«Serán los millones de habitantes de México quienes sufran las consecuencias», advierte el secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano
En su opinión semanal, teniendo como contexto el duro debate que podría someter el Poder Judicial al régimen autócrata del partido de Estado, el obispo de Cuernavaca, Ramón Castro Castro, lanza una dura advertencia sobre lo que está en juego y lo que estaría por delante de desmantelarse el actual régimen democrático.
“¿Qué pasa en nuestra casa?” Se preguntra el también secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano quien afirma que lo que sucede en México no es producto de mentalidades conservadoras o pesimistas: “Yo siento que vamos para atrás por qué porque habíamos logrado cosas muy buenas como país de las que incluso nos sentíamos orgullosos y que ahora, en poco tiempo, se están destruyendo, que muchos de los cambios profundos que se están gestando, no parten de un diagnóstico ajustado a la realidad sino que estamos viendo que predominan ideologías prejuicios y visiones muy parciales…”
Castro lamentó que las reformas que se discuten en el Congreso de la Unión no hayan partido de una consulta amplia a la sociedad y más bien es producto de la imposición de dogmas que están excluyendo a las minorías para destruir la República y los avances de cuarenta años: “Todo esto significa, en una expresión, que la democracia mexicana, tan joven y frágil como la teníamos gracias a 40 años de trabajo, con tan buenos frutos que nos había dado en estas últimas décadas, la verdad es que está haciendo destruida; así es, nuestra República democrática de derecho está herida y la están, de alguna manera, matando y no es una exageración, la están matando…”
Serán los millones de habitantes de México quienes sufrirán las consecuencias, especialmente los jóvenes, quienes recibirán una casa común destruida, caótica y desorganizada. Para el obispo de Cuernavaca, la confusión y debilitamiento del país y sus instituciones tendrá igualmente por resultado que el país deje de ser competitivo provocando la desconfianza en el exterior.
El obispo señaló que, en pocos minutos, no se puede decir todo, ni presentar todos los fundamentos, “Pero les digo que no miento, que hablo con la verdad, con dolor en mi corazón, que no quiero más que inyectar es una dosis de realidad que nos permita ser buenos ciudadanos, ser buenos cristianos, ser buenos católicos, no en el aire, no en lo abstracto, sino de cara a la realidad que el piso que estamos pisando está débil, muy débil y si el piso no es sólido, si no es verdadero y amplio para que todos puedan podamos estar, para que todos quepamos, ese mismo piso ¿nos sirve?, pregunto. Yo creo que no. Hermanos, hermanas, despertemos nos están robando el piso, nos están destruyendo la casa, nos están dominando a través e ilusiones, cuentos y mentiras habría que despertar…”