Los otros días, a las espera de ser atendido en una farmacia, mis ojos dieron con una serie de cajas de apósitos adhesivos, más conocidos (al menos en Argentina) como “curitas”. En concreto, mi visión fue a dar con tres cajas: una verde claro, una fucsia, y una de tonalidad violeta y blanca; las dos primeras compartían el hecho de que su contenido estaba dirigido principalmente a los niños.
Mi encuentro con esas cajas me dejó reflexionando sobre algunas cuestiones. Parece que los apósitos para niños tienen como finalidad intentar que hasta las heridas o daños que ellos puedan tener, se transformen, si posible fuere, en cosas de niños. Casi que lo que se quiere es que, el objeto aplicado al lugar seleccionado, sea una suerte de diversión para la mente infantil, y, si posible fuere, que también lo sea la zona afectada. Se quiere que la mente del niño no se centre en la lesión. De alguna manera, es como si se quisiera suavizar el dolor o la impresión, no solo con alguna eventual medicina destinada a penetrar en el sector afectado, sino también con algo que pueda penetrar por los ojos.
Tomo a esos apósitos o curitas kids como una interesante prueba psicológica. Trátese de una herida o de lo que fuere, con la cinta adhesiva consabida, se pretende que el niño continúe en el mundo infantil: que no se distraiga. Contrario a eso tenemos una psicología verdaderamente diabólica: la de aquellos que quieren sacar al niño del mundo del niño y llevarlo a un mundo de corrupción, mundo en el cual se lo toma por un adulto disoluto. Aquí no solo no se cubren heridas, sino que se las abren al por mayor y de las más tremendas, pues están producidas a nivel estrictamente anímico. Por caso, la ya famosa educación sexual integral, o sea, la puesta en escena de una inoculación venenosa desintegradora, aparta al niño de su mundo, lo corrompe anímicamente y lo pervierte psicológicamente.
Recientemente me han escrito criticándome mi oposición a eso que en forma ladina se lo pretende educación, sin más fundamento que una serie de generalizaciones, las mismas que repiten los vientos de moda. Hoy se levantan las baldosas y sale sexo, pero, como si eso no bastase, es preciso que también el sexo sea usado para volver a colocar las baldosas, es decir, sexo a troche y moche. Los defensores de la ESI defienden algo completamente alejado de la ‘Biología’: defienden algo llamado ‘Ideología’. Y desde los retoños más pequeños de la infancia, ESI quiere estar presente proponiendo la ideología de género, el aborto, y su campanada obtusa y estentórea de la ya hartante deconstrucción. Quien no puede ver esto, no entiende nada en absoluto, y por eso llegan a denominar amor a lo que no es más que pasión descontrolada, y educación a lo que no es más que una vil forma de adoctrinamiento.
En el año 1969 circuló la revista número 32 de Jauja, y allí el preclaro y genial Leonardo Castellani sentenciaba: “Uds. han visto lo menos durante un siglo una calesita de ‘Ministros de Educación’ cada uno de los cuales se adelanta y dice va a resolver el ‘problema de la eduación’; y después se va y el siguiente dice lo mismo, y así ‘in infinitum’; lo cual quiere decir que, no embargante que cobraron sus dietas, ninguno resolvió el problema de la Educación (…). Para que haya Educación no tendría que haber Ministro; pues si hay Ministro, quiere decir que el Estado se ha arrogado una vocación que no le cuadra, como es la de enseñar, que no es de natura sino contra. Y las cosas contra natura no pueden engendrar nada, ni siquiera monstruos; aunque sí pueden producir monstruosidades”. Castellani, un verdadero profeta natural: tan sabio sobre el pasado que se prolongó hacia el futuro y acertó de manera impresionante. Lo contranatural acontecido en el Estado, engendró una gigante monstruosidad contranatural llamada ideología de género, ideología que hoy danza ante nuestras narices, y que, más contranatural aún, con ella quieren “educar” a los niños.
Si los apósitos de los que aquí trato nos está revelando toda una psicología y espíritu infantil, a su vez, esos mismos objetos y su trama, evidencian la mentira gigante de quienes quieren hacer con los niños marionetas de todo desenfreno.