La mujer prudente está dotada de distintas habilidades que le ayudan a proveer la economía familiar. Las fibras para hacer prendas de vestir en la zona del Medio oriente eran la lana y el lino. El algodón venía de la India y se tenía por un tejido exótico. Había que tener una destreza especial para cardar la lana y elaborar los hilos que mediante el huso formasen los ovillos para tejer posteriormente y abastecer las necesidades familiares.
Mujer caritativa
“Alarga su palma al desvalido, y extiende sus manos al pobre” (v.20). La mujer prudente administra bien su casa y dispone de medios para compartir con los necesitados. La Caridad se expresa en femenino como la Misericordia, que nace del corazón de DIOS. Algo deberá desprenderse de las propias necesidades para transformarse en gratuidad hacia el prójimo. De muchas formas promete la Escritura asistencia de la Divina Providencia, a la persona o familia que atiende a los necesitados.
La mujer ante DIOS
“Engañosa es la gracia, y vana la hermosura. La mujer que teme a YAHVEH, esa será alabada” (v.30). Los libros sapienciales advierten de la seducción de la belleza de la mujer y las consecuencias destructivas de la misma. En contraste se elogia la sabiduría de la mujer prudente que resalta por temor al SEÑOR y se toma en serio sus leyes y preceptos. De esta forma la mujer se convierte en modelo y maestra para sus hijos. El libro de Proverbios termina con el elogio a la mujer anónima, que resalta por su vida virtuosa, pero dentro del común discurrir de los sucesos. No obstante se mantienen vivos los nombres de las grandes mujeres que escribieron con su conducta páginas muy importantes de la Historia de la Salvación. Los nombres de las esposas de los profetas los desconocemos, pero todos tenemos en la memoria a Sara, la mujer de Abraham, que dio a luz al hijo de la Promesa, Isaac. Rebeca, madre de Jacob, intervino de forma notoria en la herencia que debía recaer en el hijo mayor, Esaú. Dévora, la profetisa, ejerce un papel importante en la conquista de la Tierra Prometida. Rut, la moabita y extranjera, fue la abuela de David, de cuyo linaje nacería JESÚS el MESÍAS. Las figuras siempre presentes de Judit y Ester, que salvan al Pueblo elegido de los tiranos que disponían la desaparición del mismo. Cercanos ya los tiempos del MESÍAS encontramos a la madre que por la fortaleza de su Fe soporta en un día la muerte de sus siete hijos (Cf. 2Mcb 7,1ss). Desde MARÍA las mujeres que aparecen en el Nuevo Testamento pertenecen a otro tiempo; y debemos señalar la importancia de los versículos conclusivos del libro de los Proverbios, que resaltan las virtudes vividas en el alma de la mujer para ser modelo de persona sabia y prudente.
Tres parábolas sobre el Reino
La recta final del Año Litúrgico conjuga la presencia y crecimiento del Reino de DIOS con la Segunda Venida del SEÑOR. El evangelio de san Mateo, que viene ocupando la proclamación durante todo este año que finaliza, destina las parábolas de JESÚS a señalar el Reino de los Cielos como objetivo principal. Muchas comparaciones se nos ofrecen para acercarnos al modo en el que DIOS interviene por medio de su HIJO dentro de la historia de los hombres. El HIJO de DIOS viene a este mundo y el PADRE quiere que sea escuchado, porque tiene todo su beneplácito (Cf. Mt 3,17; 17,5). El Bautismo en el Jordán y la revelación dada en la Transfiguración confirman la voluntad del PADRE, de la que Juan Bautista, en el Bautismo, y los discípulos, en la Transfiguración, son testigos. El Reino de los Cielos es Reino de DIOS. La presencia del Reino de DIOS en medio de nosotros tiene su origen en la presencia del MESÍAS, JESÚS de Nazaret, a través del cual, DIOS, revela de nuevo su voluntad y dispone el Nuevo orden de las cosas con un Nuevo Pacto o Alianza. DIOS ubica su señorío, allí donde llega la acción de su HIJO. JESÚS está más cerca de los hombres a medida que realiza su entrega en la Cruz; y desafiando cualquier previsión humana, entra crecientemente en nuestra historia en virtud de la Resurrección, y su plenitud llegará con el cierre de la historia, al fin del mundo con su Segunda Venida definitiva. Mientras tanto debemos saber que JESÚS está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Cf. Mt 28,20). En estos tiempos presentes de gran tribulación, que delatan un cambio de época, JESÚS está cerca. Nada de lo que sucede cae fuera de lo recogido por el SEÑOR en su Palabra. Podemos ver el momento presente como un tiempo de fuerte purificación, en el que se está poniendo a prueba la Fe de los que se creían, o podamos creer, más firmes y seguros. La alteración de los criterios doctrinales y morales abarca un campo planetario. Las nuevas tecnologías hacen posible que cualquier pronunciamiento, verdadero o falso, llegue con inmediatez a cualquier rincón del planeta. Los nuevos canales o medios de trasmisión de los diferentes mensajes los hacen más influyentes. Martín Lutero fue un maestro de la propaganda, pero no se pueden compara unos cuantos miles de pasquines en blanco y negro de aquellos tiempos, con las imágenes vivaces de los medios actuales. Las grandes corporaciones mediáticas ejercen un gran poder de influencia en las modas y formas de pensamiento, que determinan las conductas. El gigante mediático resulta invencible frente al David de una predicación evangélica muchas veces trémula, deshilachada y caótica, pues la inseguridad ha hecho presa en muchos que están destinados a realizar la entrega del Mensaje. Los bautizados somos llamados como actores a trabajar por la causa del Reino de DIOS en medio del mundo, y al SEÑOR, en cierto sentido, le importa poco que sean cinco o cinco millones. A pesar de todo, la antorcha de la Fe se mantiene y sólo el SEÑOR conoce el censo exacto. Bastó la oración ardiente y confiada del rey Ezequías para que Jerusalén se viera librada en una noche, de todas las tropas asirias que la rodeaban por parte del ejército de Senaquerib (Cf. Cro 32,1-23). Jerusalén es el modelo de la Ciudad Santa y su libertador directo es el SEÑOR, a quien pertenece. Gedeón llevaba treinta mil guerreros contra Madián, pero la batalla la dio con trescientos que sostenían unas lámparas y tocaban las trompetas de la victoria (Cf. Jue 7,17-20). JESUCRISTO es el SEÑOR de la historia y los contrarios llegarán hasta un punto del que no pasarán, porque el SEÑOR intervendrá con Poder. Mientras tanto, nuestra tarea es ”velar y orar” (Cf. Mt 25,13;26,41),y disponer los talentos recibidos para promover la presencia del Reino de DIOS, que cuenta con nuestra colaboración.
El Hijo del hombre se ausenta
“El Reino de los Cielos es como un hombre, que al ausentarse llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda” (Cf. Mt 25,14) En este caso el trabajo por el Reino de DIOS cubre el intervalo entre la ausencia inicial y la vuelta del amo de la hacienda. La parábola establece, por tanto, dos planos: el personal, en el que el amo pedirá cuentas a los que directamente dejó el encargo; y el segundo plano abarca todo el tiempo entre la ausencia inicial y la vuelta al final de la historia, porque el hombre dueño de la hacienda es JESÚS el SEÑOR. Particularmente, los siervos se encontrarán con el amo de la hacienda en el momento de la propia muerte, y en ese instante rendirán cuentas. JESÚS antes de irse al PADRE reunió a sus discípulos y les dio el encargo de evangelizar, o extender su Mensaje a todas las naciones. Los evangelistas concluyen los respectivos evangelios con el encargo de llevar el Mensaje por todo el mundo; y el libro de los Hechos de los Apóstoles comienza la narración con el mandato de JESÚS para que no salgan de Jerusalén hasta que sean revestidos del Poder del ESPÍRITU SANTO, o la Promesa del PADRE (Cf. Hch 1,4-5). Después de ser ungidos por el ESPÍRITU SANTO estarán en condiciones de ser testigos cualificados del Evangelio de JESÚS, el HIJO de DIOS. Los Apóstoles y el conjunto de discípulos fueron provistos de distintos dones para realizar la misión, y de ello dan buena cuenta los escritos del Nuevo Testamento.
Diferentes talentos
”A uno dio cinco talentos, a otro dos, y a otro uno. A cada cual según su capacidad, y se ausentó” (v.15) DIOS conoce perfectamente las capacidades personales de cada uno. Los dones recibidos se reconocen verdaderamente en el ejercicio de los mismos. La cantidad de dones no garantiza la santidad del que los recibe; pero se puede invertir la afirmación: la santidad garantiza el desenvolvimiento de los dones recibidos para la construcción del Reino de DIOS. Quien busca la santidad se esfuerza por ajustarse a la Divina Voluntad. DIOS quiere que sus hijos lo amemos, y como prueba de Amor nos propone el cumplimiento de su Voluntad. La Gracia renovada en el fiel hace posible la manifestación de los talentos, que en ningún caso deben servir para el endiosamiento personal. San Pablo nos dice: “todo es don y Gracia, para que el que se gloríe se gloríe en el SEÑOR” (Cf. Ef 2,8-9;4,7).
Prontitud para actuar
“En seguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. Igualmente el que recibió dos ganó otros dos” (v.16-17) No se dice si el talento era de plata u oro; ni la cantidad exacta de los mismos. El valor monetario de los talentos, en todo caso, era una cantidad respetable, que era preciso administrar con prudencia para no perderlo en una operación mal realizada. El riesgo existía. Estos dos siervos invirtieron bien y obtuvieron unas ganancias que duplicaron la cantidad inicial. Aunque sea marginal el comentario, esta parábola puede dar algo de disgusto a los que consideran maléfico cualquier operación y transacción financiera, pues si así fuera JESÚS no propondría un ejemplo de estas características.
Falsa prudencia
“El que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor” (v.18). A la hora de rendir cuentas, vamos a comprobar que este siervo tenía preparada una coartada, que no le resultó favorable. Mientras tanto el comportamiento de este último puede ser calificado de miedoso, inseguro, comodón, indolente, desconsiderado hacia su amo. Parece que le interesaba poco que a su señor le fueran las cosas bien, pues se da por admitido que éste siervo recibe una cantidad de acuerdo con sus cualidades personales. Contrasta el modo de actuar de este siervo con la mujer que pierde una de las diez monedas, que nos cuenta san Lucas (Cf. Lc 15,8-10). La mujer pierde una de sus diez monedas y barre toda la casa hasta que la encuentra. Las monedas representan los dones recibidos, que pertenecen a DIOS, y ÉL los ofrece en préstamo como don gratuito, que al mismo tiempo tienen que desarrollarse en beneficio del que los recibe. La vida espiritual tiene sus propias características con el fin de perfeccionar al hombre en su condición de hijo de DIOS. Directamente para desarrollarnos en lo intelectual no necesitamos del don de piedad o de temor; pero en cuanto adoradores precisamos de ambos dones, que nos afianzan y confirman como hijos de DIOS cercanos a ÉL. La mujer de la parábola de san Lucas barre toda la casa y busca minuciosamente hasta encontrar la moneda. Esta parábola está narrada en el contexto de la Divina Misericordia, que concede siempre nuevas oportunidades. La mujer pone remedio a la posible negligencia o desidia en la vigilancia y custodia de los dones recibidos, cosa no contemplada en el siervo de la parábola de san Mateo. El talento fue enterrado, el amo dilató el tiempo del regreso para dar oportunidad de rectificar, aunque la parábola no lo dice, pero el siervo negligente dejó transcurrir los años sin echar cuentas de lo que su amo le había encargado. Para justificar su irresponsabilidad prepara un discurso, que le sirve para autoinculparse, pues las razones aportadas no son convincentes.
El siervo culpa al amo
“Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste, y recoges donde no esparciste; por eso me dio miedo y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo. Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no siembro, y recojo donde no esparcí. Debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros y así al volver yo habría cobrado lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene los diez talentos, porque a todo el que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aún lo que tiene se le quitará” (v.24-25). Observamos que el siervo tiene una imagen preconcebida y distorsionada del amo, que sirve de metáfora para hablar de DIOS mismo. El Siervo se justifica apelando a las duras exigencias del amo, y dice que actuó por miedo a las represalias. La condición de su amo no es esa, el proceder de DIOS no está en la desmesura hacia el hombre, sino todo lo contrario. Esa imagen distorsionada de DIOS es la causa de su condenación: son las propias palabras del siervo las que dictan la sentencia. Miente el siervo en cuanto al miedo que dice sentir, pues de ser así depositaría el dinero en el banco para no correr riesgos y los intereses se irían acumulando con el paso del tiempo. El crecimiento de la Gracia recibida sigue su desenvolvimiento en la Iglesia. Dentro del Pueblo de DIOS o del Cuerpo de CRISTO que es la Iglesia existen hermanos con talentos especiales y grandes responsabilidades. Otros permanecen en la sombra, pero pertenecen a una minoría que representa la reserva espiritual de la Iglesia. Después estamos la mayoría, que recibimos la Gracia del Bautismo para nuestro bien y del conjunto, recibiendo las múltiples gracias propias del crecimiento espiritual. Fuera de la Iglesia el talento recibido queda enterrado e improductivo.
Destinos diferentes
El destino del siervo perezoso es trágico por mentir, culpar a DIOS y paralizar el don recibido. En ningún momento este siervo dio muestras de un reconocimiento personal de haber obrado mal. Despojado de los bienes espirituales que le quedaban, fue expulsado a la oscuridad o tinieblas exteriores (v.30). Los siervos que negociaron con los talentos y obtuvieron beneficios han superado esa etapa inicial, y el amo reconoce. Del plano humano en este mundo, la parábola refiere para los siervos el destino eterno de la distinta actividad realizada. A estos siervos que han trabajado bien los hace pasar al “gozo de su SEÑOR” con la promesa de darles responsabilidades más importantes. “El SEÑOR le dijo: siervo bueno y fiel, en lo poco has sido fiel. Al frente de lo mucho te pondré, entra en el gozo de tu SEÑOR” (21-23). El mensaje es claro y permanece vigente para todos los tiempos: el SEÑOR vuelve y cada uno nos encontraremos personalmente con ÉL. Nos arriesgamos a quedar excluidos, si culpamos a DIOS de nuestra suerte y acciones. Las profundas deficiencias de nuestra propia condición debemos remediarlas con una actitud de profundo arrepentimiento. La memoria de las cosas de DIOS debemos transformarla en “memorial”, o lo que es lo mismo: conciencia clara de la aplicación personal de la pasión y muerte de JESÚS por los propios pecados, pues “sus heridas nos han curado” (Cf. Is 53,5). Nadie queda excluido, si se arrepiente, de las palabras de JESÚS en la Cruz: “perdónalos, PADRE, porque no saben lo que hacen” (Cf. Lc 23,34), como el ladrón arrepentido tenemos que reconocer que JESÚS es INOCENTE y muere por mis pecados. No veremos el Rostro de DIOS, si no nos aplicamos el colirio de la Sangre de JESÚS.
San Pablo, primera carta a los Tesalonicenses 5,1-6
La Segunda Venida del SEÑOR es uno de los motivos principales de la urgencia evangelizadora de san Pablo. El mundo conocido estaba en cierta medida al alcance de la mano y en pocos años el objetivo de llevar el Mensaje a todas las naciones podía cumplirse. Una vez extendido el Mensaje del SALVADOR por los distintos lugares no había obstáculo para la Segunda Venida del SEÑOR. La ecuación era sencilla a primera vista, pero los cálculos de san Pablo no coincidían exactamente con los del SEÑOR, que aún pospone el tiempo de su Segunda Venida. San Pablo dice que se siente apremiado por el Amor a JESUCRISTO (Cf Flp 1,23); y quiere que todos LO conozcan y se acojan a la salvación que nos llega exclusivamente de su mano. “El tiempo es breve y la figura de este mundo se termina, por tanto el que tenga mujer que viva como si no la tuviera, el que posee, como si no poseyera; el que compra, como si no comprase” (Cf. 1Cor 7,29-31). La impresión del Apóstol es que el tiempo disponible es corto y se puede desperdiciar con una conducta licenciosa y frívola, pues el SEÑOR llegará como ladrón en la noche (v.2).
El día y la hora
“En lo que se refiere al tiempo y al momento, hermanos, no tenéis necesidad que os escriba. Vosotros mismos sabéis que el Día del SEÑOR ha de venir como un ladrón en la noche” (v.1-2). En los últimos versículos del capítulo anterior, san Pablo dio algunas pistas del modo en el que los llamados a “estar con el SEÑOR” lo iban a vivir. El Día del SEÑOR será un tiempo de Gracia, en el que la Revelación en este mundo llegue a su término. JESÚS se encargó de aclarar la total reserva de estas cuestiones: “nadie conoce el día ni la hora, sólo el PADRE” (Cf. Mt 24,36). Por otra parte no se debe hacer caso de los que digan, el SEÑOR está aquí o allí, pues su venida será como el rayo que va de Oriente a Occidente (Cf. Lc 17,23-24). Mientras tanto, la venida y encuentro particular también obedece al modo establecido: como ladrón en la noche. Lo que procede, entonces, es mantener una conducta propia del SEÑOR, para que ese Día no nos sorprenda en medio de las tinieblas. “Cuando digan, paz y seguridad, entonces, de repente caerá sobre ellos la ruina y no escaparán, como los dolores de parto a la que está encinta” (v.3) En el evangelio nos dice que “acontecerá como en los días de Noé, que compraban, vendían, hasta que Noé entró en el arca” (Cf. Lc 17,26-27). Lo cierto es que en ese episodio una minoría sí tiene noticia de lo que pronto va a suceder, ¿ocurrirá lo mismo cuando se acerque el final? Dice el profeta: “nada hace el SEÑOR, que no lo diga antes a sus profetas” (Cf. Am 3,7). En toda época se mantiene vivo el profetismo con mensajes a discernir; pero en cualquier caso nunca tendrán que contradecir los textos de la Escritura.
Los modos de vida
“Vosotros hermanos no vivís en la oscuridad, para que ese Día os sorprenda como ladrón; pues todos vosotros sois hijos de la LUZ, e hijos del Día; nosotros no somos hijos de noche ni de las tinieblas” (v.4-5). En todo momento habrá señales, que el SEÑOR dispone para que sean leídas e interpretadas. Algunas señales vienen dadas en los textos sagrados y otras aparecerán como propias en cada época. De nuevo el ESPÍRITU SANTO se valdrá de aquellos asistidos por el don de discernimiento profético para fortalecer la Fe de los hermanos. Los signos o señales dados en medio de la gran tribulación, no están para crear zozobra, sino que vienen para levantar la mirada hacia “el SEÑOR que está a la puerta y llama” (Cf. Ap 3,20). Cada tiempo tiene sus riesgos y anticristos, que pueden salir de las propias filas de los creyentes (Cf. 1Jn 2,18). El creyente tiene garantizada la paz interior, si se mantiene en vela y oración: “cuando venga el SEÑOR, ¿encontrará esta Fe en la tierra? (Cf. Lc 18,8). Esta pregunta se plantea con un tono de preocupación, pero lo cierto es que a pesar de las grandes dificultades, la oración se multiplica en sectores inesperados con la clara voluntad de permanecer despiertos a la espera del SEÑOR. Esto es una acción del ESPÍRITU SANTO que se contrapone al sentir ateo del mundo. Se entiende aquí “ateo” como el enfrentamiento decidido contra DIOS, no porque se niegue su existencia, sino por todo lo contrario. El anticristo de todos los tiempos no ignora a DIOS, sino que intenta eliminarlo de las conciencias de los hombres. San Pablo nos recomienda a “velar y ser sobrios” (v.6) Es un modo de mover a la militancia creyente. Si no vamos ligeros de equipaje, nos ahogarán las cosas de este mundo. Es un estilo de vida: caminar con lo necesario y con eso es suficiente.