Los preámbulos de la Iglesia aparecen cuando JESÚS de Nazaret envía a los Apóstoles de dos en dos (Cf. Mc 6,7); y a los setenta y dos discípulos (Cf. Lc 10,1). Todavía obtenemos una visión singular de la Iglesia con la imagen ofrecida de los Doce dirigidos por JESÚS recorriendo las ciudades y aldeas de Palestina predicando sobre el Reino de DIOS. El “envío” de los Doce o los setenta y dos se refiere a la misión que JESÚS encomienda concediendo “poder” y “autoridad” a los discípulos; el mismo “poder” y “autoridad” ejercidos por JESÚS: “el que a vosotros recibe a MÍ me recibe” (Cf. Mt 10,40; Lc 9,48;10,16). La “autoridad” de JESÚS y sus discípulos ofrecen el cauce a la Verdad: lo que se propone sobre el Reino de DIOS es Verdad. El “poder” de la predicación ungida por el ESPÍRITU SANTO toca el corazón de los oyentes y deja signos de su carácter singular con señales, prodigios y milagros. El “poder” con el que se predica no es de este mundo y las verdades que se ofrecen tienen que ver con la eterna Verdad de DIOS. Los discípulos enviados “de dos en dos” son el vivo testimonio de la Verdad, porque algo es considerado como válido en un juicio por el testimonio de dos o más. “De dos en dos” se a de extender el Evangelio por todo el mundo hasta nuestros días. La Iglesia vive representada en los cristianos enviados “de dos en dos” y JESÚS camina con ella para renovar las fuerzas y los ánimos debilitados por los acontecimientos como muestra el episodio de los “Discípulos de Emaús” (Cf. Lc 24,13). Cleofás y su acompañante, que bien podía ser su mujer Salomé, mencionada en el grupo de las mujeres venidas de Galilea y presentes en el Gólgota en el momento de la muerte de JESÚS. El RESUCITADO sale al paso de estas dos personas profundamente afectadas y desanimadas para renovarlas mediante la comprensión de la Escritura y la revelación de su Presencia en el Pan de la EUCARISTÍA. La manifestación del SEÑOR condujo a las dos personas de nuevo hacia Jerusalén, pues allí se encontraba reunida la Iglesia con Pedro. La experiencia de encuentro con JESÚS fue validada por la comunidad de Jerusalén, o Iglesia fundante. Los dos discípulos de Emaús compartieron las dos experiencias principales del discípulo dentro de la Iglesia: la eficacia y poder de la Palabra y la revelación del SEÑOR en la EUCARISTÍA. La experiencia común pudo ser compartida y verificada: “¿no ardía nuestro corazón mientras nos explicaba las Escrituras por el camino? (Cf. Lc 24,32). Como a tantos en lo sucesivo, JESÚS se hará el encontradizo por caminos de todo tipo y encrucijadas de lo más variado, pero es el mismo SEÑOR y la misma eficacia por la que se realiza la conversión de los corazones. También era necesario compartir y exteriorizar la experiencia particular de la revelación del SEÑOR en la EUCRISTÍA: ”reconocieron a JESÚS al partir el PAN, y al instante desapareció de su vista” (Cf. Lc 24,30-31). La experiencia de uno aisladamente podría inducir a pensar que lo vivido había sido resultado de una ilusión; pero la vivencia común de la revelación del SEÑOR en el PAN daba seguridad. El entusiasmo se apoderó de los dos caminantes tristes y cariacontecido, y fueron levantados de aquel estado de postración anímica y espiritual, volviendo sobre sus pasos camino de Jerusalén donde encontraron al grupo amplio de discípulos reunidos, que confirmaron los hechos sin dejar lugar para la duda.
Pedro y Juan
El libro de los Hechos de los Apóstoles distribuye el relato haciéndolo girar en torno a Pedro en su primera parte para dedicar un gran espacio a los viajes de san Pablo por toda la Cuenca Mediterránea. Estando en oración en la comunidad de Antioquia de Siria, el ESPÍRITU SANTO mediante una profecía indica: “separadme a Bernabé y a Pablo para la misión que les tengo encomendada” (Cf. Hch 13,1-2). En el primer viaje apostólico, Bernabé y Pablo formarán el tandem al que se añadirá Juan Marcos durante una parte del viaje. En el segundo viaje, Pablo se hará acompañar de Silas; y Bernabé lo hará con Juan Marcos. Pero antes de todo esto, el libro de los Hechos narra el testimonio conjunto de Pedro y Juan, que van al Templo, un tullido que pedía limosna es curado (Cf. Hch 3,1ss); y a partir de ese momento, Pedro y Juan van a ser compañeros no sólo en la predicación, sino en la persecución. A estos amigos, compañeros en el trabajo de la pesca en otros tiempos, ahora verán sus destinos confluyendo en la persecución por predicar el Nombre de JESUCRISTO. También van a compartir la Fe y la adhesión al MAESTRO en la persecución y la cárcel.
Si aceptamos que “el discípulo amado” es el Juan que aparece al comienzo del evangelio acompañado en este caso de Andrés (Cf. Jn 1,40) entonces volvemos a ver como la presencia de dos discípulos Pedro y Juan, son testigos necesarios para dar fe de la tumba vacía (Cf. Jn20,1-9). La tumba vacía se convierte en una prueba indirecta de la Resurrección de JESÚS. Más aún, después de la experiencia del RESUCITADO que tuvieron un número importante de personas (Cf. 1Cor 15,5-8), es lugar de peregrinación como recinto arqueológico en el que se verificó el momento de la Resurrección, sin la presencia de testigo humano. Los evangelistas Marcos y Mateo señalan a Pedro y Juan con sus hermanos Andrés y Santiago, respectivamente elegidos por JESÚS en primer término (Cf. Mt 4,18-22; Mc 1,16-19).
Priscila -Prisca- y Aquila
Sobresale un matrimonio en el libro de los Hechos y en las cartas de san Pablo: Priscila y Aquila. Ella tiene procedencia romana y Aquila parece ser de Asia Menor. La primera referencia es dada por la llegada del matrimonio a Corinto procedente de Roma después de la expulsión del emperador Claudio de una buena parte de los judíos de la urbe. Pablo venía de Atenas donde su tarea evangelizadora no había tenido mucho éxito y se une a este matrimonio por razones prácticas y laborales, al tiempo que gana a unos excelentes colaboradores para la evangelización. Como san Pablo, Priscila y Aquila eran tejedores de lonas y abrigos con lana de Cilicia especialmente dura e impermeable; por tanto el material también era idóneo para la confección de lonas que se vendían principalmente a las legiones romanas. Transcurridos unos dos años pasan a Éfeso, san Pablo al poco tiempo deja la ciudad, y Priscila y Aquila encuentran a Apolo, que manifestando una buena formación filosófica, sin embargo no estaba plenamente en el Camino. Priscila y Aquila aportan a su doctrina aspectos fundamentales que el brillante orador acepta. Con el tiempo Apolo lo encontramos en Corinto, y Priscila y Aquila vuelven a Roma, pues son mencionados por san Pablo en la carta dirigida a los Romanos, probablemente en el año sesenta y siete. Manifiesta el Apóstol la intención de visitar a las comunidades romanas como paso previo para llegar a España. Tiempos muy difíciles para la evangelización, pero todos los inconvenientes no fueron impedimento para la entrega de este matrimonio a la causa del Evangelio.
Evangelizadores mencionados por san Pablo
Andrónico y Junia, parientes y compañeros de prisión con san Pablo, que llegaron antes que él al Camino cristiano (Cf. Rm 16,7). Saludos para Trifena y Trifosa, que se han fatigado en la evangelización (Cf. Rm 16,12). Saludos para Rufo y su madre que lo es también mía (Cf. Rm 16,13). Saludad a Asíncrito y Flegonta. Todos estos nombres corresponden al listado amplio de personas a las que san Pablo se refiere en el último capítulo de la carta a los Romanos (Cf. Rm 16,1-16). Entre estos nombres se da por descontado que nos encontramos con estrechos colaboradores en la evangelización, por lo que no eran simples laicos, sino que es posible atribuir a estos nombres categoría de presbíteros u obispos como responsables o dirigentes de un grupo más amplio. La evangelización como venimos comprobando no se puede llevar a cabo sin la condición de “enviado”, que ha de estar asistida por la “autoridad”, que hace valer la Verdad de DIOS y su Santa Voluntad; y el “poder”, que confirma la predicación mediante los signos que la acompañan. El “poder” y la “autoridad” resultan imprescindibles para presidir la asamblea de los hermanos –ecclesia- en torno a la Fracción del Pan, la enseñanza de las Escrituras; las oraciones y la comunión fraterna (Cf. Hch 2,42). En estas reuniones tenía que haber algún hermano o varios con capacidad ministerial de realizar la “anamnesis” o “memorial: la actualización de las palabras del SEÑOR en la Última Cena, pues de lo contrario no se constituiría una verdadera comunidad cristiana. Entre los nombres recogidos en el listado de personas queridas por el Apóstol tenían que incluirse ministros para el Bautismo, la Eucaristía o la bendición de los matrimonios que han de estar en el SEÑOR (Cf. 1Cor 7,39). El libro de los Hechos de los Apóstoles señala que la efusión sacramental del ESPÍRITU SANTO se transmite mediante la imposición de manos de los Apóstoles: el caso de los convertidos en Samaria por la predicación del diácono Felipe (Cf. Hch 8,17); y los discípulos de Juan Bautista que san Pablo encuentra en Éfeso y no tenían noticia de la existencia del ESPÍRITU SANTO (Cf. Hch 19,2). A la Iglesia del SEÑOR no le puede faltar elemento que sea esencial para su formación y crecimiento, por lo que debemos concluir que entre los nombrados por san Pablo en sus cartas como colaboradores suyos, había hermanos que estaban capacitados para ejercer todos los ministerios fundamentales. Aunque resulta admirable la capacidad de san Pablo para evangelizar grandes extensiones de población en un tiempo record para aquella época, sin embargo en algunas ciudades como Corinto o Éfeso el Apóstol permaneció en ambas por más de año y medio, y las distintas comunidades por él fundadas tenían que proseguir su marcha atendiendo a las necesidades de las mismas.
Otros nombres
Sabemos que el nombre de una persona pretende aproximarnos a la vocación o misión de la misma: quién es esa persona, y qué misión le encomienda DIOS en su vida. Desde el Génesis (Cf. Gen 2,19-20) el hecho de poner nombre a las realidades creadas por DIOS era manifestación del poder real que el hombre tenía sobre las cosas a su alrededor. La evangelización es un proceso de relación y encuentro personal. Es DIOS quien da gratuitamente la vocación y envía, pero el que es enviado tiene que asumir la condición de testigo de lo que está anunciando. El elegido se convierte en testigo por la unción del ESPÍRITU SANTO, que es el gran testigo de todo lo que DIOS ha hecho y hará, porque ÉL impulsa la evangelización hacia la “Verdad completa” (Cf. Jn 16,13). El ESPÍRITU SANTO conoce el término o finalización de las cosas que en este momento están en proceso de llegar a plenitud. Los que reciben la herencia del Cristianismo y la transmiten tienen nombre y apellidos, y el hecho no se realiza por un procedimiento anónimo y mecánico. La transmisión de la Fe no está en el mundo virtual, sino en el plano del encuentro personal con todo su realismo. Evodia y Síntique tenían misiones conjuntas en la evangelización pero no se libraron de ciertas disensiones, que san Pablo urge a que las resuelvan para presentar una fraternidad real ante los que les eran confiados: “ruego a Síntique y a Evodia que tengan un mismo sentir en el SEÑOR” (Cf. Flp 4,2) Estas dos misioneras habían luchado al lado de san Pablo por el Evangelio (Cf. Flp 4,3). El caso de Evodia y Síntique muestra que la convivencia en las primeras comunidades no era del todo idílica y se presentaban comflictos, que podían alcanzar una cierta graveada. San Pablo hace pública en la carta a los Filipenses estas desavenencias, que repercutían en la marcha de las comunidades de Filipos. Había sido Lidia que comerciaba con púrpura, la que acogió en primer término la misión de san Pablo en Filipos (Cf. Hch 16,14-15); y es muy probable que Síntique y Evodia pertenecieran al grupo inicial que se encontró el Apóstol. No se sabe el motivo del cierto enfrentamiento, pero san Pablo encomienda a Sícigo para que haga de mediador y ayude a resolver el conflicto. El objetivo de unos y otros es que sus nombres estén inscritos en el Libro de la Vida (Cf. Flp 4,3).
¿Restauración u orden nuevo?
La Biblia recoge las advertencias frecuentes que DIOS realiza al Pueblo elegido por sus desvíos y trasgresiones de la Ley. DIOS permanece fiel a su Palabra o alianza, y gracias a esta Fidelidad Divina la historia del Pueblo elegido puede avanzar hacia los objetivos fundamentales fijados por el mismo DIOS. “Oh, DIOS restáuranos, que brille tu rostro y nos salve” (Cf. Slm 80,4). El hombre religioso comprende que en lo individual y en el comportamiento general las cosas no van siempre bien ordenadas, y el arreglo o correctivo es necesario. La restauración tiene lugar cuando se repara lo que está estropeado. La imagen de DIOS en el hombre quedó marcada negativamente por el pecado y el orden interno y externo del mismo hombre se ha visto afectado con gran intensidad. El Plan de DIOS es superar el orden inicial de las cosas. Teniendo en cuenta el estado actual a nuestro alrededor nos puede resultar muy difícil admitir que la Redención tiene pensado superar el orden inicial de la Creación. El profeta Isaías como el resto de los profetas ofrecen el objetivo final que nosotros situamos en el punto Omega de la historia: JESUCRISTO es el ALFA y la OMEGA. DIOS va a hacer surgir un Pueblo totalmente renovado y será convocado en Jerusalén, la Ciudad Santa. Los mismos profetas que anuncian la acción extraordinaria de DIOS reuniendo a su Pueblo de entre las naciones y situándolo en la cumbre de los demás pueblos no sospechan el singular modo que DIOS piensa para realizar el orden nuevo. El medio previsto por DIOS para llevar a término su Plan establecido desde toda la eternidad es la predicación. Como en otras ocasiones, DIOS no deja de sorprendernos por su ausencia de espectacularidad. En apariencia algo tan elemental como la predicación profética va a ser el instrumento para propagar el fuego transformador que en la tierra arderá. Para colmo, en el núcleo de esa predicación un anuncio: el escándalo de la Cruz, que antecede a la Resurrección. DIOS piensa resolver todos los problemas que el hombre ha causado a su Plan inicial mediante la predicación de la muerte -Cruz- y Resurrección de JESUCRISTO. Isaías en los cánticos del Siervo de YAVEH fue el profeta que con algo más de claridad e inspiración se anticipó al medio elegido por DIOS para renovar al mundo y llevarlo a un orden nuevo en el que estén vigentes unos Nuevos Cielos y una Nueva Tierra.
El DIOS de Israel
”El Cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies. ¿Qué casa vais a edificarme o lugar para mi reposo?, si todo lo hizo mi mano y es mío todo? (Cf Is 66,1-2) ¿En quién voy a fijarme? En el humilde y contrito que tiembla ante mi Palabra (Cf. Is 66,2). YAHVEH no pide del devoto israelita nada más allá de la humildad personal que se esfuerza por cumplir la voluntad del SEÑOR plasmada en las Palabras de la Alianza. La exigencia de sacrificios está en el carácter de los cultos idolátricos, pues todo lo que existe en la creación le pertenece a YAHVEH y de necesitar algo de ella, ÉL lo tomaría, porque es suyo. Esto tan elemental necesitó de siglos para ser parcialmente entendido por los israelitas, que de forma reincidente volvían a los cultos cananeos del alrededor.
Dios se da a conocer por su bondad
DIOS piensa responder con bondad y misericordia a las infidelidades que día tras día recibe por parte de su Pueblo. El daño por las trasgresiones se lo originan ellos, y en su desvarío son incapaces de volver al SEÑOR por sí mismos. El SEÑOR los va a consolar inmerecidamente: “”seréis alimentados, y sobre las rodillas seréis acariciados; como a uno que su madre lo consuela, así os consolaré YO, y por Jerusalén seréis consolados” (Cf. Is 66,13).
Compasión hacia el Pueblo elegido
DIOS premiará a todos aquellos que mostraron piedad para con el Pueblo elegido en las horas de su desgracia; y esos pueblos verán multiplicar sus beneficios pues el SEÑOR las hará llegar también su bondad y Gracia: “Alegraos por Jerusalén todos los que la amáis. Llenaos de alegría todos los que por ella hacéis duelo, de modo que os saciéis de los pechos de su gloria” (Cf. Is 66,11-12). DIOS dispone para Jerusalén gracias inagotables que beneficiarán a todas las naciones cuando vean el esplendor con el que DIOS va a revestir a la Ciudad Santa elegida. El fondo de esta profecía está en la versión espiritual de esta Ciudad en la que el mal llega a su cumbre con la muerte del HIJO de DIOS, pero el merecido castigo se vuelve Gracia y perdón por la infinita Misericordia de DIOS que ve a su HIJO en la Cruz y muere perdonando. De este punto geográfico, de este tiempo de Gracia nace un manantial inagotable de bienes y bendiciones, que alcanzan la Vida Eterna. Esta disposición de las cosas sólo puede ser obra divina. Ningún proyecto humano podría diseñar algo así. Si la Creación habla del Creador de manera inefable y las palabras se quedan escasas, todavía el misterio se ensancha hasta el infinito cuando se trata de comprender los modos de DIOS para transmitir su Vida de Gracia a todos los hombres.
El SEÑOR está cerca
Para los cristianos de todos los tiempos es vital saber que “el Reino de los Cielos está cerca” (Cf. Mc 1,15). A lo largo de los evangelios reconocemos que existe una total coincidencia entre la proximidad del Reino de los Cielos y la cercanía del SEÑOR. Allí donde se manifiesta JESÚS se revela presente el Reino de DIOS, o el Reinado de DIOS; porque algo nuevo va surgiendo de modo poco perceptible. Las primeras líneas del evangelio de hoy, como siempre, debemos leerlas despacio, porque nos hablan a nosotros en las presentes circunstancias. “Designó el SEÑOR a otros setenta y dos y los envió de dos en dos delante de SÍ, a todas las ciudades y sitios donde ÉL había de ir” (v.1) En determinado momento los que seguían a JESÚS por el Camino superaban la centena según el criterio de algunos estudiosos; por lo que es plausible la extracción directa de setenta y dos discípulos para llevar adelante una misión. Volvemos a recordar el dato que nos aporta el libro de los Hechos de los Apóstoles, en cuanto al número de discípulos que permanecían con MARÍA en oración: alrededor de ciento veinte (Cf. Hch 1,15). Los setenta o setenta y dos es un número que representa al Pueblo elegido organizado, peregrinando por los caminos de la vida -por el desierto-, creciendo en cohesión e identidad y siempre orientado a la Tierra Prometida. En el desierto Moisés eligió a setenta o setenta y dos hombres prudentes para que lo auxiliasen en la organización del Pueblo y llevarlo en paz a la Tierra Prometida (Cf. Ex 18,21-26;Nm 11,16-17). Los setenta y dos vienen a representar a la Iglesia que evangeliza saliendo a los caminos, los pueblos y las ciudades; y al mismo tiempo a la Iglesia necesitada de instituciones asistidas por la acción del ESPÍRITU SANTO. Un documento oficial dado por las instancias superiores de la Iglesia puede representar la concesión de una gracia, una responsabilidad o la disposición de una pauta beneficiosa para toda la Iglesia y los católicos en su conjunto. Los “setenta y dos” son enviados donde el SEÑOR se piensa manifestar, y los propios enviados constituyen un grado alto de esa misma manifestación.
Primera encomienda
Es san Lucas quien recoge el mandato a los discípulos de orar, o pedir al PADRE que envíe nuevos evangelizadores ”La mies es mucha y los obreros pocos, rogad pues al dueño de la mies, que envíe operarios a su mies” (v.2). En la oración los discípulos toman conciencia de la escasez de evangelizadores en todos los tiempos, en relación con las necesidades existentes. La viña del SEÑOR es muy amplia y las solas fuerzas humanas no son suficientes; y por otro lado, los discípulos deben saber en todo momento que no harán nada de provecho sin la ayuda directa del propio DUEÑO de la viña.
Un mundo violento
“Mirad que os envío como ovejas en medio de lobos” (v.3). La mansedumbre debe presidir la evangelización, y las respuestas violentas quedan excluidas; sin embargo el carácter del mundo es de suyo violento por múltiples causas. El odio genera violencia, el orgullo para imponerse es violento; la envidia no soporta el éxito ajeno; la lujuria insaciable se torna sádica y denigrante: la avaricia impone el robo mediante la coacción y no le importa la muerte o el suicidio del chantajeado. El lobo es depredador, y JESÚS pide que salgan al mundo muchos con el espíritu de san Francisco para amasar a estas fieras, cosa nada fácil.
Desprendimiento
“No llevéis bolsa, ni alforja ni sandalias” (v.4) la condición mansa del evangelizador debe estar complementada por una actitud desprendida hacia las cosas materiales. De forma drástica se incide en la austeridad del evangelizador, que no puede hipotecar el Mensaje a ninguna cuestión material. El evangelizador tiene que dar gratis lo que recibe gratis (Cf. Mt 10,8). Por otra parte el evangelizador debe manifestar que sabe vivir de la Providencia de DIOS, que alimenta a las aves del cielo y viste a los lirios del campo (Cf. Mt 6,26-32).
La misión en primer término
“No saludéis a nadie por el camino” (v.4b). Entendamos que los saludos podían llevar horas o días de estancia con el familiar, amigo o conocido, haciendo honor al ejercicio de la hospitalidad. Una vez recibida la misión ninguna otra causa debía distraer del cometido marcado por el SEÑOR. Las distracciones por el camino son de toda índole y pone en riesgo la misión, o la hacen fracasar. El campo de la evangelización es un verdadero campo de batalla espiritual, que el enemigo cubre de minas personales para abortar cualquier intento de mejorar la vida de los hombres por el acercamiento hacia DIOS. El saludo muestra amabilidad y condescendencia hacia la persona que nos interpela. El saludo prolongado atrapa al evangelizador en la comodidad y el halago y en ese punto se comienza a perder toda la eficacia de la evangelización.
En primer lugar bendecid
“En la casa donde entréis, decid primero: Paz a esta casa. Si hubiera allí un hijo de Paz, la Paz reposará sobre él; si no la Paz volverá a vosotros” (v.6). El SEÑOR le ofrece al evangelizador la capacidad de convertir el alojamiento en un lugar espiritualmente seguro. La bendición del evangelizador atrae la bendición o Palabra con Poder que proviene de DIOS mismo. DIOS le había dado a Moisés una bendición por la que su hermano Aarón debía bendecir al Pueblo: “el SEÑOR te proteja y te bendiga; ilumine su rostro sobre ti, y te conceda su favor. El SEÑOR se fije en ti y te conceda la Paz” (Cf. Nm 6,24-26). Ahora, en los tiempos mesiánicos, la fuerza de la bendición puede hacerse presente a través de una red mucho más amplia de discípulos con capacidad de transmitir el “Shalom” que el mundo necesita. La Paz al mundo llega por la Paz a las casas, y dentro de ellas al representante de esa casa. No habrá Paz social sin la Paz familiar. Los de la casa deben experimentar lo que trae el discípulo de JESÚS: la bendición de DIOS, que transforma el ámbito familiar. Esto no es magia, sino el poder transformador del ESPÍRITU SANTO.
Los alimentos
“Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario” (v.7). JESÚS había declarado puros todos los alimentos, “porque no es lo que entra de fuera lo que hace impuro al hombre, sino lo que sale del corazón, eso es lo que hace impuro al hombre” (Cf. Mc 7,14-23). Por otra parte, el momento de la comida tiene un alto significado de fraternidad. Este es el momento para la charla distendida y no por ello menos profunda donde se pueden abordar aspectos de importancia capital. El tiempo de estancia del evangelizador que está en la misión no es prolongado, pero al mismo tiempo conviene establecer los medios para una continuidad en la misión. Sabemos que las casas en los comienzos fueron los lugares en los que se reunía la Iglesia del SEÑOR. Si el evangelizador o los evangelizadores van de casa en casa se vuelve más difícil establecer un espacio propicio para dar continuidad al Mensaje. Se mantiene la prescripción del “Shemá”, que será transmitido a los hijos, o a los de la casa (Cf. Dt 6,1ss) Ahora el Shemá recibe su plenitud dentro del acercamiento del SEÑOR en su Evangelio.
Curad a los enfermos
“En la ciudad en la que entréis y os reciban, comed lo que os pongan y curad a los enfermos que haya en ella; y decidles, el Reino de DIOS está cerca de vosotros” (v.8-9) La casa como núcleo inicial está en función de la ciudad o localidad. Si la Fe se despierta se darán signos del Poder de DIOS, o de la presencia del Reino de DIOS. Los signos a los que se refiere el texto son las curaciones de los enfermos, que podemos entender en sentido amplio. Las curaciones físicas son más visibles o palpables, sin embargo las curaciones espirituales siendo más importantes quedan en el recinto personal y tardan más tiempo en apreciarse los resultados. Pero el evangelizador bien recibido es siempre portador de salud, porque la salvación comienza por devolver la salud de los espíritus.
El rechazo del Evangelio
El Evangelio puede ser rechazado, como de hecho viene sucediendo desde los primeros momentos. La gran tragedia para el hombre es que DIOS no tiene otro Nombre que el de JESUCRISTO por el que el hombre pueda salvarse. La salvación eterna es la preocupación más acuciante por parte de DIOS, que no dejará en todo momento de alcanzar el corazón de los hombres para mostrarles la Verdad de la Redención.
Alegría de los discípulos
“Regresaron los setenta y dos alegres diciendo, SEÑOR hasta los demonios se nos someten en tu Nombre. JESÚS les dice: YO veía a Satanás caer del Cielo como un rayo” (v.17-18). Los duros trabajos del evangelizador se compensan con los resultados de la misión. Los discípulos comprueban que la tarea evangelizadora se mueve en el campo de las fuerzas espirituales, y sólo con el Poder de JESÚS están capacitados para ese combate. En estos versículos se dan unas palabras enigmáticas de JESÚS que nos acercan un poco más al “misterio del Mal”. Satanás en un momento dado cae del Cielo como un rayo y viene a la tierra para procurar el fracaso de la obra de DIOS y la pieza más preciada para él es el hombre. El juego con las fuerzas de la naturaleza es algo muy secundario para Satanás que obtiene su máxima gratificación de la ruina eterna de cada hombre que logra seducir. Sólo un poder espiritual superior rompe las múltiples cadenas forjadas por el Maligno. El poder superior del que el hombre dispone está en el Nombre de JESUCRISTO y los discípulos enviados lo comprueban. A lo largo de los siglos, la experiencia de la Iglesia ratifica este evangelio: “al Nombre de JESÚS toda rodilla se dobla, en el cielo, en la tierra y en los abismos” (Cf. Flp 2,10)
La Vida Eterna
“No os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres están escritos en los Cielos” (v.20). Esta última advertencia de JESÚS no es de carácter menor, pues el peligro de orgullo o narcisismo espiritual se filtra por cualquier poro del evangelizador. El carisma viene del SEÑOR, el Poder está en JESÚS. La santidad o unión espiritual con JESÚS es la carta de presentación para la Vida Eterna. Los dones materiales y espirituales constituyen medios o herramientas para trabajar en la Viña del SEÑOR, y en ese ejercicio se puede mejorar, pero también ocurren fracasos por falta de virtud en el ejercicio de la tarea encomendada. La alegría del discípulo y del evangelizador tiene que estar centrada en el infinito AMOR de DIOS que es principio y meta. Nuestros éxitos y fracasos deben descansar en el Corazón de DIOS manifestado en JESUCRISTO.
San Pablo, carta a los Gálatas 6,14-18
La segunda lectura de hoy nos ofrece los últimos versículos de esta carta dirigida de modo especial a las comunidades de Galacia. San Pablo había predicado con todo su ardor que la Salvación dada por DIOS al hombre, sólo podía venir por la Fe en JESUCRISTO, sin estar ligados a las obras de la Ley de Moisés. En aquellas comunidades parece ser que tuvieron lugar importantes experiencias espirituales, que en esta carta el Apóstol les recuerda, pues se habían desviado de la doctrina por él predicada. Otros fueron después tergiversando el Mensaje y querían devolver a los recién convertidos a las prácticas de la ley y la circuncisión. San Pablo entre otras cosas, les pregunta, ¿habéis recibido el ESPÍRITU SANTO por las prácticas de la ley o por la Fe en JESUCRISTO? (Cf. Gal 3,2). Esta cuestión es capital, y según la sigamos contestando así daremos razón de nuestra Fe. No por desligarse de la Ley san Pablo propone una ausencia de principios para el comportamiento ético particular. La presencia del ESPÍRITU SANTO en cada uno ofrece las fuerzas necesarias para corresponder en orden a la Caridad cristiana. La Ley muestra las carencias y no ofrece las fuerzas para superarlas ni es capaz de darnos la Salvación. Unidos a JESUCRISTO tenemos que practicar la virtud sin ánimo de recompensa, sino por fidelidad al AMOR. Los últimos versículos de esta carta ofrecen algunos consejos dignos de toda nuestra consideración: “corregid con espíritu de mansedumbre, pues tú también puedes ser tentado”; “si alguno se cree ser algo no siendo nada se engaña a sí mismo”; “lo que uno siembre, eso cosechará”; “no nos cansemos de obrar el bien” (Cf. Gal 6,1ss).
La Cruz
“DIOS me libre gloriarme, si no es en la Cruz de nuestro SEÑOR JESUCRISTO, por la cual el mundo es para mí un crucificado, y yo un crucificado para el mundo” (v.14). La Misericordia Divina crucifica en la Cruz de JESÚS todo el pecado del mundo, por lo que el mundo con todas sus obras es mirado por DIOS a través de la Cruz de su HIJO de lo contrario el mundo sería rechazado sin contemplaciones por parte de DIOS. Toda la justicia que debía recaer sobre el mundo gravita sobre el HIJO, el CRUCIFICADO. El mundo sólo puede encontrar justificación en la expiación vicaria de JESUCRISTO y fuera de ÉL no tiene alternativa alguna ante DIOS. El Apóstol se ofrece como crucificado para DIOS y signo visible para el mundo de la muerte infringida al único JUSTO.
Nueva Creación
“Porque nada cuenta, ni la circuncisión ni la incircuncisión, sino la Creación Nueva” (v.15) La muerte y la Resurrección de JESÚS inauguran la Nueva Creación, pues la vida de la Gracia es posible por el ESPÍRITU SANTO que JESÚS envía del seno del PADRE, y el ESPÍRITU SANTO está en la Iglesia haciéndose visible por sus signos. También el ESPÍRITU SANTO en su obra de Nueva Creación mantiene el ritmo de crecimiento lento que preside el comportamiento de la condición humana. Aquellos cristianos de Galacia perderían mucho tiempo y gracias espirituales de concederle crédito a las mediocres prédicas de algunos que pretendían distraerlos de la unión vital con JESUCRISTO.
El Israel de DIOS
La elección por parte de DIOS ha movido ficha. El verdadero Israel de DIOS es el Pueblo que ha optado por JESUCRISTO, que no vino a abolir la Ley, sino a conducirla a su plenitud (Cf. Mt 5,17); pero se queda fuera el no se sube al tren de la nueva acción de DIOS manifestada en el HIJO. El Nuevo Israel de DIOS es el Pueblo que reconoce a JESÚS como el MESÍAS profetizado en las Escrituras.
Las señales de CRISTO
“En adelante que nadie me moleste, porque llevo en mi cuerpo las señales de JESÚS” (v.17) Las palizas recibidas por san Pablo en el ministerio evangelizador constituyen suficientes estigmas sobre su cuerpo, a lo que no se puede compara ni de lejos la herida producida por la cirugía ritual de la circuncisión. Se especula si san Pablo llevó los estigmas en manos, pies y costado al estilo de distintos místicos a lo largo de la historia; pero este extremo no es necesario para que con propiedad san Pablo afirme que lleva en su cuerpo las señales de la Cruz de JESUCRISTO después de lo que nos cuenta en la segunda carta a los Corintios (Cf. 2Cor 11,24-25).
Una bendición
“Hermanos, que la Gracia de nuestro SEÑOR JESUCRISTO sea con vuestro espíritu. Amén”. (v.18). También nosotros necesitamos recibir bendiciones continuas por parte de los enviados cualificados del SEÑOR; y esta bendición se vuelve universal cada vez que la Iglesia la proclama. DIOS se hace presente en la bendición de sus enviados para que nuestros espíritus se restablezcan en la Paz.