Hemos dado inicio al tiempo ordinario del ciclo B y escuchamos en el Evangelio el comienzo del pequeño grupo de seguidores de Jesús. El Evangelista san Juan, nos presenta de manera pedagógica el llamado de los primeros discípulos. Este Evangelista no nos dice nada de la infancia de Jesús; después de un prólogo hermoso donde a Jesús nos lo presenta como la Palabra de Dios que se ha hecho carne y que habita entre nosotros, da el paso a presentarnos a Jesús ya adulto en el entorno del Bautista.
El Bautista les predicaba a los que se congregaban en torno suyo: “En medio de ustedes hay uno a quien no conocen”. Estando Juan y Andrés con el Bautista, éste ante Jesús que pasa, les dice: “Este es el cordero de Dios”. Aquellos discípulos habían acudido al Bautista y había sido para ellos el profeta y maestro, pero ahora, se mueve en su interior algo nuevo y son capaces de ir detrás de Jesús, quizá con miedos, pero han iniciado un camino nuevo.
Es comprensible que durante un tiempo caminan en silencio, cada uno metido en sus pensamientos. Puede ser fácil ir a la búsqueda de Dios, pero es mucho más difícil caer en la cuenta de su presencia cuando está cerca. Es Jesús el que rompe el silencio, los mira y les pregunta: “¿Qué buscan?”; les está indicando: ¿Qué esperan de mí?, ¿por qué me siguen?. Existen cosas que se deben aclarar desde el principio.
Aquellos discípulos responden con otra pregunta: “¿Dónde vives?”. Descubren en Jesús a alguien distinto, alguien que vive de manera diferente. Al parecer no andan buscando una nueva doctrina, sino que, quieren aprender un modo de vivir diferente, desean vivir como Él.
Jesús, les responde directamente: “Vengan y lo verán”, invitación y promesa. No son suficientes las palabras, se tiene que tener la experiencia. Les está diciendo: vengan a vivir conmigo y así descubrirán cómo vivo, para que aprendan cómo oriento mi vida, para que vean a qué me dedico y qué es lo que me hace vivir así. Sólo viviendo con Jesús se aprende a vivir como Él.
Aquellos discípulos dejan al Bautista, dejan otros caminos y se van con Jesús; se quedan con Él aquel día, entran en su mundo, en su espacio. Viven la experiencia de estar con Él. No sabemos lo que platicaron; lo que sí sabemos que Andrés regresa a buscar a su hermano y le dice: “Hemos encontrado al Mesías”. Sus palabras, su expresión, su alegría, debió ser tal que convencen a Pedro. Aquellos buscadores habían encontrado lo que buscaban; encontraron al Mesías y daba alegría poder comunicarlo a los demás.
En este Evangelio que hemos escuchado, la narración sencilla de la formación del primer grupo de discípulos que siguen a Jesús, nos deja grandes enseñanzas:
- Lo primero es buscar: Cuando no buscamos nada y nos contentamos de ir viviendo la vida como viene, es muy difícil que encontremos algo que valga la pena. Se nos ha dicho que quien busca encuentra, pero debemos saber ¿qué buscamos? Sólo así podremos encontrar lo buscado. Valdría la pena que respondamos a las siguientes preguntas: ¿Qué busco cada mañana? ¿qué busco en la vida, a nivel humano o espiritual: acaso ¿dinero, fama, una imagen ante los demás, poder? ¿qué buscan los jóvenes en nuestros días, acaso: amor, seguridad, tranquilidad, confort, placer, etc.? ¿será esto suficiente? Desde nuestra fe y creencia, durante estos años ¿qué he buscado en la Iglesia? ¿qué me estorba para buscar a Dios?.
- Lo segundo es que buscamos a Alguien: No buscamos doctrinas, cosas, enseñanzas sobre Jesús, buscamos a una Persona. Y sólo el trato y la experiencia con Jesús como persona puede darle una dirección a nuestra vida.
- Tercero, vivir como Él: Lo que transforma es la experiencia que tengamos con Jesús. Tengamos en cuenta que Él en vez de fijar a las personas, las desaloja, las pone en el camino; quedarse con Él significa hacerse itinerantes como Él. Jesús propone un camino, a lo largo del cual se construye un creyente, no un molde que saca a la luz discípulos múltiples y muy semejantes. No forma discípulos construidos en serie, sino mensajeros inesperados de la alegre noticia.
Hermanos, el Evangelio nos recuerda que nuestra fe brota de un encuentro con Jesús, de vivir esa experiencia de estar con Él. Me llena de alegría el ver los nuevos catecismos que dan mucha importancia a la experiencia con Jesús de los niños y de todos los catequisandos; creo que es la mejor manera de conducirlos, de llevarlos a Jesús y de allí seguirá el gozoso aprendizaje.
Hermanos Agentes de Pastoral, no nos quedemos en enseñar doctrinas sobre Jesús, hagamos lo que hizo Andrés, que condujo a su hermano Pedro para que conociera a Jesús, para que tuviera la experiencia de estar con Él. Nosotros tenemos esa responsabilidad, de conducir a otros para que tengan esa experiencia. Por eso, preguntémonos: ¿Sigo buscando? ¿sé lo que busco? ¿tengo la experiencia de estar con Jesús? ¿comunico mi experiencia que voy teniendo con Jesús, a través de mis actos, de mi vida?
El camino sinodal nos invita a que caminemos juntos; caminar juntos es ir con los ojos y oídos bien abiertos; que seamos capaces de escuchar la experiencia del otro, que seamos capaces de ver cómo ve el otro; eso nos llevará a la comprensión de los demás, pero también, que sepamos compartir nuestra experiencia. Recordemos que todos caminamos juntos hacia Jesús, para tener la experiencia de estar con Él y así poder vivir su estilo de vida.
Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!