Hace unos días se publicó la Ley que convierte el Decreto n. DCCX del Presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano (SCV) relativo a las entradas ilícitas al territorio del SCV. Es decir, contra los indocumentados.
La ley en cuestión (10 artículos), promulgada el 15 de marzo de 2025, con algunas modificaciones importantes, había sido establecida para ser promulgada el 19 de diciembre de 2024.
En este período de espera, el decreto fue modificado además en tres puntos importantes.
Entre ellos hay una que se refiere específicamente al hecho de que la nueva Presidenta desde el 1 de marzo, Sor Raffaella Petrini, no es cardenal a pesar de que todas las leyes vaticanas vigentes sobre esta materia lo exigen.
El documento es incomprensible y sin sentido jurídico.
La firma de la monja es aún más sorprendente porque la nueva ley subraya un último cambio antes de su promulgación: cuando el texto dice «Cardenal Presidente de la Gobernación» debería leerse solamente «Presidente de la Gobernación».
He aquí el singular cambio introducido en esta ley:
En el arte. 9, apartado 3, se sustituyen las palabras «Cardenal Presidente de la Gobernación» por las siguientes: «Presidente de la Gobernación».
No está claro por qué –la razón– este embrollo jurídico le resta seriedad al modo de legislar del Vaticano. Si el Pontífice hubiera querido que Sor Petrini, jefe de la Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano, tuviera poderes soberanos absolutos, le hubiera bastado cambiar la Ley Fundamental y las Leyes sobre la Gobernación y eliminar la palabra “cardenal”.
Pero el Papa no hizo nada de esto. El Pontífice eligió el camino de la confusión y el caos hasta el punto de hacer este cambio al artículo 9 de esta nueva ley francamente sorprenda a cualquiera. Porque…
¿Este cambio se aplica sólo a esta ley sobre la entrada ilegal al territorio del Vaticano?
¿O puede extenderse a toda la legislación vaticana donde se menciona al “Cardenal Presidente de la Gobernación”?
Otras inconsistencias sorprendentes
La prensa ha hablado mucho sobre esta ley, centrándose especialmente en lo que considera una grave contradicción entre «lo que dice el Papa Francisco» (y mucho) y «lo que hace» (tan poco).
La cuestión es tan enredada y complicada, como el propio decreto convertido en ley, que no resulta nada fácil de explicar. Veamos algunas observaciones que llaman inmediatamente la atención.
- Ya se han propuesto varios comentarios y análisis sobre esta ley, en particular en el caso de algunos pasajes que son difíciles de leer porque son incomprensibles o confusos si se aplica el sentido común.
- En cierto modo parece una ley improvisada, hecha leyendo las noticias diarias e imaginando que lo que ocurre en París, Roma o Londres en términos de ocupaciones ilegales de apartamentos podría ocurrir en el Vaticano mañana por la mañana.
- Las fuertes multas previstas para los presuntos culpables de hipotéticas ocupaciones más allá de los Muros parecen absurdas, casi como si quisieran aterrorizar a alguna persona malintencionada.
Bergoglio envió a la policía a desalojar las ocupaciones
En el contexto del tema, además de recordar curiosamente que el Papa Francisco, desde el día de su elección, siempre ha tenido una preocupación casi obsesiva por cómo se utiliza y asigna la vivienda dentro del Vaticano. Él mismo utiliza la posibilidad y el derecho de vivir en el Vaticano como instrumento de gobierno. Cuando una persona pierde este derecho, el Papa es cuidadoso y severo en hacer desalojar la vivienda lo antes posible y son numerosos los requerimientos de la Gendarmería para acelerar el desalojo de los apartamentos una vez expirado el derecho a utilizarlos por razones de trabajo.
Cuando el Papa era todavía arzobispo de Buenos Aires, con motivo de una ocupación ilegal de una propiedad de la Iglesia greco-católica ucraniana, Mons. Bergoglio consiguió rápidamente que la policía desalojara la ocupación recurriendo al Ministro del Interior.
Su posición frente a las ocupaciones, severa e inflexible, fue en el pasado un rasgo distintivo de su relación con el gran capital argentino.

Por LUIS BADILLA.
CIUDAD DEL VATICANO.
MIL.