En el evangelio de este domingo vemos haciendo una curación a Jesús. Le llevan a un hombre sordomudo, es alguien que no oye y que esto mismo lo incapacita para poder hablar; por lo tanto, es una persona incomunicada, aislada, encerrada en sí misma, sin la posibilidad de poder expresar sus necesidades, sus sentimientos, sin tampoco poder comprender a los demás.
Jesús comprende el drama de este hombre y esta vez no le basta dar una orden para que suceda la curación, sino se involucra personalmente, físicamente, mete sus dedos en los oídos, le toca a la lengua y le dice una palabra que el evangelio ha conservado en la lengua de Jesús el arameo: Effetá, ábrete, y el milagro acontece, se rompe la sordera y comienza a hablar.
Este gesto de Jesús impresiona tanto a la Iglesia primitiva que lo conserva en el rito del bautismo. El sacerdote, como Jesús, toca los oídos y la boca del niño y le dice: Effetá, ábrete. El bautizado debe abrir los oídos y la boca para, en primer lugar, escuchar a Dios y, enseguida, responder a su palabra con la alabanza, escuchar a Dios, pues, y alabarlo son las dos actitudes fundamentalmente religiosas, sin ellas no podemos decir que tenemos una verdadera vida de fe en Cristo.
Tú también debes reconocer que necesitas del gesto de Jesús, que meta sus dedos en tus oídos para que rompa tu sordera, esa sordera que no te deja escuchar su palabra ni te permite oír las necesidades de los demás y, peor todavía, ni siquiera te deja escuchar tu voz interior que te pide buscar a Dios, que te reclama cuando algo haces mal, que te pide no ser indiferente ante el sufrimiento y las necesidades de los demás.
Necesitas que Jesús toque tu lengua para que puedas alabarlo, bendecirlo, reconocer que todo lo recibes de él y que tienes que ser agradecido, necesitas recibir de él la capacidad de orar, de hablar con él como lo haces con un amigo, de poner confiadamente en sus manos todos tus anhelos y tus necesidades.
“Señor Jesús mete tus dedos en mis oídos y mi boca para que escuche que tú me dices Effetá. Abre mis oídos y mi corazón para escuchar tu palabra, para poder salir de mí mismo y abrirme también a mis hermanos a los que me suplican una ayuda y con quienes me hago el sordo. Señor una vez más pronuncia sobre mí el efettá para que abra mis labios y mi boca, proclame tu alabanza, cante tus maravillas, agradezca tu amor tu bondad y tu misericordia. Jesús, vuelve a pronunciar sobre mí el effetá para que hagas de mi una persona verdadera que escucha, que se comunica, que es capaz de entablar relaciones verdaderas y ser agradecida”. Feliz domingo, Dios te bendiga.