Es sorprendente, pero grato en el sentido de que infunde consuelo al alma, que el Papa Francisco haya dirigido hoy, al final del Ángelus, uno de sus pensamientos a la monja italiana Luisa Dell ‘ Orto, asesinada en Haití, donde tras sufrir un violento robo, resultó gravemente herida, murió la noche del viernes. Sor Luisa tenía 65 años y había trabajado en este atormentado país durante 40 años.
Días atrás el Papa Francisco también había expresado su cercanía y dolor a los familiares y feligreses de dos ancianos jesuitas asesinados en México cuando intentaban proteger a un guía turístico dentro de su iglesia-convento. El trágico suceso tuvo gran repercusión mediática.
En el pasado el Papa Francisco, muy pocas veces, ha tenido este tipo de gestos. No es sólo la cautela de Bergoglio. Otros Papas también rara vez han expresado públicamente el dolor de la Iglesia por estas víctimas, es decir, por los llamados ‘agentes de pastoral’ que son asesinados cada año, especialmente en América Latina y África, y también en Asia y Oceanía y rara vez en Europa.
Las noticias muestran que los Papas se refieren a estas víctimas cuando su muerte es noticia de primera plana, sobre todo porque son europeos. Los casos nunca se refieren a presbíteros u otros ‘agentes de pastoral’ de otros continentes, secuestrados, desaparecidos o asesinados.
Hoy llama la atención que el Papa solo se refirió al asesinato de la monja italiana sr.Luisa Dell’Orto, gesto que es de lo más oportuno, oportuno y necesario, como en el caso de los jesuitas mexicanos hace unos días. Pero lamentablemente el sacerdote de Nigeria, asesinado ayer en Kaduna por un grupo terrorista, el padre V. Borogo, fue olvidado en las palabras del Pontífice.
En Nigeria, el p. Borogo es el segundo asesinado por terroristas y el cuarto en África desde el 1 de enero de 2022.
IS.
CIUDAD DEL VATICANO,
DOMINGO 26 DE JUNIO DE 2022.