* Cada vez son más las críticas que recibe por su silencio ante la persecución del régimen a miembros de la Iglesia Católica.
La impiadosa persecución del régimen que encabezan Daniel Ortega y su poderosa esposa, Rosario Murillo, contra la Iglesia nicaragüense está colocando al Papa Francisco en una posición cada vez más incómoda ante la opinión pública por no denunciar públicamente los graves atropellos.
O, para decirlo más directamente, cada vez son más las críticas que recibe por su silencio, a la par que organizaciones y personalidades le demandan una clara y contundente condena.
Los 26 ex jefes de Estado y de Gobierno que integran el grupo denominado Iniciativa Democrática de España y las Américas (IDEA), entre ellos Mauricio Macri, se sumaron este jueves.
Monseñor Rolando Álvarez, el obispo detenido por el régimen de Daniel Ortega en Nicaragua. (AFP).
Lejos de apaciguarse, la persecución no para de escalar y de complicar aún más al pontífice.
La violenta detención en la madrugada de este viernes del obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, cinco sacerdotes, tres seminaristas y dos laicos tras haber estado recluidos en el obispado local durante 17 días, rodeados de fuerzas policiales, fue el último de una saga que promete seguir.
Una saga que comenzó en 2018, durante las protestas por una reforma del sistema de salud y de pensiones ferozmente reprimidas y que provocó numerosos muertos. La Iglesia no solo denunció la represión, sino que puso en resguardo en sus templos a manifestantes.
En medio de ataques a templos, en 2019, el obispo auxiliar de Managua, José Báez, un severo crítico del régimen, a pedido del Papa, se radicó inicialmente en Roma (hoy vive en Estados Unidos).
Mientras que el Nuncio Apostólico en el país (el embajador papal), Waldemar Somertag fue virtualmente expulsado en marzo.
Días pasados un centenar de ONG humanitarias y grupos caritativos también fueron echadas con el argumento de que estaban cumpliendo normativas contra delitos como el lavado de dinero.
Entre ellas se contaron las monjas de la Madre Teresa. Mientras que se impidieron misas dentro de los templos y procesiones.
Las críticas a Francisco llevaron al secretario del Consejo para América Latina del Vaticano, el mexicano Rodrigo Guerra, a salir a afirmar a la prensa que “un silencio papal no significa inactividad o falta de decisión, no, nada de eso: significa que se está trabajando en otros planos».
«En el momento que el Santo Padre vea prudente, por supuesto, tendrá una intervención”, dijo. Y completó: “A mí ni me extrañaría que después del encarcelamiento del obispo Alvarez, a lo mejor el domingo (cuando reza el Ángelus) nos regale algún primer comentario. Pero la santa Sede trabaja principalmente en la diplomacia discreta”.
Guerra cuestionó a los expresidentes que le reclaman al Papa un pronunciamiento. “Ellos creen -sostuvo- que la política se hace principalmente a través del discurso y que si no hay una declaración pública es que la santa sede está abandonando a los obispos nicaragüenses o está volviéndose cómplice de la dictadura”.
A la vez que advirtió que “una declaración exaltada en estos contextos fácilmente puede derivar en consecuencias indeseables”. Entre ellas, la expulsión de 400 religiosos extranjeros que deben renovar mensualmente su residencia.
Más allá de las gestiones discretas a las que alude Guerra, el Vaticano prefirió por ahora que la condena provenga de los Episcopados de América Latina, en conjunto a través del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) o individualmente, como lo vienen haciendo.
La Iglesia argentina se sumó este viernes con una carta pública al arzobispo de Managua, cardenal Leopoldo Brenes, en la que le expresa la preocupación de los obispos argentinos y aboga para que la Iglesia en Nicaragua cumpla su misión «sin restricciones”.
Por ahora, la estrategia de la diplomacia discreta no está dando resultados. Y el costo para la imagen del Papa es altísimo.
Por
CLARÍN.