Isabella Piro – Ciudad del Vaticano
“Fidelidad al pasado y la responsabilidad por el presente” son “las condiciones indispensables para que la Iglesia pueda llevar a cabo su misión en el mundo”: así lo escribe el Papa Francisco en el Motu proprio Antiquum ministerium – firmado ayer, 10 de mayo, memoria litúrgica de San Juan de Ávila, presbítero y Doctor de la Iglesia – con el que instituye el ministerio laical de catequista. En el contexto de la evangelización en el mundo contemporáneo y ante “la imposición de una cultura globalizada”, de hecho, “es necesario reconocer la presencia de laicos y laicas que, en virtud del propio bautismo, se sienten llamados a colaborar en el servicio de la catequesis”. No sólo: el Pontífice subraya la importancia de “auténtico encuentro con las jóvenes generaciones”, así como “la exigencia de metodologías e instrumentos creativos que hagan coherente el anuncio del Evangelio con la transformación misionera que la Iglesia ha emprendido”.
Un ministerio nuevo, pero con orígenes antiguos
El nuevo ministerio tiene orígenes muy antiguos que se remontan al Nuevo Testamento: de forma germinal, se menciona, por ejemplo, en el Evangelio de Lucas y en las Cartas del Apóstol San Pablo a los Corintios y a los Gálatas. Pero “toda la historia de la evangelización en estos dos milenios”, escribe el Papa, “muestra con gran evidencia lo eficaz que ha sido la misión de los catequistas”, que han conseguido que “la fe fuese un apoyo válido para la existencia personal de cada ser humano”, llegando a “dar incluso la vida” por este fin.
Desde el Concilio Vaticano II, pues, se ha tomado conciencia de que “la tarea del catequista es de suma importancia”, además de necesaria para el “desarrollo de la comunidad cristiana”. Todavía hoy, continúa el Motu Proprio, “muchos catequistas capaces y tenaces” desempeñan una “misión insustituible en la transmisión y profundización de la fe”, mientras que una “larga fila” de beatos, santos y mártires catequistas “han marcado la misión de la Iglesia”, constituyendo “una fuente fecunda para toda la historia de la espiritualidad cristiana”.
Transformar la sociedad a través de los valores cristianos
Por ello, sin restar importancia a la “misión propia del Obispo, que es el primer catequista de su Diócesis”, ni a la “peculiar responsabilidad de los padres” en cuanto a la formación cristiana de sus hijos, el Papa exhorta a valorar a los laicos que colaboran en el servicio de la catequesis, saliendo al encuentro de «los muchos que esperan conocer la belleza, la bondad y la verdad de la fe cristiana.» Corresponde a los pastores – subraya además Francisco – reconocer “los ministerios laicales capaces de contribuir a la transformación de la sociedad mediante ‘la penetración de los valores cristianos en el mundo social, político y económico’”.
Evitar las formas de clericalización
Testigo de la fe, maestro, mistagogo, compañero y pedagogo, el catequista – explica el Pontífice – está llamado a ponerse al servicio pastoral de la transmisión de la fe desde el primer anuncio hasta la preparación para los sacramentos de la iniciación cristiana, hasta la formación permanente. Pero todo esto sólo es posible “a través de la oración, el estudio y la participación directa en la vida de la comunidad”, para que la identidad del catequista se desarrolle con “coherencia y responsabilidad”. Recibir el ministerio laical del catequista, de hecho, “da mayor énfasis al compromiso misionero propio de cada bautizado”. Debe realizarse – recomienda Francisco – “de forma plenamente secular, sin caer en ninguna expresión de clericalización”.
La Congregación para el Culto Divino publicará el Rito de Institución
El ministerio laical de catequista tiene también “un fuerte valor vocacional” porque “es un servicio estable prestado a la Iglesia local” que requiere “el debido discernimiento por parte del Obispo” y un Rito de Institución especial que la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicará próximamente. Al mismo tiempo – señala el Pontífice – los catequistas deben ser hombres y mujeres “de profunda fe y madurez humana”; deben participar activamente en la vida de la comunidad cristiana; deben ser capaces de “hospitalidad, generosidad y vida de comunión fraterna»; deben formarse desde el punto de vista bíblico, teológico, pastoral y pedagógico; deben tener una experiencia previa madura de catequesis; deben colaborar fielmente con los presbíteros y diáconos, y «estar animados por un verdadero entusiasmo apostólico”.
La invitación del Papa a las Conferencias episcopales
Por último, el Papa invita a las Conferencias Episcopales a “hacer efectivo el ministerio del catequista» estableciendo el proceso formativo y los criterios normativos necesarios para acceder a él, de forma coherente y en conformidad con el Motu proprio que puede ser acogido también, «en base a su derecho propio», por las Iglesias orientales”.
A las 11.30 de esta mañana la conferencia de prensa para la presentación de la Carta Apostólica en forma de “motu proprio” por Francisco Antiquum ministerium lleva a cabo en vivo de streaming de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, con la que se establece el ministerio de catequista .
Con la participación de SE Mons. Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización y SE Mons. Franz-Peter Tebartz-van Elst, Delegado de Catequesis del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización.
Publicamos las intervenciones a continuación:
Discurso de SE Mons. Rino Fisichella
“El ministerio del Catequista en la Iglesia es muy antiguo”. Con esta simple e inmediata consideración, el Papa Francisco instituye un nuevo ministerio para la Iglesia del tercer milenio que, sin embargo, siempre ha acompañado el camino de la evangelización de la Iglesia de todos los tiempos y de todas las longitudes, la de catequista. Tras la publicación del Directorio para la Catequesis el pasado 23 de marzo de 2020, un paso más para la renovación de la catequesis y su trabajo eficaz en la nueva evangelización lo constituye la institución de este ministerio laico específico al que están presentes hombres y mujeres en todo el mundo. llamada la Iglesia que con su dedicación ponen de manifiesto la belleza de la transmisión de la fe.
Es significativo que el Papa Francisco haga público este Motu proprio en la memoria litúrgica de San Juan de Ávila (1499-1569). Este doctor de la Iglesia supo ofrecer a los creyentes de su tiempo la belleza de la Palabra de Dios y la enseñanza viva de la Iglesia con un lenguaje no sólo accesible a todos, sino fuerte en una intensa espiritualidad. Fue un excelente teólogo y, por eso, un gran catequista. En 1554 produjo el catecismo dividido en cuatro partes, La Doctrina Cristiana, con un lenguaje tan simple y accesible a todos que se puede cantar como un canto, y memorizar como una rima útil para cada circunstancia de la vida. La elección de este plazo no es casual, porque compromete a los catequistas a inspirarse en el testimonio de un santo que ha hecho fecundo su apostolado catequético con la oración, el estudio de la teología y la simple comunicación de la fe.
Es indiscutible que esta Carta Apostólica Antiquum ministerium marca una gran novedad con la que es fácil ver cómo el Papa Francisco cumple un deseo de Pablo VI. En 1975, de hecho, en la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi, escribió el santo Papa: “Los laicos también pueden sentirse llamados o ser llamados a colaborar con sus Pastores en el servicio de la comunidad eclesial, para su crecimiento y vitalidad, ejerciendo ministerios muy diferentes … Una mirada a los orígenes de la Iglesia es muy esclarecedor y nos permite aprovechar una experiencia milenaria, tanto más válida cuanto que ha permitido que la Iglesia se consolide, crezca y se expanda. Pero esta atención a las fuentes debe complementarse con la debida a las necesidades actuales de la humanidad y de la Iglesia. Apagar la sed de estas fuentes siempre inspiradoras, sin sacrificar nada de estos valores y saber adaptarse a las necesidades y requerimientos actuales: estas son las líneas principales que te permitirán buscar con sabiduría y valorar los ministerios,
La cita se mantiene con su fuerte relevancia, y nos permite verificar directamente el contexto eclesial en el que debe insertarse este nuevo ministerio, considerando al mismo tiempo la dinámica con la que se desarrolla. Sólo en la unidad entre una profunda atención a nuestras raíces y una mirada realista al presente es posible comprender la necesidad de la Iglesia de llegar a la institución de un nuevo ministerio eclesial. Tuvieron que pasar casi 50 años antes de que la Iglesia reconociera que el servicio prestado por tantos hombres y mujeres con su compromiso catequético constituye verdaderamente un ministerio especial para el crecimiento de la comunidad cristiana.
Establecer un ministerio por parte de la Iglesia equivale a establecer que la persona investida de ese carisma realiza un auténtico servicio eclesial a la comunidad. El ministerio está fuertemente asociado a las primeras comunidades que desde el inicio de su existencia experimentaron la presencia de hombres y mujeres dedicados a realizar algunos servicios particulares. Fue así para el ministerio de obispos, presbíteros y diáconos, pero lo mismo fue cierto para aquellos que fueron reconocidos como evangelistas, profetas y maestros. Por tanto, se puede afirmar que la catequesis siempre ha acompañado el compromiso evangelizador de la Iglesia y se hizo aún más necesaria cuando estaba destinada a los que se preparaban para recibir el bautismo, los catecúmenos.
Con el establecimiento de este ministerio de catequista, el Papa Francisco promueve aún más la formación y el compromiso de los laicos. Esta es una nota que merece ser considerada porque añade una connotación aún más concreta al gran impulso ofrecido por el Concilio Vaticano II, que en las últimas décadas se ha enriquecido considerablemente no solo con un magisterio específico en este sentido, sino sobre todo para un compromiso real en la Iglesia y en el mundo. No debe subestimarse la consideración que ofrece el Papa: «El apostolado laical tiene un valor secular indiscutible … Su vida cotidiana se entrelaza con las relaciones familiares y sociales, lo que nos permite comprobar cuánto» están ante todo llamados a hacer presente y activa la Iglesia en esos lugares y en esas circunstancias,
La conclusión a la que llega el Papa Francisco es muy clara: «» Tenemos un gran número de laicos, aunque no suficientes, con arraigado sentido de comunidad y gran fidelidad al compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración de la fe «(EG 102 ). De ello se desprende que recibir un ministerio laical como el de un catequista hace más hincapié en el compromiso misionero propio de cada bautizado, que, sin embargo, debe realizarse de forma plenamente secular sin caer en ninguna expresión de clericalización ”(n. 7). . Gran parte de la novedad que trae este ministerio está en juego en esta conclusión: hombres y mujeres están llamados a expresar su vocación bautismal de la mejor manera posible, no como sustitutos de sacerdotes o consagrados,
No cabe duda de que la institución de este ministerio, junto con la del acólito y del lectorado, permitirá tener un laicado más formado y preparado en la transmisión de la fe. No improvisamos catequistas, porque el compromiso de transmitir la fe, además del conocimiento de sus contenidos, requiere como prioridad un encuentro personal con el Señor. Quien ejerce el ministerio de catequista sabe que habla en nombre de la Iglesia y transmite la fe de la Iglesia. Esta responsabilidad no se puede delegar, pero afecta a todos personalmente. Este servicio, sin embargo, debe vivirse de manera «secular» sin caer en formas de clericalismo que empañen la verdadera identidad del ministerio, que no debe expresarse principalmente en el ámbito litúrgico,
Es obvio que no todos los que hoy son catequistas y catequistas tendrán acceso al ministerio de catequistas. Este ministerio está reservado para quienes cumplen con ciertos requisitos que enumera el Motu proprio . En primer lugar, el de la dimensión vocacional al servicio de la Iglesia donde el obispo lo considera más calificado. El ministerio no se da por una recompensa personal, sino por el servicio que se pretende prestar a la Iglesia local y al servicio donde el obispo considere necesaria la presencia del catequista. No hay que olvidar que en diversas regiones donde la presencia de sacerdotes es nula o escasa, la figura del catequista es la de quien preside la comunidad y la mantiene arraigada en la fe.
Es en este sentido que debe entenderse lo que escribe el Papa Francisco: «Es un servicio estable prestado a la Iglesia local según las necesidades pastorales identificadas por el Ordinario local, pero realizado de manera laical como exige la propia naturaleza de el Ministerio.» (No. 8). Para corresponder plenamente a la vocación, se hace tanto más necesaria una formación correspondiente que presente los contenidos fundamentales de la fe. Las diócesis deben procurar que los futuros catequistas y catequistas tengan una sólida «preparación bíblica, teológica, pastoral y pedagógica para ser comunicadores atentos de la verdad de la fe, y que ya hayan adquirido una experiencia previa de catequesis» (n. 8). En este sentido, el Catecismo de la Iglesia Católicapodría ser el instrumento más calificado del que todo catequista será un verdadero experto. Repasar las cuatro partes en las que se divide permite ahondar progresivamente en la riqueza del misterio profesado, celebrado, vivido y rezado. Una dimensión unitaria de los contenidos de la fe que permite verificar de cerca la jerarquía de las verdades en su transmisión y los modos de ejercer el ministerio. Por tanto, es deseable que la institución del ministerio conduzca también a la formación de una comunidad de catequistas que crezca con la comunidad cristiana al servicio de toda la Iglesia local sin la tentación de encerrarse en los estrechos confines de su propia realidad eclesial. y libre de forma autorreferencial.
Una vez que el Papa ha establecido el ministerio laical, corresponde ahora a las Conferencias Episcopales hacer suya esta indicación, encontrando las formas más coherentes de llevarla a cabo. De acuerdo con sus tradiciones locales, por lo tanto, las Conferencias Episcopales deberán identificar los requisitos como la edad y los estudios necesarios, las condiciones y las modalidades de implementación para poder acceder al ministerio; mientras que a la Congregación para el Culto Divino se le confía la tarea de publicar rápidamente el rito litúrgico para la institución del ministerio por parte del Obispo.
Como puede verse, se trata de una invitación dirigida a las Iglesias locales para que aprovechen la aportación de hombres y mujeres que quieran dedicar su vida a la catequesis como forma privilegiada de evangelización. En nombre del Papa, el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización prestará todo su apoyo para que el nuevo ministerio se expanda en la Iglesia y encuentre también formas de apoyo para la formación de los catequistas. Esperamos que así el proceso de evangelización continúe su fecundo camino de inculturación en las diversas realidades locales, y que los millones de catequistas y catequistas que cada día dedican su vida a este ministerio tan antiguo y siempre nuevo,
[00624-EN.01] [Texto original: italiano]
Traduccion al ingles
«El ministerio del Catequista en la Iglesia es antiguo». Con esta simple e inmediata observación, el Papa Francisco establece para la Iglesia del Tercer Milenio el ministerio del Catequista que, aunque nuevo, ha acompañado, en cierto sentido, a la Iglesia en su misión evangelizadora en todos los tiempos y lugares. Como viene a raíz de la publicación del Directorio para la catequesis el 23 de marzo de 2021, la institución de este ministerio laico específico, al que están llamados hombres y mujeres de toda la Iglesia que, con su dedicación, hacen evidente la belleza de la transmisión de la fe – constituye un paso más en la renovación de la catequesis y su papel al servicio de la nueva evangelización.
Es significativo que el Papa Francisco haga público este Motu proprio el día de la memoria litúrgica de San Juan de Ávila (1499-1569). Este Doctor de la Iglesia fue capaz de ofrecer a los creyentes de su tiempo la belleza de la Palabra de Dios y la enseñanza viva de la Iglesia en un lenguaje no sólo accesible a todos, sino también modelado por una intensa espiritualidad. Fue un teólogo sutil y por eso un gran catequista. En 1554 escribió Doctrina cristiana, un catecismo dividido en cuatro partes, en un lenguaje tan sencillo y accesible a todos que se podía cantar como un jingle y memorizar como una canción infantil para cada circunstancia de la vida. La elección de esta fecha no es casual, porque anima a los catequistas a buscar inspiración en el testimonio de un santo que hizo fecundo su apostolado catequético a través de la oración, el estudio de la teología y la simple comunicación de la fe.
Es innegable que la Carta Apostólica Antiquum ministerium señala una importante innovación y, al mismo tiempo, cumple un deseo de Pablo VI. En 1975 este santo Papa escribió en la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi(párr. 73): «Los laicos también pueden sentirse llamados, o ser llamados, a trabajar con sus pastores al servicio de la comunidad eclesial para su crecimiento y vida, ejerciendo una gran variedad de ministerios según la gracia y los carismas. que el Señor se complace en darles […] Una mirada a los orígenes de la Iglesia es muy esclarecedora y ofrece el beneficio de una experiencia temprana en materia de ministerios. Fue una experiencia tanto más valiosa cuanto que permitió a la Iglesia consolidarse, crecer y difundirse. Sin embargo, la atención a las fuentes debe complementarse con la atención a las necesidades actuales de la humanidad y de la Iglesia. Beber de estas fuentes siempre inspiradoras sin sacrificar nada de sus valores, y al mismo tiempo saber adaptarse a las exigencias y necesidades de hoy,
La cita conserva su fuerte relevancia y nos permite conocer directamente el contexto eclesial en el que se inserta este nuevo ministerio, considerando al mismo tiempo la dinámica con la que se desarrolla. Sólo en la unidad entre una atención cuidadosa a nuestras raíces y una mirada realista al presente es posible comprender la decisión de la Iglesia de instituir un nuevo ministerio eclesial. La Iglesia ha tardado casi 50 años en reconocer que el servicio prestado por tantos hombres y mujeres a través de su compromiso catequético constituye verdaderamente un ministerio distintivo para el crecimiento de la comunidad cristiana.
The institution of a ministry by the Church is confirmation that the person invested with that charism is performing an authentic ecclesial service to the community. Ministry is strongly associated with the earliest communities, which from their very beginning have included the presence of men and women dedicated to carrying out certain specific services. This was true of the ministry of bishops, presbyters and deacons, but it was also true of those who were recognized as evangelists, prophets and teachers. It can be said, therefore, that catechesis has always accompanied the Church’s evangelizing efforts and was rendered even more necessary when it was intended for those preparing to receive baptism, the catechumens. This work was considered of such primary importance that it led the Christian community to prescribe the sharing of goods in support of its catechists.
Con la institución de este ministerio de catequista, el Papa Francisco promueve aún más la formación y el compromiso de los laicos. Este es un aspecto que merece ser tomado en consideración porque añade una dimensión aún más concreta al gran impulso que ha producido el Concilio Vaticano II que, en las últimas décadas, se ha visto considerablemente enriquecido no solo por un magisterio diferenciado en este sentido, pero sobre todo por un compromiso real en la Iglesia y en el mundo. No debe pasarse por alto la observación ofrecida por el Papa: «El apostolado laical es indiscutiblemente» secular «… En su vida cotidiana, entretejida con las relaciones familiares y sociales, los laicos llegan a darse cuenta de que» tienen esta vocación especial:Lumen gentium, 33) «(párr. 6).
La conclusión a la que llega el Papa Francisco es inequívoca: «» En efecto, podemos contar con muchos laicos, aunque todavía no lo suficiente, que tienen un sentido de comunidad muy arraigado y una gran fidelidad a las tareas de la caridad, la catequesis y la celebración de la fe «( Evangelii gaudium,102). De ello se desprende que la acogida de un ministerio laical como el de Catequista enfatizará aún más el compromiso misionero propio de todo bautizado, compromiso que, sin embargo, debe realizarse de manera plenamente «secular», evitando cualquier forma de clericalización «( párrafo 7). Lo que está en juego aquí es mucho de lo nuevo en este ministerio: hombres y mujeres están llamados a expresar su vocación bautismal de la mejor manera posible, no como sustitutos de sacerdotes o consagrados, sino como auténticos laicos y laicas que, con su carácter distintivo de su ministerio, pueden experimentar en toda su extensión su vocación bautismal de testimonio y servicio eficaz en la comunidad y en el mundo.
No cabe duda de que la institución de este ministerio, junto con los ya existentes de Acólito y Lector, permitirá tener un laicado mejor preparado en la transmisión de la fe. Los catequistas no se pueden improvisar porque la tarea de transmitir la fe requiere, además del conocimiento de su contenido, un encuentro personal previo con el Señor. Quienes serán catequistas deben saber que hablan en nombre de la Iglesia y transmiten la fe de la Iglesia. Esta responsabilidad es algo que no se puede delegar, sino que recae en cada uno personalmente. Este servicio, sin embargo, debe vivirse de manera «secular» sin caer en formas de clericalismo que desdibujen la verdadera identidad del ministerio, que debe expresarse no principalmente en el ámbito litúrgico,
Es obvio que no todo el que hoy es catequista tendrá acceso al ministerio de catequista. Este ministerio está reservado para quienes cumplan con los requisitos establecidos en el Motu proprio . Es de primordial importancia la dimensión vocacional que implica la voluntad de servir a la Iglesia donde el obispo lo considere más beneficioso. Los ministerios no se confieren para la gratificación personal, sino para el servicio que se prestará a la Iglesia local donde el obispo considere necesaria la presencia del Catequista. No hay que olvidar que en varias regiones donde la presencia de sacerdotes es inexistente o rara, la figura del Catequista es la de quien preside la comunidad y la mantiene arraigada en la fe.
Esto es lo que quiere decir el Papa Francisco cuando escribe: «Es, en efecto, una forma estable de servicio prestado a la Iglesia local de acuerdo con las necesidades pastorales identificadas por el Ordinario local, pero realizado como un trabajo de los laicos, como lo exige el propia naturaleza del ministerio «(párr. 8). Para adaptarse plenamente a la vocación, se hace más necesaria una formación correspondiente que presente los contenidos fundamentales de la fe. Las diócesis deberán asegurarse de que los futuros catequistas «reciban también una formación bíblica, teológica, pastoral y pedagógica adecuada para ser comunicadores competentes de la verdad de la fe y tengan alguna experiencia previa de catequesis» (párr. 8). , el Catecismo de la Iglesia Católicaes una herramienta ideal y en la que todo Catequista debe convertirse en un verdadero experto. Estudiar las cuatro partes en las que se divide el Catecismo permite adentrarse progresivamente en la riqueza del misterio que se profesa, celebra, vive y reza. Esta dimensión unitaria de los contenidos de la fe permite una comprensión más profunda no solo de la jerarquía de las verdades en su aplicación a su transmisión, sino también de cómo debe ejercerse el ministerio. Es de esperar, por tanto, que la institución del ministerio conduzca también a la formación de una comunidad de catequistas que crezca con la comunidad cristiana en su servicio a la Iglesia local, sin ceder a la tentación de levantar muros con los que para delimitar el propio territorio o, de hecho, a cualquier forma de autorreferencia.
Ahora que el Santo Padre ha instituido este ministerio laical, corresponde a las Conferencias Episcopales apropiarse de esta directiva buscando las formas más coherentes para su implementación. Mientras que a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos se le ha encomendado la tarea de publicar en un futuro próximo un Rito Litúrgico para el otorgamiento del Ministerio de Catequista por parte del Obispo, las Conferencias Episcopales, de acuerdo con sus propias tradiciones locales. , deberá establecer los criterios de edad, formación académica, etc., necesarios para acceder al ministerio.
Como espero que todos puedan ver, esta es una invitación dirigida a las Iglesias locales para que aprovechen la contribución de los hombres y mujeres que quieren dedicar su vida a la catequesis como forma privilegiada de evangelización. En nombre del Papa, el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización prestará todo su apoyo para que el nuevo ministerio se expanda en la Iglesia y se encuentren formas de ayuda para la formación de los catequistas. Esperamos que así el proceso de evangelización continúe su fecundo camino de inculturación en las diversas realidades locales, y que los millones de catequistas y catequistas que diariamente dedican su vida a este ministerio, tan antiguo y siempre nuevo,
[00624-EN.01] [Texto original: italiano]
Traducción al español
«El ministerio de catequista en la Iglesia es muy antiguo». Con esta sencilla e inmediata consideración, el Papa Francisco instituye para la Iglesia del tercer milenio un nuevo ministerio que, sin embargo, siempre ha acompañado al camino de la evangelización para la Iglesia de todos los tiempos y longitudes, el de Catequista. Tras la publicación del Directorio para la catequesis el pasado 23 de marzo de 2020, un paso más para la renovación de la catequesis y su eficaz labor en la nueva evangelización es el establecimiento de este específico ministerio laical al que están llamados hombres y mujeres presentes en toda la Iglesia que con su dedicación hacen evidente la belleza de la transmisión de la fe.
Es significativo que el Papa Francisco haga público este motu proprio en la memoria litúrgica de San Juan de Ávila (1499-1569). Este Doctor de la Iglesia fue capaz de ofrecer a los creyentes de su tiempo la belleza de la Palabra de Dios y la enseñanza viva de la Iglesia en un lenguaje no solo accesible a todos, sino revestido de una intensa espiritualidad. Fue una teoría magnífica y trajo una gran catástrofe. Redactó en 1554 el catecismo La Doctrina Cristiana, Divido en cuatro partes, con un lenguaje tan sencillo y accesible para todos que podía ser cantado como una cantilena, y aprendí de memoria como una canción infantil útil para todas las circunstancias de la vida. La elección de esta fecha no es casual, porque compromete a los catequistas to inspire en el testimonio de un santo que hizo fecundo su apostolado catquístico a través de la oración, el estudio de la theología y la simple comunicación de la fe.
Es indiscutible que la Carta Apostólica Antiquum ministerium marca una gran novedad con el que se advierte fácilmente cómo el Papa Francisco lleva un cabo un deseo de Pablo VI. En 1975, de hecho, en la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi,el santo Padre también escribió: «Los seglares pueden feel llamados or ser called to la Iglesia es muy exclarecedora y aporta el beneficio de una experiencia en materia de ministerios, experiencia mucho más valiosa en la que ha permitido a la Iglesia consolidarse, crecer y extenderse. No obstante, esta atención a las fuentes debe ser completada con otra: la atención a las necesidades actuales de la humanidad y de la Iglesia. Beber en estas fuentes siempre inspiradoras, no sacrificar nada de estos valores y saber adaptarse a las exigencias ya las necesidades actuales,
La cita mantiene una fuerte actualidad y permite comprobar directamente el contexto eclesial en el que se inserta este nuevo ministerio, al tiempo que se considera la dinámica con la que se desarrolla. Sólo en la unidad entre una profunda atención a nuestras raíces y una mirada realista en el presente es posible comprender la exigencia de la Iglesia para llegar a la institución de un nuevo ministerio eclesial. Tuvieron que pasar cases cincuenta años para que la Iglesia reconociera que el servicio prestado por tantos hombres y mujeres a través de su compromiso con las catequesis constituye verdaderamente un ministerio particular para el crecimiento de la comunidad cristiana.
Instituir un ministerio por la iglesia equivale a establecer que la persona investida de este carisma está realizando un auténtico servicio a la comunidad. El ministerio está asociado a las primeras comunidades que, desde el principio de su existencia, experimentaron la presencia de hombres y mujeres dedicados a desempeñar ciertos servicios en particular. Fue así para el ministerio de los obispos, presbíteros y diáconos, pero también para los que eran reconocidos como evangelistas, profetas y maestros. Si puedes decidir, por tanto, que la catequesis siempre ha acompañado el compromiso evangelizador de la Iglesia y era aún más necesaria cuando estaba destinada a los que se preparaban para recibir el bautismo, los catecúmenos.
Con la institución del ministerio de Catequista, el Papa Francisco promueve aún más la formación y el compromiso de los laicos. Es una nota que conviene considerar desde un punto de vista concreto al gran impulso ofrecido por el Concilio Vaticano II, que en las últimas décadas si viste muy enriquecido no solo por a magisterio específico al respecto, hasta sobrio todo por un compromiso real en la Iglesia y en el mundo. No hay que subestimar la consideración que ofrece el Papa: «El apostolado laical posee un valor secular indisutible … Iglesia en aquellos lugares y circunstancias en que solo puede llegar a ser sal de la tierra a través de ellos» (LG 33) » (Antiquum ministerium , 6).
La conclusión a la que llega el Papa Francisco es muy clara: «» Si estás con un laicado numeroso, aunque no es suficiente, con arraigado sentido de comunidad y una gran fidelidad en el compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración de la fe «(EG 102). De ello si deduce que recibir un ministerio laical como el de Catequista de mayor énfasis al compromiso misionero propio de cada bautizado, que en todo caso debe plantearse un cabo de forma plenamente secular sin caer en ninguna expresión de clericalización «( Antiquum ministerium, 7). En esta conclusión, gran parte de la novedad que aporta este ministerio: hombres y mujeres son llamados a expresar de la mejor manera posible su vocación bautismal, no como sustitutos de los sacerdotes or de las personas consagradas, sino como auténticos laicos y laicas que , en la particularidad de su ministerio, hacen posible experimentar en toda su extensión la llamada bautismal al testigo y al servicio eficaz en la comunidad y en el mundo.
No cabe duda de que la institución de este ministerio, junto con el acolitado y del lectorado, permiso para realizar un laicado mejor formado y preparado en la transmisión de la fe. Los catequistas no pueden ser improvisados, porque el compromiso de transmitir la fe, además del conocimiento de sus contaidos, requiere un encuentro personal previo con el Señor. Quien ejerce el ministerio de Catequistasabe que habla en nombre de la Iglesia y transmite la fe de la Iglesia. Esta responsabilidad no se puede delegar, hasta que implique a cada uno personalmente. Este servicio, sin embargo, debe vivirse de forma «secular» sin caer en formas de clericalismo que empañen la verdadera identidad del ministerio, que debe expresarse no principalmente en el ámbito litúrgico, hasta el ámbito específico de la transmisión de la fe a través del anuncio y la enseñanza sistemática.
Es evidente que ninguno de los que hoy son catequistas podrá acceder al ministerio de Catequista . Este ministerio está reservado a quienes cumplen ciertos requisitos que el Motu proprio enumera. En primer lugar, el de la dimensión vocacional para serve a la Iglesia donde el obispo lo considera más cualificado. El ministerio no se considera la gratificación personal, sino el servicio que pretende prestar a la iglesia local y el servicio del que el obispo necesita considerablemente la presencia del catecismo. No hay que olvidar que en diversas regiones de las que la presencia de sacerdotes es nula o escasa, la figura del catquista es la de aquel que preside la comunidad y mantiene arraigada en la fe.
Es en este sentido que hay que entender lo que escribe el Papa Francisco: «es un servicio estable que se presta a la Iglesia local según las necesidades pastorales identadas por el Ordinario del lugar, pero realizado de la manera laical as exige la naturaleza misma del ministerio «( Antiquum ministerium , 8). Para corresponder plenamente a la vocación, es muy necesaria una formación que esté convenientemente presente de los contenidos fundamentales de la fe. Las diócesis deberán proveer, para que los futuros catequistas tengan una sólida preparación «bíblica, teológica, pastoral y pedagógica para ser comunicadores atentos de la verdad de la fe, y que hayan adquirido ya una experiencia previa de catequesis» ( Antiquum ministerium ). A este respecto, elCatecismo de la Iglesia Católica podrá utilizar el instrumento más cualificado de este catequista será un verdadero experto. Recorrer las cuatro partes en que se divide ayuda a adentrarse progresivamente en la riqueza del misterio profesado, celebrado, vivido y orado. Una dimensión unitaria de los contenidos del contenido que permite verificar la búsqueda de la jerarquía de las verdades en su transmisión y las formas de ejercer el ministerio. Es de esperar, por tanto, que la institución del ministerio conduce también a la formación de una comunidad de catquistas que crezca con la comunidad cristiano en el servicio a toda la Iglesia local, sin ninguna tentación de ceñirse a los estrechos límites de su propia realidad eclesial, y libre de cualquier forma autorreferencial.
A vez instituido por el Papa este ministerio laical, corresponden ahora a las Conferencias Episcopales hacer suya this directriz encontrándose con las formas más coherentes para llevarlo a cabo. Por tanto, según las propias tradiciones locales, las Conferencias Episcopales deben determinar los requisitos, como la edad y los estudios necesarios, las condiciones y las modalidades de acceso al ministerio; mientras que a la Congregación para el Divino Culto confía la tarea de publicar en un breve tiempo el Rito litúrgico para la institución del ministerio parte del Obispo.
Como puede verse, si hay una invitación directa a los locales de Iglesias por el valor de los muchos hombres y mujeres que pretenden dedicar la vida a la catéquesis como forma privilegiada de evangelización. En nombre del Papa, el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización prestará toda su ayuda para que el nuevo ministerio se expanda en la Iglesia, y también para encontrar las formas de apoyar la formación de los catques. Esperamos que, de este modo, el proceso de la evangelización continúe su fructífero camino de inculturación en las diversas realidades locales, y que los millones de catequistas que diariamente dedican su vida a este antiguo y siempre nuevo redescubran su vocación para una comprometida renovación catechetical proceso en beneficio de la Iglesia y de las nuevas generaciones.
[00624-ES.01] [Texto original: italiano]
Discurso de SE Mons. Franz-Peter Tebartz-van Elst
El catequista: una vocación laical para toda la Iglesia
Queridos hermanos y hermanas, el Papa Francisco, con este Motu proprio, propone fortalecer el perfil catequético en la Iglesia no haciéndolo derivar del ministerio de la jerarquía sino orientándolo hacia la jerarquía. Esto se expresa en su argumento teológico y en la recién creada institución del ministerio del catequista. En el nuevo Motu proprio se pueden identificar tres aspectos en particular, perfilados en el marco de una vocación autónoma de ser y ser catequista.
1. El Ministerio del Catequista se opone a una clericalización de los laicos y una laicización del clero
En el nuevo Motu proprio, el Papa Francisco se refiere claramente al peligro de que la definición del perfil del ministerio del catequista conduzca a una nueva forma de clericalización. En el punto séptimo de esta Carta Apostólica habla de la vocación misionera del catequista, que debe realizarse de tal manera que no caiga en ninguna forma de clericalización. Para querer hacer una contribución personal a la vida de todos los bautizados, sobre la base de la dignidad del Bautismo donde el individuo se comprende a sí mismo en su totalidad, hay que evitar cualquier tentación en este sentido; por tanto, el hecho de que el ministerio se diversifique cada vez más en la catequesis impartida estimula la apreciación de la dimensión puramente laical del ministro instituido. En este sentido, en un discurso reciente, El Papa Francisco retomó el concepto expresado por su predecesor, el Papa San Juan Pablo II, sobre la espiritualidad de comunión, que se caracteriza por el hecho de que los bautizados aprenden a ver lo positivo y toda especificidad en la vida del otro, aceptándolo como un enriquecimiento para el propio servicio (cf. NMI, 43). Por eso nos defendemos del riesgo de clericalización.
2. El ministerio del catequista se desarrolla en una espiritualidad comunitaria y en una espiritualidad de oración.
En su catequesis en la audiencia del miércoles 14 de abril de 2021, el Papa Francisco subrayó recientemente: “Sin fe todo se derrumba. Y sin oración, la fe muere. Por eso la Iglesia, que es casa y escuela de comunión, es también casa y escuela de oración ”. Esta conexión conceptual prosigue con lo ya abordado en el punto anterior y se subraya expresamente en el nuevo Motu proprio como elemento en un contexto interior de una auténtica catequesis. El catequista responde a su vocación en la Iglesia de manera particular con el anuncio de las enseñanzas del Evangelio; por tanto, presupone la integración del catequista en la comunión de la Iglesia y exige una comunicación constante con Dios y con los fieles.
3. El ministerio del catequista es un servicio adquirido con una formación específica y sólida.
La calidad en el ministerio catequético sólo está garantizada cuando el catequista está acompañado y capacitado para esta vocación y tarea específicas. Es precisamente en este contexto donde la Iglesia tiene la oportunidad de transmitir la especificidad de la vocación y misión del catequista. En el sexto punto del nuevo Motu proprio, el Papa Francisco enfatiza que el catequista no debe asumir primordialmente tareas litúrgicas o pastorales o las responsabilidades de otros ministerios, sino que él mismo es en su testimonio un maestro y un mitogogo, compañero y pedagogo de los suyos. vocación y talento, entendido evangélicamente. Lo anterior se refiere en el nuevo Motu proprio en el cuarto punto, con la invitación a utilizar, como herramientas esenciales, el Catecismo de la Iglesia Católica, las Cartas Apostólicas Catechesi tradendae., Evangelii gaudium y el nuevo Directorio para la catequesis como guía. Los tres puntos señalados anteriormente definen los contornos esenciales del servicio del catequista en el sentido del nuevo Motu proprio del Papa Francisco Antiquum ministerium. El hecho de que el Santo Padre subraye este perfil ministerial para toda la Iglesia, refiriéndose a lo contenido en el Motu proprio del Papa Pablo VI Ministeria quaedam de 1972 , sobre los ministerios laicos establecidos, muestra la importancia creciente de un servicio laico y calificado para la edificación. del Cuerpo de Cristo. Gracias por tu atención.
Carta apostólica
en forma de «Motu Proprio»
del Sumo Pontífice
Francis
Antiquum ministerium
con el que el
ministerio de catequista
1. El ministerio de catequista en la Iglesia es muy antiguo. Es un pensamiento común entre los teólogos que los primeros ejemplos ya se encuentran en los escritos del Nuevo Testamento. El servicio de la enseñanza encuentra su primera forma germinal en los «maestros» que menciona el Apóstol al escribir a la comunidad de Corinto: «Por eso Dios ha puesto a algunos en la Iglesia primero como apóstoles, en segundo lugar como profetas, en tercer lugar como maestros. ; luego están los milagros, luego el don de curaciones, de ayudar, de gobernar, de hablar varios idiomas. ¿Son todos apóstoles? ¿Todos los profetas? ¿Todos los maestros? ¿Todos hacen milagros? ¿Todos tienen el don de sanar? ¿Todos hablan lenguas? ¿Todos los interpretan? En cambio, desea intensamente los más grandes carismas. Y luego, les muestro el camino más sublime «( 1 Cor.12,28-31).
El mismo Lucas abre su Evangelio diciendo: «He decidido investigar detenidamente cada circunstancia, desde el principio, y escribir un informe ordenado para ti, ilustre Teófilo, para que puedas darte cuenta de la solidez de las enseñanzas que has recibido. «( Lc 1, 3-4). El evangelista parece ser muy consciente de que con sus escritos está proporcionando una forma específica de enseñanza que permite dar solidez y fuerza a quienes ya han recibido el Bautismo. El apóstol Pablo vuelve al tema cuando recomienda a los Gálatas: «Quien es instruido en la Palabra, comparta todas sus posesiones con los que le enseñan» ( Gal.6.6). Como puede verse, el texto añade una peculiaridad fundamental: la comunión de vida como característica de la fecundidad de la verdadera catequesis recibida.
2. Desde sus inicios la comunidad cristiana ha experimentado una forma generalizada de ministerio que se ha concretado en el servicio de los hombres y mujeres que, obedientes a la acción del Espíritu Santo, han dedicado su vida a la edificación de la Iglesia. Los carismas que el Espíritu no ha dejado de derramar sobre los bautizados encontraron en algunos momentos una forma visible y tangible de servicio directo a la comunidad cristiana en sus múltiples expresiones, tanto que fue reconocida como una diaconía indispensable para la comunidad. El apóstol Pablo se convierte en un intérprete autorizado cuando testifica: “Hay diferentes carismas, pero solo uno es el Espíritu; hay diferentes ministerios, pero solo uno es el Señor; hay diferentes actividades, pero solo una es Dios, que obra todos en todos. A cada uno se le da una manifestación particular del Espíritu para el bien común: a uno, de hecho, a través del Espíritu, se le da el lenguaje de la sabiduría; a otro en cambio, del mismo Espíritu, el lenguaje del conocimiento; a uno, en el mismo Espíritu, fe; a otro, en un solo Espíritu, el don de curaciones; para uno, el poder de los milagros; a otro, el don de profecía; a otro, el don de espíritus perspicaces; a otro la variedad de idiomas; a otro la interpretación de idiomas. Pero todas estas cosas las hace un solo y mismo Espíritu, y las distribuye a cada uno como le place ”( 1 Co 12, 4-11).
Dentro de la gran tradición carismática del Nuevo Testamento, por tanto, es posible reconocer la presencia activa de los bautizados que ejercieron el ministerio de transmitir la enseñanza de los apóstoles y evangelistas de una manera más orgánica, permanente y vinculada a las diferentes circunstancias de la vida. (cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución dogmática Dei Verbum, 8). La Iglesia quiso reconocer este servicio como expresión concreta del carisma personal que favoreció mucho el ejercicio de su misión evangelizadora. Mirando la vida de las primeras comunidades cristianas que se comprometieron a difundir y desarrollar el Evangelio, también hoy urge a la Iglesia a comprender qué nuevas expresiones pueden ser con las que seguir siendo fiel a la Palabra del Señor para hacer su Evangelio. llegar a todas las criaturas.
3. Toda la historia de la evangelización de estos dos milenios muestra con gran evidencia cuán eficaz ha sido la misión de los catequistas. Obispos, sacerdotes y diáconos, junto con muchos hombres y mujeres de vida consagrada, han dedicado su vida a la instrucción catequética para que la fe sea un soporte válido para la existencia personal de todo ser humano. Algunos también han reunido a su alrededor a otros hermanos y hermanas que, compartiendo el mismo carisma, han constituido órdenes religiosas al servicio total de la catequesis.
No podemos olvidar la innumerable multitud de laicos que participaron directamente en la difusión del Evangelio a través de la enseñanza catequética. Hombres y mujeres animados por una gran fe y auténticos testigos de santidad que, en algunos casos, también fueron fundadores de Iglesias, llegando incluso a dar la vida. Aún hoy, muchos catequistas capaces y tenaces están al frente de comunidades en diferentes regiones y llevan a cabo una misión insustituible en la transmisión y profundización de la fe. La larga línea de beatos, santos y catequistas mártires ha marcado la misión de la Iglesia que merece ser conocida porque constituye una fuente fecunda no sólo para la catequesis, sino para toda la historia de la espiritualidad cristiana.
4. Desde el Concilio Ecuménico Vaticano II, la Iglesia ha sentido con renovada conciencia la importancia del compromiso de los laicos en la obra de evangelización. Los Padres conciliares han reiterado en repetidas ocasiones cuán necesaria es la implicación directa de los fieles laicos en las diversas formas en las que puede expresarse su carisma, para la «plantatio Ecclesiae» y el desarrollo de la comunidad cristiana. «Digno de alabanza es también ese grupo, tan digno de la obra misionera entre los paganos, que está formado por catequistas, tanto hombres como mujeres. Ellos, animados por un espíritu apostólico y haciendo grandes sacrificios, hacen una contribución singular e insustituible a la propagación de la fe y de la Iglesia … En nuestro tiempo, entonces, en el que el clero es insuficiente para la evangelización de muchas multitudes y para el ejercicio del ministerio pastoral,Ad gentes , 17).
Junto a la rica enseñanza conciliar es necesario hacer referencia al interés constante de los Sumo Pontífices, el Sínodo de los Obispos, las Conferencias Episcopales y los Pastores individuales que en el transcurso de estas décadas han dado una notable renovación a la catequesis. El Catecismo de la Iglesia Católica , la Exhortación Apostólica Catechesi tradendae , el Directorio Catequético General , el Directorio General para la Catequesis , el Directorio reciente para la Catequesis , junto con muchos Catecismos nacionales, regionales y diocesanos son una expresión del valor central del trabajo catequético que pone en primer plano la educación y la formación permanente de los creyentes.
5. Sin menoscabo de la propia misión del Obispo de ser el primer catequista de su diócesis junto con el presbiterio que comparte con él la misma pastoral, y de la especial responsabilidad de los padres en la formación cristiana de sus hijos (cf. CIC can. 774 § 2; CCEO can. 618), es necesario reconocer la presencia de los laicos que, en virtud de su bautismo, se sienten llamados a colaborar en el servicio de la catequesis (cf. CIC can. 225; CCEO can. 401 y 406) . Esta presencia se ha hecho aún más urgente en nuestro tiempo para la renovada conciencia de la evangelización en el mundo contemporáneo (cf. Apostolic. Ap. Evangelii gaudium , 163-168), y el surgimiento de una cultura globalizada (cf. Enc. Lett. Brothers todas, 100.138), que requiere un auténtico encuentro con las generaciones más jóvenes, sin olvidar la necesidad de métodos y herramientas creativos que hagan coherente el anuncio del Evangelio con la transformación misionera que ha emprendido la Iglesia. La fidelidad al pasado y la responsabilidad del presente son las condiciones indispensables para que la Iglesia pueda llevar a cabo su misión en el mundo.
Despertar el entusiasmo personal de todo bautizado y reavivar la conciencia de ser llamado a realizar su propia misión en la comunidad requiere escuchar la voz del Espíritu que nunca hace faltar su presencia fecunda (cf. CIC can. 774 §1). ; CCEO can. 617). El Espíritu también llama a hombres y mujeres de hoy a salir al encuentro de los muchos que esperan conocer la belleza, la bondad y la verdad de la fe cristiana. Es deber de los pastores apoyar este camino y enriquecer la vida de la comunidad cristiana con el reconocimiento de ministerios laicos capaces de contribuir a la transformación de la sociedad a través de la «penetración de los valores cristianos en el mundo social, político y económico». ( Evangelii gaudium , 102).
6. El apostolado laical tiene un valor secular indiscutible. Nos pide «buscar el reino de Dios tratando las cosas temporales y orientándolas según Dios» (Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Dogmática Lumen Gentium , 31). Su vida cotidiana se entrelaza con las relaciones familiares y sociales y las relaciones que nos permiten comprobar cómo «están ante todo llamados a hacer presente y activa a la Iglesia en aquellos lugares y circunstancias, en los que no puede convertirse en la sal de la tierra sino para ellos». . half «( Lumen gentium, 33). Es bueno recordar, sin embargo, que además de este apostolado «los laicos también pueden ser llamados de diversas formas a colaborar más inmediatamente con el apostolado de la Jerarquía a semejanza de aquellos hombres y mujeres que ayudaron al apóstol Pablo en la evangelización, trabajando mucho para el Señor ”( Lumen gentium , 33).
La función particular que realiza el Catequista, sin embargo, se concreta dentro de otros servicios presentes en la comunidad cristiana. El Catequista, en efecto, está llamado en primer lugar a manifestar su competencia en el servicio pastoral de la transmisión de la fe que se desarrolla en sus diversas etapas: desde el primer anuncio que introduce el kerigma , hasta la instrucción que hace consciente de vida nueva en Cristo y prepara en particular para los sacramentos de la iniciación cristiana, hasta la formación permanente, que permite a todo bautizado estar siempre dispuesto «a responder a todo aquel que pregunte el motivo de la esperanza» ( 1 Pt.3.15). El Catequista es al mismo tiempo testigo de la fe, maestro y mystagogo, compañero y pedagogo que instruye en nombre de la Iglesia. Una identidad que sólo mediante la oración, el estudio y la participación directa en la vida de la comunidad puede desarrollarse con coherencia y responsabilidad (cf. Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, Directorio para la Catequesis , 113).
7. Con clarividencia, san Pablo VI emitió la Carta Apostólica Ministeria quaedam con la intención no solo de adaptar el ministerio del Lector y del Acólito al momento histórico cambiado (cf. Carta Apostólica Spiritus Domini ), sino también de solicitando a las Conferencias Episcopales que se conviertan en promotoras de otros ministerios, incluido el de Catequista: «Aparte de estos oficios comunes de la Iglesia latina, nada impide a las Conferencias Episcopales solicitar otros a la Sede Apostólica, si juzgan, por razones particulares, lo necesario o institución muy útil en su región. De este tipo son, por ejemplo, los oficios de Ostiario , Exorcista y Catequista.«. La misma invitación apremiante volvió en la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi cuando, pidiendo poder leer las necesidades actuales de la comunidad cristiana en fiel continuidad con los orígenes, instó a encontrar nuevas formas ministeriales para una renovada pastoral: «Tales ministerios, nuevas en apariencia pero muy ligadas a las experiencias vividas por la Iglesia a lo largo de su existencia, – por ejemplo las de un Catequista … son preciosas para la «plantatio», la vida y el crecimiento de la Iglesia y para la capacidad de irradiar a su alrededor y hacia los que están lejos »(San Pablo VI, Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi , 73).
Por tanto, no se puede negar que “ha crecido la conciencia de la identidad y misión de los laicos en la Iglesia. Tenemos un gran número de laicos, aunque no suficientes, con arraigado sentido de comunidad y gran fidelidad al compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración de la fe ”( Evangelii gaudium , 102). De ello se desprende que recibir un ministerio laical como el de Catequista da mayor énfasis al compromiso misionero propio de cada bautizado, que en todo caso debe realizarse de forma plenamente secular sin caer en ninguna expresión de clericalización.
8. Este ministerio tiene un fuerte valor vocacional que requiere el debido discernimiento por parte del Obispo y se destaca con el Rito de institución. En efecto, se trata de un servicio estable prestado a la Iglesia local según las necesidades pastorales identificadas por el Ordinario local, pero realizado de manera laical como lo exige la propia naturaleza del ministerio. Es bueno que hombres y mujeres de fe profunda y madurez humana sean llamados al ministerio instituido de Catequista, que tengan una participación activa en la vida de la comunidad cristiana, que sean capaces de acogida, generosidad y vida de comunión fraterna, que recibir la formación necesaria bíblica, teológica, pastoral y pedagógica para ser comunicadores atentos de la verdad de la fe, y que ya hayan madurado una experiencia previa de catequesis (cf. Concilio Ecuménico Vat. II, Decr.Christus Dominus , 14; CIC puede. 231 §1; CCEO puede. 409 §1). Se requiere que sean fieles colaboradores de sacerdotes y diáconos, disponibles para ejercer el ministerio donde sea necesario y animados por un verdadero entusiasmo apostólico.
Por tanto, después de haber considerado todos los aspectos, en virtud de la autoridad apostólica
Configuro
el ministerio laico de catequista
La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos pronto publicará el Rito de Institución del ministerio laico del Catequista.
9. Invito, pues, a las Conferencias Episcopales a hacer efectivo el ministerio de los Catequistas, estableciendo el proceso formativo necesario y los criterios normativos para poder acceder a él, encontrando las formas más coherentes para el servicio que serán llamados a realizar de acuerdo con con lo que expresa esta Carta Apostólica.
10. Los Sínodos de las Iglesias Orientales o las Asambleas de los Jerarcas podrán acoger lo aquí establecido para las respectivas Iglesias sui juris , sobre la base de su propio derecho particular.
11. Los Pastores no deben dejar de hacer suya la exhortación de los Padres conciliares al recordar: «Saben que no fueron instituidos por Cristo para asumir por sí mismos todo el peso de la misión salvífica de la Iglesia en el mundo, sino que su sublime oficio consiste en comprender su misión de pastores hacia los fieles y en reconocer los ministerios y carismas que les son propios, de modo que todos cooperen en su medida por el bien común ”( Lumen gentium , 30). Que el discernimiento de los dones que el Espíritu Santo nunca dejó a su Iglesia carecer del apoyo que les corresponde para hacer efectivo el ministerio de Catequista para el crecimiento de su propia comunidad.
Lo que se establece con esta Carta Apostólica en forma de «Motu proprio», ordeno que tenga fuerza firme y estable, a pesar de todo lo contrario, aunque sea digno de mención especial, y que se promulgue mediante publicación en L’Osservatore Romano , entrando en vigor en el mismo día, y luego publicado en el comentario oficial del Acta Apostolicae Sedis .
Dado en Roma, en San Giovanni in Laterano, el 10 de mayo de 2021, Memoria litúrgica de San Juan de Ávila, sacerdote y doctor de la Iglesia, noveno de mi pontificado.
FRANCIS