Pastores compasivos y misericordiosos

Mons. Hipólito Reyes Larios
Mons. Hipólito Reyes Larios

   En este día, 18 de Julio de 2021, celebramos el Domingo 16 del Tiempo Ordinario, Ciclo B, en la liturgia de nuestra Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Marcos (6, 30-34): “Los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Entonces él les dijo: -Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco-. Porque eran tantos los que iban y venían, que no les dejaban tiempo ni para comer”. Los apóstoles habían sido enviados de dos en dos a realizar su primera experiencia pastoral. Ahora regresan llenos de entusiasmo por todo lo que habían hecho y enseñado. La primera reacción de Jesús es la de llevar a sus enviados a un lugar desierto para descansar un poco, ya que regresaron muy contentos y cansados. Ellos le cuentan cómo fueron de pueblo en pueblo, anunciando la buena noticia del Reino; cómo consolaron y curaron a los enfermos; cómo expulsaron demonios en su nombre. La misión ha sido tan exitosa que mucha gente acude a Jesús y ya no tienen tiempo ni para comer. Jesús los invita a que vayan con él a un lugar solitario para que descansen un poco. El reposo de los apóstoles consistirá en estar íntimamente con Jesús en un lugar apartado para recuperar las fuerzas y el entusiasmo.

 

La compasión de Jesús. El texto evangélico prosigue: “Jesús y sus apóstoles se dirigieron en una barca hacia un lugar apartado y tranquilo. La gente los vio irse y los reconoció; entonces de todos los poblados fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Cuando Jesús desembarcó, vio una numerosa multitud que los estaba esperando y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas”. La actitud de Jesús frente a esta multitud enferma y abandonada es la compasión que le brota de las entrañas, desde la sede del amor, de la misericordia y de la vida. Se compadece de ellos porque están “como ovejas sin pastor” y él es el Buen Pastor, el que da la vida por las ovejas (Cf Jn 10). En otro tiempo, Jeremías (23, 1-6) profetizó en nombre de Dios contra los malos pastores: “¡Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer a las ovejas de mi rebaño! Yo los castigaré a ustedes y les pondré pastores que las apacienten”.

 

La misericordia de los pastores. Los discípulos de Jesús, que reciben un cargo de autoridad, han de imitarlo con el testimonio de su propia vida y en sus actitudes pastorales de servicio y compasión. Dirigir en la Iglesia consiste en servir a Dios, a la gente que se le encomienda y al bien común. El dirigente es el signo visible de la autoridad de Jesús y debe tener plena conciencia de ello y de la gran importancia de su misión. Debe permanecer modesto, generoso y superar su propio pesimismo y desaliento. Ha de acoger las opiniones de los demás, proponer iniciativas oportunas y eficaces, así como llevar a la práctica los proyectos con los medios más adecuados a su alcance. El pastor ha de ser disciplinado y aceptar la cruz del sufrimiento con realismo y alegría. Para permanecer lúcido debe saber descansar ya que el arte del reposo es indispensable para evitar la irritabilidad, el agotamiento, la hosquedad, la pérdida del dominio propio y el activismo estéril. El secreto del pastor está en su relación con Dios ya que el Señor le delega su poder y nunca abandona a los que se ponen en sus manos para cumplir su voluntad. A pesar de sus muchas ocupaciones, ha de dedicar un tiempo para el estudio y la oración.  El pastor que cumple bien la tarea que se le ha encomendado debe considerarse como un servidor que sólo ha hecho lo que tenía que hacer, ha de reconocer sus limitaciones para no sentir ningún sentimiento de asombro ni de tristeza ante la incomprensión y la ingratitud que haya encontrado acerca de sus intenciones y esfuerzos. La Iglesia y el mundo siempre tienen necesidad de pastores y dirigentes compasivos y misericordiosos.

+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa

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