El evangelio que escucharemos este domingo. Mt 20, 1-16 nos presenta la parábola de los trabajadores de la viña. Un propietario contrata jornaleros para su viña en distintos momentos del día. A todos les promete un denario como recompensa. Se desarrolla el tema de la justicia divina y el de la generosidad. Dios es justo porque da a cada uno lo que ha prometido, pero también Dios suele ser muy generoso. Él nos ofrece mucho más de lo que merecemos.
Muy probablemente, Jesús cuenta esta comparación porque el pueblo judío, especialmente sus autoridades, se consideraban privilegiados en relación con la salvación que Dios había prometido a través de sus profetas. El pueblo judío se consideraba el único destinatario de las promesas divinas, ellos pensaban que eran los únicos herederos de los bienes divinos y en consecuencia consideraban que los publicanos, los pecadores y los que no pertenecían a su pueblo, quedaban excluidos.
Con la parábola de los trabajadores de la viña, se nos enseña que efectivamente el pueblo judío había sido de los primeros invitados a trabajar en la viña, pero ciertamente no eran los únicos, había otros que también fueron convocados por el propietario de la salvación. El principio general manifestado en la parábola es que ninguno podía ser excluido de participar en la viña del señor, es decir, a los ojos de Dios nadie queda excluido de la oferta de la salvación. Dios quiere que todos se salven. La novedad presentada es que no solo otras personas que provienen de otras culturas están alcanzando la salvación, sino que incluso éstos ocupan los primeros lugares.
Con la Parábola se nos describe el mensaje de Jesús. Él anunciaba el evangelio a todos, invitaba a todos a participar de la salvación, no hacía distinción; La realidad era que mientras muchos judíos permanecían sordos e indiferentes, había también muchos que estaban respondiendo con prontitud, se trataba de aquellos que eran considerados pecadores públicos como Zaqueo, María Magdalena, el centurión Romano.
La parábola tiene también un significado para cada uno de nosotros. Dios llama a todos a la salvación y nos llama ciertamente a diferentes horas. No todos a la misma hora ni en la misma circunstancia. Será importante ciertamente no permanecer indiferentes sino responder a los diversos llamados que Dios nos va haciendo en la vida a colaborar en su viña.
La primera gran invitación que recibimos fue al momento de nuestro bautismo; donde no sólo fuimos invitados a trabajar en la viña del Señor sino nos convertimos en la misma viña del Señor. Los bautizados somos el pueblo de Dios, somos su cuerpo. Por el Bautismo hemos empezamos a formar parte de la iglesia, el nuevo pueblo de Dios. Por lo tanto trabajar en la viña del señor, es trabajar para que nuestra pertenencia a Dios se haga más fuerte, vaya creciendo según el proyecto de Dios.
El premio por estar en la viña del Señor no es una cosa o un salario sino Dios mismo. Estar en la viña del señor es ya por tanto, una bendición y un gran regalo. Debemos estar felices de que Dios nos haya invitado a formar parte de su pueblo. Hemos de sentirnos orgullosos por haber sido llamados a formar parte de la Iglesia, la viña del Señor, para gozar siempre de su amistad.