Del Santo Evangelio según San Lucas: 9, 11-17
En aquel tiempo, Jesús habló del Reino de Dios a la multitud y curó a los enfermos.
Cuando caía la tarde, los doce apóstoles se acercaron a decirle: “Despide a la gente para que vayan a los pueblos y caseríos a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar solitario”. Él les contestó: “Denles ustedes de comer”. Pero ellos le replicaron: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser que vayamos nosotros mismos a comprar víveres para toda esta gente”. Eran como cinco mil varones.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: ”Hagan que se sienten en grupos como de cincuenta”. Así lo hicieron, y todos se sentaron. Después Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados, y levantando su mirada al cielo, pronunció sobre ellos una oración de acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos para que ellos los distribuyeran entre la gente.
Comieron todos y se saciaron, y de lo que sobró se llenaron doce canastos. Palabra del Señor.
Catequesis:
Antes de comentar el Evangelio de este solemne jueves, repasemos, conforme a la fe de la Iglesia, las Verdades de Salvación relativas a esta solemnidad; en este contexto de la fe de la Iglesia, entenderemos rectamente la revelación profunda de la Sagrada Escritura en relación al gran don de la Eucaristía:
- La Iglesia desde sus inicios, en cumplimiento del mandato del Señor “Hagan esto en memoria mía” (Lc 22,19), celebra la Eucaristía, la Santa Misa. Hay testimonios desde hace dos mil años que la Santa Misa se celebraba en el día domingo, en virtud de ser el día de la victoria de la Resurrección del Señor, victoria que celebramos en cada Santa Misa. En el tiempo de los apóstoles, inmediatamente después de la ascensión del Señor, encontramos que a la Eucaristía se le llamaba la “fracción del pan” (Hech 2,42). Así, la Iglesia, desde hace dos mil años, celebra este misterio de la Eucaristía, cada domingo, y a través de este misterio Jesús cumple su promesa de estar siempre, todos los días, con sus discípulos hasta el fin del mundo (cf. Mt 28,20 ).
- Al hablar de la Eucaristía hablamos en primer lugar de la celebración de la Santa Misa, el Sacrificio de Cristo en la Cruz, sacrificio ofrecido sacramentalmente en el altar; y al participar del cual en la Comunión eucarística, recibimos a Jesús sacramentado en la hostia consagrada (o también en el vino consagrado, cuando es bajo las dos especies), y por ello a la hostia consagrada también le llamamos Eucaristí
- Desde siempre la Iglesia cree con absoluta certeza que Jesús está presente en el Sacramento de la Eucaristí
- Esto no se refiere a un mero simbolismo, sino a una absoluta realidad, pues Jesús lo afirmó, y la Iglesia desde siempre le cree a su Señ Ante la presencia real de Cristo en la Eucaristía, se impone el acto sincero y absoluto de la adoración, es decir, del reconocimiento en la fe de esta presencia real, física, substancial de Cristo, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad (cf. Concilio de Trento, “Cánones sobre el Santísimo Sacramento de la Eucaristía” , 1).
- La Iglesia en el Concilio de Trento afirmó solemnemente que se debe adorar la Sagrada Eucaristía, incluso externamente, lo que la liturgia y devoción de todos los tiempos ha traducido con la acción de hincarse ante la presencia real de Cristo en la Santísima Eucaristía (cf. Concilio de Trento, “Cánones sobre el Santísimo Sacramento de la Eucaristía”, 6 ).
- La gran maravilla de la Eucaristía no se queda sólo en la admiración de un hecho externo y objetivo, sino en el aprovechamiento interno y espiritual de tan gran don para nuestra salvación: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y Yo lo resucitaré el último día” (Jn 6,54).
- Toda la vida de la Iglesia mana de la celebración de la Eucaristía y culmina y se plenifica en ella (cf. Lumen Gentium 11), por ello, el precepto de la Iglesia de participar en la Misa dominical no es tanto una carga, sino la exigencia moral de corresponder al amor tan grande de Aquél que se entrega por nosotros en el Sacrificio del altar, y lo cual conlleva un enorme beneficio para el fiel que participa en la Eucaristía, y para toda la humanidad invitada a alimentarse del Cuerpo del Señ
- Y por ello mismo, esta solemnidad del “Corpus Christi” (“Cuerpo de Cristo) actualmente también es Fiesta de precepto (por tanto la Misa es obligatoria, aunque no caiga en domingo; en México actualmente son cuatro los días de Precepto, y por tanto de Misa obligatoria que no caen en domingo: 12 y 25 de diciembre; 1 de enero, y, aunque es de fecha movible o variable, el jueves de “Corpus Christi”).
- Todos los himnos y alabanzas no alcanzan para hacer una adecuada adoración de este santísimo Sacramento; las procesiones tradicionales con el Santísimo Sacramento, están mandadas realizarse, así como otros actos de reconocimiento público, como pueden ser los Congresos Nacionales e Internacionales Eucarí Todo ello nos hace tomar conciencia como Iglesia del enorme don recibido, pero lo que más nos beneficia es sin duda alimentarnos con el Pan de Vida eterna, aquel Pan que nos puede introducir hasta el Cielo mismo.
Reflexión sobre el Santo Evangelio:
- a) Jesús, ante la necesidad de comida de más de cinco mil personas, manda a sus apóstoles “Denles ustedes de comer” (v. 13).
- b) Aunque los recursos sean escasos “No tenemos más que cinco panes y dos pescados” (v.13), si es un mandato del Señor significa que Dios proveerá a su Iglesia para poder siempre “dar de comer”, primero en el sentido espiritual, que es el sentido profundo del alimento de vida eterna, que hoy celebramos en la solemnidad de “Corpus Christi”.
- c) Pero, en la confianza en Dios, este mandato de “dar de comer” también puede interpretarse en lo material; ello es posible cuando la Iglesia se transforma verdaderamente en una comunidad de fe, apoyada en la palabra de Cristo:
“…Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados, y levantando su mirada al cielo, pronunció sobre ellos una oración de acción de gracias…” (v. 16).
- d) La confianza plena de Jesús en el Padre celestial produce el milagro: “Comieron todos y se saciaron y de lo que sobró se llenaron doce canastos” (v. 17). Un milagro que ciertamente no se queda en su sola perspectiva material, sino que nos lleva a su interpretación plena en el anuncio del alimento de vida eterna: el Cuerpo de Cristo en el santísimo Sacramento.
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Adoremos verdaderamente agradecidos, exultemos y gocemos en este jueves, el gran don de Cristo mismo hacia cada uno de nosotros, en el Santísimo Sacramento del altar.