Creados para la oración

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Alguno con razón puede corregir la afirmación de este epígrafe y sentar de forma contundente, que fuimos creados por el AMOR y en ÉL tenemos nuestro destino. Orar consiste en elaborar un discurso que dirigimos a alguien, y nos convertimos en oradores. También los creyentes denominamos la oración a los contenidos verbales que dirigimos a DIOS. La fluidez de nuestro discurso depende en cierta medida de la conciencia adquirida sobre la Presencia de DIOS, que externamente no es apreciable por los sentidos. Los evangelios recogen una mención que JESÚS realiza a la visión del ojo, que resulta de trascendental importancia para el modo de ser y de estar del hombre en el mundo. “Si tu ojo está enfermo y ciego, que grandes serán las tinieblas que hay en ti, pero si tu ojo está sano todo tu cuerpo estará luminoso; porque la lámpara del cuerpo es el ojo” (Cf. Mt 6,22-23). Entendamos que la visión física de las cosas se produce por la luz exterior, que es percibido por el ojo físico en buen estado, trasladando las imágenes al centro neuronal del cerebro. Pero el ojo interior que ilumina al hombre recibe la luz del interior en un sentido inverso a la luz física del sol que permite la percepción y la visión.”La lámpara de tu cuerpo es tu ojo” que a modo de un faro desde dentro proyecta la luz para ver, percibir y conocer de otra forma, lo que no es posible apreciar por los sentidos. La oración es una operación que nace del interior, de ese punto donde JESÚS dispuso hacernos dependientes de la misma acción del ESPÍRITU SANTO: “el que crea, que venga a MÍ y beba, y de su interior manarán torrentes de Agua Viva –lo decía por el ESPÍRITU SANTO que iban a recibir todos los que creyeran en ÉL- “ (Cf. Jn 7,37-39). La presencia del ESPÍRITU SANTO es también la “lámpara interior”, que ilumina para ver las señales que DIOS va dejando de su cercanía. Dice JESÚS, “si la lámpara está encendida todo tu cuerpo estará luminoso”, pues las distintas funciones naturales pertenecientes a nuestra inteligencia y voluntad aprecian que tiene una utilidad superior que les da plenitud y sentido. El discernimiento necesita del ESPÍRITU SANTO actuando a través de la conciencia, la reflexión y la memoria. La voluntad, afectos y sentimientos humanos se ven mejorados y realizados cuando la luz del ESPÍRITU SANTO está presente. Orar es componer un discurso humanamente coherente, y cuando lo dirigimos a DIOS ÉL mismo colabora en el proceso. Creados para amar a DIOS, pero tenemos que descubrirlo con las capacidades que nos son propias y al ritmo lento de los procesos que nos acompañan en todas las etapas del ciclo vital. Nuestra insignificancia es suficiente para estar dotados de algo que en absoluto nos podemos atribuir: imagen y semejanza de DIOS. Cada ser humano es una singularidad espiritual que en DIOS adquiere dimensiones inimaginables; pero este milagro no está al alcance de los superhombres, sino de los que afinan su conciencia con el “Magnificat” de la VIRGEN (Cf. Lc 1,46-55).

En la vida concreta

A DIOS le importa este mundo y las circunstancias por las que atraviesa cada uno de sus hijos. La carta de Santiago es directa y oportuna también en cuanto a la oración: “¿sufre alguno entre vosotros?, que ore. ¿Está alguno alegre?, que cante salmos. ¿Está enfermo alguno entre vosotros?, que llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y lo unjan con óleo en el Nombre del SEÑOR, y la oración de Fe salvará al enfermo, y el SEÑOR hará que se levante; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesad, pues vuestros pecados y orad los unos por los otros para que seáis curados. La oración del justo tiene mucho poder” (Cf. St 5,13-16). JESÚS nos dice que no utilicemos muchas palabras en nuestras oraciones, porque DIOS conoce suficientemente nuestras necesidades (Cf. Mt 6,7-8). Pero también es cierto que el SEÑOR quiere oír de nuestros labios lo que nos preocupa y alegra, aquello que encontramos como gran dificultad y la acción de gracias por las cosas que a diario recibimos. La seguridad en todo momento y lugar es un espejismo, que se desvanece en un instante y pareciera que un abismo se abre bajo nuestros pies. La alteración drástica y súbita del estado de cosas puede sobrevenir en cualquier momento y así sucede en nuestros agitados tiempos presentes. Nuestra salud física, psíquica y espiritual se puede mantener, si estamos habitados por la fuerza interior que DIOS nos da. No hay época que no padezca sus tribulaciones, y la vida surja como un mar agitado y embravecido. La recomendación del apóstol Santiago vale para todas las épocas: el que sufra o haya padecido una desgracia, que ore con confianza y asiduamente, sin temor a cansar al SEÑOR que acoge siempre el clamor del pobre e indigente. El que esté alegre y contento por las cosas buenas de la vida, que cante Salmos de acción de gracias y de alabanza. Los enfermos encuentran un apartado especial en la oración de la Iglesia dispuesta siempre a prestar el auxilio debido mediante los dones de sanación que JESÚS dejó en ella. Que el enfermo o sus familiares llamen a los presbíteros de la Iglesia, para que unjan al enfermo con el aceite bendecido, impongan sus manos sobre el enfermo y esa oración lo podrá curar, porque es una oración dispuesta por el SEÑOR mismo  (Cf. Mc 6,12; 16,18). El SEÑOR quiere que utilicemos los recursos de la medicina, pero en el libro del Eclesiástico se indica que lo primero es pedir a DIOS la curación del enfermo (Cf. Eclo 38,9.12). En los ambientes cristianos en los que se da crédito al poder de la oración por los enfermos se comprueba como los mismos medicamentos surten efecto con más eficacia cuando la oración por el enfermo está presente. La sanación interior o espiritual también necesita de la oración conjunta de los hermanos de la comunidad y Santiago lo señala: “orad unos por otros para que seáis curados”. No se está relegando el Sacramento de la Confesión, sino poniendo de relieve el poder de la oración que tiene un ámbito de competencia distinto al Sacramento de la Penitencia. Un complejo de inferioridad por distintas causas no es motivo de confesión, pero es motivo de graves sufrimientos, y una oración de sanación dentro de un grupo con carisma de sanación puede aportar la salud espiritual que se está buscando. En esta carta de Santiago como en otros escritos del Nuevo Testamento, la oración está propuesta con carácter de urgencia porque la Venida del SEÑOR es inminente: “tened paciencia hermanos hasta la Venida del SEÑOR, pues su Venida está cerca” (Cf. St 5,7-8).

Comunión y perdón

La comunidad existe porque la fraternidad se va perfeccionando. No se nos oculta, por otra parte, que el corazón humano está enfermo por el mal del pecado (Cf. Jr 17,9). El perdón dado y recibido no puede faltar para consolidar la comunión fraterna. Traemos a la consideración una vez más las cuatro líneas de fuerza que dan vida a la comunidad cristiana: “los  fieles eran asiduos a la Enseñanza de los Apóstoles, a la Fracción del Pan; a la Comunión y a las Oraciones” (Cf. Hch 2,42). Tan valiosas como las cuatro consideraciones fundamentales es la premisa inicial: “los fieles eran asiduos”. Regularidad y orden acompañan la vida en el ESPÍRITU SANTO propio de las comunidades. Los fieles cristianos son “piedras vivas en la construcción del Templo del SEÑOR” (Cf. 1Pe 2,4-5) El cristiano adquiere firmeza con la perseverancia fiel en el tiempo. El lado oscuro de las personalidades individuales requiere el ejercicio real del perdón y la misericordia. Después de un tiempo todos ofendemos y somos ofendidos, por lo que habremos de incorporar a la convivencia el ejercicio del perdón. La cosa reviste toda su gravedad al escuchar las palabras del SEÑOR como condición imprescindible para rezar el Padrenuestro. Dice el SEÑOR: “si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, también vuestro PADRE os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro PADRE perdonará vuestras ofensas” (Cf. Mt 6,14-15). JESÚS nos insiste con gravedad que debemos superar la Ley de Talión para ser escuchados por el PADRE en nuestras oraciones. El PADRE nos escucha en la medida de nuestro perdón ejercido. La Misericordia reclama el perdón a fondo perdido e incondicional. Con nuestra medida hacia el prójimo establecemos el baremo que se nos va a aplicar. Deberíamos examinar las condiciones que establecemos para perdonar cuando nos parece que nuestra oración no es escuchada.

Insistencia en la oración

“Siempre en oración y súplica, orad en toda ocasión en el espíritu; velando juntos con perseverancia, intercediendo por todos los santos, y también por mí –el propio san Pablo-, para que me sea dada la Palabra al abrir mi boca y pueda dar a conocer con valentía el misterio del Evangelio, del cual soy embajador entre cadenas” (Cf. Ef 6,18-20). La oración cristiana tiene en cuenta las consideraciones evangélicas sobre la misma; y al mismo tiempo esta oración debe repercutir en la obra evangelizadora, porque el Evangelio dado por DIOS a los hombres está destinado a ser conocido por todos. Oraciones, súplicas e intercesión ferviente, que san Pablo pide también para él. San Pablo no se considera un super-apóstol, y en todo momento recomienda “orar en el espíritu”. En la carta a los Romanos nos dice el Apóstol: “el ESPÍRITU se une a nuestro espíritu, pues nosotros no sabemos orar como conviene. El ESPÍRITU con gemidos inefables nos hace clamar ¡ABBA!-PADRE-“ (Cf. Rm 8,14-16). La oración recomendada al final de la carta a los Efesios es militante, y desborda la devoción individual. La oración continua del fiel cristiano es una poderosa arma contra las fuerzas operantes del Mal. Mientras estemos en este mundo viviremos la tensión entre fuerzas espirituales opuestas, que en último término pretenden determinar nuestro destino eterno. La oración bien realizada abre un campo de luz para que DIOS intervenga en el mundo y en la vida de cada hombre. Las fuerzas de las tinieblas están decididas a neutralizar al fiel orante de cualquier manera. La oración de petición se vuelve poderosa cuando realiza una finalidad intercesora. También san Pablo solicitaba oraciones por él, para que su palabra discurriese con fluidez y pusiera en movimiento las fuerzas del Evangelio. El Apóstol no se veía autónomo, sino  como  miembro de la Iglesia al que le habían trasladado la gran responsabilidad de proclamar los misterios del Evangelio.

Amigo de DIOS

Los capítulos dedicados a Abraham en el libro del Génesis narran las múltiples pruebas por las que el santo patriarca tuvo que discurrir. Bien podría rezar Abraham con el salmista, diciendo: “ponme a prueba SEÑOR, y conoce mi corazón”  (Cf. Slm 25,2;138,23 ). Abraham aprenderá, que “nada es imposible para DIOS” (Cf. Gen 18,14). La vida en todos sus grados es un verdadero milagro y normalmente no es considerado así. No bastan los componentes químicos de forma aislada para construir un ser vivo. El milagro tiene una manifestación superior cuando se ven alteradas las leyes de la reproducción humana, y DIOS vuelve fecundo un sistema generativo estéril. Sara se ríe sin duda con cierto escepticismo, considerando ingenuas las palabras de aquel insigne visitante. La Fe de Abraham y Sara se forja en la espera, que siempre pertenece al campo del futuro. La esperanza despierta fuerzas personales, que de otro modo no resaltarían. “Abraham no sólo es padre en la Fe, sino también en la esperara contra toda esperanza” (Cf. Rm 4,18-25); y en la Caridad manifestada hacia los tres insignes visitantes. Abraham se va haciendo amigo de DIOS, entendiendo su lenguaje y confiando en sus designios. Abraham está aprendiendo, que DIOS tiene el control de su vida. La prueba de fuego llegó con el sacrificio de su hijo, en el Monte Moriá, que no llegó a consumarse, porque el Ángel de DIOS detuvo el brazo del santo patriarca. Desde entonces estaba claro que la obediencia al SEÑOR estaba en lugar de absoluta preeminencia. La desobediencia del origen va siendo reparada a lo largo de los siglos por los hombres de Fe que disponen su vida totalmente hacia DIOS. Abraham tenía muchas posesiones y había acumulado experiencia y sabiduría, pero el valor humano por encima de cualquier otro era Isaac, el hijo de la Promesa, que debía sacrificar (Cf. Gen 22,2-12).

Se van los visitantes

“Levantáronse de allí los hombres y llegaron a vista de Sodoma. Abraham los acompañaba para despedirlos. Dijo entonces YAHVEH: ¿voy a ocultarle a Abraham lo que pienso hacer?, pues Abraham va a ser un Pueblo grande y poderoso, y se bendecirán por él todos los pueblos de la tierra” (Cf. Gen 18,16-19). En efecto, rezamos en el Magnificar: “auxilia a Israel su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a Abraham y a toda su descendencia por siempre” (Cf. Lc 1,54-55). MARÍA recoge el testigo llevado por Abraham durante muchas generaciones. En el nombre de Abraham se bendijo al Pueblo, pues DIOS se va a revelar como “DIOS de Abraham, DIOS de Isaac y DIOS de Jacob” (Cf. Ex 3,6). Cuando los justos israelitas se vayan a reunir con sus antepasados en las regiones de ultra tumba lo harán de forma preferente “en el seno de Abraham” (Cf. Lc 16,22). DIOS revela sus planes a Abraham porque se ha convertido en amigo suyo, y tiene en cuenta para los suyos y las generaciones futuras el culto al único DIOS: “tengo Misericordia por mil generaciones para los que cumplen y guardan mi Alianza” (Cf. Ex 20,6). En Abraham no se agotaron las mil generaciones posteriores, que en realidad están dentro de la etapa cristiana. Por otra parte el número mil es una cantidad simbólica, que indica una acción ilimitada. La Misericordia de DIOS se desborda en JESUCRISTO.

El pecado de Sodoma y Gomorra

“Dijo YAHVEH: el clamor de Sodoma y Gomorra es grande y su pecado gravísimo. Voy a bajar personalmente a ver si lo que han hecho corresponde al clamor que ha llegado hasta MÍ, y si no he de saberlo” (Cf. Gen 18,19-20). El modo antropomórfico del relato facilita el entendimiento de la revelación, que excede siempre cualquier nivel de comprensión. Este modo literario predispone a la adoración, pues comprobamos la cercanía de DIOS que no se desliga de las circunstancias humanas. DIOS da muestras de ponderar las acciones a realizar teniendo en cuenta los hechos concretos de los hombres. No sólo mueve a DIOS el gran pecado de las ciudades de Sodoma y Gomorra, sino también el clamor de aquellas gentes asfixiadas por el mal que ya les pesaba como una condena. Cuando la degradación personal llega a niveles insoportables lo siguiente es el suicidio o el deseo de una muerte próxima, pues la vida deja de tener sentido. La crisis de la destrucción se puede valorar como una liberación. Sodoma y Gomorra habían llegado a un punto de no retorno, que ellos mismos se habían provocado. DIOS no actúa de forma apresurada, sino que agota todos los recursos: “YO mismo voy a bajar hasta allí, pues he de saber lo que sucede”. DIOS quiere obtener una visión realista de los hechos que atañen a la condición humana, y la Encarnación realiza un modo nuevo de ver al hombre y al mundo por parte de DIOS. En ningún momento, DIOS se resigna a ver las cosas desde la distancia de su Cielo: “DIOS mira desde el Cielo para mirar a los hombres, y no hay ni uno solo que obre bien” (Cf. Slm 14,2-3). Esta mirada oscura y pesimista del salmista, queda absolutamente corregida por la Encarnación. Desde dentro DIOS observa a la condición humana y la encuentra susceptible de Redención. La Encarnación del VERBO supera años luz cualquier otro tipo de antropomorfismo utilizado en la Biblia como recurso literario para acercarnos a la verdad de las realidades divinas.

Abraham y YAHVEH

A medida que la narración del pasaje va avanzando se aclara la identidad de los que interviene en la narración. El rango de los tres personajes no era el mismo: YAHVEH ahora se queda solo frente a frente con Abraham, mientras que los otros dos acompañantes se dirigen a las  ciudades de Sodoma y Gomorra. Abraham está parado, vigilante delante de YAHVEH y dan inicio a un diálogo intenso que ilustra una oración de intercesión modélica. La confianza de Abraham con YAHVEH va permitir a aquel un modo de dirigirse al SEÑOR cercano a la irreverencia: “¿así que vas a eliminar al justo con el malvado? El punto de partida de esta parte del diálogo es casi incriminatorio: Abraham establece una premisa inquietante: DIOS es el SEÑOR de la vida de los hombres y puede disponer de ellos según le parezca. Siendo esto así, en ningún momento DIOS va a utilizar su libre albedrío para perjudicar a los hombres (Cf. Mt 20,15). Abraham aparece como el abogado defensor de unas gentes para las que YAHVEH sólo piensa aplicar el rigor de la justicia.

Menos de diez justos

Abraham que había estado como siervo fiel, atento y vigilante ante su SEÑOR, parece ahora enfrentado y con una actitud más comprensiva y misericordiosa que el propio DIOS frente a lo que representaba el mal y la perversión de Sodoma y Gomorra. Abraham negocia con el SEÑOR comenzando por cincuenta justos: “Tal vez haya cincuenta justos en la ciudad, ¿es que no vas a librarlos y perdonarás a aquel lugar por los cincuenta justos que viven dentro? TÚ no puedes hacer tal cosa, dejar morir al justo con el malvado y compares al uno con el otro. TÚ no puedes determinar una injusticia. El SEÑOR le dijo: si encuentro cincuenta justos en la ciudad perdonaré a todos por el Amor de aquellos” (Cf. Gen 18,24-26). DIOS es quien posee la capacidad de aplicar una justicia perfecta. Abraham se propone como asesor de YAHVEH y con ello refleja nuestras propias actitudes en las peticiones o intercesiones que presentamos ante ÉL. Tenemos la osadía de establecer los criterios a partir de los cuales DIOS debe actuar. DIOS condesciende con Abraham y le permite aparecer como un experto y compasivo asesor: “lejos de ti, SEÑOR, condenar al justo igual que al pecador”. Acierta Abraham en ese criterio pero desconocía Abraham el papel que iba a representar el sufrimiento y la muerte del justo e inocente para salvar a la inmensa mayoría de pecadores.

El hombre es polvo y ceniza

“Mira que soy atrevido de interpelar a mi SEÑOR, yo que soy polvo y ceniza: supón que a los cincuenta le faltan cinco, ¿destruirías al resto de la ciudad? Si encuentro cuarenta y cinco no la destruiré” (Cf. Gen 18,27-28). No se aparta el SEÑOR del diálogo con el hombre aunque éste dé muestras de un cierto grado de inmadurez, insensatez o falta de elementos de juicio. La intención de Abraham es noble en cuanto que siente la pérdida de unas personas cuyos poblados él alcanzaba con la vista en un día despejado. Además entre ellos vivía su sobrino Lot, que sería rescatado por los Ángeles enviados a esas ciudades. El propio reconocimiento enmienda la compostura de Abraham ante el SEÑOR, que va cediendo y con una menor tensión en su exigencia ante el SEÑOR. No ocurre siempre así en esas oraciones personales, en las que por la gravedad de las situaciones el tiempo va generando una tensión creciente, hasta un punto que el mal intercesor pierde la Fe. Abraham mejora en el breve tiempo de su disputa con DIOS.

Que no se enfade mi SEÑOR

Abraham termina su particular regateo con el SEÑOR bajando a diez el número de los justos posibles en aquellas ciudades. Para Abraham ya no se podía bajar la cuota de diez justos, y su actitud ya no era la del comienzo: “que no se enfade mi SEÑOR” y Abraham deja en las manos de su SEÑOR la decisión correcta. Vendrán días en los que la humanidad se salvará gracias al sacrificio de un solo JUSTO, pero ese tiempo a Abraham le será concedido ver de modo espiritual: “Abraham se alegró al ver mi Día” (Cf. Jn 8,56).

La oración del MAESTRO

A los discípulos les interesa conocer la oración que especifica la misión y el Mensaje de JESÚS, y no tanto lo que acontece en el trato que ÉL pueda tener con DIOS. A JESÚS lo veían levantarse temprano para tener un tiempo de soledad con el PADRE antes de dar comienzo a las intensas jornadas que les aguardaban. JESÚS podía dedicar noches en vigilia de oración y también eso lo sabían los discípulos. Pero ahora lo que piden es la oración propia de la misión en la que ellos están colaborando. Los discípulos no desconocen los Salmos, el Shemá o las dieciocho peticiones, que tres veces al día debían rezar los varones judíos. Esas oraciones estaban asumidas, y en este momento se trataba de otra cosa. En la versión de san Mateo cuando JESÚS les propone el Padrenuestro les avisa que cuando vayan a orar no hagan gala de amplios discursos, pues DIOS sabe con precisión todo lo que necesitan (Cf. Mt 6,8). Por tanto, la oración del Padrenuestro va a resultar la mención sintética de todo el programa evangelizador de JESÚS. San Lucas ofrece la enseñanza del Padrenuestro de modo casi atemporal y sin ofrecer detalles de ubicación geográfica alguna: “Sucedió que estando ÉL orando en cierto lugar, uno de sus discípulos le dijo: enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos” (v.1). San Lucas propone la oración del Padrenuestro en el tramo de su evangelio designado como “la subida a Jerusalén”. La oración está destinada para los “hombres nuevos” del “nuevo Templo” que está  en la Ciudad Santa que viene de arriba (Cf. Ap 21,2). Después de la iniciación debida, en cualquier lugar y tiempo, un discípulo del que no se ofrece el nombre nos representa a todos los fieles cristianos de cualquier generación.

“SEÑOR, enséñanos a orar”

La petición del discípulo es universal. Aprendemos oraciones, participamos en las celebraciones litúrgicas, recitamos Salmos o realizamos diversos ejercicios devocionales; pero el MAESTRO ha de enseñarnos a orar según las etapas de nuestra vida. Todavía más: el MAESTRO ha de guiar siempre la oración que realicemos. Como en el caso de María, la hermana de Marta, la oración consiste en “estar con JESÚS”, escuchar su enseñanza y participar de su Presencia. JESÚS nos enseñará una oración que solo ÉL la puede iniciar con propiedad: “cuando oréis, decid PADRE” (v.2). La oración cristiana como su nombre indica es una oración ungida por el ESPÍRITU SANTO que es el AMOR de DIOS infundido en nuestros corazones (Cf. Rm 5,5). Por tanto, la oración cristiana enseñada por JESÚS no versa sobre una metodología o unas técnicas sobre ejercicios o respiración; sino que la enseñanza de la oración está en la transformación orante del propio discípulo. La oración cristiana en realidad afecta al nivel mismo del ser del hombre. No oramos porque alguien nos enseñe, sino porque el MAESTRO nos convierte en discípulos orantes con una nueva capacidad de dirigirnos al PADRE. Como todo don recibido, la condición orante debe ser renovada por una petición al mismo MAESTRO que nos inició: “MAESTRO enséñanos a orar”. La atemporalidad mencionada anteriormente sobre el momento en el que JESÚS enseña el Padrenuestro encuentra en lo anterior su razón, pues el cristiano por serlo está en condiciones de orar en todo tiempo y lugar, porque en él la oración afecta al orden del ser por puro don y Gracia.

Cuando oréis decid, ¡PADRE!

El Evangelio que trae JESÚS es la revelación del Plan eterno del PADRE a favor de los hombres. DIOS ama al hombre desde siempre y está dispuesto a concederle una eternidad en la bienaventuranza del Cielo. De muchas formas JESÚS habla y enseña sobre el PADRE. Los discípulos tenían un conocimiento mínimo pero suficiente del PADRE. JESÚS había dicho, entre otras cosas: “nadie conoce al HIJO más que el PADRE; y nadie conoce al PADRE sino el HIJO, y aquel a quien el HIJO se lo quiera revelar” (Cf. Lc 10,22). Los discípulos habían escuchado enseñanzas y parábolas sobre el PADRE, habían participado de la fuerza del ESPÍRITU SANTO en la evangelización (Cf. Lc 10,17) y podían comprender en niveles suficientes la proximidad de DIOS que aparecía con un rostro nuevo con respecto a las Escrituras del Antiguo Testamento. Ellos, los discípulos, eran los primeros ciudadanos del Reino que predicaba JESÚS, y en el Nuevo orden de cosas los verdaderos adoradores son aquellos que se dirigen a DIOS como PADRE en la Verdad del ESPÍRITU SANTO (Cf. Jn 4,23-24). Ya no era preciso desplazarse a un templo físico para adorar. Con el nuevo don de oración, JESÚS estaba cambiando todo el orden religioso anterior. Algo aparentemente intrascendente, que parecía circunscrito al ámbito particular, sin embargo estaba dando origen a una nueva forma de vivir la relación con el PADRE, y eso cambiaba las cosas en la raíz del hombre y del mundo. Un giro copernicano en su vida puede experimentar alguien, que alejado de DIOS un día toca fondo, llama al PADRE y ve caer las murallas que lo mantenían en aquella cárcel infranqueable. Un buen número de personas pueden contar el poder despertado en su interior al dirigirse a DIOS como PADRE. El enemigo hará lo imposible para que en la memoria no aparezca este último auxilio.

¡ABBA! -¡PADRE!-

San Marcos testimonia esta expresión en Getsemaní por parte de JESÚS: “!ABBA!” (¡PADRE!), todo es posible para ti. Aparta de MÍ este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Cf. Mc 14,36). Se percibe este término como la manifestación inmediata de la particular relación de JESÚS con el PADRE, con quien mantenía una intimidad singular. JESÚS muestra una unión con el PADRE que es única y el evangelio de san Juan lo confirma en múltiples lugares: “YO y el PADRE somos una sola cosa” (Cf. Jn 10,30). JESÚS manifiesta una proximidad entrañable con el PADRE en la que deja traslucir sus afectos y sentimientos: “JESÚS lleno de la alegría del ESPÍRITU SANTO, prorrumpió: te doy gracias PADRE” (Cf. Lc 10,21). San Pablo indica la interioridad del PADRE con el espíritu del hombre gracias al don del ESPÍRITU SANTO que nos hace exclamar: ¡ABBA! (PADRE) (Cf. Rm 8,15;Gal 4,6). El hombre no está huérfano aunque todos los apoyos humanos desaparezcan. En cualquier época DIOS ha salido a las encrucijadas de los caminos a buscar a sus hijos desechados. En nuestros tiempos de gran soledad existencial la añoranza secreta del PADRE del Cielo será la puerta de entrada para muchos cambios de vida, porque ya no quedarán apoyos humanos. Como al hijo de la parábola, en medio del hambre y los cerdos emergió el recuerdo del  PADRE.

Santificado sea tu Nombre

Son cinco las peticiones formuladas en la versión de Lucas con respecto al Padrenuestro. Las cinco peticiones traslucen un modo de expresar la Fe: “creo en DIOS que ABBA –papa querido- y es SANTO, y digno de ser santificado por todos mis actos, palabras y pensamientos. Porque ÉL es SANTO y soy su hijo debo pertenecer a la estirpe de su santidad. Si ÉL me cubre con su Santidad y me renueva en ella, entonces su Nombre será bendito y alabado por otros que ven los efectos de su bondad. Esta primera petición del Padrenuestro podría recitarse como una alabanza, en la que se canta la santidad del Nombre del PADRE. La santidad de DIOS siempre se ha entendido como una cualidad que remite a la trascendencia, pero en esta versión de san Lucas se sugiere una proximidad inédita con el hombre, del mismo tenor de los textos de san Juan, que nos refieren la inhabitación de DIOS por la EUCARISTÍA (Cf. Jn 6,57); o la unción de la Palabra escuchada y vivida con Amor (Cf. Jn 14,21). Transferimos la santidad de DIOS porque el PADRE nos reviste con ella.

Venga tu Reino

La Iglesia camina invocando la venida del SEÑOR: “¡ven, SEÑOR JESÚS!”. El Reino se hace presente en medio del mundo cuando JESÚS comienza a predicar, dando inicio a su vida pública. Palabras cargadas de autoridad y signos que manifestaban el poder del ESPÍRITU SANTO empezaron a abrir un espacio espiritualmente distinto. Las personas comenzaron a ver la vida política y social de otra forma. La práctica religiosa se modificó para siempre; y en un principio el impacto fue lo suficientemente fuerte como para desear la vuelta próxima del SEÑOR y dar pleno cumplimiento a las grandes promesas contenidas en el Designio Divino. Cada vez que recitamos o rezamos el Padrenuestro pedimos la venida del Reino y tal petición no puede cesar. Ahora bien, deberíamos pedir el Reino de DIOS entre nosotros con un ardor similar al que protagonizaron los primeros destinatarios del Padrenuestro transmitido por JESÚS. Aunque suene a eslogan barato: otro mundo es posible bajo la acción de DIOS con la colaboración de los hombres. Da la impresión, que otro mundo está siendo posible alejándose de DIOS a velocidad sideral. Los cristianos tenemos que redescubrir el poder del Evangelio y su predicación que transforma los corazones. El Reino está implantado en este mundo porque JESUCRISTO murió perdonando a todos los hombres en la Cruz; y esto es historia y dato objetivo. Y la otra cara del hecho es la Resurrección con su carácter metahistórico. Lo histórico de la Resurrección como hecho son los testimonios de los que contemplaron al RESUCITADO. La Resurrección abre el campo definitivamente a la Fe, que se asienta sobre un hecho que no es demostrable pero resulta testificable, porque la presencia del RESUCITADO origina signos propios y únicos. “Y el VERBO se hizo carne y acampó entre nosotros; y hemos visto su Gloria como HIJO único del PADRE lleno de Gracia y de Verdad” (Cf. Jn 1,14). En cada hombre el HIJO quiere poner su tienda y acampar entre nosotros; de esta forma el Reino de DIOS está llegando en medio incluso de circunstancias adversas.

“Danos cada día nuestro pan cotidiano” (v. 3)

Un cristiano no se hace en un día. Se nace persona y por el Bautismo adquirimos la condición cristiana, lo que significa la pertenencia a JESUCRISTO por la unción del ESPÍRITU SANTO. El Bautismo nos ha dado el nacimiento, pero queda pendiente el crecimiento. Para crecer como cristiano también es necesario comer. En el Padrenuestro pedimos el pan material y el alimento espiritual para vivir ese día como corresponde a un cristiano. También los dones espirituales se nos dan con objeto de ser renovados periódicamente. DIOS sabe lo que necesitamos antes que lo estemos pidiendo, pero eso no justifica que no hagamos el sano ejercicio de pedir con agradecimiento los dones espirituales para seguir el camino cristiano. De las cinco peticiones propuestas por san Lucas en el Padrenuestro, sólo esta contiene una petición material directa, significando a su vez los dones espirituales necesarios para la vida cristiana. Además los distintos matices recogidos en la versión de san Lucas hace que algunos mencionen el alimento substancial propio de la Vida Eterna como algo necesario ya aquí recogido en “el pan del mañana”. Nuestro pan, o alimento, para hoy, en este día, tiene que ser el alimento que nos va a sustentar en la Vida Eterna, que se abre en el mañana después de esta vida. San Juan lo dice así: “el que no come mi carne y bebe mi sangre no tiene Vida Eterna” (Cf. Jn 6,53-54) El pan material y el Pan esencial se piden al PADRE para nuestra realización como hijos y no hay que olvidar la importancia de que ambos se den conjuntamente. Ahora estamos en una fase peculiar de una existencia que una vez iniciada no terminará, aunque estemos rodeados de cosas y formas caducas y perecederas.

“Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos al que nos debe” (v.4)

San Lucas ejemplifica de muchas formas el perdón de DIOS a lo largo de su Evangelio hasta poder considerarlo como el Evangelio de la Misericordia. Dimas, el ladrón arrepentido, que muere crucificado al lado de JESÚS es el primer santo canonizado. Allí en medio de aquella muerte atroz el ladrón arrepentido recibió el perdón de sus muchos pecados y la indulgencia plenaria de todas las penas contraídas. JESÚS le aseguró la Salvación por reconocer sus culpas y considerar verdaderamente a JESÚS como el REY: “acuérdate de mí, SEÑOR, cuando llegues a tu Reino” ; y la respuesta de JESÚS no se hizo esperar: “hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso”  (Cf. Lc 23,42-43) Deudas, pecados y ofensas, son algunos de los términos que empleamos para expresarlo que nos agravia por parte de otros; o lo que causamos a los de alrededor. Le decimos al PADRE, en esta petición, que nosotros perdonamos, y le pedimos que ÉL nos perdone en esa misma medida: “con la vara que midas, serás medido” (Cf. Lc 6,38). Uno de los mayores obstáculos que tenemos los humanos es la diligencia para ofrecer o dar el perdón. Es posible que para ejercer el perdón a los otros debamos pedir la gracia o el don para perdonar, pues se dice con razón que el perdón es de DIOS. También se afirma que la persona que no ha experimentado el perdón de DIOS tiene grandes dificultades para perdonar a otros. Sin duda alguna que eso es así, pero además se debe añadir que aún siendo perdonado por DIOS la mezquindad humana es muy grande y el perdonado cierre el corazón para perdonar minucias a otros, como nos refiere la parábola del que debía diez mil talentos a su SEÑOR (Cf. Mt 18,21ss). Diez mil talentos es una cantidad impagable, y el deudor de esta cantidad no era capaz de perdonar a un compañero unos cuantos denarios que le debía. Sin perdón no hay Misericordia y viceversa. Es probable que la oración durante algún tiempo consista en pedir al SEÑOR: “dame un corazón nuevo para perdonar”.

“No nos dejes caer en la tentación” (v. 4b)

La tentación se produce porque existe el tentador. Desde las primeras páginas de la Biblia el tentador viene actuando con éxito pues su objetivo es hacer caer al hombre en el fracaso de su vocación y apartarlo de DIOS. El éxito del tentador se describe a partir del capítulo tres del Génesis, y desde entonces la vida del hombre tiene que lidiar con todas las consecuencias interminables en las que han cristalizado las conductas contra DIOS. La falacia del tentador es siempre la misma, pero envuelta infinidad de vistosos y atrayentes colores: “serás como DIOS”. Otra versión de lo mismo: “tú serás DIOS”. La tentación tiene perfiles más claros cuando nos referimos al hombre creyente que conoce los cauces previstos por DIOS, pero el tentador viene a proponerle que siga caminos propios, autónomos y pretendidamente libres. El tentador sabe hacer las cosas para disponer al hombre en situaciones irreversibles. El tentador procede paso a paso. Uno de muchos ejemplos: una persona joven con una cierta práctica cristiana de misa dominical y algo de oración se inscribe en un centro de yoga. En principio se trata de realizar ejercicios físicos, pero lo que no sabe esta persona que busca mejorar su estado físico es que las posturas o ejercicios del Hatha Yoga llevan nombres que tienen detrás entidades espirituales nada recomendables. Durante un tiempo parece que todo va bien, y el monitor aconseja que se dé el paso a la meditación, primero a través de la repetición de algún mantra y cuando pasa un tiempo ya la meditación opera a través de un mandala. Ambos elementos, mantra y mandala son ya puertas abiertas a la influencia de entidades espirituales nada recomendables y ajenas a JESUCRISTO. A todo esto la persona en cuestión hace algún tiempo que siente desgana por la misa dominical e incluso un cierto malestar en las últimas veces que estuvo. El endeble edificio doctrinal que tenía se ha cuarteado notablemente, y aquello sobre JESUCRISTO como la Segunda Persona de la TRINIDAD se queda muy lejos, pues esta persona está en la nueva onda que equipara a JESUCRISTO con Buda, Rama o Krishna, pues de ellos está recibiendo información elogiosa con asiduidad. De forma casi imperceptible esta persona está situada ciento ochenta grados de sus raíces cristianas y prácticamente en manos del tentador, pues lo que existe en esos mundos espirituales constituyen el polo opuesto al Evangelio. El tentador sabe crear mundos espiritualistas en los que languidecen las almas, considerando algunos que van por caminos de realización personal. El tentador es un especialista en la fascinación y la virtualidad; o sea, en mundos aparentes pero inexistentes.

El Malo y los males

San Mateo concluye el Padrenuestro, pidiendo al PADRE que nos libre del Malo, o de Satanás. El Malo viene a matar, robar y destruir (Cf. Jn 10,10). El Malo es el enemigo de las ovejas que  pertenecen al BUEN PASTOR. Con san Mateo terminamos el Padrenuestro pidiendo al PADRE que nos libre de los malos y de los males, sabiendo que alguno de ellos se nos cruzará en el camino y con las armas de DIOS tendremos que hacerle frente. El fracaso, la enfermedad  y la muerte llegarán en algún momento. Un accidente grave, la muerte de un familiar o una catástrofe natural, entran en el itinerario de nuestra breve historia. No obstante hacemos bien en pedir a DIOS que nos libre de los males y los malos que nos pueden dañar por encima de nuestras fuerzas.

La insistencia en la oración

San Lucas da mucha importancia a la oración insistente, lo mismo que san Pablo como vimos al principio. El evangelista completa la enseñanza del Padrenuestro con la parábola del amigo inoportuno.

“Pedid, llamad y buscad” (v.99)

La oración debe presidir la llamada diáfana a DIOS. La oración tiene que poner en clara evidencia la pobreza personal. La oración está en el centro de la búsqueda de DIOS. JESÚS dice: “llamad y se os abrirá; pedid y se os dará; buscad y encontraréis” (v.10). Llamamos o invocamos el Nombre de DIOS como el único PADRE. Pedimos el Pan de la EUCARISTÍA y todos los dones materiales y espirituales para crecer como hijos de DIOS. Buscamos con dedicación la instauración del Reino de DIOS en medio de nuestro mundo. El Padrenuestro es la oración idónea para llamar, pedir y buscar. JESÚS nos asegura que el PADRE nos escucha y responderá a la oración que le dirigimos con un resultado que supera cualquier cálculo humano. Nosotros le pedimos cosas, o auxilios materiales o espirituales, y ÉL nos dará su mismo AMOR, su misma VIDA, el ESPÍRITU SANTO: “si vosotros que sois malos sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuanto más vuestro PADRE del Cielo dará el ESPÍRITU SANTO a los que se lo pidan” (v.13).

San Pablo, carta a los Colosenses 2,12-14

Cuando san Pablo recibe la revelación de JESUCRISTO camino de Damasco le encajan las piezas del puzzle, aunque tuviera que transcurrir un periodo de tiempo suficiente para realizar los drásticos reajustes. Pero en las Escrituras estaba el MESÍAS encarnado en la persona de JESÚS de Nazaret, el HIJO de DIOS. A partir de ese punto, todo el resto pérdida y basura (Cf. Flp 3,8); o argumentos capciosos (Cf. Col 2,4); falacias filosóficas basadas en los elementos del mundo (Cf. Col 2,8). Todas aquellas falacias que circulaban entre los de Colosas se han ido reeditando en cada época y con gran proliferación en la presente. 

Valor del Bautismo

“Sepultados con CRISTO en el Bautismo, también habéis resucitado con ÉL por la plena acción de DIOS, que resucitó de entre los muertos” (v.12) El acto sacramental del Bautismo se convierte para el cristiano en una fuente de Gracia con carácter ininterrumpido en un principio. El Bautismo es una inmersión en la Vida de DIOS, una iluminación que aporta la mente de CRISTO al bautizado. El Bautismo reviste de una nueva condición al creyente como ciudadano del Cielo e inscrito en el Libro de la Vida. El cristiano vuelve a los abismos cuando se entrega a las creencias supersticiosas en las que dominan los espíritus de las tinieblas.

Vida anterior de pecado

San Pablo habla del pecado no sólo como una categoría moral, sino como un estado de vida en el que se vive mal y afectados de muchos males morales y físicos. Un buen número de cristianos de Colosas lo pudieron entender perfectamente, pues no hacía mucho tiempo que aquellos habían salido de las oscuridades espirituales que los tenían prisioneros.

Liberados por JESUCRISTO

“ÉL nos perdonó todos nuestros pecados, y canceló la nota de cargo que había contra nosotros, las prescripciones con sus cláusulas desfavorables, clavándolas en la Cruz” (v.14). La Cruz de JESUCRISTO es redentora, por la condición del que muere en ella: JESÚS es el HIJO de DIOS. Ningún Ángel nos puede salvar, y menos todavía hombre alguno. Sólo DIOS perdona los pecados. Todos los pecados de los hombres, de los que han existido y de los que vendrán están perdonados en la Cruz de JESUCRISTO. Sin perdón de los pecados no hay Salvación, o no es posible la comunión con la TRINIDAD para siempre. Magistralmente expresado: “canceló la nota de cargo que había contra nosotros, las prescripciones con sus cláusulas desfavorables, y las suprimió clavándolas en la Cruz”. Cualquier hombre es perdonado a condición que reconozca que su pecado lo pagó o canceló JESÚS con su muerte en la Cruz.  Si los de Colosas se apartan de esta revelación caerán en la ruina total. 

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