El Papa presentará la reforma de la Curia convocando a todos los cardenales.

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Se acerca el día de la promulgación de la Constitución Apostólica con la que se reformará la Curia Romana, la cual lleva urdiéndose desde el inicio del pontificado de Francisco y tendrá como nombre Prædicatæ Evangelium. Luigi Bisignani escribe en Il Tempo que Francisco convocará para la ocasión un consistorio extraordinario en el que participe la mayor cantidad de cardenales posible. Secretum Meum Mihi ha traducido parte del artículo de Bisignani:

Tomará el pretexto del consistorio para presentar con pompa magna, con un «motu proprio», la «Praedicatae Evangelium», la ansiada reforma de la Curia romana, prometida de siempre y nunca realizada y cuyas líneas fundamentales Il Tempo está en capacidad de anticipar. Pero el Papa Francisco, a partir de las pocas noticias que se filtran, pretende hacer un forzamiento y presentarse, directamente con un motu proprio, con aquella que, más que una simple reforma, parece será una verdadera revolución de La Curia romana.

Desde que Pío V la introdujo a mediados del Mil quinientos, la Curia romana sigue una jerarquía de aparatos muy precisa: después del Supremo (el Papa), viene la Congregación para la Doctrina de la Fe (que es también, además, el verdadero tribunal papal), los dicasterios disciplinarios (el de los bispos, el del clero y el de religiosos), y los pastorales (Propaganda Fide, Educación Católica y otros).

Según los planes del Papa Francisco, esta jerarquía debería invertirse de la siguiente manera: primero Propaganda Fide (que también incorporaría la Nueva Evangelización), luego un recién nacido dicasterio de la Caridad (que incorporaría al menos dos de los dicasterios actuales), luego todavía un nuevo dicasterio de la Justicia. La consagración por tanto de la Iglesia de los Pobres. En función del curso de la pandemia, las posibles fechas para convocar este consistorio extraordinario, que prevé la llegada bajo la Cúpula [de San Pedro, lit. ‘Cupolone’] de más de un centenar de cardenales, podrían coincidir con una de las fiestas más queridas de la Vírgen, o sea el 11 de febrero (Nuestra Señora de Lourdes), o el 13 de mayo, día de Nuestra Señora de Fátima.

¿Pero quién habría podido convencer al Papa, hasta ahora siempre reacio, de llamar a consulta al órgano supremo de la Iglesia tras la experiencia no particularmente feliz de febrero de 2014, en la cual se discutió y contestó por nada menos que 15 cardenales el planteamiento decidido por el cardenal Walter Kasper sobre el sínodo para la familia y en el que se encendió un faro sobre los divorciados? Según los rumores de Santa Marta, se trata del cardenal de Honduras, Oscar Mariadaga: habría logrado susurrarle al Papa Francisco que ordenara esta gran reunión, aconsejándole sumisamente que ya no puede ser el restringido consejo de los cardenales —pasado del llamado C8 al C9 para llegar entonces a un escaso C6, de manera muy jesuítica, dicen los malvados— el que continuara adelante la fatigosa reestructuración del aparato vaticano, predicando la colegialidad y rozando el absolutismo.

El consistorio extraordinario es fundamental no solo para apoyar al Papa sino también para asegurar que la mayoría de los cardenales esperados en Roma, algunos de los cuales elegidos «por sorpresa» de países remotos y desconocidos, se conozcan y no solamente cuando sea para elegir al nuevo Pontífice. Para cuidar la maquina organizativa estará la oficina del cardenal Giovanni Battista Re, decano del colegio cardenalicio desde 2018. Para crear una comunidad, y no solo en espíritu, los papas anteriores (San Juan Pablo II y Benedicto XVI) solían reunir el Sacro Colegio ante cada consistorio «público» con vistas a la creación de nuevos cardenales o para las nuevas canonizaciones y lo mismo se venía haciendo con el Sínodo de los Obispos. Esto es para garantizar —por parte del Vicario de Cristo— esa sede preparatoria de discusión, colegialidad y el compartir típico del así llamado Senado del Papa.

El Pontifical Romano de hecho prevé que, cuando se reúnan en consistorio, después de cada anuncio del Papa (decisiones, canonizaciones, nombramientos cardenalicios, elección de obispos para las diócesis más importantes), los cardenales deben ser consultados uno por uno e invitados a expresar sus pensamientos. Que puede ser un «placet», un «non placet», pero también un «placet iuxta modum» (estoy de acuerdo bajo ciertas condiciones). De esto, tal vez, Bergoglio tenga un cierto temor. Un terremoto el de la reforma de la Curia que, si ocurre, hará temblar también la columnata de Bernini. In saecula saeculorum.

Con información de InfoVaticana

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