Un ejercicio sin precedentes concluyó este sábado 23 de septiembre en el auditorio de la Universidad Iberoamericana de Puebla. El primer Diálogo Nacional por la Paz reunió a expertos y académicos, ciudadanos y autoridades convocados por la Conferencia del Episcopado Mexicano, la Provincia de la Compañía de Jesús en México y la Conferencia de Superiores Religiosos de México.
En la misa de clausura que congregó a casi una decena de obispos, se entregó el documento final a manera de Acuerdo ciudadano para seguir impulsando la paz y tejer redes a lo largo y ancho del país donde las comunidades municipales tendrán un papel fundamenta para construir esa paz que muchas regiones del país necesitan de manera artesanal.
Presididos por el arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera López, el también presidente de la CEM dirigió la homilía en la que, a la luz de la parábola de la semilla que cayó en la tierra, reflexionó acerca del papel y compromiso que todos tenemos en este momento de la historia.
“Quiero, en nombre de Cristo, darles el envío, no en nombre mío. Somos enviados a llevar a nuestras comunidades el mensaje evangélico de la paz…”
Al referirse al Acuerdo nacional, el arzobispo confió ponerlo en el altar del Señor con la garantía de que, reunidos en nombre de Cristo, la Iglesia lo hace en su nombre. “Seguro siempre, que a lo largo de estos tres días, tuvimos la presencia invisible, pero tangible de Cristo que nos habló por su Palabra, por la palabra de cada hermana y cada hermano, que nos compartieron su vida, esa palabra de Dios que es buena noticia, esa palabra de Dios que es consuelo, que es exhortación, que es animación…”
A pesar de las interpretaciones que puedan darse de la Palabra, el arzobispo explicó que sólo Jesús es el verdadero traductor de esta historia, refiriéndose a la parábola de la semilla; así, Él “asume nuestro dolor y nuestra palabra y la traduce en misericordia, la traduce en comprensión”.
La semilla sale y hace su éxodo señaló el prelado y la Palabra “puede ser pisoteada… corre la aventura de quedar en la superficie, de no penetrar, de no recibir la humedad del amor y, por último, la Palabra corre el riesgo de la semilla, de la confusión, del enredo y del ahogo. La Palabra de Dios puede ser pisoteada, puede hacerse superficial y ahogada…”
“Entrar en el asunto de la paz, es entrar en una parábola”, con eso, señaló Cabrera López, se da una ecuación que deja preguntas y se deben resolver. “La ecuación no queda completa sin nosotros. Y la paz también porque es la Palabra misma de Dios, si quieren traducir Palabra de Dios es igual a paz, igual a Evangelio. Jesús mismo dijo que es la paz”.
Para que la Palabra dé frutos, explicó el prelado, debe entrar por los oídos, arraigarse en el corazón y se traduzca en nuestras manos, “el Señor confía en nosotros, nos regala su semilla, pero también Dios siempre se arriesga”.
La paz es un don de Dios y es una tarea que no podemos eludir. Así, Cabrera López puso el acento en esta actividad donde todos somos vicarios, “no sólo la Iglesia católica, a todos nos constituyó sus vicarios, nos dio la responsabilidad, ha confiado en nosotros y ese tesoro de la paz es el mismo Jesús que se personaliza y se convierte en realidad en cada persona porque la paz no es una situación, la paz es la habitación misma de Cristo en cada ser humano, el Señor confía en nosotros y nos da su paz… no llega si no cruza por el corazón de cada uno, si no hay amor se queda en idea, en un deseo, pero no podrá traducirse en caridad”.
Al concluir su mensaje el arzobispo remarcó la importancia de la tarea que da origen a la Red de Paz a través de la agenda nacional y del acuerdo ciudadano que es fruto de este primer diálogo, “tenemos algo muy grande, algo muy sagrado, la vida de cada persona, eso es lo que está detrás de la paz… El Dios de la vida te pide lo que siempre te he mandado, el mandamiento de la caridad”.
Cabrera López agradeció a los asistentes al señalar que todos ellos quieren a Cristo porque quieren la paz, “gracias por amar y sentir el dolor de cada hermana, de cada hermano, gracias porque quieren hacer lo mismo que Santa María de Guadalupe, la que oye, la que siente, la que ama, la que camina con nosotros…Vamos a tener presentes en esta eucaristía a todos los hermanos y hermanas que sufren, que, como aquella semilla del evangelio, fueron pisoteados en su dignidad, han sido pisoteados en lo más importante de ellos mismos que es la propia vida y la vida de quienes aman. Con mucho respeto siempre y, con mucho cuidado, entramos en ese santuario del dolor humano y hoy el Señor nos llama a vivir esta aventura de la Palabra, esta aventura de la paz…”
El Acuerdo ciudadano que tiene por base la Agenda Nacional, puede leerse aquí.