Cuaresma

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Los cuarenta días o los cuarenta años marcan un tiempo en el que DIOS interviene de forma especial. Los cuarenta días del diluvio (Cf. Gen 7,17); cuarenta días de Moisés en el Sinaí para recibir las tablas con las Diez Palabras (Cf Ex 34,28ss). Los exploradores emplean cuarenta días para reconocer la Tierra Prometida (Cf. Nm 13,25). Elías emplea también cuarenta días para llegar al Monte Horeb, huyendo de Ajab y Jezabel, después de recibir las fuerzas que el Ángel del SEÑOR le proporcionó con el alimento de pan y agua (Cf. 1Re 19,7-8); reanudando la marcha hacia la Montaña Sagrada en busca de paz y fortaleza espiritual. Una generación en la Biblia abarca cuarenta años, y ese es el tiempo que marca el libro de Números para el Pueblo elegido en su travesía por el desierto (Cf. Nm 32,13). La rebeldía del Pueblo elegido tiene que cambiarse en obediencia y docilidad a la voluntad de YAHVEH, y tal cosa lleva tiempo. Antes de entrar en la Tierra Prometida, el Pueblo elegido será modelado en el desierto por YAHVEH que lo liberó de la esclavitud egipcia. Antes de establecerse la monarquía, ya en la Tierra Prometida, fue dirigido o liderado por Jueces, que tenían un carácter eminentemente carismático, y su tiempo al frente del Pueblo se fijaba en cuarenta años (Cf. Jc 3,11.5,31.8,28) David, el prototipo de rey, reinó durante cuarenta años, siete en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén (Cf. 2Sm 5,4-5); 1Re 2,11). Diez generaciones transcurrieron, cuatrocientos años, que los descendientes de Jacob -Israel- estuvieron en Egipto antes de su liberación final. Los cuarenta días pasados por JESÚS en el desierto ponen el acento en la íntima relación de la persona y misión de JESÚS con toda la Historia de Salvación vivida con anterioridad. La honda significación de los cuarenta días, de los cuarenta años o de los cuatrocientos años no se pierde de vista tampoco cuando hemos llegado a la “plenitud de los tiempos” (Cf. Mc 1,15). A los cuarenta días de la Resurrección, JESÚS anuncia a sus discípulos que la Promesa del PADRE -ESPÍRITU SANTO- está a punto de cumplirse (Cf. Hch 1,3-5), y no deben moverse de Jerusalén, permaneciendo en oración hasta que el acontecimiento suceda. Fueron diez días, que pueden computar como un solo día en los que se debía repetir únicamente la súplica: “envía PADRE, en el Nombre de tu HIJO, JESÚS, tu Promesa del ESPÍRITU SANTO”.

Cuatrocientos años

Un periodo de cuatrocientos años ofrece la sucesión de sucesos y acontecimientos, que dan como resultado, transformaciones sociales, cambio de modelos y cambios de época. Los tres capítulos iniciales del libro del Apocalipsis plantean la relación del VIVIENTE con la Iglesia, que ha nacido de su Primera Venida a este mundo. Su Iglesia debe estar dispuesta y vigilante a la espera de la Segunda Venida. Siete cartas van dirigidas a siete Iglesias, que en realidad es una sola Iglesia, pero susceptible de ser considerada en siete fragmentos de tiempo diferentes. Una mirada en ese sentido no debe adoptar una cuantificación temporal rígida, pues los tiempos históricos -épocas- no tienen mediciones rígidas. Adoptando la pauta temporal anterior nos situamos en el presente con lo que el libro sagrado dice a la Iglesia de Filadelfia, que atendiendo a la etimología del nombre alude a una época de fraternidad universal. Los cambios de época son convulsos, y estamos inmersos precisamente en el más drástico hasta la fecha. Se habla de fraternidad universal, pero las amenazas de autodestrucción se reavivan por momentos. La Esperanza cristiana nos mueve a decir, que todo acabará bien, y la humanidad seguirá adelante en un destino de Redención; pero ahora los nubarrones son grises y espesos. Dice la carta a la Iglesia de Filadelfia: “al Ángel de la Iglesia de Filadelfia escribe: esto dice el SANTO el VERAZ, el que tiene la llave de la Vida, si abre nadie puede cerrar; si cierra, nadie puede abrir. Conozco tu conducta, mira que he abierto ante ti una puerta, que nadie puede cerrar, porque aunque tienes poco poder has guardado mi Palabra, y no has renegado de mi Nombre. Mira que te voy a entregar a algunos de la sinagoga de Satanás, que se proclaman judíos pero no lo son, sino que mienten. YO haré que vayan a postrarse delante de tus pies, para que sepan que YO te he amado. Ya que has guardado mi recomendación de ser paciente, también YO te guardaré de la prueba que va a venir sobre el mundo entero para probar a los habitantes de la tierra. Vengo pronto.  Mantén con firmeza lo que tienes, para que nadie te arrebate tu corona. Al vencedor lo pondré de columna en el santuario de DIOS y no saldrá fuera ya más; y grabaré en él, el Nombre de mi DIOS, y el nombre de la ciudad de mi DIOS, la Nueva Jerusalén, que baja del Cielo enviada por mi DIOS, y mi Nombre Nuevo. El que tenga oídos, que oiga lo que el ESPÍRITU dice a las iglesias” (Cf. Ap 3,6-13) La relectura de estos versículos siempre es fragmentaria o selectiva, aunque se haga con la intención de proporcionar alguna referencia o criterio para el discernimiento. Curiosamente a esta iglesia no se le recrimina desviación alguna como al resto de las iglesias; pero se hace constar que es una iglesia que ha perdido poder, aunque es fiel a la Palabra; por tanto se hace inexpugnable en su debilidad. La Iglesia de JESUCRISTO, que mantenga en estos tiempos los fundamentos doctrinales será débil, pobre o perseguida socialmente, pero contará con la asistencia del SANTO, o del SEÑOR de la Vida. La Puerta para entrar y salir y encontrar la Vida de la Gracia (Cf. Jn 10,9) permanecerá siempre abierta para este resto fiel, o iglesia pobre. No es cosa de especular sobre los motivos que conducen a la Iglesia a quedarse en un resto, aunque el proceso presente unas causas visibles y aceleradas. Fraternidad universal sin CRISTO es un viaje a ninguna parte, pues está perdido el horizonte verdadero del hombre mismo. JESUCRISTO no es un mero humanista, sino el que arranca al hombre del egocentrismo y lo eleva al encuentro personal con DIOS. El mensaje a la Iglesia de Filadelfia recoge la promesa del SEÑOR de protección ante la prueba que vendrá a los hombres del mundo entero (v.10). Esta carta a la Iglesia de Filadelfia se cierra con la promesa de la venida o manifestación de la Ciudad Santa de Jerusalén, que es la imagen del Reinado de DIOS iniciado en este mundo y realizado con plenitud en el más allá. Las profecías dadas en las apariciones marianas coinciden en la previsión de una era de paz y florecimiento del Cristianismo para este nuevo tiempo de la historia de la humanidad. En Fátima (1917), la VIRGEN afirmó de manera rotunda: “mi Inmaculado Corazón triunfará”. La expresión declara el carácter de lucha espiritual que se librará para llevar a buen término el triunfo del Evangelio. En términos similares se expresa el testamento espiritual de santa Bernardette Soubirous (1879), recogido en una carta enviada al papa León XIII. Este documento se volvió a encontrar unos cien años después en los Archivos Vaticanos; y en este documento la santa de Lourdes recoge cinco profecías, que la INMACULADA CONCEPCIÓN le ha había transmitido. Las cuatro profecías iniciales ya se han cumplido y la quinta está referida al nuestro siglo veintiuno, en el que se anuncia un florecimiento del Cristianismo superior al de las mejores épocas de la antigüedad. Pero también se anuncian más de cien años de antelación problemas que se relacionan con el transhumanismo actual. El cúmulo de disparates existentes en la actualidad demandan una fuerte purificación, que será el objeto de la prueba, que ha de pasar la humanidad y refiere el texto anterior del Apocalipsis. Las acciones de los hombres acarrean consecuencias, y la intervención divina hace que la prueba por la que ha de pasar la humanidad lleve consigo el impulso superador para renacer a una conciencia más cercana al Evangelio. Entonces estaremos en condiciones de afrontar un largo periodo en el que los valores cristianos hagan visible la Redención del hombre por JESUCRISTO.

Tarea personal

El camino de la Cuaresma es un tiempo de renovación bautismal. Los cuarenta días de la Cuaresma marcan un ritmo más intenso a los que se están preparando -catecúmenos- para recibir en la Vigilia Pascual los sacramentos de la Iniciación Cristiana -Bautismo, Confirmación y Eucaristía-.  Los que un día recibimos estos sacramentos tenemos necesidad de renovarnos en la fuente de Gracia que se nos ha dado. Mientras DIOS nos conceda el presente estado de vida, estamos en las condiciones previstas para el crecimiento en la Vida de la Gracia, que se traduce en una mayor unión con DIOS y Caridad hacia los hermanos. Cada Miércoles de Ceniza, la Liturgia recuerda la ascesis adecuada para estas fechas y, en realidad, para la vida cristiana el resto del año: oración, ayuno y limosna. El texto evangélico corresponde a san Mateo (Cf. Mt 6,1-6.16-18) y se extrae del Sermón de la Montaña.  No acabaremos en esta vida, o en mil vidas, de perfeccionar la oración como medio de relación y encuentro con el SEÑOR. Lo mismo cabe decir del ayuno o la limosna. Además de una cierta privación de alimentos algunos días, el ayuno entra en el terreno de la renuncia, de la negación de uno mismo y de la privación voluntaria de algo secundario o superfluo. Múltiples renuncias pueden pasar desapercibidas a los de alrededor, pero en absoluto para DIOS; así se realiza un ejercicio de ayuno en secreto, del que sólo DIOS es testigo. La limosna es un tipo de Caridad, pero esta virtud teologal es más amplia y recoge todas las Obras de Misericordia tanto espirituales como materiales; por tanto el campo para el ejercicio de la Caridad fraterna no tiene fronteras. No obstante las fuerzas particulares son siempre limitadas, y nadie posee la capacidad de salir al paso de todas las necesidades con las que se encuentra. La discreción, por otra parte, es una nota esencial en cualquier ayuda prestada a los otros. La limosna o Caridad realizada en secreto es esencial: “que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha” (Cf. Mt 6,3). La autosuficiencia o la vanagloria malogran la Caridad. La persona ayudada no se debe sentir disminuida o minusvalorada por la asistencia recibida. Estas sencillas consideraciones dan a entender, que el tiempo de Cuaresma es propicio para el discernimiento, por lo que conviene apagar las pantallas y encender el análisis, el razonamiento o la reflexión, y mantener a punto una conciencia sensible. Además de las lecturas piadosas, no debe faltarnos la meditación de la Escritura con sus dificultades y alicientes. Un buen ejercicio ascético está en la lectura diaria y meditada de algunos versículos seleccionados, que pueden coincidir con las lecturas propuestas para la Santa Misa de cada día.

Estado de la humanidad antes del diluvio

Cuarenta días y cuarenta noches descargaron las lluvias torrenciales sobre la tierra, eliminando toda forma de vida contaminada por el pecado. Así se puede resumir lo referido por la Biblia en lo que se refiere al Diluvio enviado por DIOS. Desde Adán hasta el Diluvio, la Biblia reconoce una progresiva degradación moral en la conducta de los hombres, que no deja otra alternativa a DIOS, que la purificación del género humano. El libro del Génesis recoge palabras estremecedoras: “le peso a YAHVEH haber hecho al hombre sobre la tierra y se indignó en su corazón. Dijo YAHVEH: voy a exterminar de sobre la haz de la tierra al hombre que he creado, desde el hombre hasta los ganados, las sierpes y hasta las aves del cielo, porque me pesa haberlos hecho. Pero Noé halló Gracia a los ojos de YAHVEH” (Cf. Gen 6,6-8). Con rasgos muy humanos perfectamente inteligibles a nuestro entendimiento, el autor sagrado nos da el pensamiento de DIOS, que se arrepiente de haber creado al hombre por la perversidad de su comportamiento. En pocos capítulos tenemos el orden inicial y perfecto de las cosas creadas incluido al hombre, siguiendo un estado de cosas que se hacía insostenible. Dentro del Paraíso el orden inicial se rompió por el pecado de desobediencia y endiosamiento personal: “si coméis de ese árbol de la ciencia del bien y del mal seréis como dioses” (Cf. Gen 3,5). La mentira diabólica acabó con el estado original del hombre y todo el Plan de DIOS se tuvo que reescribir. Había posibilidad de Redención, y así se dejó constancia: “la descendencia de la Mujer te pisará la cabeza cuando tú -serpiente- le hieras el talón” (Cf. Gen 3,15). El desorden moral y espiritual fue en aumento: Caín asesina a su hermano Abel por celos o envidia; pero Lamec (Cf. Gen 4,24) incrementará la reacción de la venganza hasta siete veces la afrenta recibida. La vida del semejante ya no era valorada y la violencia había alcanzado su punto máximo. En lo espiritual, los nefilim representan la confusión total de la relación entre el plano netamente espiritual y la vida de los hombres. Da a entender el texto sagrado que se habían abierto todas las puertas a las prácticas satánicas más degradantes para el hombre, afectando de modo especial a las mujeres como ocurre en la actualidad. Satanás detesta al género humano, pero de modo especial a la mujer. El Diluvio es el instrumento de purificación empleado por DIOS para la regeneración de la humanidad y prepararla así al pacto de Redención que encuentra en Abraham su punto de partida. Los once capítulos inicial del Génesis representan una prehistoria del camino en la Fe vivido por los distintos patriarcas contribuyendo a la aparición de la “plenitud de los tiempos” con JESÚS (Cf. Mc 1,15).

YAHVEH pacta con Noé y sus hijos

Después del Diluvio, y haber sido regenerada la tierra, YAHVEH renueva el pacto original en términos similares a los del principio de la creación: “DIOS bendijo a Noé y a sus hijos, y les dijo, sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra. Infundiréis temor y miedo a todos los animales de la tierra…” (Cf. Gen 9,1-2). El pacto auténtico de YAHVEH está en su Palabra y Bendición; quedando el arco iris como un signo recordatorio para los hombres en realidad. El medio ambiente ya no será tan favorable al hombre como en el principio, por eso tiene que infundir miedo en los animales y las alimañas. Se establece un nuevo modo de supervivencia, en el que el hombre es la criatura principal a los ojos de DIOS y debe ejercer su soberanía sobre todos los otros seres que lo rodean. Su alimentación dependerá también de los animales seleccionados, o que estén dentro de la categoría de animales puros. La pauta evangélica será más abierta y eliminará las restricciones marcadas por el libro del Levítico. La Nueva Alianza contará con el alimento único: la EUCARISTÍA.

Los hijos de Noé

“YO establezco mi Alianza con vosotros y vuestra futura descendencia” (Cf. Gen 9,8-9). El SEÑOR da comienzo a una nueva etapa con los hombres estableciendo un pacto con base familiar y proyección universal. La línea que seguirá la Historia de la Salvación será la descrita por los descendientes de Sem, que será el padre de todas las variantes semitas presentes en Oriente Medio. Los semitas destinados a procurar la base para la descendencia del MESÍAS la constituye las tribus procedentes de la descendencia de Abraham, Isaac y Jacob. Son los hebreos que formarán un Pueblo en un país extraño, Egipto. La Palabra de DIOS es firme y confiere fiabilidad a la Alianza establecida. Las correcciones, excepcionalidades o cancelación temporal de la Alianza, está motivado por la conducta del hombre, que representa siempre la otra parte del pacto.

La Creación participa de la Alianza

“YO establezco mi Alianza también con toda alma viviente que os acompaña, las aves, los ganados, y todos los animales que han salido del Arca con vosotros” (v.10).  La Creación entera tiene su lugar en la Alianza establecida por razón del hombre. DIOS no puede pactar en este mundo con ninguna otra criatura más que con el hombre. El hombre es cualitativamente superior y distinto de cualquier otro ser viviente en esta Creación. El hombre bíblico en su integridad no es un producto evolutivo, o una emergencia superior a partir de formas biológicas de rango menor. El hombre es el único en esta Creación que reconoce a DIOS como PADRE, y ningún otro ser viviente es capaz de obtener esta conciencia espiritual. Al hombre se le encomienda ejercer el señorío sobre todos los otros vivientes, con objeto de favorecer que estas criaturas cumplan con la finalidad para la que han sido creadas.

No habrá más Diluvio

“Establezco mi Alianza con vosotros, y no volverá nunca a ser aniquilada toda carne por las aguas del Diluvio” (v.11). Con la llegada de la Nueva Alianza, aquellas aguas torrenciales se han transformado en aguas de regeneración espiritual por el Sacramento del Bautismo. La desaparición de toda iniquidad por el Diluvio, se ha cambiado por la aniquilación del pecado en el corazón del hombre convertido por las aguas del Bautismo. Lo que sucedió durante los cuarenta días y cuarenta noches lloviendo torrencialmente fue una figura de las realidades espirituales presentes (Cf. 1Pe 3,21).

El arco iris

“Pondré mi arco en el cielo, y servirá de señal de mi Pacto con la tierra (v.13). La refracción de la luz la descompone en la gama de siete colores que aparece en el arco iris.  El Pacto definitivo lo realiza DIOS en su HIJO, JESUCRISTO. ÉL es la LUZ, y todo existe por razón de ÉL mismo. Los siete colores del arco iris representan la Creación entera salida de las manos de DIOS en siete días. Al ver el arco iris, los hombres recordamos que la divina Providencia prometió mantener al hombre en este mundo y regenerarlo en virtud del Poder de JESUCRISTO. El pecado fue clavado en la Cruz, y por tanto aniquilado; y lo que está en juego es la aceptación particular de este don gratuito de DIOS. El arco iris que el PADRE ve cuando mira a los hombres es el formado por la extensión de su Cruz entre el Cielo y la tierra. El recuerdo -memorial- del sacrificio de JESÚS ante el PADRE es nuestra verdadera salvación en este mundo y el salvoconducto para la vida Eterna.

Iniciando el tiempo de Cuaresma

Al comienzo de este tiempo litúrgico contemplamos las tentaciones de JESÚS en el desierto de Judea, que tuvieron lugar durante cuarenta días y con sus noches, según el evangelio de san Marcos. Después de recibir la confirmación del PADRE: “TÚ eres mi HIJO amado, en quien me complazco” (Cf. Mc 1,11). Las palabras del PADRE tuvieron que estar acompañadas de una especial efusión de su AMOR sobrenatural y beatífico, inimaginable para nosotros. Pero los prolegómenos a la misión evangelizadora tenían que completarse con la estancia en el desierto.

Empujado al desierto

“A continuación, JESÚS es empujado por el ESPÍRITU SANTO al desierto” (v.12). Con determinación, el ESPÍRITU SANTO lleva a JESÚS al desierto de Judá con el fin de realizar unos intensos ejercicios espirituales: encuentro intenso con el PADRE, lucha cuerpo a cuerpo con Satanás, discernimiento suficiente sobre la línea a seguir en la misión evangelizadora, y otras cuestiones que no se pueden deducir de los propios testimonios escritos en los evangelios. 

JESÚS es tentado

“Permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás” (v.13). San Marcos indica que el tentador actuó desde el primer momento de la llegada al desierto, a diferencia de los evangelios de san Mateo y san Lucas, que relatan tres tentaciones. Ambas versiones se complementan y deben ser tenidas en cuenta. Satanás quiere desviar el centro de la misión de JESÚS, desligarlo del PADRE y del cumplimiento de su Divina Voluntad. El afán del tentador es que JESÚS exhiba su Poder de forma autónoma, ¿no es ÉL el HIJO? ¿qué necesidad tiene de esperar confirmación por parte del PADRE? JESÚS no se aparta de la línea del Siervo de YAHVEH, que acepta con toda decisión, y no la dejará en momento alguno. La batalla del desierto está ganada por JESÚS con todas sus consecuencias; y Satanás buscará nuevas ocasiones y otras estrategias, porque sabe que le queda poco tiempo, y su condena definitiva es inminente.

Los Ángeles

“JESÚS estaba entre los animales, y los Ángeles lo servían” (v.13b). JESÚS es el Hombre Nuevo, que tiene una misión expiatoria. El primer hombre fue destinado al Paraíso y lo malogró. Ahora el Nuevo hombre repara la culpa original haciendo habitable lo que de suyo se ha vuelto en contra del mismo hombre. El Paraíso no pertenece a este mundo y ha de ser buscado en el más allá. Los animales salvajes, o las alimañas, como dicen otras traducciones, son la imagen también de todos los ánimos hostiles con los que ÉL se va a encontrar a lo largo de su misión. Pero, al mismo tiempo, JESÚS cuenta con la colaboración incondicional de los Ángeles, que no han dejado de asombrarse por la Encarnación y siguen a su SEÑOR por donde quiera que ÉL vaya. La mención a los Ángeles se hace de forma muy discreta y testimonial. Nos basta con saber, en principio, que su asistencia estuvo siempre activa, pues ellos “le servían”, no de una forma ocasional, sino en todo el camino por este mundo.

La Buena Nueva

“Después que Juan fue entregado, JESÚS se marchó a la Galilea; y allí proclamaba la Buena Nueva de DIOS” (v.14). De forma telegráfica, san Marcos nos informa de tres hechos capitales: el encarcelamiento de Juan Bautista, el lugar elegido para proclamar el Reino de DIOS, la Galilea; y el núcleo central de toda la evangelización de JESÚS: la Buena Nueva de DIOS. DIOS tiene algo importante que decir a los hombres, que sólo nos lo puede transmitir el HIJO. DIOS tiene algo que comunicarnos y quien sabe los extremos de su contenido es JESÚS. Para empezar, no sabíamos que DIOS era PADRE, HIJO y ESPÍRITU SANTO. La humanidad no sabía, que DIOS quiere salvar a todos los hombres y llevarlos a la Vida Bienaventurada. Y un sinfín de cosas, que estaban en el arcano de DIOS eran ignoradas por los hombres, y como en un tesoro escondido las encontramos en JESUCRISTO.

Predicación

“Se ha cumplido el tiempo, está cerca el Reino de DIOS; convertíos, y creed en el Evangelio” (v.15). JESÚS proclamaba en la Galilea la Buena Nueva de DIOS. La Buena Nueva de DIOS tiene cuatro columnas que sostienen todo el edificio y JESÚS las presenta al inicio de su misión, confirmando estos cuatro principios fundamentales con sus signos y predicación. Este es el tiempo en el que DIOS se hace presente en el mundo de los hombres, dando cumplimiento a todas las promesas con la Encarnación, la Cruz y la Resurrección. En el HIJO, JESÚS, el hombre es amado por DIOS como nunca hasta entonces, y los corazones de los hijos de DIOS pueden recibir “gracia tras gracia” (Cf. Jn 1,16). La conversión es un nuevo camino en la vida de los hombres que tiene una senda clara con medios para realizarlo y objetivos diáfanos que alcanzar: los cambios propuestos a realizar ofrecen la confianza y seguridad de JESÚS el SEÑOR. El Evangelio es fiable porque la Palabra del VERBO es verdadera. A quien se fía de JESÚS, ÉL lo conduce al PADRE, porque ÉL es la Verdad (Cf. Jn 14,6). La Fe en el Evangelio completa la conversión, o el cambio de dirección y sentido; hace al que ha renacido portador y difusor del este anuncio, y sabe que el tiempo presente está lleno de la Gracia del Señor como las aguas cubren el mar (Cf. Hab 2,14; Is 11,9).

San Pedro, primera carta 3,18-22

San Pedro dirige esta carta a sus comunidades, y especialmente las de Bitinia en el norte de Anatolia -Turquía-, con el fin de infundir nuevos ánimos y confirmar a los suyos en la virtud. Dice san Pedro, “tened todos unos mismos sentimientos presididos por la humildad y la misericordia, sin devolver mal por mal, o insulto por insulto” (v.8-9) Como Santiago en su carta, también san Pedro encarece al control de las críticas o los juicios sobre los demás (v.10).  De modo telegráfico ofrece una clave de discernimiento, y al mismo tiempo un objetivo: “busca la paz y corre tras ella” (v.11b). Resulta incuestionable, que todo aquello transmisor de paz interior proviene de DIOS, y lo que deja un poso de zozobra viene del maligno. San Ignacio de Loyola corrobora lo anterior. San Pedro insta a la oración y al culto interior a CRISTO en nuestros corazones (v.15). Este es un modo de promover el culto o devoción al Corazón de JESÚS, que sólo es posible mantener desde el propio corazón tocado por el Amor del SEÑOR. No tiene desperdicio el siguiente consejo: “siempre bien dispuestos a los que os pidan dar razón de vuestra Esperanza, haciéndolo con dulzura y respeto” (v.15-16). En esa recomendación están contenidos metros de libros, folletos y tesis doctorales sobre formas y métodos de evangelización.

La Cruz de CRISTO

“CRISTO, para llevarnos a DIOS, murió una sola vez por los pecados, el JUSTO por los injustos, muerto en la carne y vivificado en el ESPÍRITU” (v.18). De pronto el discurso de la carta cambia el tono para ir al fundamento de la Gracia, que nos puede valer. CRISTO nos lleva a DIOS por el camino de la vía sacra, muriendo para darnos vida.  Resalta el Apóstol en más de una ocasión la vertiente expiatoria de la muerte de CRISTO, débil en la carne, pero invencible en el ESPÍRITU que lo resucitó. El valor redentor de la muerte de JESÚS es incuestionable, de ahí que CRISTO no tiene que venir de nuevo en carne para expiar algún resto que hubiese quedado sin redimir. JESUCRISTO nos redimió a todos, de todos nuestros pecados con un solo acto expiatorio y para siempre. Si algunos quieren verse atados por alguna deuda kármica pueden seguir pensándolo, pero JESÚS pagó por ellos y cargo también con todas sus miserias y deficiencias; y aquellos que lo reconozcan así están salvados. Por el contrario, si desprecian este don y regalo, vagarán por las sombras de la confusión, hasta que despierten de ese terrorífico sueño.

Otros planos espirituales

“En el ESPÍRITU fue también a predicar a los espíritus encarcelados, en otro tiempo incrédulos cuando los esperaba la paciencia de DIOS, en los días en los que Noé construía el arca, es decir ocho personas fueron salvadas a través del agua” (v.19-20). Nosotros constituimos ciudades o pueblos en distintos parajes. Establecemos un ámbito vital de acuerdo con gustos y preferencias, de tal forma que cada casa de un bloque de viviendas es diferente. Lo mismo ocurre en los distintos planos espirituales a los que tengamos acceso después de dejar este mundo. Contamos con permanecer en los planos destinados a los salvados: el Cielo y los planos dentro del Purgatorio como medios de Gracia y purificación. A estos últimos se parecen los planos del Sheol concebidos en el Antiguo Testamento para los que fallecían. El Cielo como contemplación beatífica de DIOS no estaba habilitado, pues JESÚS no había resucitado. En la paciencia de DIOS, las almas de los antiguos esperaban la Redención, y también a ellos les llegó el brazo misericordioso del SEÑOR, a partir del Sábado Santo, o el día en que JESÚS descendió a visitar a los espíritus que esperaban la liberación que sólo les podía venir de la expiación de los pecados por JESÚS y la apertura de las moradas eternas por la Resurrección.

El Bautismo

“Ahora los salvados por el agua lo hacen a través del Bautismo, y no consiste en limpiar la suciedad del cuerpo, sino en pedir a DIOS una buena conciencia por medio de la Resurrección de JESUCRISTO; que habiendo ido al Cielo está a la diestra de DIOS y le están sometidos los Ángeles, las Dominaciones y las Potestades” (v. 21-22).  Cuando una persona recibe el Bautismo el Cielo entero se pone a su servicio. No es posible calibrar el cúmulo de gracias disponibles para el hombre bautizado. DIOS con todo su Amor y Poder viene al corazón del nuevo hijo, que se ha sumergido en las aguas del ESPÍRITU SANTO y participa de todos los bienes espirituales y celestiales dispuestos en la casa del PADRE para todos sus hijos. De nuevo nuestros cálculos se quedan raquíticos al intentar abarcar la magnitud de lo que el Apóstol transmite como bendición de DIOS para todos sus hijos. Ciertamente la deuda contraída con DIOS es impagable por nuestra parte, tan solo nos queda pedir perdón y dar gracias de todo corazón, porque DIOS nos asegura una Vida Eterna con ÉL a renglón seguido de la gran brevedad del paso por este mundo.

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