“En tu perra vida vas a hallar la calma hasta que te mueras… o hasta que me mates”. Este es sólo un fragmento de una de las canciones del grupo Firme, agrupación que hizo un lleno con más 250 mil personas en el Zócalo, apadrinados por la Jefa de Gobierno, en torno al fin de semana de los festejos de las fiestas patrias.
Polémico, ese grupo refleja en su intento de propuesta musical una apología de la violencia, de la degradación de la mujer, libertinaje, vicios, narcotráfico y exaltación del machismo. La sorprendente respuesta del público a ese concierto es igual de complicado comprender contrastando con la lluvia de críticas en redes sociales que arremetieron contra el gobierno de la Ciudad de México.
El primer punto que resalta es que la presentación de los integrantes de Firme no fue ni de buena voluntad ni tampoco gratis como dijo la Jefa de Gobierno que decía que esa agrupación ofrecería una presentación libre de cargos económicos. Al final admitió la inversión de 2.5 millones de pesos justificando el pago de medidas de protección civil, por cierto rebasadas, de un concierto que sorprendió incluso al presidente López Obrador quien dijo en una de las conferencias matutinas: “¡Cuánta gente, cuántos jóvenes…!” incluso ofrecía la posibilidad de más conciertos con otros artistas.
Tras la lluvia de críticas, Sheinbaum quiso contrarrestar el enardecimiento virtual complaciendo con un reconocimiento a Firme cuyas palabras son la justificación no pedida de lo que esa agrupación dice representar: “La Ciudad de México, anfitriona de la diversidad musical del país, otorga un reconocimiento a Grupo Firme por su contribución para difundir la música regional mexicana en todo el mundo, por romper con los estereotipos machistas y promover inclusión y respeto frente a la diversidad sexual y de género, para que sigan inspirando a todos los jóvenes soñadores a conseguir sus metas”.
Mientras AMLO y Sheinbaum están satisfechos de este poder de convocatoria, la muchedumbre en el Zócalo es el reflejo de lo que la mal llamada cuarta transformación pretende en el destino de este país al creer que ese “pueblo bueno”, por definición, no puede dirigir su propia existencia.
Ante la grave crisis de violencia, no importa quién se presente ante miles de personas, lo importante es el circo que apacigüe el descontento y sirva de catarsis frente a las dificultades que afrontan millones debido a las políticas que ponen al país en un estado franco de crisis y decadencia. Cortinas de humo, circos mediáticos que quieren poner un velo a la inestabilidad del estado de derecho amenazado por el narcotráfico, pero defendida en la música de Firme y celebrada como “música regional mexicana”.
Muchos deberían alzar la voz en señal de protesta por el uso de esas juventudes que sorprendió a AMLO. Y quizá una de las críticas sea igualmente a los obispos de la Iglesia católica en la Ciudad de México quienes no tuvieron siquiera palabra alguna para señalar estas manipulaciones ante la apología de la violencia y la degradación de la persona toleradas en este concierto. El silencio, también puede guardar cierto grado de complicidad.
Al final, el objetivo es claro. A diferencia de las costumbres de otros tiempos donde el rey y su corte complacían al pueblo con espectáculos morbosos y degradantes, con el circo y el pan para aplacar la furia de las masas y narcotizar las conciencias, la apuesta del actual gobierno es un la de un recurso tan viejo como nuevo, pero efectivo en sus pretensiones electorales.
Ante los rampantes costos que se comen los sueldos de sectores sociales más desprotegidos, la carestía de alimentos, el fracaso de pactos contra la inflación y una escalada de precios como no se veía desde hace 21 años, hay que echar mano del circo, mucho circo, para apaciguar a las masas que tienen muy poco pan… pan que no satisface a los millones que padecen hambre en el país de la “transformación”.