Una vez reconocido como Mesías por Pedro y habiendo entendido que tanto el Mesías como los que le siguen deberían padecer, san Lucas Evangelista presenta la Transfiguración, la cual tiene una función parenética de consolación, así el Tabor se convierte en la ventana abierta para contemplar el cielo glorioso y el futuro salvífico, ventana desde donde se divisa la nueva aurora sin fin de la Resurrección de Cristo. Aparecen dos personajes importantes del Antiguo Testamento, Moisés el gran legislador del pueblo escogido y Elías el profeta de fuego; mantienen su rostro apagado, sólo Jesús irradia luz en el suyo; vienen a conversar con Jesús y no a dar algún mensaje. Pedro no acaba de comprender y ofrece hacer allí tres chozas; pone a los tres en el mismo plano, no ha captado la novedad de Jesús, pero gracias a la voz que surge de la nube entenderá: “Éste es mi Hijo muy amado, escúchenlo”.
El relato ¿en qué nos ayudará esta cuaresma?
1°- “Subió a un monte para hacer oración”. La transfiguración se da en medio de la oración profunda e íntima de Jesús. Sabemos que orar es entrar en comunicación con Dios. En ese ambiente de oración se transfigura. Sólo la oración de manera constante con Dios será capaz de transformar nuestras vidas desde el interior. Debemos preguntarnos: ¿Cómo es mi oración? ¿Dialogo con Dios? ¿Busco espacios solitarios o tranquilos para orar? Es momento oportuno para ver nuestro compromiso cuaresmal en torno a la oración: ¿Cómo estoy orando en cuaresma?
2°- Evitemos el riesgo de confundirnos. Pedro pone a Jesús en el mismo nivel que Moisés y Elías, aún no comprende la novedad de Jesús. Quizá a muchos de nosotros nos pasa lo mismo, que anclados en el Antiguo Testamento, tomamos a Jesús como un personaje bíblico más que nos dejó algunos mandatos para aprenderlos de memoria, pero que no transforma nuestra vida. Sería de gran importancia que en esta cuaresma pensemos: ¿Quién es Jesús para mí? ¿Trae alguna novedad a mi vida?
3°- Es a Jesús al que debemos escuchar. En medio de aquella confusión de Pedro, surge desde la nube aquella voz que lo aclara todo: “Éste es mi Hijo, mi escogido, escúchenlo”. Se entiende que la voz de Moisés como legislador y la voz de Elías como profeta de fuego, apuntaron a la venida de Jesús, ahora, debemos escuchar la voz del Maestro. Esa voz ha quedado plasmada en los Evangelios, es proclamada para ser escuchada cada domingo. Qué difícil es que hoy hagamos tiempo para escuchar; recordemos: ser creyente es vivir escuchando a Jesús; solamente desde la escucha cobra verdadero sentido y originalidad la vida cristiana. Un famoso médico psiquiatra decía en cierta ocasión: ‘Cuando un enfermo empieza a escucharme o escuchar de verdad a otros, entonces está curado’. Algo semejante se puede decir del creyente, si comienzas a escuchar de verdad a Dios, estás salvado. Hermanos, si la escucha es sincera y paciente, hay algo que se nos va imponiendo: que en Jesús hemos encontrado a Alguien que dice la verdad, a Alguien que sabe por qué vivir y por qué morir, y a partir de entonces empieza a iluminarse nuestra vida con una luz nueva. ¿Cómo escuchamos a Jesús? ¿Dónde lo escuchamos? Todos nosotros iluminados y bautizados, si queremos ser verdaderamente transfigurados, tenemos que escuchar al Maestro, creo que allí está la verdadera transformación que da vida y no como otras transformaciones que generan muerte. Pero tengamos en cuenta que la escucha no puede ser pasiva, vivimos sumergidos en un griterío de voces y acontecimientos que no nos dejan escuchar el susurro de la voz divina, podemos constatarlo, nuestra sociedad se ha convertido en la feria del grito, muchísimas palabras vacías y pocos hechos.
Los dos elementos esenciales que no debemos perder de vista son: Escuchar la voz de Jesús y ponerla en práctica, hacerla vida. No caigamos en creernos escuchadores de la Palabra de Jesús si luego vivimos a nuestro antojo; no nos parezcamos a esas piedras de los ríos que pasa el agua sobre ellas y no penetra en su interior; no seamos cristianos de comunión y Misa dominical y durante la semana vivamos a nuestro gusto. Soy consciente que no es fácil para nadie poner en práctica la Palabra de Jesús, mucho menos para quienes están inmersos en el crimen organizado explotando y haciendo sufrir a los demás o para quienes practican y promueven la corrupción; ellos también han escuchado el Evangelio, también han recibido algún sacramento, también fueron al catecismo, pero esa Palabra de Jesús no ha sido significativa en sus vidas. Pero nosotros que nos creemos escuchadores y practicantes de la Palabra, nosotros que practicamos algunas obras de piedad, cabe que nos preguntemos: ¿Escucho la voz de Jesús? ¿Cómo muestro que su Palabra es significativa para mi vida?
Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!