Del santo Evangelio según san Mateo: 22,15 – 21
En aquel tiempo, se reunieron los fariseos para ver la manera de hacer caer a Jesús, con preguntas insidiosas, en algo de que pudieran acusarlo.
Le enviaron, pues, a algunos de sus secuaces, junto con algunos del partido de Herodes, para que le dijeran: “Maestro, sabemos que eres sincero y enseñas con verdad el camino de Dios, y que nada te arredra, porque no buscas el favor de nadie. Dinos, pues, qué piensas: ¿Es lícito o no pagar el tributo al César?”.
Conociendo Jesús la malicia de sus intenciones, les contestó: “Hipócritas, ¿por qué tratan de sorprenderme? Enséñenme la moneda del tributo”. Ellos le presentaron una moneda. Jesús les preguntó: “¿De quién es esta imagen y esta inscripción?”. Le respondieron: “Del César”. Y Jesús concluyó: “Den, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.
Palabra del Señor. R. Gloria a ti, Señor Jesús.
COMENTARIO:
- En este domingo vemos cómo los fariseos no buscan con sinceridad el Reino de Dios; su preocupación no es entender los designios de Dios sobre sus vidas, sino sus intereses meramente humanos en los cuales Dios no hace peso en su existencia. Por ello es que no reconocen a Jesús como el enviado del Padre, privilegio hermoso de todo creyente cristiano. Eso mismo nos puede pasar a nosotros si tomamos la religión como un “quedar bien” con alguien, o con la sociedad, o hasta con nosotros mismos gozándonos en una autoimagen de ser buenos, y olvidando que lo importante es buscar a Dios y gozarnos en su amor y en cumplir sus designios, olvidándonos incluso de nosotros mismos. Esto sería una búsqueda sincera, y esa búsqueda sincera nunca, nunca queda defraudada: la búsqueda sincera pasa por el reconocimiento de nuestros pecados y por reconocer humildemente nuestra necesidad de Dios; el que así busca a Dios siempre lo encuentra: “Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá…” (Mt 7,7) A ello se opone la hipocresía del que en realidad no siente necesidad de Dios pues está lleno de sí mismo; busca sólo sus intereses, personales y terrenales, como intereses económicos o de posición de ventaja a través de quedar bien con los demás política o comercialmente. Una verdadera conversión sería anteponer quedar bien con Cristo a todo lo demás. En el evangelio de hoy los fariseos quieren sacar ventaja invocando el quedar bien no sólo con Dios, sino también con el César, y ahí está la hipocresía que Jesús pone en evidencia. Veamos el pasaje evangélico de este domingo.
- “En aquel tiempo, se reunieron los fariseos para ver la manera de hacer caer a Jesús, con preguntas insidiosas, en algo de que pudieran acusarlo”: Si así han tratado al Maestro, sus discípulos no debemos pensar que el mundo nos recibirá con aplausos sinceros, sino con argumentos insidiosos aparentemente verdaderos, pero nada que no está de acuerdo con la Palabra de Cristo puede ser verdadero. Los fariseos en lugar de reconocer a Cristo y postrarse ante él, gastan sus energías en realizar un plan soberbio: ver en qué pueden sorprender a Cristo para acusarlo y condenarlo.
- “Le enviaron, pues, a algunos de sus secuaces, junto con algunos del partido de Herodes…”: Qué desgracia para estos hombres ser instrumentos de los fariseos y de partidarios políticos de Herodes, en lugar de tener la dicha de ser discípulos de Cristo, ser instrumentos de su gracia; así también nos puede acontecer a nosotros, debemos fijarnos bien a quien servimos, a los intereses de Dios o a los del mundo; esta disyuntiva se nos presenta a cada momento en nuestra vida, y aunque servir a Cristo presenta desventajas en esta vida, ciertamente es el camino correcto de la felicidad, e incluso el que más te da a ganar en tu vida. Si nos fijamos bien, a cada momento podemos servir a Cristo y preferirlo al mundo y al Diablo. Aprovechemos esas oportunidades y seremos verdaderamente felices en nuestra vida.
- “…para que le dijeran: ‘Maestro, sabemos que eres sincero y enseñas con verdad el camino de Dios, y que nada te arredra, porque no buscas el favor de nadie’ ”: Cuánta hipocresía: reconocen y alaban a Cristo porque su palabra es verdadera y viene de Dios, y en el fondo quieren condenarlo a muerte. Qué desgracia para nosotros si reconocemos a Cristo como la verdad del Padre, pero por intereses en la práctica lo negamos, e incluso contribuimos a que en nuestra sociedad no sea reconocido como el verdadero Dios que nos ha salvado.
- “Dinos, pues, qué piensas: ¿Es lícito o no pagar el tributo al César?”: Con toda la hipocresía lanzan lo que ellos piensan es una trampa perfecta, pero pensemos con serenidad ¿qué astucia humana puede algo contra la sabiduría de Dios?
- “Conociendo Jesús la malicia de sus intenciones, les contestó: ‘Hipócritas, ¿por qué tratan de sorprenderme?’ ”: Jesús pone al descubierto sus intenciones, aunque ellos las hayan disfrazado. Nadie puede engañar a Dios. En realidad nos engañamos a nosotros mismos. Si negamos a Dios, Dios sigue siendo la verdad; nosotros somos los que caemos en el ámbito de la falacia y el autoengaño.
- Y Jesús les dijo: “ ‘Enséñenme la moneda del tributo’. Ellos le presentaron una moneda. Jesús les preguntó: ‘¿De quién es esta imagen y esta inscripción?’. Le respondieron: ‘Del César’. Y Jesús concluyó: ‘Den, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios’ ”: La respuesta de Cristo es de una sabiduría divina que deja sin palabras a sus interlocutores. Pero no se debe pensar, como comúnmente se escucha, que Cristo opta por dar una solución políticamente correcta; algunos, en un enfoque del todo anacrónico y fuera del contexto de la Sagrada Escritura, hasta han visto en esta frase una alusión a un laicismo que separa lo temporal de lo de Dios, pero Cristo no está diciendo eso. Lo que dice Cristo a sus interlocutores y a nosotros todos, es que cada uno debemos pensar qué le debemos al César y qué le debemos a Dios. Al César se le pueden deber tributos aceptados de buena gana o a más no poder. A Dios se le debe todo, todo, absolutamente todo, incluso lo del César y todo lo nuestro y toda la Creación. Al César se le deben tributos por convencionalismos humanos, a Dios se le debe todo porque es el artífice de todo lo creado, porque nadie nos ha amado como él, porque todo procede de él y se reconduce a él. No se trata pues de una frase que invite a una división de la vida entre dos dimensiones del ser humano separadas y sin relación la una con la otra. El ser humano todo, en su dimensión personal pero también social, comunitaria y cultural, todo es del ámbito de Dios. “Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti”, sentenció con gran profundidad San Agustín.
- Providencialmente en este mismo día, 22 de octubre, pero del año 1978, San Juan Pablo II, un Papa que se ganó el corazón de todos los mexicanos postrándose de corazón ante la Virgen Santísima de Guadalupe, decía estas mismas ideas en el gran discurso, que todavía hoy vale la pena meditar y repasar, en el solemne inicio de su pontificado (había sido elegido 6 días antes, el 16 de octubre). Esto nos decía en relación a la presencia de Cristo en todo:
“¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!
Abrid a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura, de la civilización y del desarrollo. ¡No tengáis miedo! Cristo conoce «lo que hay dentro del hombre». ¡Sólo El lo conoce! - Pidamos a la Virgen Santísima de Guadalupe, que conserve en nuestro México el grito de San Juan Pablo II, para que todos vivamos siempre y totalmente para Cristo: ¡ México, siempre fiel !