A medida que la agitación política enturbia las aguas de la convivencia social, en México parecen haberse desatado los demonios. En estos primeros días del año, ha sido implacable la violencia y los asesinatos se multiplican como si esto fuera una carrera para ver quién llega primero a la meta de la destrucción. Tal parece que una consigna parece haberse dictado: A medida que avanza la batalla por el poder, hay que bañar de sangre la tierra mexicana.
Estos aspectos fueron tratados en un reciente reporte de Integralia Consultores, organización dirigida por el expresidente del INE, Luis Carlos Ugalde. En “Diez riesgos políticos para 2024”, publicado el 9 de enero, evaluó las situaciones que podrían arriesgar las actividades sociales, el entorno democrático y los negocios si el actual partido en el poder triunfa en las próximas elecciones teniendo la presidencia de la República y el control del poder legislativo.
Sería de alto riesgo y de alto impacto la captura de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de consolidarse el triunfo del partido en el poder; afectar significativamente el entorno de negocios y el sistema de pesos y contrapesos con una reforma electoral que modifique la estructura del INE y la forma de elegir al cuerpo directivo mediante voto popular, la supresión del INAI, la contrarreforma energética, entre otras; la ampliación del poder del crimen organizado, la acentuación de la militarización, el deterioro de las relaciones entre México y los Estados Unidos de consumarse el triunfo del Partido Republicano, la legislación a modo y de sorpresa aprobada por el Congreso que podría comprometer el estado de derecho, potenciales conflictos electorales, el aumento de la corrupción y la división entre partidos de oposición, entre otros.
Si bien estos riesgos harían de México un país de gran inestabilidad y desconfianza internacional, también debe observarse que tales implican una descomposición de la convivencia social y más actores ciudadanos se verían acosados por el poder.
No hay que olvidar que este sexenio no brilló precisamente por hacer mancuerna con la ciudadanía. Se recuerda el desprecio y denostación presidencial hacia los justos reclamos de padres de familia de niños enfermos; del descrédito hacia activistas en pro de los derechos de la mujer; los migrantes son perseguidos como delincuentes y “estrangulados” por el poder o qué decir del implacable discurso de odio y descrédito hacia la prensa crítica.
No hay que olvidar tampoco que al iniciar el 2024, los obispos de México enviaron un mensaje destacando las difíciles circunstancias del país, pero afirmándose en un camino propositivo de fe y ciudadanía, mismo que tiene un importante asidero en el Proyecto Global del Pastoral PGP 2031-2033. Este mismo trascenderá el próximo sexenio que se nota ya en un panorama oscuro y muy adverso. En el PGP 2031-2033, el Episcopado Mexicano advierte: “Todos los ciudadanos somos responsables de esta situación que vivimos. Es innegable que hay personas que tienen una responsabilidad más grande sobre esto, porque se han aprovechado de cargos públicos, políticos o influencias inmorales para enriquecerse escandalosamente, dejando en la pobreza y bajo condiciones inhumanas a un gran número de ciudadanos. Los mexicanos como sociedad en su conjunto, no hemos sabido involucrarnos responsablemente en el destino de nuestro país…” (PGP 2031-2033, No. 44)
Estos riesgos de los que hablan los especialistas nos impactarán a todos si no asumimos esta responsabilidad como lo señalan los obispos. El actual régimen le apuesta a la desinformación, confusión y medias verdades que son, a la vez, mentiras completas para que el electorado deposite un voto de miedo, manipulación y en pro de la demagogia autoritaria. Estos focos rojos nos deben preocupar para involucrarnos en el destino del país y admitir algo que se dijo hace mucho tiempo y no quisimos reconocer: Efectivamente, ellos “sí son un peligro para México”.