Cardenal Robert Sarah en México… y detrás el Opus Dei

Guillermo Gazanini Espinoza
Guillermo Gazanini Espinoza

Discreto y sin complicaciones, la madrugada del sábado 24 de junio, el cardenal Robert Sarah pisó territorio mexicano. Sus primeras actividades fueron más bien sencillas. Celebrar la misa en una colonia popular de la capital del país y actividades privadas antes de la intensa agenda que le espera desde el 26 de junio al 3 de julio.

Con la de Robert Sarah, la visita es otra más de los purpurados considerados como “conservadores”. En la actual crisis y confusión dentro y fuera de la Iglesia, para algunos de los llamados “progresistas”, su presencia representa una afrenta a las ideas de avanzada, de la sinodalidad y pluralidad pastoral. Sarah, como se sabe, no ha estado exento de controversias, alguna de ellas, por ejemplo, la suscitada en la autoría del libro Desde lo más hondo de nuestros corazones en el cual comparte el nombre de Benedicto XVI.

La agenda del purpurado ofrece claves esenciales. Los detalles fueron expuestos por los organizadores en una amplia entrevista para ACN-Infovaticana. El plato principal es la asistencia al Congreso de Actualización Teológica auspiciado por la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, la rama sacerdotal del Opus Dei y un “encuentro familiar”, a la manera de tertulia que gustan mucho a los miembros de la Obra y abierto a todo público previa inscripción.

Interesa el encuentro con los laicos en la Universidad LaSalle, el 26 de junio, en coincidencia con el día de la festividad del santo fundador del Opus Dei, san Josemaría. Se dice que el encuentro ha despertado especial interés, particularmente entre los jóvenes quienes anhelan escuchar a quien fue arzobispo de Conakri en su natal Guinea.

Esa será la aproximación de Sarah a la realidad mexicana cuyo único vínculo de conocimiento quizá haya la devoción a la Virgen de Guadalupe; sin embargo, el cardenal llegará a un momento muy particular que bifurca la realidad de la Iglesia mexicana. Por un lado, la violencia y la construcción de paz que ha mantenido ocupados a los obispos de México y, por el otro, la erosión de la fe católica acentuada en la capital del país. Sarah ha denunciado además lo que llama “deconstrucción del hombre” que rechaza todo los trascendente. Los actuales sistemas, a juicio del purpurado, han hecho del ser humano un objeto “perfecto y silencioso” a pesar de las estridencias de sus manifestaciones.

Pero Sarah tiene una preocupación más honda: la realidad de la Iglesia atacada por los enemigos de dentro y fuera. Se pecaría de ingenuidad decir que esto no pasa en México con lobbies activos en algunos sectores del clero mexicano. “Desfigurada por dentro” ha escrito el purpurado, la cara de la Iglesia católica parece irreconocible. No obstante, la realidad mexicana marcha a otro ritmo de las convulsiones estadunidenses y europeas. Sarah aprenderá, sin duda, que la piedad y devoción de los mexicanos son indiscutibles, pero podría estar dando un “espectáculo público de odio, rencor y mentiras”, cuando el México nominalmente católico vive una convulsión que desdice el nombre cristiano en temas prioritarios para grupos asociados con la llamada agenda provida. Seguramente el cardenal no ignoró el avance que este fin de semana tuvieron los abortistas en la Suprema Corte de Justicia o la multitudinaria marcha del orgullo que ya no es exclusiva de un gueto, familias completas y hasta los niños ondearon la bandera multicolor.

Es probable que Robert Sarah sostenga alguna plática con algún obispo en activo. Celebrará misa en Basílica de Guadalupe y será uno más de los visitantes distinguidos. Irá al cada vez más decadente Seminario Conciliar de México cuyo rector, el obispo auxiliar, Luis Manuel Pérez Raygoza, también simpatizante del Opus Dei y de las enseñanzas de san Josemaría, le dará la bienvenida en nombre del arzobispo Aguiar quien estará en una “conveniente” semana de planeación con su curia fuera de la Ciudad y que le evitaría saludar al emérito de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, crítico especialmente por la desfiguración de la liturgia y de la celebración de los misterios.

La visita de Sarah ha levantado no pocas expectativas. De alguna forma u otra, las nuevas corrientes irán impactando a la Iglesia de México, aunque no al mismo ritmo como sucede en otras latitudes. Su mensaje no será distinto. Que los católicos, laicos y sacerdotes, han de vivir “en medio de este mundo ajenos de todas sus perversiones, siendo testigos del verdadero sentido de la vida, trabajadores de reino que crece silenciosamente, siempre dispuestos a sufrir persecución antes que emplear un leguaje equívoco o ambiguo, dando testimonio con una transparencia y una claridad dignas del Evangelio”. Veremos cuál será la novedad para nuestra realidad.

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