Luis Tó, en una imagen de entonces, fue condenado por abusos en 1992 en España y enviado por la Orden a Bolivia, donde también fue acusado de pederarismo.
El impactante caso de Alfonso Pedrajas, el jesuita español que escribió en su diario los abusos de décadas a menores en Bolivia, ha provocado una cascada de denuncias en este país, con efectos en España.
Se han presentado denuncias contra otros seis hispanohablantes de la Orden jesuita, y dos de ellos también tienen acusación en Barcelona.
Uno es Francesc Peris, cuyo caso, destapado por EL PAÍS, ha hecho salir a la luz por el momento nueva evidencia más en el colegio Casp de los jesuitas en la capital catalana.
Más de 200 antiguos alumnos han pedido explicaciones en papel en un centro donde, además, hay otros profesores imputados.
Pero hay un segundo jesuita que pasó por otro colegio de Barcelona, el Sant Ignasi de Sarrià: Luis Tó González, que fue denunciado y condenado a dos años de prisión en 1992 por abusar de un menor. La escuela ocultó el evento, lo envió a Bolivia (…) Ahora sale a la luz que en este país fue profesor de ética sexual de novicios y siguió en contacto con menores. También fue denunciado por abuso.
Estos abusos han indignado a las víctimas de Tó en Barcelona, por lo que hubo otras, además de aquella niña, y acusan a los jesuitas de no haber dado nunca explicaciones públicas del caso y de haberlos protegido y cubierto. Consideran que es una historia con un pendiente de declarar y reparar.
La Compañía de Jesús, consultada nuevamente, se niega a brindar información sobre el resultado de sus investigaciones en este caso, pero también informa de qué víctimas mantiene y qué medidas de reparación ha adoptado con ellas.
“Ninguna, no han hecho nada”, retoma Jordi de la Mata, uno de los afectados, que también sufrió abusos de otro jesuita del colegio, Pere Sala, al igual que su hermano. Lo denunció públicamente en 2019.
“Los jesuitas me enviaron una tarjeta, pidiéndome perdón por el daño causado y no más. Ni compensación, ni nada, nadie me ha ofrecido nada. Y a mí me jodió la vida”.
Transitando la polémica en el colegio Casp, De la Mata también pone el foco en Sant Ignasi:
“Estamos muy indignados por la falta de voluntad de los jesuitas. Como siempre lo arreglan todo ocultando cosas y gente. Después de cuatro años todavía nadie se ha puesto en contacto con nosotros otras víctimas del colegio para ver se necesita cualquier, como terapia”.
De la Mata pide total transparencia, que tiene nombres y apellidos públicos de todos los maltratadores y maltratadores. Exige una auténtica tolerancia cero, echar de la vida abusadores y encubridores religiosos. Además, que la orden fiscal proporcione toda la información que posee, incluidos los archivos canónicos, e indemnice a todas las víctimas.
Hasta ahora, un total de cada víctima del Tó (seis mujeres y dos hombres) subieron a la luz, pero De la Mata asegura que son muchas más. Recuerda que abrió un correo electrónico cuando hizo público su caso en 2019 y recibió 35 mensajes denunciando abusos en la escuela de ilustres maestros. “De ellos, 20 eran sobre Luis Tó, tanto hombres como mujeres”, concluye. En Sant Ignasi hay otros seis jesuitas acusados, tras la publicación de este diario y del periódico: el padre Cabanach, en el año cincuenta; José Soler Mataix y Josep Antoni Garí, en los sesenta; Pere Sala, Emilio Benedetti, Antoni Roigé, en los setenta y ochenta.
Elena, nombre ficticio de otra víctima que no quiere ser identificada, ha hablado con 12 viejos compañeros de su clase, de los últimos años, y cinco afirman haber sufrido crueles abusos de Tó. En su caso, asegura, tampoco los jesuitas han hecho nada:
“Te marean. Llega un momento en que te agotas de sus estrategias de bonachones, de sus buenas palabras, que hicieron lo que pueden. No, no hicisteis lo que pudisteis porque éramos niños, nos dejasteis caer en un pozo y nadie nos ha rescatado, ni siquiera ahora, solo nos dais una palmadita en la espalda”.
Elena está segura de que hay decenas de víctimas de Tó, que pasó varias décadas en la universidad.
“Era un depredador compulsivo. Era llamado el Tocató. Todo el colegio lo sabía”. Recuerda que, a través de la marcha de Tó, advirtieron a todas las clases que no debían discutir el tema.
Grabó todos los golpes, de adulta, cuando Tó fue condenado y la noticia salió en la prensa. “Yo lo había enterrado, y entonces se me heló la sangre. Mientras no lo veas en el periódico no me digas: no lo soñé, es real. Tienes un ataque de terror de ansiedad. Fuiste una adolescencia difícil, y se lo atribuyo a esto. Él tuvo terapia hace muchos años, pero yo tenía mucha rabia adentro, porque era muy injusto”.
Elena quiere socavar el profundo impacto que los abusos tienen en su infancia. Dificultades en las relaciones interpersonales, en la familia, años de terapia, y así quien decida enfrentarlo, porque quien no lo hace puede terminar en adicciones y hasta en el suicidio.
Elena se sentó en sus abusos cuando la tenía entre ustedes y cada año, en los ojos. Años antes de que una niña denuncie a Tó.
“Nos mandaba ir a su despacho una profesora, que era nuestra tutora. Ella seguía sabiendo lo que estaba pasando allí. Dijimos que teníamos que ir allá porque en matemáticas no teníamos buenas notas, y él te daba una clase en el patio, que era la única que teníamos para jugar. Cerraba la puerta con llave, y eso era lo peor, la sensacion de no poder salir de ahi. Puse mi mano en la parte de atrás de la camisa, en el hombro, un día me besé en la boca… Siempre bajo con un amigo, así que no nos preguntamos solos, testificamos el uno del otro. Recupero la sensación de terror, de ganas de huir. Pero había niños y niños que estaban solos”.
Elena también le contó que otra antigua compañera de clase la contactó, que Tó la tumbaba en el sofá y le colocó la cabeza debajo de los genitales. “También tenía un despacho con una cámara donde nos llevábamos y nos grababa en vídeo, nos decía que bailáramos. Un día la profesora que nos mandó a su despacho nos puso un arbusto así que nos tiramos al patio, y estábamos filmando desde una ventana. Nos pegó la bronca como si fuéramos nosotros las culpables. ¿Os dais cuenta de lo que estáis haciendo? Como si le estuviéramos provocando. No entendimos nada. Lo que yo hacía era jugar. Sólo éramos niñas”.
Cuando Jordi de la Mata subió al medio en 2019 denunciando los abusos que sufría, Elena y otros exalumnos se le sumaron. Tu experiencia con los jesuitas también es frustrante. “Solo querían sacarnos información, pero no daban ninguna. Preguntamos si había más víctimas, y no dijeron casi nada, todo muy matt. Queríamos conocer otras víctimas y podernos abrazar”. Al punto de comprobar que la orden no les ayuda a saber la verdad, Elena asegura que todo lo que le dicen a sus responsables es que entienden su dolor. No ofrecieron ninguna compensación económica.
Lo que ahora está confirmado es que Tó continuó con sus abusos en Bolivia. Los jesuitas de Bolivia afirman que nunca han oído hablar de denuncias contra Tó en el país latinoamericano. Sin embargo, el exjesuita Pedro Lima lo despidió. Contó a EL PAÍS que en 2001 fue una visita a las autoridades provinciales de la Orden, Ramón Alaix, para denunciar a varios sacerdotes por pederastia, entre ellos estaba Tó. La respuesta de Alaix, siguiendo al exjesuita, fue el silencio y la expulsión de la Orden.
En teoría, según lo sustentado por los jesuitas, Tó llegaba a Bolivia bajo vigilancia y para ocupar cargamento sin contacto con menores. Por eso sorprende el testimonio de Lima, a quien cuando era novicio conoció en Tó en su vinculación con el país latinoamericano, en 1993: era su nuevo profesor de ética y sexualidad moral. “Tenía una fijación con el tema de pedofilia. Y terminó enseñando que en ciertos casos hay que ser misericordiosos porque interiormente sufre más el agresor que la víctima”. En estas lecciones, dice Lima, les dije que habían abusado de menores, pero Jesús la perdonó. Presentó la pedofilia desde un punto de vista teológico, diciendo que Jesús perdona al pecador, y que basta con una confesión».
En Bolivia, además, Tó Jerció en la parroquia de El Alto y se mantenía en contacto con menores, según el testimonio de Lima. “Lo presentamos como un jesuita catalán que le iba ‘muy bien’ en la ciudad de El Alto, podía tener una pelea con unos loteadores y que los otros hombres le preguntaban mucho al padre Tó”, dice Lima. La acompañó en 1994 como traductora del aimara, idioma que ella conoce. “Estaba acompañando a los niños de la catequesis familiar. Yo me quedé dando la charla a los niños y él llamó a entrevistas a los pequeños en una oficina cercana”. Era el mismo método utilizado en Barcelona. Lima recuerda que, al despedirse, vio “tres o cuatro niños que no se acercaban a él y tenían el rostro asustado. Era la primera vez que sentía terror del lado de un pederasta jesuita condenado por la justicia”.
No fue la última vez que Lima mandó a Tó. Años más tarde, daba clases en el colegio Sagrado Corazón de Sucre, de la institución jesuita Fe y Alegría, y varios alumnos le dijeron que el oficial disciplinario, un laico, abusaba de ellos. “Le conté el tema a mi superior, él me dijo que denunciara el tema a un alto responsable de Fe y Alegría que estaba de paso por Sucre. estaba para verlos. Para mi sorpresa fue Luis Tó. Cumplí con avisar, senti un gran desaliento”, relata. Es decir, uno de los líderes educativos en Bolivia que debió denunciar los casos de pederastia fue Luis Tó.
Alfonso Pedrajas, el pederasta confeso que llevó un diario de sus abusos en Bolivia, también mencionó a Tó en sus escritos en tres ocasiones, y mantuvo con él una relación cordial. Además, también sabía que era pederasta. Así lo confirma un archivo adjunto de Pedrajas, que prefiere mantener el anonimato: “Contamos que a Tó se lo habían llevado de Barcelona a Bolivia porque abusaba de menores. Y que era una cosa que todo el mundo allí lo sabía”. 1945-1-SOCIEDAD-interior-noticia