* Hasta ahora no habías comprendido el mensaje que los cristianos traemos a los demás hombres: la escondida maravilla de la vida interior. ¡Qué mundo nuevo les estás poniendo delante! (Surco, 654)
¡Cuántas cosas nuevas has descubierto!
–Sin embargo, a veces eres un ingenuo, y piensas que has visto todo, que estás ya enterado de todo…
Luego, tocas con tus manos la riqueza única e insondable de los tesoros del Señor, que siempre te mostrará «cosas nuevas«, si tú respondes con amor y delicadeza: y entonces comprendes que estás al principio del camino, porque la santidad consiste en la identificación con Dios, con ese Dios nuestro, que es infinito, inagotable. (Surco, 655)
Vamos a no engañarnos…
–Dios no es una sombra, un ser lejano, que nos crea y luego nos abandona; no es un amo que se va y ya no vuelve.
Aunque no lo percibamos con nuestros sentidos, su existencia es mucho más verdadera que la de todas las realidades que tocamos y vemos. Dios está aquí, con nosotros, presente, vivo: nos ve, nos oye, nos dirige, y contempla nuestras menores acciones, nuestras intenciones más escondidas.
Creemos esto…, pero ¡vivimos como si Dios no existiera!
Porque no tenemos para Él ni un pensamiento, ni una palabra; porque no le obedecemos, ni tratamos de dominar nuestras pasiones; porque no le expresamos amor, ni le desagraviamos...
–¿Vamos a seguir viviendo con una fe muerta? (Surco, 658)
Por SAN JOSEMARÍA.