El pasado 7 de marzo se efectuó el foro “Día Nacional de la Familia en México”, evento en la Cámara de Diputados auspiciado por diversas organizaciones identificadas con la defensa de la vida y de la institución familiar.
El foro congregó a diferentes especialistas del tema identificados por su férrea lucha en el tema, no sin polémicas ni discrepancias. Identificados por sus convicciones religiosas en la Iglesia católica, los expositores disertaron sobre los embates y riesgos que enfrenta la familia, particularmente por la ausencia de estímulos, políticas públicas y acciones de los diversos órdenes de gobierno para su fortalecimiento sin dejar de lado los embates ideológicos, la influencia negativa de las redes sociales que suplen el papel de los padres o la erosión y pérdida de valores que los integrantes de la institución familiar han depuesto para aceptar, tal vez sin conocerlo, las propuestas ideológicas radicales que desmantelan gradualmente nuestra idea de la familia como institución básica.
No es la primera vez que, en el recinto legislativo de San Lázaro, diversos legisladores auspician este estilo de foros. Particularmente ligados al Partido Acción Nacional, buscan revitalizar el legado del foxismo que impulsó el decreto de creación del día nacional de la familia en el primer domingo de marzo. No obstante, llama la atención la mutación de actores quienes han tomado en sus manos las riendas de este propósito.
En primer término, hay que destacar una lucha que parece perderse frente a enemigos implacables. Una de las conferencias más objetivas fue por el presidente del Consejo Mexicano de la Familia, quien lanzó la pregunta para conocer una causa evidente. Para el especialista, se ha perdido el sentido de la brújula en la defensa de los valores y de la familia misma. Los “profamilia” se han enfrascado en un dilema sin tener en su bagaje, los elementos fundamentales para el debate o el diálogo convincente quedándose en un circunloquio sin impacto social, no fortalece la idea de familia, institución fundamental. Para el presidente del Consejo Mexicano de la Familia, la opción Profamilia no sabe cómo hacer cultura y, al final, termina promocionado a los “enemigos de la fe, la familia y la vida… tenemos miedo al qué dirán, nos acobardamos al dar la cara, no exigimos lo que en derecho nos corresponde, no reclamamos…”
Quizá las aseveraciones ahí vertidas tienen razón en un sentido que debería llamar nuestra atención. Generalmente, la acción Provida y Profamilia se ha identificado a un sector de la Iglesia católica que ya parece tedioso y desgastado. Se reconoce el buen ánimo y tenacidad de sus simpatizantes, pero las convicciones parecen demostrar signos de agotamiento asomando, en ciertos sectores, simpatías por la “iglesia de la inclusión y de la tolerancia”. En el llamado “caminar sinodal” se pugna por una benevolente, pero riesgosa apertura para cambiar el concepto de que la familia es parte del plan de Dios, comunión de personas, “célula original de la vida social” e importante para la vida y el bienestar de la sociedad según expresa el Catecismo de la Iglesia católica.
En el foro del Día de la Familia en México, todos podrían haber pensado que los asistentes estarían identificados con la fe católica. En un momento, se pidió a los asistentes de comunidades evangélicas ponerse de pie. La mayoría lo hizo. Eso da qué pensar. La Iglesia católica ha perdido a muchos sectores sociales por no estar a la altura, ahora ¿comienza a perder a la familia?