Dios es misericordioso

IV Domingo de Cuaresma. Ciclo C

Pbro. José Manuel Suazo Reyes

El evangelio que escucharemos este domingo (Lc 15, 1-3 .11-32) nos presenta la parábola del Padre Misericordioso, una joya literaria que retrata el corazón de Dios. Esta parábola nos revela la forma como Dios procede ordinariamente. Nos presenta a un padre que respeta plenamente la voluntad de sus hijos, aunque ésta vaya en el sentido de la separación, algo que ciertamente el Padre no desea. Dios viene presentado además como un padre misericordioso que perdona generosamente a sus hijos y hace una fiesta cuando se reconcilian con él. Por eso Jesús dice en el evangelio “Hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por 99 justos”.

El comienzo del capítulo 15 de San Lucas, nos revela la razón por la que Jesús contó esta parábola. En efecto, el evangelista señala que los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para escucharle. En cambio los escribas y los fariseos murmuraban y juzgaban la conducta de Jesús de acoger y acercarse a los pecadores. No entendían este gesto de misericordia.

Con la parábola Jesús retrata a los dos. El hijo pródigo representa a los pecadores que están volviendo al Padre; Con la parábola Jesús explica por qué acoge a los pecadores y a los publicanos; porque también ellos son hijos de Dios y Dios quiere salvarlos, por eso los recibe sin reclamos y hace una fiesta cuando vuelven a la casa paterna. Cuando el pecador se arrepiente, se convierte y se acerca a Dios, se encuentra con el rostro de la misericordia.

El Hijo Mayor de la parábola representa a los escribas y fariseos que no aceptaban la conversión de los publicanos ni la conducta misericordiosa de Jesús. Aparentemente el hijo mayor se comporta de una forma impecable, ha estado cerca del padre pero no logra comprender su misericordia. Por eso se enoja con él, le reprocha su conducta y se resiste a participar de la alegría de la reconciliación. Eso mismo hacían los fariseos con Jesús cuando veían que recibía a los publicanos y pecadores.

La parábola del Padre Misericordioso nos lleva a cuestionarnos cómo reaccionamos ante la misericordia de Dios. ¿Estamos de parte del Padre que perdona y acoge al pecador o de parte del hijo mayor que se resiste a aceptar la conversión de su hermano? La vida cotidiana nos ofrece muchas oportunidades para manifestar a los demás esta misericordia divina.

“Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación. Misericordia es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad… por ella Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia es la vía que une a Dios y al hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados no obstante el límite de nuestro pecado” (Misericordiae Vultus n. 2)

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Párroco en San Miguel Arcángel, Perote, Veracruz.
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