«El suicidio asistido refleja el fracaso de la compasión en la sociedad»: son las palabras de la Conferencia Episcopal de Irlanda (CBI), en una larga y detallada nota en la que analizan el proyecto de ley «Morir con Dignidad».
El proyecto de ley prevé «la asistencia para alcanzar un final de vida digno y pacífico» para los adultos con enfermedades terminales que se consideren «competentes para hacer una petición» mediante una declaración, que debe ser validada por dos médicos, tras los controles pertinentes.
La nota episcopal está firmada por el Consejo para la Vida, órgano consultivo creado por los obispos irlandeses, y el Grupo Consultivo de Bioética, organismo académico que asesora a los prelados en la materia.
«Tenemos la responsabilidad moral de cuidar de nuestro prójimo, según la imagen evangélica del buen samaritano», manifiesta el escrito, que insta a promover «unos buenos cuidados paliativos» que, «respetando la vida y, al mismo tiempo, reconociendo la mortalidad humana, ofrezcan a los enfermos terminales la mejor oportunidad de llegar al final de la vida de forma digna y pacífica».
No existe una vida sin valor
Los obispos también rechazan «el supuesto en el que se basa el suicidio asistido», ya que «no existe una vida sin valor, una vida que ya no vale la pena vivir». Se trata de «una falsedad que inevitablemente erosiona la base misma del respeto y la protección jurídica de toda vida humana, independientemente de su edad, discapacidad, competencia o enfermedad».
El proyecto de ley, además, «representa una carga para la conciencia de los trabajadores sanitarios que se oponen a él, porque saben que es gravemente inmoral y completamente incompatible con su vocación de curar». Y esta carga sobre su conciencia «es inútil, desproporcionada y gravemente injusta».
Y de nuevo: la nota señala que «identificar a los profesionales de la salud como aquellos que asistirán y, en ciertas circunstancias, realmente realizarán el suicidio asistido de acuerdo con las instrucciones de su cliente, es gravemente perjudicial para la ética y la credibilidad de las profesiones médicas, además de cambiar radicalmente el significado de la asistencia sanitaria».
El camino hacia los cuidados paliativos
La Iglesia católica irlandesa nos recuerda, por tanto, que «sea cual sea el pronóstico y por muy limitadas que sean las capacidades de una persona, su valor como ser humano radica en lo que es, más que en su esperanza de vida o en su capacidad para alcanzar determinados niveles de rendimiento físico o mental».
«La dignidad humana se refiere al valor individual», continúa la nota, «y es inherente a toda persona humana en virtud de su naturaleza. Por lo tanto, no es algo dado o conferido por ninguna institución, ley, proceso o norma de bienestar físico o mental».
El Episcopado irlandés también señala que prever el suicidio asistido por ley lo convertiría en algo «bueno» o «deseable», con la consecuencia de que «la atención al final de la vida se reduciría a un favor más que a un derecho», lo que supondría una presión «emocional y social» para los enfermos terminales, los discapacitados y otros pacientes vulnerables, que se sentirían obligados a «evitar a otros la carga de cuidarlos».
Finalmente, ante la pandemia del Covid-19 y todos los esfuerzos realizados por el gobierno, el personal sanitario y la población para combatirla y proteger a los más vulnerables; los obispos dicen estar convencidos de que, en nombre del «mejor servicio a la humanidad y al bien común», el Parlamento irlandés no debería aprobar el proyecto de ley «Morir con dignidad», sino invertir recursos en los cuidados paliativos.
Vatican.news/InfoCatólica.