Estamos celebrando un año más del nacimiento de Nuestro Señor. Escuchamos el prólogo del Evangelio de San Juan, donde nos presenta un himno dirigido al Verbo Encarnado, que es luz y vida de los hombres, que es rechazado por el mundo y los suyos. El himno proclama el acontecimiento de la Encarnación. Es un texto muy teológico, no nos dice nada de todo ese mundo familiar, de pastores, de pesebre, de ángeles, ni del niño con María y José. Juan nos invita a profundizar en el misterio desde otra perspectiva: Nos presenta a un Dios que deseó encarnarse y estar en medio de la humanidad; cambia la idea de un Dios lejano, de un Dios en su trono; la realidad es que es un Dios en medio del pueblo, que se preocupa por las necesidades de los hombres y así lo muestra Jesús.
Es un himno que desde el principio sirvió para reflexionar en el misterio que encierra la persona de Jesús, nos sigue invitando para que creamos de manera más profunda. Tomaremos algunas frases significativas del texto que nos presenta San Juan, que nos llevan a la reflexión:
“La Palabra de Dios se hizo carne”. Dios no se ha quedado encerrado en su misterio, Dios no es mudo, Dios se ha querido comunicar con el ser humano, ha querido hablarnos, expresarnos su amor, explicarnos su proyecto. No ha querido comunicarse a través de conceptos o doctrinas que sólo puedan entender los sabios, sino que, su Palabra se ha encarnado y es Jesús, para que todos puedan entenderlo. En su persona, nos ha mostrado su bondad, el amor y la verdad; lo podemos ver en toda su vida. Esta Palabra se ha encarnado en Persona, Dios ha borrado las distancias, no tenemos que salir del mundo para encontrarnos con Él, basta acercarnos a Jesús. Recordemos que Jesús es el proyecto de Dios hecho carne.
El proyecto para vivir una vida digna, Dios ya nos lo dio y ese es Jesús. El gran problema es expresado así: “Vino a los suyos y los suyos no lo reconocieron”. Dios busca acogida en nosotros, pero nuestras cegueras, nuestra soberbia, nuestros intereses mezquinos cierran las puertas a Dios. Es tiempo de abrir los ojos, es tiempo de ver más allá de nuestros egoísmos e intereses; Dios a través de Jesús nos ofrece una vida digna, es necesario reconocerlo y aceptarlo.
Hoy recordamos que Dios ha querido comunicarse con la humanidad de manera distinta y celebramos el Nacimiento de su Hijo que es Dios. Es una alegría que debe ser desbordante, no estamos solos. No basta que recordemos o confesemos la Encarnación del Hijo de Dios, si luego olvidamos que Cristo está en medio de nosotros. Dios ha venido a habitar en el corazón humano y podemos sentir un vacío insoportable si no experimentamos a Cristo como el “Emmanuel”, el “Dios con nosotros”. No le demos la espalda a Dios que ha venido a habitar entre nosotros.
Hermanos, vivimos tiempos muy difíciles, nuestras Navidades se han ido paganizando, o mejor dicho, se han ido quedando vacías del contenido de Dios; muchos que nos decimos creyentes, podemos celebrar la Navidad sin Cristo, cuando reducimos la Navidad a reuniones familiares, con sabrosos banquetes, acompañados de algún vino o también cuando confesamos con los labios que Cristo ha nacido, pero vivimos dándole la espalda e ignorando su proyecto de humanidad.
Hermanos, no sigamos buscando a Dios entre las nubes allá en el cielo, ya lo encontraremos allá a su tiempo, ahora Dios se ha Encarnado, vive entre nosotros, allí en el más desprotegido, en el hambriento, el desnudo, el enfermo, el que tiene frío; Dios vino a quedarse, asumió nuestra condición humana para elevarnos a Él, debemos seguir su proyecto. No basta quejarnos de tanta deshumanización, de que la sociedad lleva un rumbo distinto, cada uno de nosotros debe vivir de frente a Dios. Debemos humanizar con la vida del Evangelio, allí donde nos ha tocado vivir, porque si realmente creemos en que Dios puso en los zapatos de la humanidad el más insondable de sus regalos, a su propio Hijo, con ello hemos de saber que Dios nos estaba diciendo ¡cuánto nos ama! Ya lo decía Ortega y Gasset: ‘Si verdaderamente Dios se ha hecho Hombre, ser hombre es la cosa más importante que existe’.
Padres de familia, deseo que el sentido evangélico de la Navidad lo sigan ustedes difundiendo entre sus hijos, enséñenles el sentido de nuestras fiestas, no dejemos que la cultura del materialismo nos gane el corazón, no nos quedemos en adornos y lucecitas, en comidas y reuniones familiares, dejemos que la Navidad dé sentido a nuestras vidas.
Pensemos: ¿Cómo estamos celebrando la Navidad? que hoy inicia y terminará con la fiesta litúrgica del Bautismo del Señor el lunes 9 de enero. ¿Estamos reconociendo a Jesús? ¿Celebramos Navidad con Jesús o sin Él? La alegría que experimentamos ¿a qué nos invita durante el año? ¿Viviremos experimentando que Dios está entre nosotros? ¿Qué significa que Dios se haya hecho hombre?.
Les bendigo a todos ustedes, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Hermanos vivamos con la alegría del Evangelio esta Navidad!
¡Muy felices Pascuas de Navidad para todos!